Y este es precisamente el punto en que se encuentran Kant y Jean Paul. El poeta-filósofo de la Alta Franconia tenía un estrecho contacto con Jacobi y, sin duda, fue influenciado –aunque hasta cierto punto–, por su filosofía del sentimiento. Pero en la discusión con las determinaciones de la Crítica del discernimiento, Jean Paul desarrolla, por su parte, una teoría propia del humor, la cual se une, tal es nuestra tesis, con la teoría de lo sublime en Kant. Y, en el ámbito de la poesía, Jean Paul continúa las declaraciones kantianas acerca del arte y del genio en su tercera Crítica. Los dos pensadores descubren en el sentimiento, es decir, en el estado del ánimo (Gemütsstimmung), como Kant lo expresa, un factor esencial en el proceso del conocimiento y del saber del ser sensible-racional que es el ser humano.
Con Jean Paul pretendemos mostrar, entonces, que en el ámbito de los juicios estéticos, al lado de lo bello y de lo sublime, también el humor representa una forma del saber que no debemos descuidar. El punto esencial de la conexión entre los juicios del gusto, de lo sublime y del humor se debe a la comunicabilidad universal del sentimiento, que a su vez es provocada en el juicio del humor. Este sentimiento, tal es también nuestra tesis, se conecta, al igual que en lo sublime, con el sentimiento del respeto en el juicio moral. En el ámbito del arte y, especialmente de la poesía, la conexión se realiza, además, por la comunicabilidad universal de las ideas estéticas. Y también en ellas es el sentimiento el punto de conexión entre Kant y Jean Paul, es decir, aquel estado de ánimo que es generado en el observador, lector o hermeneuta, gracias a la exposición de las ideas estéticas creadas por el genio. La idea estética estimula, según Kant, el ánimo y provoca un sentimiento que se forma a partir de la representación de una conexión con algo suprasensible. Jean Paul se halla en esto de acuerdo con Kant y llama, por su parte, a este vínculo del hombre con lo suprasensible, una síntesis orgánica, y en su respuesta llega incluso a preguntar, por qué justamente la poesía abre acceso a un segundo mundo que, en el nivel epistemológico, se encuentra clausurado para nosotros, y a partir de ahí avanza hasta su concepción de un realismo de los sentimientos.
En un marco más amplio, la tesis de nuestra investigación es, entonces, la siguiente: Después de la revolución del modo de pensar operada por Kant no se puede hablar ya más de un acceso a un saber absoluto. Lo que queda como acceso al saber da como resultado distintas formas del saber. Aquí tratamos entonces de estas formas del saber, pues se trata, en primer lugar, del esfuerzo por mostrar de acuerdo a qué base es posible constituir un saber, y de las condiciones de posibilidad del saber de una forma específica del saber. Un factor decisivo en este empeño es que un juicio, que se puede transformar en un posible saber, tiene que ser universalmente comunicable. La comunicabilidad universal es la función trascendental que, en un nivel pragmático, hace posible además la comunicación de los juicios. Al lado de la concepción del “tener por verdad” referida a los juicios lógicos-empíricos, Kant descubre además para los juicios estéticos un sentido común, que es el criterio crucial para una universalización de lo bello, y su relación con la libertad y la moral en lo sublime. En el ámbito de los juicios estéticos la universalidad subjetiva es garantizada a través de una disposición generalizable del sentimiento.
Aquí comienza el punto de vista de Jean Paul, quien desarrolla su teoría de lo cómico y del humor sobre la base de los resultados kantianos. El humor es el sublime invertido, dice Jean Paul. Pero también es, tanto como lo sublime, aquello que se conecta con la libertad y la moral y, en este sentido, se parece al sentimiento moral del respeto. Es esto lo que hace del humor, según nuestra convicción, algo universalmente comunicable y apto para poder hablar de él como una forma del saber. La poesía, por su parte, es capaz de abrir al hombre un mundo hacia lo suprasensible. Pero no en el entendimiento de un idealismo intelectual, sino que a través de un “realismo del sentimiento”, como lo expresa Jean Paul. Kant habla en sus explicaciones sobre el arte, en la Crítica del discernimiento, de la comunicabilidad universal del estado del ánimo, el cual es despertado precisamente por la aplicación de las ideas estéticas en la poesía. Jean Paul retoma estas comprensiones y atribuye al sentimiento la función decisiva dentro de la poesía, que por su parte puede presentar al hombre un mundo nuevo. En su teoría de la metáfora, Jean Paul se encuentra, además, cerca del pensamiento analógico de Kant. Esto es evidente sobre todo en el ámbito de la exposición de los conceptos puros de la razón. Mientras Kant permite, por ejemplo, el conocimiento de Dios únicamente a través de la analogía de un antropomorfismo simbólico, también Jean Paul desarrolla un acercamiento a las ideas trascendentales a través de su teoría lingüística. Veremos, además, que Jean Paul describe, en su teoría sobre el ingenio, precisamente tal capacidad, que se denomina discernimiento estético en Kant. En este punto se mostrará que la analítica de lo cómico y del humor se encuentra en estrecha conexión con las declaraciones de Kant en torno al juicio estético de lo sublime.
Para confirmar estas tesis y llenarlas de contenido, tenemos que retroceder aquí a las preguntas iniciales. Tenemos, pues, que aclarar de este modo, en primer lugar, cómo y por qué no podemos hablar en Kant de un acceso a un saber absoluto. Y habrá que investigar, e interpretar con ello, cómo llegamos a la suposición de que el saber se puede constituir solamente a través de distintas formas (del saber), y a cuáles criterios se encuentra sujeta una forma concreta del saber. Sólo entonces podremos presentar a Jean Paul como una suerte de sucesor de Kant y de su teoría de las formas del saber, para explicar así nuestra tesis interior, vale decir, que con Jean Paul es posible hablar en el ámbito del humor y de la poesía de una forma del saber, algo que, por cierto, no ocurre en Kant, o no fue formulado con todo detalle. Para realizar este acercamiento intentaremos comprender introductoriamente la posición kantiana, de acuerdo a ciertos pasos previamente seleccionados, en base a la tradición filosófica y a la discusión desarrollada en la segunda mitad del siglo dieciocho. ¿Cuáles son entonces los puntos de partida de la filosofía crítica y qué modificaciones efectúa ella?
Ya hemos mencionado la influencia del debate estético en base a Baumgarten, la disputa sobre el panteísmo y la filosofía del sentimiento. Pero si planteamos nuevamente la pregunta acerca de la comunicabilidad del conocimiento y el saber con Kant y Jean Paul, entonces se vuelve necesaria al mismo tiempo una reflexión acerca de una filosofía que se ocupe de este planteamiento desde su comienzo. En efecto, ya en Parménides y Platón se plantea la pregunta, acerca de si el saber filosófico es algo que se puede decir de todos los hombres, o si se trata más bien de un saber elitista y de cada uno.
En este punto se agrega además la pregunta de si acaso existe, para la aspiración filosófica a un saber, la necesidad de construcción de un propio lenguaje, o si es suficiente contar con el uso normal de un lenguaje familiar (coloquial), para poder asegurar el conocimiento. Un ejemplo de tal discusión dentro de la historia de la filosofía es el de la disputa en torno a los universales (Universalienstreit), cuya deriva llega hasta la filosofía moderna y, por lo tanto, también al desarrollo de la filosofía trascendental de Immanuel Kant, y con ello al pensamiento filosófico-estético de Jean Paul. En este contexto es necesario reflexionar sobre el modo de concebir a la metafísica en Kant, pues en aquella comprensión de que el saber debe hacer sitio al creer (a la fe), radica precisamente un punto central de la filosofía trascendental del filósofo de Königsberg. Para nuestra temática surge aquí la pregunta de si acaso es posible determinar la filosofía práctica en base a los postulados de Dios, eternidad y mundo como formas del saber, dado que un saber en torno a estas ideas es excluido estrictamente en la filosofía teorética.
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