• Lo que identifica a la literatura es el lenguaje como forma singular de expresión —esa sensación de ambigüedad y extrañamiento que experimente el lector—, no por las buenas intenciones ni los valores morales del autor.
• Es un discurso ficcional; es decir, no refleja ni copia la realidad sino que funda su propia realidad merced a las palabras.
• Como ficción, la literatura instaura universos posibles con su propia lógica. Deben ser espacios coherentes y verosímiles, no veraces.
• Es el concepto de verosimilitud lo que establece una relación comunicativa con el lector; a este vínculo entre emisor del texto y receptor lo denomina pacto ficcional.
• El pacto ficcional se rompe si emisor o receptor incumplen un “misterioso” acuerdo: de un lado escribir defectuosamente y de otro lado leer o escuchar sin obedecer las leyes internas de la ficción.
• Es un discurso connotativo; posee una carga de sentidos e interpretaciones que exceden el significado recto de las palabras. No concierne a una señal de tránsito ni a un cartel en la puerta de los servicios higiénicos, sino todo lo contrario: empeña su naturaleza en hacerse ambiguo y esta condición amplía sus significados.
• Como derivado del punto anterior, es un discurso multívoco y polisémico, pues sus resonancias interpretativas y su capacidad significativa despiertan diversas posibilidades de lectura. No sentimos acaso cierto deleite cuando encontramos en una canción o en una película más significados que los que perciben los demás? Comentamos con satisfacción nuestros hallazgos, percibidos por la cultura o la sensibilidad que hemos educado. Pero necesitamos de un texto complejo y profundo para “descubrir” en él mensajes ocultos; por eso una lectura atenta de una gran obra —pensemos en un cuento de Arguedas o en un poema de Eguren—, nos ofrece inagotables interpretaciones que ahonda su trascendencia.
• Los elementos constitutivos de un texto establecen un tejido de relaciones internas y también ajenas, tomadas de otros textos o lenguajes. En el primer caso se denomina autorreferencial y el segundo intertextual ; en ambos amplía la dimensión del texto.
• La literatura es además autorreflexiva, pues posee la capacidad de contemplarse y especular sobre ella. Facultad que da origen a su evolución e, incluso, a sus rupturas formales y de contenido. En las últimas décadas se habla de la metaficción como una forma artística referida a los temas y los mecanismos de la ficción. Su propósito es, dentro del mismo texto, hacer consciente al lector de que está ante una obra de ficción con todas sus implicancias creativas. Algunos ejemplos clásicos son el cuento “Continuidad de los parques” de Julio Cortázar; el film L a noche americana de François Truffaut; el poema “Para hacer el retrato de un pájaro” de Jacques Prévert. Cada propuesta, en su género, problematiza diversas aristas del trabajo creativo. No olvidar que, por encima de todo, la literatura es un objeto estético.
Ahora traslademos todos estos componentes de la gran literatura por la alquimia del alma infantil; atendamos a sus inquietudes naturales y su comprensión lingüística, pongamos una buena dosis de humor y toda la exigencia de su curiosidad y estaremos merodeando como el lobo feroz por el bosque de la literatura infantil.
Recordemos las palabras de Christine Nöstlinger, notable escritora alemana y Premio Hans Christian Andersen 1984: “La literatura infantil no es una pastilla pedagógica envuelta en papel de letras, sino literatura; es decir, un mundo transformado en lenguaje” (Mora, 1993).
Estudios clásicos de la crítica literaria en el Perú
Sería irresponsable elaborar una historia literaria que solo atienda a la línea cronológica. Sabemos que toda historia está atravesada por coordenadas de diversa índole, que sin duda complejizan y enriquecen la percepción de la evolución cultural de una sociedad. Si bien el lector encontrará en la estructura del presente trabajo un tránsito fundamental por el tiempo, he tenido la prudencia de incorporar algunas reflexiones previas —tanto propias como ajenas— al desarrollo del estudio, de modo que permitan configurar algunas marcas referidas a la diversidad y profundidad de nuestra literatura.
En estas nociones previas propongo una gama de perspectivas: diacrónica o sincrónica, de miradas conservadoras o progresistas, de acentos puestos en lo geográfico o lo psicológico, de sentencia ideológica o razonamiento dialéctico para observar con mayor propiedad el fenómeno literario nacional. Consideraciones inevitables ante una realidad enmarañada y conflictiva como la peruana, concordante con la evolución que ha experimentado la crítica especializada, donde tal vez el primer acercamiento historiográfico sea el discurso de Ricardo Palma en el acto de inauguración de la Academia Peruana de la Lengua, el 28 de julio de 1884. Dicha “Memoria que presenta el director de la nueva Biblioteca Nacional” será ampliada en años sucesivos por el autor.
No obstante habrá que esperar hasta la primera mitad del siglo XX, periodo en que se publican los estudios fundadores de José de la Riva Agüero y Osma, Luis Alberto Sánchez y José Carlos Mariátegui.
El carácter de la literatura
La tesis de bachillerato de José de la Riva Agüero El carácter de la literatura en el Perú independiente fue presentada en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 1905; ese mismo año se publica como libro.
En 1910, Riva Agüero obtiene el doctorado con el estudio La historia en el Perú . Desde el inicio tuvo una importancia pionera en los estudios literarios del Perú, pues además de registrar la evolución de nuestra literatura desde la Colonia hasta la generación modernista, reflexiona en torno al signo representativo de nuestra nacionalidad. Ambas cualidades confieren al trabajo un temperamento fundacional y coherente; hasta entonces no se había compilado la cantidad de material que asume el corpus del trabajo ni se había sistematizado de manera académica. Es aquí, en la voluntad ordenadora, donde surge la fundamental discrepancia: el espíritu tradicionalista y aristocrático del autor empaña el estudio.
A la pregunta de base de si existe una literatura peruana que configure un cuerpo unitario, con rasgos intransferibles y distintivos a los de otras literaturas, Riva Agüero responde con la impronta de su linaje: no, la literatura peruana no es original sino una prolongación de la literatura española. Es decir, que la nuestra configura la literatura de una provincia castellana, heredera de un idioma y de un ánimo creativo. En el pensamiento de Riva Agüero, la Independencia había quedado en el pasado como un suceso político trascendente, pero que si bien trasformó el destino del Perú no alteró su cultura.
A manera de conclusión, escribe:
Para que la literatura del Perú dejara de ser castellana, sería preciso que el castellano se corrompiera totalmente y se descompusiera en nuevos idiomas, y por fortuna, en el Perú (a pesar de nuestros numerosos provincialismos y a pesar de la inexplicable intransigencia, del tenaz empeño que la Academia pone en no admitirlos) aquella amenaza es muy remota 1. (1905, p. 262)
En su libro Siete ensayos de la interpretación de la realidad peruana (1928), José Carlos Mariátegui dedica un capítulo a “El proceso de la literatura”. La nominación es precisa, pues para el autor la literatura no es un “ser” más o menos abstracto, una entidad metafísica determinada por modelos clásicos, o psicológicos o geográficos, sino que la literatura es resultado de una evolución histórica. Este solo discernimiento marca la diferencia con Riva Agüero, quien entendía la literatura como un “ser” con características determinadas. Mariátegui sustenta la idea de un tránsito literario que construye formas y contenidos cambiantes, en un “hacer” friccionado y continuo. Y este fragor da existencia, justamente, a una literatura exclusivamente peruana.
Читать дальше