Jorge Eslava - Zona de encuentro

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Este libro constituye una propuesta excepcional en nuestro medio, pues cubre una apremiante necesidad pedagógica, dotar a los docentes de información actualizada; no obstante, desestimada por los profesionales de la educación. A través de una selección de lecturas representativas de las ciencias sociales y de la literatura peruana, Eslava proporciona a los maestros escolares —principalmente de nivel secundario— un material valioso que aspira a enriquecer el horizonte de lo que hoy se lee en las escuelas del país. El repertorio de lecturas escogidas, formulado como incitación dialógica (no como decreto), ha encontrado una correspondencia en las conversaciones con autores y especialistas, que se presentan a manera de dinámicas y amables apostillas de cada obra, a fin de que se consiga replicar en las aulas. En palabras del autor, «estaré muy complacido si el lector ingresa a este libro como a una sobremesa. Que tenga la disposición de unirse a una conversación entre profesoras y profesores, a un diálogo sapiente y placentero en torno a la cultura peruana contemporánea. Porque sabemos que una formación conveniente produce no solo conocimiento en el que aprende, sino también felicidad».

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En aquel tiempo no faltaban problemas, pero se creía que el país tenía un destino y era la misión de los peruanos realizarlo. Teníamos una “fuerza formativa e inspiradora de la promesa” que nos alentaba, ¿qué pasó con nuestra clase dirigente?

Durante la guerra de la independencia, el Perú soportó más de catorce años de guerra continua. Su economía financió ambos ejércitos, el patriota y el realista. Sus campos quedaron arrasados. Fue muy alto el costo económico de la independencia, pues además el naciente país nació con deudas con Inglaterra y varios países sudamericanos. El grupo dirigente también fue mermado con la emigración de los funcionarios españoles. Entonces los criollos asumieron la dirección del país junto a los militares vencedores en Ayacucho. Nuestra economía siguió la ruta trazada en la Colonia, y se orientó a exportar materias primas y en las zonas pobres se enraizó una economía autárquica de subsistencia.

Basadre sostiene que tampoco fuimos afortunados del lado de nuestros ideólogos. Ni conservadores ni liberales estuvieron a la altura de la historia. ¿Qué pasó en uno y otro bando?

Basadre escribió que en gran parte la clase dirigente nacional estuvo desvinculada de las masas. Se trató de élites falsas que han visto al Perú como oficina o hacienda, con visiones administrativas y económicas alejadas de las grandes mayorías. Hubo ceguera de la clase dirigente que no formó un Estado eficiente y progresista en medio de la bonanza financiera que generó la venta del guano. Los ideólogos liberales o conservadores no formaron escuela o doctrina, vacilaron en la ambigüedad y lo pragmático.

¿Por qué el empresario estadounidense Enrique Meiggs, que venía celebrado por la construcción de ferrocarriles en Chile, no reeditó su éxito en el Perú? Basadre sugiere que desde entonces (los setenta del siglo XIX) ya se producían “toda clase de negocios”.

Meiggs era un hombre que gastaba conforme ganaba. En Chile hizo fortuna, pero la dilapidó. Para Basadre, Meiggs amaba más que el dinero el poder y la influencia. Aquí fue mecenas de artistas, donó terrenos para construir cementerios y dinero para reparar daños ocasionados por terremotos. El lado oscuro de Meiggs fue cómo “negoció” con diversas personas para llevar a cabo su ambicioso proyecto ferroviario en el Perú. Repartió gran cantidad de dinero entre funcionarios de varios gobiernos, administradores públicos, periodistas, parlamentarios. Los nombres de estas personas eran anotados por Meiggs en una libreta, que para algunos investigadores cumplía la función de los modernos vladivideos. El Estado recurrió a onerosos préstamos que acabaron arruinando nuestra economía.

A fines del siglo XIX convivían en América el fervor patriótico con la fascinación por lo extranjero. ¿Es una combinación difícil cuando se quiere construir una comunidad genuina?

La fascinación por lo extranjero en Latinoamérica se orientó a los países llamados blancos y desarrollados como Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Francia. Las élites gobernantes imitaron a sus pares de estos países, pero sobre todo en lo superficial como modas de vestir y costumbres. Por otro lado, muchas veces se realizó violencia sistemática contra las comunidades nativas y rurales que constituían gran parte de nuestra población. A mediados del siglo XIX las élites preferían viajar a Madrid o París que al interior del país, lo que resultaba además más fácil por lo accidentado de nuestra geografía.

La guerra, el crítico, la élite

En este panorama se produce la guerra con Chile. ¿Cómo evalúa Basadre este cataclismo?

Para Jorge Basadre la derrota de la guerra se produjo sobre todo por dos falencias internas de la sociedad peruana: el abismo social entre las élites y el pueblo, y el empirismo del Estado. A pesar de las deficiencias materiales y organizativas, Basadre valora el esfuerzo de los combatientes, en especial del soldado indio. Para él la guerra del 79 fue el más tremendo sacudimiento que el hombre peruano sintió en el siglo XIX. Destrozó la armazón del Estado y dejó un país exangüe, amputado, yacente, con fronteras débiles y amenazadas. Lo mismo que provocó un complejo de inferioridad y empequeñecimiento espiritual.

¿Le ganó el pesimismo a nuestro historiador?

No, dentro del desastre resalta el papel de los que sacrificaron su vida en defensa del territorio y dieron ejemplo de superación. Advierte, además, que el odio de los peruanos hacia Chile se generalizó sin distinguir entre sus castas y sus hombres. En ese sentido, mantuvo la esperanza de que algún día ese sentimiento de animadversión disminuyera como ocurrió hacia los españoles en las guerras de emancipación.

¿Qué opinión le merece la reacción temprana de Manuel González Prada?

Lo consideró una figura preclara del pensamiento y las letras peruanas. Estimaba inmortal el discurso de González Prada en el teatro Politeama “Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra” y arreció contra los que él consideraba culpables de la derrota en la guerra con Chile [el discurso fue leído por un escolar cuando se hacía campaña profondos para el rescate de las provincias cautivas de Tacna y Arica, el 29 de julio de 1888].

¿Podrías explicarnos la nueva tendencia política de entonces: el sociologismo positivista que parece asumir González Prada?

Para Basadre, González Prada fue un ensayista, no un sociólogo. Su acercamiento a los postulados del sociologismo positivista fue porque estuvo en boga en su tiempo y se observa en muchas páginas de sus Horas de lucha , donde fue crítico de la realidad y del pasado llegando a ser pesimista. Dice Basadre que en América Latina los pensadores de esta corriente estuvieron del lado de las dictaduras, justificándolas. Ese no fue el caso de González Prada.

“Un país no es solo un pueblo”, dice Basadre. Y pasa a explicar el delicado trabajo de conducción política. Escribe que la sociedad “necesita algo más que una masa. Necesita mando” y este papel corresponde a la élite. ¿Qué entendía por esta categoría social?

Para Basadre, la élite como grupo dirigente no significa procedencia social aristocrática ni predominancia económica, sino que tenga claro hacia dónde tiene que ir. Los miembros de la élite tienen que tener la visión adelantada a las situaciones y formar una conciencia ciudadana y un destino común. Los miembros de las élites no deben tener miedo a morir en busca de su objetivo. Es un fenómeno espiritual y no económico o social.

“Comandar no es solo impartir órdenes. Es preparar, comprender las situaciones...”. Es claro que Basadre reclamaba una voluntad pedagógica. En el fondo su mirada siempre educadora...

Definitivamente. Para Basadre la élite debe hacer labor pedagógica con las masas, comprendiéndolas, orientándolas, defendiéndolas y haciéndolas tomar conciencia de la identidad nacional. La educación en el Perú, para el historiador, no es problema de presupuesto ni de capacitación de profesores ni de cantidad de colegios, sino una cuestión de actitud vital.

Explícanos, por favor, el fragmento final que parece cifrar el eje del ensayo: “Porque la promesa de la vida peruana sentida con tanta sinceridad, con tanta fe y con tanta abnegación por próceres y tribunos, ha sido a menudo estafada o pisoteada por la obra coincidente de tres grandes enemigos de ella: los Podridos, los Congelados y los Incendiados. Los Podridos han prostituido y prostituyen palabras, conceptos, hechos e instituciones al servicio exclusivo de sus medros, de sus granjerías, de sus instintos y sus apasionamientos. Los Congelados se han encerrado dentro de ellos mismos, no miran sino a quienes son sus iguales y a quienes son sus dependientes, considerando que nadie más existe. Los Incendiados se han quemado sin iluminar, se agitan sin construir. Los Podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los Congelados lo ven como un páramo; y los Incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata. Toda la clave del futuro está allí: que el Perú se escape del peligro de no ser sino una charca, de volverse un páramo o de convertirse en una fogata. Que el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos” ( pp. 50- 51).

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