Lucian Vicovan
Un casi encuentro con el diablo
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Un casi encuentro con el diablo
por Lucian Vicovan
traducido por Sandy Zamarripa Alvarey
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, negocios, lugares, eventos, e incidentes son productos de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o eventos reales es pura coincidencia.
Un "Norte", como lo llaman aquí en Tampico, que significa viento fuerte que entra del Golfo, me prohibió salir de mi casa por dos días. Un espectáculo terrible de la naturaleza, a casi noventa kilómetros por hora, atravesó las playas a través de las lagunas y con un fuerte silbido lo escuchaba pasando a través de la pequeña casa en la que me he mudado recientemente. Fue tan fuerte que incluso arrancó la letra "R" de la colorida y alegre instalación en la playa de Miramar y se la llevó.
Dos días en los que no tuve más remedio que escuchar el silbido, mirar por la ventana como el único árbol se sacudía detrás de mi casa en todas las direcciones, respirar, dormir, beber, continuar mirando por la ventana y esperar que se vaya pronto. A altas horas de la noche, como no podía dormir, volví a la cocina para disfrutar de otro poco de tequila local, después de eso sentí como el único libro en la casa estaba mirando en mi alma.
"Luczizcki, Luczizcki, Luczizckiiiii", parecía susurrarme.
No me malinterpreten, básicamente encuentro libros muy hermosos, en una casa bien decorada los libros son simplemente parte de eso, no lo puedo negar. En mi casa estaba más que fuera de lugar, no solo por la decoración inexistente, sobre todo por la desconfianza que tenía hacia los libros y las personas que los abrieron. Colócame en cualquier parte del mundo y podré contarte de un vistazo qué personas se entregan a leer libros y quienes, como yo, los toleran como decoraciones pero nunca pensarían pasar su tiempo tan limitado y desperdiciarlo con la lectura de ellos. ¿Cómo reconozco eso? Ahora te voy a decir una forma de descubrirlo por ti mismo.
Tome a alguien de su círculo de amigos, alguien como nosotros, un Herbert común, alguien con quien le guste beber, por ejemplo, a quien conozca bien, cuyo lenguaje corporal y gestos sean bien conocidos por usted y que sepa que lee al menos el periódico, dele un libro y prométale una suma de dinero si lo lee. Creo que treinta euros deberían ser suficientes para estimularlo. Ahora espere y obsérvelo, observe los cambios en su lenguaje corporal, sus gestos, y luego escuche lo que habla y cómo habla. Créame, se sorprenderá y lo más probable es que se vea obligado a encontrar un nuevo compañero para beber. Alguien cuyo los libros se le suben a la cabeza, y eso es tan cierto como el "amén" en la iglesia o el "salud" en el bar, que a todos se les sube, ya no los vas a querer tener en tu ronda de beber, pero suficiente de eso por ahora.
Así que se hizo de noche, el viento silbaba y se sacudía a través de las ventanas, ya tenía un tercio de la botella en la boca y el libro quería arrastrarme bajo su hechizo como una sirena con su hermoso y misterioso llanto.
"Luczizcki, mantente fuerte", me ordené y volví a la ventana.
De izquierda a derecha, de derecha a izquierda, el tronco del árbol se torcía y se torcía, como alguien que realmente no podía decidir en qué dirección ir, reflexioné un poco sobre la indecisión, luego sobre los árboles, luego sobre la noche, la oscuridad, luego maldije al que había instalado estas ventanas con goteras, y luego a la vidriería, el fabricante de vidrio, los trabajadores de la construcción, el propietario. Después maldije a la gente a la que le gusta silbar, ¿De qué se trata? ¿Por qué alguien silbaría? Algunos incluso tienen una increíble pasión por los silbidos, acompañando todas sus actividades con estos sonidos. ¿Qué puede tener alguien contra la calma? ¿Qué tiene de malo que sea silencioso? Los dientes frontales deben ser eliminados de todos ellos, los dos incisivos, para que todos sepan lo mismo, ajá, esa es una de las personas feas a las que les gustaba silbar. Debes tener cuidado con estos personajes. La sola idea me hizo enojar tanto que necesitaba más tequila.
"¡Luczizcki, Luczizcki, Luczizckiiiiii!", Me pasé el revés de mi mano por la boca, puse el vaso sobre la mesa con un fuerte golpe y miré en dirección al libro. Antes de darme cuenta ya había leído el nombre del autor (Gabriel García Márquez) y el título (Cien años de soledad).
"Bueno, Luczizcki, si has llegado hasta aquí, puedes pasar la página, puedes parar en cualquier momento". Me acerqué discretamente y lo tomé en mi mano, luego miré por encima del hombro, si alguien me podría ver. Mire por la ventana para ver si había alguien que conociera a mis compañeros de bebida y pudiera traicionarme. Entonces recordé que estaba lejos, en México, y nunca tuve un compañero de bebida con el que me sentara uno al lado del otro para discutir sin pelear después de la segunda vez, así que me tranquilicé de nuevo, me arrastré hasta el banco frente a la ventana y abrí el libro.
"Luczizcki, ¿Estás ahí?" Hubo un golpe en la ventana, salté, desde la esquina derecha de mi boca pasé una pequeña tira de saliva. Aparté la cortina a un lado. Diana mi vecina estaba allí.
"¿Dónde más debería estar?"
"Ponte los pantalones cuando hables con una mujer Luczizcki, aquí no estás en Europa".
"Estoy obligado a tener esta conversación, me hubiera gustado dormir un poco más". Llevaba una chaqueta a pesar de que el sol brillaba. Abrí la puerta y busqué mis pantalones.
"¡Que Padre!" Se le escapó, "apesta como una granja de pieles de cocodrilo". Ella entró en la oscuridad que había regresado después de que solté la cortina. Se dirigió directamente hacia ella, la apartó y abrió la ventana, la puerta se cerró de golpe.
"Ya estoy despierto, detén el ruido".
“¿Luczizcki? ¿Tomaste toda la botella tú solo?” Estaba visiblemente horrorizada. Yo todavía buscaba mis pantalones. Si tan solo pudiera recordar lo que había hecho la noche anterior.
"Han pasado dos largos días".
Los pantalones parecían haberse desvanecido.
"¡Dios mío!"
Reí y pensé en estos mexicanos y sus santos cuando abrí el cajón junto al mueble, en uno encontré un par de pantalones cortos que tenían que ser suficientes por ahora.
“¡Tienes que salir de la casa a veces Luczizcki! Has estado en Tampico durante una semana y nunca te he visto fuera de casa”.
"¿Me estás persiguiendo?"
"Tengo un trabajo de doce horas y sin él tendría cosas mucho mejores que hacer, pero me preocupa".
"Me preocupan tus horas de trabajo, aún no te ordeno que te quedes en casa".
Si no recuerdo mal, trabaja como doctora para la compañía petrolera, que empleaba a casi todos los ciudadanos, en edad laboral, de esta ciudad. Pero también podría ser que ella era dentista, en nuestra primera reunión, la única hasta el momento, estaba borracho hasta que por consecuencia no pude procesar la información.
"Pensé que eras uno de esos extranjeros emprendedores y emocionantes que sabían divertirse.”
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