Fernando Mansilla - Canijo

Здесь есть возможность читать онлайн «Fernando Mansilla - Canijo» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Canijo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Canijo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Sevilla, años ochenta. Tras la resaca del
Mundial del 82, la heroína aterriza para quedarse de la mano de los Molina —una familia gitana que tiene que abandonar el barrio marginal de las Tres Mil Viviendas tras una guerra de clanes—, del terrible y violento Rafael el Gamba y de los otros camellos que trapichean por la zona del Pumarejo —o Espumarejo, como llaman sus habitantes—. El protagonista de
Canijo comienza a flirtear con la
heroína, una adicción que inevitablemente va a más, haciéndonos sentir de forma descarnada el angustiante e insoportable mono, la lucha por conseguir los duros suficientes para una dosis y los estragos que la droga causó en buena parte de la generación que vivió aquella época.

Canijo — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Canijo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—¡¡Rrrrinnggg!!

—¡Candela, corta la luz! —Le sonó por fin la voz a Ulises—. ¡Corta la luz!

—¡¡Rrrri…!!

Silencio

Al otro lado de la puerta Candela ha cortado la luz, cesa el sonido del timbre y se queda a oscuras oyendo las amenazas del encrespado sujeto. El hombre del hacha imponente estaba dispuesto a rajarle el forro de los huevos al primero que se atreviera a soplar un pito en el 35 de la plaza Encarnación. Así dijo: el forro de los huevos. Esto nos dejó muy impresionados. Desde el interior del piso llegó otra vez la voz lejana de la mujer:

—Rafaé, deja ya en pá a lo chavale y anda ya pa entro, homme.

De todo su cuerpo lo más impresionante de Rafael el Gamba eran las manos, enormes, poderosas y estilizadas, con largos dedos de pianista que jamás tocarían las teclas de un piano. Causaba gran pavor cuando entornaba los ojos, apretaba los labios y desplegaba las poderosas manos. Terror.

Pero se calmó. Nos calmamos todos, recuperamos el resuello, el habla. Desde que se cortó la luz y se detuvo el sonido del destrozado timbre no se oía la voz de Candela llamando a su novio, pero seguro que estaba ahí, pegada a la puerta, escuchándolo todo. Escuchando cómo aquel salvaje abominaba de los pitos, de la música, y no solo eran los pitos y la música, había más quejas. No le gustaban las amistades de Ulises todo el día escaleras arriba y abajo con unas pintas que lo decían todo: colgaos, putas y drogadictos, porque las tías que venían en busca de Ulises —y su novia la primera— eran todas unas guarras y no entendía cómo a Ulises no se le caía la cara de vergüenza, y que si aquello iba a continuar en el mismo plan, es decir, pitos a todas horas acompañado de ininterrumpido desfile de guarras y drogadictos, que llevara pero que muchísimo ojo porque él, el Gamba, se encargaría de poner orden aunque fuera buscándose una ruina. Y que tuviera mucho cuidado porque era muy capaz de rajarle el forro de los huevos.

Otra vez con lo del forro.

—¡Porque a ver si te enteras de que quiero ver el tele en pá, sin pitos ni corridas y gritos por la escalera!, ¿te enteras o no te enteras?

Ulises, blanco como la cera, recuperaba el control. Entendía que antes que nada había que apaciguar a la fiera y le aseguraba que ni lo del pito ni lo del desfile de drogadictos y demás canalla volvería a repetirse nunca jamás: Nunca, te lo juro, Rafael. Esto no vuelve a pasar. Que él no sabía que estaba molestando —seguía disculpándose Ulises—: Y de ahora en adelante ensayaremos en casa de mi amigo, que era yo y que asentí inmediatamente y sin sombra de duda y hasta con gesto como de decir: Caray, no saben mis vecinos la que les espera. Esto pareció calmar las iras del Gamba. Se permitió una leve, desganada sonrisa, pero no dejaba de fruncir el ceño.

Parecía Rafael mostrarse convencido por las voluntariosas disposiciones de su vecino, mas para asegurarse del total cumplimiento de las promesas de mi amigo nos hizo pasar al recibidor de su vivienda. En él, colgadas por las cuatro paredes, mostraban filos y puntas su colección de sables samuráis, puñales toledanos, dagas argelinas, una gigantesca hacha de doble filo metida en el paragüero junto a un paraguas terminado en mortífero punzón, navajas de Albacete, estiletes, facas, puntillas y estoques de torero. Y la cosa no acababa en el recibidor, seguía por las paredes que iban hacia el resto de la casa: espadines, floretes, lanzas, mandobles, chafarotes, alfanjes y espadas entre las que destacaba la réplica de la espada del Cid, la Tizona, colgada horizontal sobre un azulejo de adorno con la leyenda: Sed bienvenidos. Con cuánto orgullo nos enseñó el Gamba su colección. Ya más calmado nos contó que guardaba en su habitación una ametralladora de fabricación alemana, muy utilizada en la Segunda Guerra Mundial y que, según él, estaba en perfecto estado de uso. Rafael nos dijo que en otra ocasión estaría encantado de enseñarnos su ametralladora, no aquella tarde, porque su mujer le tenía prohibido llevar gente rara a su casa.

Se ha calmado la tormenta. El hombre del hacha está tranquilo. Seguimos en su casa, cual vecinos de visita. Impresionantes los tatuajes en la espalda, brazos y pecho de nuestro anfitrión en calzoncillos.

Rato hacía que no se escuchaban ni la voz de Candela con tonos desesperados, ni la otra voz, la voz lejana que venía del interior de la vivienda del agresor vecino. Callaron las mujeres. Rafael el Gamba acomoda el hacha en su sitio, ¡por fin!, entre la Tizona y un estoque torero. ¿Qué estamos esperando? Ulises y yo hacemos gesto de marchar. Nadie nos detiene, la puerta está entornada, nos deslizamos por ella, el Gamba deja escapar su última advertencia:

—Ea… pues ya sabéis… lo dicho.

—Vale… vale… —Oigo la vocecita de Ulises. Yo también quiero decir algo, pero parece que se me atascan las palabras, no me encuentro la voz. Resultados del miedo.

Un portazo. El Gamba ha cerrado la puerta de su casa de un portazo, y la colisión, además de nuestro sobresalto, provoca alguna grieta sobre el dintel, y no es la única, hay grietas por alrededor de todo el marco, resultado de los muchos portazos que se han dado en la casa del Gamba. Una costumbre. Según, ¡BAM!, se cierra la puerta del Gamba, se abre la puerta de la casa de mi amigo y aparece su novia, Candela, que se lanza a sus brazos, se funden en un abrazo.

—Llevaba toda la tarde llamando a casa, advirtiéndome de que te iba a matar de un hachazo. Y dice que tú… vosotros

—amplió Candela el cupo tras descubrir mi discreta presencia en el rellano — le habéis arruinado la vida con los pitos. Que no le dejáis ver la televisión, que no puede dormir por las noches. Qué sé yo todas las cosas que me ha dicho ese tío. Y cada vez se ponía más agresivo, más violento y más amenazante.

—No llores. No llores, bonita. Cálmate, tranquila… no llores.

—Y me ha dicho —los sollozos no la dejaban hablar—, me ha dicho…

—¿Qué? ¿Qué te ha dicho?

—Me ha dicho que te iba a matar.

Explosión de llanto, recuerdo del terror reciente. Lágrimas deslizándose por las mejillas suaves de la muchacha, mojando su nariz, sus labios…

—Ya le he prometido que no iba a escuchar más el saxo —indica Ulises.

—Ni el clarinete —amplío la información.

—¡Pero está loco! Está…

—…como una cabra —confirmo.

—Oye, tened cuidado, a ver si está escuchando detrás de la puerta —la voz aguda de Ulises.

—Capaz —admito.

Candela se asusta.

—No, no, tranquila, mujer, que era una broma. Tranquila. Ahora ya no tiene motivos para… —busca Ulises la expresión adecuada.

—…rajarnos el forro de los huevos —completo la frase. Reímos Ulises y yo. Candela sigue igual de llorosa y asustada.

—Cuando me dijo que te iba a matar le cerré la puerta en las narices y eché el pestillo —relata Candela—. Se puso furioso, empezó a aporrear la puerta… luego llegasteis ustedes.

—Vamos, que el tío llevaba ya un buen rato dando por culo —comento.

—Y me llamó puta. Dice que somos todas unas putas, y que nuestros amigos son unos drogados.

—¿Y él qué es? ¿Una joya?

Han estado abrazados todo el tiempo, mientras Candela hilaba el relato de las pasadas desventuras. Ahora, Ulises deshace el abrazo, recoge el maletón del saxo que quedó junto a la puerta del tercero C, nos quedamos los tres mirándonos en el rellano.

—Si queréis nos vamos a mi casa —incluyo a Candela en el ofrecimiento—. Podemos estudiar en la buhardilla.

—No, canijo. Gracias. Mejor nos quedamos. Hoy no tengo ganas de estudiar. Y quiero ver si arreglo el timbre.

—Es verdad. El timbre. Oye…

—¿Qué pasa? —pregunta Ulises.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Canijo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Canijo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Canijo»

Обсуждение, отзывы о книге «Canijo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x