4. Jesús fue el Mesías porque no hubo otro hombre más humilde y poderoso que Él.
Y predicaba, diciendo: Tras mí viene uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, inclinándome, la correa de sus sandalias. Y sucedió en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán (Mr.1:7, 9). Juan, después de haber predicado el arrepentimiento para perdón de pecados, después de haber llamado a la confesión y al bautismo, comenzó a anunciar la llegada del Mesías , la venida de Jesús, uno más poderoso que él. La actitud de Juan es un ejemplo para todo seguidor de Jesús: él menguó para que Jesús creciera; cumplió su misión y, después de presentar a Jesús, limitó su ministerio. Efectivamente, Juan percibió en Jesús a alguien que tenía el poder de llevar a los seres humanos a una relación más profunda con Dios, de traer el reino de Dios. Juan, con humildad, declaró no soy digno de desatar, inclinándome, la correa de sus sandalias . Quienes desataban la correa de las sandalias eran los esclavos a sus amos y los discípulos a sus maestros. Es como si Juan estuviera diciendo “yo no puedo ser esclavo ni discípulo de Jesús”.
Pero si Juan fue humilde, Jesús lo fue más todavía. El más poderoso se hizo bautizar por el más débil. ¡Cuánta humildad! ¡Cuánta grandeza! Y fue expresamente desde Galilea, recorriendo un largo camino. El mismo Hijo de Dios, que afirmará su rostro para subir decididamente a Jerusalén, con la misma decisión, fue al otro lado del Jordán para hacerse bautizar por Juan. Y sucedió en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán . Este hito del bautismo de Jesús no ha recibido, prácticamente, cuestionamientos por parte de crítica histórico- literaria. En nuestro Cristo se conjugan maravillosamente poder y humildad.
5. Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios porque es el único capaz de bautizar con el Espíritu Santo.
Yo os bauticé con agua, pero Él os bautizará con el Espíritu Santo (Mr. 1:8). Jesús podía hacer algo que Juan no podía: Juan podía predicar el arrepentimiento, pero solo Jesús, el Cristo e Hijo de Dios, puede bautizar con el Espíritu Santo. Solo Él puede sumergirnos en la vida misma de Dios, en la plenitud de su gracia y perdón y en la belleza de una nueva vida llena del poder y la gloria de Dios. Solo Él nos lleva del río del arrepentimiento a los manantiales de agua viva que brotan de su seno y colman nuestras necesidades más profundas.
5.1. Jesucristo, el evangelio mismo.
Jesucristo, el Hijo de Dios, es el evangelio mismo. Muchos no lo pueden creer. Oramos por ellos para que Dios se lo revele. Lo cierto es que, al recorrer las páginas del Evangelio de Marcos, nadie podrá negar que Jesús de Nazaret encarnará y revelará el poder de Dios para perdonar, rehabilitar, sanar y crear un mundo más justo y humano. Nadie podrá negar que en cada encuentro y enseñanza suya pueda percibirse un rayo de luz de sabiduría y amor divinos. ¿Quién no festejará que el reino de Dios se ha anticipado?
5.2. Pasos para la transformación.
¿Queremos, acaso, que nuestras vidas y nuestro mundo se conformen a la mediocridad e injusticia existentes? Si decimos “no” es necesario dar pasos para que esto no ocurra. Son pasos pequeños y comienzan con nosotros: a) Reconozcamos que queremos una vida mejor, trascendente. b) No basta con ver en Jesús a un buen hombre. Debemos reconocer que es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios eterno y que esto ha sido confirmado por su resurrección de entre los muertos, predicho por los profetas y testificado en cada acto de su vida. c) Demos un paso de fe y comencemos a seguirlo como nuestro Salvador y Señor. d) Oremos entregándole nuestra vida para que Él nos sumerja en el río de su Espíritu. Maravillosas sorpresas nos esperan.
Señor, ante la llegada de Cristo, quiero limpiar y ordenar la casa de mi vida. Me apresuro a abrir la puerta de mi corazón para que entre el Salvador y la llene de tu gloria. ¡Gracias por el evangelio de Jesús el Cristo! Amén.
1. El libro de Isaías es un compendio de 3 libros llamados: Primer Isaías, capítulos 1 al 39, Segundo Isaías de 40 al 55 y Tercer Isaías del 56 al 66, que fueron escritos en distintas épocas pero luego compilados en un solo libro.
02
El fundamento de la persona humana
Marcos 1:9-13
Y sucedió en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. E inmediatamente, al salir del agua, vio que los cielos se abrían, y que el Espíritu como paloma descendía sobre Él; y vino una voz de los cielos, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido. Enseguida el Espíritu le impulsó a ir al desierto. Y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; y estaba entre las fieras, y los ángeles le servían.
ESQUEMA
1.El Espíritu maternal como fundamento.
1.1.La figura de Dios como madre en el AT.
1.2.La madre presenta al padre.
1.3.El Espíritu como paloma.
2.La Palabra paterna como fundamento.
2.1.La voz de Dios.
2.2.El Dios Abba.
3.La fidelidad del Hijo como fundamento.
CONTENIDO
En este texto del Evangelio tenemos una visión dramático-apocalíptica, es decir, una visión simbólica . Este pasaje es breve y cargado de símbolos, sin embargo, nos ofrece un conocimiento de Dios lleno de riqueza.
Encontramos en él una primera referencia a la Trinidad divina: el Espíritu descendió sobre Jesús y la voz del Padre lo nombró como su Hijo amado. Hay un primer aspecto que es necesario mencionar sobre la Trinidad: una analogía clásica para pensarla es la del filioque , que nos propone la tradición de la iglesia occidental. Ella muestra un Dios Trino abierto a la misión y afirma, en cuanto a la procedencia de las personas divinas, que el Padre y el Hijo envían al Espíritu. El Padre es el revelador, el Hijo es el revelado y el Espíritu Santo es el que revela al Padre y al Hijo. Esta imagen, evocada en el N.T. en los textos de la resurrección y el pentecostés, muestra lo que se conoce como Trinidad económica: es decir, la Trinidad obrando a favor nuestro en la economía de la salvación. Y, ciertamente, manifiesta una verdad; pero no nos deja ver a la Trinidad originaria o inmanente, o sea, a “Dios en sí-mismo”. Con esta figura se relega al Espíritu Santo a un tercer lugar y se lo subordina al Padre y al Hijo. Este orden vale para el envío del Espíritu por Cristo tras la resurrección, pero no para la historia del Espíritu en el mismo Cristo.
En los Evangelios de Mateo y Lucas se enfatiza que Jesús el Cristo fue concebido por el Espíritu Santo , en nuestro texto se nos dice que fue bautizado en el Espíritu. En Lucas 4:16-18 se indica que Espíritu del Señor capacitó a Jesús para anunciar e iniciar su ministerio terrenal. Aludiendo al texto de Is. 61:1, citado de los LXX, Jesús dijo: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón… Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros (Lc. 4:18-19, 21).
Si tras la resurrección la procedencia del Espíritu viene del Hijo, aquí vemos el proceso inverso : el Hijo procede del Espíritu. Es lo que Jürgen Moltmann llama una cristología pneumatológica (cf. J, Moltmann, El Espíritu de la Vida ; Salamanca, Sígueme, 1991, pp. 289-333). El mencionado autor, expresa que las diversas analogías trinitarias manifiestan momentos de la acción del Dios trino y uno en su compromiso salvífico con su creación. Pero que ni la aludida concepción monárquica de la Trinidad, ni la histórica de Joaquín del Fiore (S.XIII), ni la eucarística, que agradece en el Espíritu los dones de gracia salvífica del Padre por el Hijo, logran contemplar a la Trinidad en sí-misma. Es notable que la última concepción parte de la presencia del Espíritu hacia el Padre por el Hijo (de nuevo el orden inverso al de la missio Dei ). Aquí el pueblo de Dios lo alaba, guiado por el Espíritu, por sus dones. Moltmann propone que la concepción doxológica va más allá de las anteriores. En ella se adora al Padre y al Hijo juntamente con el Espíritu: el Dios trino y uno es adorado por lo que Él es y no por lo que nos da. Bellamente expresa Moltmann que el adorador: Desde la mano abierta dirige su mirada hacia el rostro amante vuelto hacia él y siente el corazón que late por él. Y entonces el amado se olvida de todo lo que recibe y de lo que tiene que ver con él mismo y se centra en la contemplación del que tiene ante sí (Op. Cit.: 324). Dios es adorado desinteresadamente y tal adoración constituye el comienzo de la “visión cara a cara”. Tal concepto no elimina sino consuma y plenifica los anteriores. Hay que distinguir entre origen y plenitud. Las relaciones de origen no significan nada en la glorificación: las personas de la trinidad son contempladas en su movimiento de interpenetración o intercomunicación (del gr. perijorético) y simultaneidad eternas: “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos”.
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