DANIELA TARAZONA
EL ANIMAL SOBRE LA PIEDRA
PARTE DE ESTA NOVELA FUE ESCRITA CON EL APOYO DEL FONDO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES, POR MEDIO DEL PROGRAMA JÓVENES CREADORES 2006-2007.
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Edición digital: 2021
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DANIELA TARAZONA
EL ANIMAL SOBRE LA PIEDRA
–¿Qué bicho es ése? –le pregunté e intuitivamente mi tono fue suave para no herirlo con mi curiosidad. Le pregunté qué bicho era aquél pero en la pregunta el tono tal vez implicara: ¿por qué hace usted esto? ¿Qué necesidad es la que le hace inventarse un perro? ¿Y por qué no un perro de verdad entonces? ¡Pues los perros existen! ¿O usted no tuvo otro modo de poseer la gracia de ese bicho más que con un collar?
CLARICE LISPECTOR
“Amor”, en Revelación de un mundo
El corazón le palpitaba con tal violencia, que hasta le hacía daño.
FIÓDOR DOSTOIEVSKI,
Crimen y castigo
I
Mi casa fue el territorio de un suceso extraordinario. Después de la muerte de mi madre un gato de color gris entró a mi cuarto y orinó bajo mi cama.
Entró mientras empacaba y me miró como si me conociese. Le grité que saliera y el corazón me brincó dentro del pecho. Su presencia me obligó a dejar el cuarto. Lo observé desde la puerta, estaba sereno aunque yo temblaba. Él subió a la cama para husmear mi equipaje. No se iba, no se inquietaba ante mi desagrado o mis aspavientos, incluso se acostó sobre el colchón. Regresé con una escoba para amenazarlo, si se quedaba quieto o se escondía no sabría qué hacer. El gato se metió bajo la cama. Es imposible sacarlo de ahí, pensé.
Era la una de la mañana, caminé de un lado a otro de la sala, amedrentada por la corpulencia del robusto animal. Descubrí la ventana de la cocina abierta, las macetas de la cornisa volteadas y dije en voz alta: “Entró por la ventana”.
El gato maulló en el cuarto, parecía estar en celo.
(El ruido del mundo a veces produce un aullido interior que contenemos.)
El gato se detuvo en la puerta de mi cuarto para lamerse el pecho. Fue hacia la cocina y escapó.
Sé cuando la ciudad se aquieta. Sucede entre las tres y las cuatro de la madrugada y apenas dura unos minutos. Es la hora en que nadie anda, el momento del silencio.
Desde que mi madre murió cada noche es de pensamientos. Llego cansada a la cama, duermo poco y despierto con temblores. Yo no estoy enferma. Quiero escapar. Ansío la fuerza que me llevará a hacerlo.
Pienso en probar suerte en la tierra de mi madre, luego dudo, porque no me sentiría bien allí, así que escojo viajar al extranjero.
La salida no está hecha de pensamientos articulados, es el deseo en estado puro: correr como un animal perseguido.
El rostro de mi madre al morir no era ya un rostro. Los pómulos estaban hundidos en la carne, el óvalo de la cara se había desparramado coronando su cuerpo endurecido. La boca de mi madre era una tajada en la piel verdosa. Antes de su cremación, le di un beso en la frente.
Han pasado semanas y esta imagen no pierde su espantosa nitidez.
Me salvaré. La fuerza que impulsa mi viaje es opuesta a la muerte. Escapo para alejarme de la pérdida. Hoy me levanté de la cama y tuve que apoyarme en la pared. Tengo vértigo.
No quiero estar en mi cuerpo, me pesan las manos como las garras maltratadas de un animal tras el esfuerzo de buscar alimento. Mi vista no percibe el brillo de los colores. Esta tarde escuché dentro de mí una voz que no era mía. Estoy entregando mi pensamiento a alguien que me habla pero cuyo rostro no concibo.
Me consuela imaginar que puedo aliviarme trasladándome a otro sitio.
Voy a sostenerme en los secretos que guardo. Sé que mi carne cuenta con atributos poderosos, desconozco cuáles, pero fundamento esta certeza en hechos verdaderos: mi capacidad de adaptación y la destreza con la que he sobrevivido en situaciones críticas. Mi cuerpo es ágil aunque a veces lo oculte. Si quiero puedo ser veloz para escapar del peligro. Ahora, esto que digo es ineludible. Siento el peso de mi cuerpo y su vigor es real. Voy a ganar vitalidad cuando habite aquel sitio. Los cambios en mi organismo ya comenzaron.
Estas variaciones también suceden en mi cerebro y han aparecido de manera espontánea. La percepción que tengo del mundo es novedosa y, al menos una vez por día, siento un espasmo en la cabeza, parecido al que se experimenta ante una fuerte impresión emocional. Comienzo a fascinarme ante las oportunidades que me brinda esta nueva realidad. Los músculos que antes respondían de manera infalible ahora están aletargados y, a cambio, tengo mayor elasticidad en las extremidades. Si me lo propongo, tuerzo los brazos al punto de poner mis dos palmas sobre los omoplatos, sin experimentar dolor o tirantez, además, mis piernas son ahora un poco más zambas, como si las rodillas se hubiesen vencido hacia los costados.
II
Voy al aeropuerto –le digo a la tuerta que atiende la caseta de los taxis.
Cuando el coche arranca miro la calle para comprobar que avanzo.
Entonces, una mano tomó otra mano. Mi boca besó su frente. No puedo rendirme. Muerte y transfiguración : la mano de la joven en la frente de una mujer muerta. Mi madre, la invencible, murió. Los dioses mueren.
A lo lejos, veo la barda del aeropuerto y las gradas donde la gente mira los despegues y aterrizajes de los aviones. Sentados, con un refresco en la mano, observan a los metales ocupar el aire.
Pienso que alguno de ellos verá el avión en que yo viaje. Uno de ellos sabrá que huí.
El movimiento no deja marcas. No hay cicatrices al avanzar. El suelo de las calles que conozco deja de existir para mí desde ahora. Me muevo y borro mis pasos.
Mi madre desapareció porque su cuerpo se volvió humo.
En el aire llega el sueño. Iré con una adolescente al lado durante diez horas. No quiero hablar con nadie. Espero que crean que soy muda. En lugar de pedir un jugo de tomate, señalaré el cartón y haré la señal de uno; juntaré las manos a manera de súplica para sustituir mi voz.
Un video con personajes animados dice qué puede hacerse en caso de acuatizaje. Los personajes: mujer y niño, asiática y anglosajón, se mueven como si tuviesen resortes en las extremidades y sonríen mientras simulan la emergencia.
Sonreír ante un caso de emergencia tiene lugar. Sonreír salva, es una negación suave que se acepta entre los humanos.
La adolescente saca de su bolsa un aparato de música, se pone primero el auricular derecho, luego el otro, se estira; está contenta.
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