Catalogación en la fuente, Biblioteca Universidad de Caldas
Serna Castro, Yobany
Sobre la moralidad del suicidio : Una reflexión filosófica sobre la muerte voluntaria / Yobany Serna Castro. – Manizales : Universidad de Caldas, 2020.
98 p. – (Libros de investigación No.79)
ISBN 978-958-759-253-5
Suicidio – Aspectos religiosos / Conducta suicida – Aspectos filosóficos / Suicidio – Sentido de la vida/ Suicidio - Virtudes /Suicidio – Aspectos psicológicos/Vida cristiana – enseñanza bíblica / CDD 259.428/S486
Reservados todos los derechos
© Universidad de Caldas
© Yobany Serna Castro
ORCID: 0000-0001-5727-9856
Primera edición: diciembre de 2020
Colección Libros de Investigación
ISBN: 978-958-759-253-5
ISBN pdf : 978-958-759-252-8
ISBN pdf : 978-958-759-255-9
Editorial Universidad de Caldas
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Manizales, Caldas –Colombia
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Editor: Luis Miguel Gallego Sepúlveda
Coordinación editorial: Angela Patricia Jiménez
Corrección de estilo: Jorge Iván Escobar
Diseño de colección: Luis Osorio Tejada
Diagramación y diseño de portada:
Edward Leandro Muñoz ospina
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Introducción
Argumentos clásicos en contra del suicidio
Platón: la imposibilidad del suicidio
Aristóteles: el suicidio como falta de carácter
Santo Tomás: el suicidio es innatural e inmoral
Immanuel Kant: el suicidio no es una expresión de la libertad
El suicidio y la pregunta por el sentido de la vida
El suicidio y las virtudes: ¿Puede una vida virtuosa terminar en suicidio?
Antígona y la resignificación del acto suicida
Conclusiones
Referencias
Notas al pie
Si está permitido el suicidio, está permitido todo. Si no está permitido nada, no está permitido el suicidio.
Esto ilumina la naturaleza de la ética, pues el suicidio es, por así decir, el pecado elemental. Y cuando uno lo investiga es como si investigase el vapor de mercurio para comprender la naturaleza de los vapores.
¿O bien ni el suicidio es en sí mismo bueno ni malo?
Ludwig Wittgenstein
Es tiempo, pues, de volver a pensar nuestras actitudes hacia la muerte voluntaria con el propósito de resignificarla. Y esa resignificación cobra un sentido perentorio cuando el “soporte” corporal —ese cuerpo que nos constituye esencialmente—, desprovisto de las condiciones mínimas, ya no es capaz de realizar la vida proyectada. En circunstancias irrevocables, al reflexionar sobre el fin y al intentar fijar personalmente su modalidad, devenimos agentes de nuestro último acto, y la muerte abandona su estatuto de mero fenómeno empírico, contingente, biológico.
Diana Cohen A.
Por su naturaleza y por los desafíos que implica para la reflexión filosófica y moral, el tema del suicidio sigue siendo hoy día un problema sobre el que todavía se discute, tanto sobre los móviles que conducen al deseo de querer morir por mano propia, como sobre las implicaciones que su práctica genera. Querer morir voluntariamente sigue siendo el reclamo del hombre a ser reconocido como un agente moral que desea expresar un gesto de su autonomía, sin que por ello deba pensarse que existe necesariamente una especie de choque entre lo que es como sujeto individual y agente social. Ligado a este reclamo está, asimismo, el deseo de muchos de saber por qué alguien toma la decisión de morir por determinación propia. Morir voluntariamente, lejos de ser la expresión de un criminal o un monstruo, como se creyera en algunos momentos de la historia, es la manifestación de un rasgo humano que no debería seguir entendiéndose como antinatural, herético o contrario a la moralidad 1 . Se trata de una práctica que debe empezar a humanizarse, antes que condenarse; y para hacerlo, hay que comprenderla. 2Esta comprensión es necesaria, incluso, cuando se piensa en la importancia de ofrecer ayudas que sirvan para evitar o prevenir las prácticas suicidas. No es posible ayudar apropiadamente en algo cuando se desconoce aquello sobre lo que se enfoca la ayuda.
Hablar sobre la moralidad del suicidio supone una discusión diferente sobre los elementos meramente antropológicos, psicológicos o sociológicos mediante los que suele abordarse el estudio de esta práctica. No obstante, esto tampoco implica que estos deban ignorarse. Sabemos de la importancia de los distintos estudios que se han realizado sobre el tema de la muerte voluntaria desde el ámbito social, pero no podemos desconocer tampoco que, contrario a lo que puede pensarse, es necesaria una reflexión distinta que enfatice en otra serie de elementos que circundan el mundo del suicida. No se trata meramente de una suicidología , sino que apremia un discurso filosófico que ayude a entender mejor una práctica que a través de los tiempos ha sido vista negativamente.
¿Qué significa el hecho de justificar moralmente el suicidio? En esencia, esto significa dos cosas: En primer lugar, el reconocimiento del suicida como agente moral que toma la determinación de llevar a cabo un acto, basado en buenas razones que determinan su fundamento y justificación. En segundo lugar, supone la importancia de llevar a cabo una reflexión sobre este fenómeno desde un punto de vista ético; lo que implica la aceptación de que este acto no puede pensarse y analizarse meramente desde ciencias como la psicología, la sociología o la antropología 3.
En este sentido, hablamos del suicidio no como un fenómeno antropológico o social, sino como una práctica esencialmente moral. Esto no supone, sin embargo, el desconocimiento de lo que desde dichas ciencias pueda sugerirse para la reflexión de este tema.
Cuando hablamos de justificación del suicidio 4, partimos de la idea de que este acto puede concebirse como una práctica para la que puede haber buenas razones de llevarse a cabo. Se trata del esfuerzo de guiar una conducta (la del suicida) por razones. Es decir, creer que si se puede llevar a cabo el acto de muerte voluntaria, es porque se han ofrecido las mejores razones para hacerlo, sobre las que se ha deliberado y que gozan, del mismo modo, de justificación. Esta forma de entender el problema se diferencia de otras en las que la justificación y las buenas razones pueden no estar presentes, o carecer de la fuerza necesaria para ser aceptadas.
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