Amor romántico y muerte voluntaria. Vida y obra de Manuel Acuña
se terminó de editar en junio de 2020 en las oficinas de la Editorial Universidad de Guadalajara, José Bonifacio Andrada 2679, Lomas de Guevara, 44657. Guadalajara, Jalisco.
En la formación de este libro se utilizaron las familias tipográficas Minion Pro, diseñada por Robert Slimbach, y Ronnia, diseñada por Veronika Burian y José Scaglione.
Para mis hijas, Lizeth y Andrea,
poesía y café con leche todos los días, ¡qué alegría!
¿No arderá eternamente la víctima secreta del amor?
Novalis
Índice
Presentación. El mito romántico
Capítulo 1. ¿Una muerte romántica?
Capítulo 2. Un suicidio de a dos
Capítulo 3. Un viaje sin retorno
Capítulo 4. “Y en medio de nosotros, mi madre como un dios”
Epílogo. Al final: Manuel Acuña, nombre de poeta
Referencias
Semblanza
Presentación. El mito romántico
Nocturno
A Rosario
I
¡Pues bien!, yo necesito decirte que te adoro,
decirte que te quiero con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto, y al grito en que te imploro
te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.
II
Yo quiero que tú sepas que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas las esperanzas mías,
que están mis noches negras, tan negras y sombrías,
que ya no sé ni dónde se alzaba el porvenir.
III
De noche cuando pongo mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero mi espíritu volver,
camino mucho, mucho, y al fin de la jornada
las formas de mi madre se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves en mi alma a aparecer.
IV
Comprendo que tus besos jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás;
y te amo, y en mis locos y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos te quiero mucho más.
V
A veces pienso en darte mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos y hundirte en mi pasión;
mas si es en vano todo y el alma no te olvida,
¿qué quieres tú que yo haga, pedazo de mi vida,
qué quieres tú que yo haga con este corazón?
VI
Y luego que ya estaba concluido tu santuario,
tu lámpara encendida, tu velo en el altar;
el sol de la mañana detrás del campanario,
chispeando las antorchas, humeando el incensario,
¡y abierta allá a lo lejos la puerta del hogar…!
VII
¡Qué hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre y amándonos los dos;
tú siempre enamorada, yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma, los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros, mi madre como un dios!
VIII
¡Figúrate qué hermosas las horas de esa vida!
¡Qué dulce y bello el viaje por una tierra así!
Y yo soñaba en eso, mi santa prometida,
y al delirar en eso con la alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno, por ti, nomás por ti.
IX
¡Bien sabe Dios que ese era mi más hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza, mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos cuando me vio nacer!
X
Esa era mi esperanza… mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo que existe entre los dos,
¡adiós por la vez última, amor de mis amores;
la luz de las tinieblas, la esencia de mis flores;
mi lira de poeta, mi juventud, adiós!
(Acuña, 1949: 190-192.)
Este es el último lamento, el adiós a todo lo que el poeta amó —el amor de sus amores, la luz de sus tinieblas, la esencia de sus flores, su lira de poeta, su juventud—; es una despedida sin declamación ni simulaciones. Meses después de haber escrito el “Nocturno”¸ Manuel Acuña decidió morir: ingirió dos dracmas de cianuro el 6 de diciembre de 1873. Con mano firme dejó una nota exculpatoria: “Lo de menos era entrar en detalles sobre la causa de mi muerte, pero no creo que le importe a ninguno; basta con saber que nadie más que yo mismo es el culpable” (Acuña, 2004: 379).
El suicidio fue un escándalo en México, y la noticia se propagó por América, Francia, España y Argentina, país en el que se le compuso un tango. En ese tiempo se consideró como única culpable a Rosario de la Peña, mujer a quien le dedicó el poema “Nocturno”. Manuel Altamirano, poco tiempo después de la muerte del poeta, llegó de improviso a la casa de Rosario diciéndole: “Rosario, ¿qué has hecho? ¡Acuña se ha matado por ti!”. Se especularon traiciones por parte de Rosario. Ella protestó, dio explicaciones. Todo fue inútil. El mito se hizo indestructible. Rosario tuvo la gloria que Manuel ambicionó. Gracias al sacrificio del poeta suicida, ella pasó a la historia como “Rosario la de Acuña”.
¿Morir de amor? Esta es una interrogante que el “Nocturno” y la muerte de Manuel Acuña formulan. El amor que encuentra su realización en la muerte es un enigma que ha intrigado a teólogos, poetas, filósofos, artistas. La unión de los amantes en la comunión del ser absoluto de la muerte es un tema común en la literatura romántica. La muerte se confunde con eros cuando se considera que el amor es un estado de fusión sin dolor, un estado de cohesión con el otro, en el que cesa la búsqueda y la actividad de representación. La muerte aparece como la posibilidad de suprimir el sufrimiento, anular el deseo y extinguir el principio de individuación (Schopenhauer, 2009), por eso la muerte puede constituirse en un objeto de amor. El amor desgraciado y la muerte por amor es el leitmotiv de la poesía de los trovadores y de un tipo de literatura romántica. Ante ello, el psicoanálisis no podría quedarse callado. ¿Cómo es que el amor puede llegar a matar? ¿Vale la pena morir por otra cosa que no sea de amor? ¿Cómo es que ese eros que “cohesiona todo lo viviente” (Freud, 2000, AE XVIII: 49) aguarda en sí la propia muerte?
En este libro se realiza una exploración psicoanalítica de una pasión de Occidente: la vivencia intensa de un amor desgraciado cuyo destino es la muerte de los amantes. Tristán e Isolda, Romeo y Julieta son ejemplos de este mito que realiza el amor en la muerte. El amor romántico es una pasión que desemboca en la muerte: “Desde el deseo hasta la muerte a través de la pasión, tal es el camino del romanticismo”, dice Denis de Rougemont (2001: 241). La concepción de un amor que se legitima con la muerte del amante es un tema que se hizo popular en el romanticismo alemán. Las cartas del joven Werther —escritas por Goethe— ejercieron una fuerte influencia, se trata de una historia epistolar en la que el amante se suicida por un amor no correspondido. En México el mito del amor romántico alcanzó una de sus cúspides con la muerte de Manuel Acuña. En este trabajo se realiza una interpretación psicoanalítica de este tipo de mitos (en el que el amante muere voluntariamente por amor), y para lograrlo se toma el caso de Manuel Acuña.
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