Lisa Smith - Despertar

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Stefan Salvatore, el nuevo alumno de Fell’s Church, arrastra con él un misterioso pasado y también a alguien que sólo desea venganza, su hermano Damon: su odio excede las barreras del tiempo… Ahora tratan de reproducir un mortífero triángulo amoroso que tiene en su centro a Elena, la chica más popular del instituto.

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La muchacha estaba sentada muy quieta en la cama, contemplándole con aquellos ojos que eran tan parecidos a los de Katherine. Especialmente en ese momento en que estaban llenos de pena y terror. Pero Elena no huyó, le habló.

– Y… ¿qué sucedió luego?

Las manos de Stefan se cerraron violentamente de un modo reflejo y se apartó de repente de la ventana. No, ese recuerdo, no. No podía soportar recordarlo, y mucho menos intentar expresarlo en palabras. ¿Cómo podía hacerlo? ¿Cómo podía arrastrar a Elena a aquella oscuridad y mostrarle las cosas terribles que acechaban allí?

– No -dijo-. No puedo. No puedo.

– Tienes que contármelo -repuso ella con suavidad-. Stefan, es el final de la historia, ¿verdad? Eso es lo que hay detrás de todos tus muros, eso es lo que temes dejarme ver. Pero tienes que dejarme. Stefan, no puedes parar ahora.

Él sintió cómo el horror iba en su busca, el pozo abierto que había visto con tanta claridad, percibido con tanta nitidez aquel día tan lejano. El día en que todo había terminado…, en que todo había empezado.

Sintió que le tomaban la mano, y cuando miró vio los dedos de Elena cerrados sobre ella, dándole calor, dándole fuerzas. Tenía los ojos puestos en los de él.

– Cuéntame.

– ¿Quieres saber qué sucedió a continuación, qué fue de Katherine? -murmuró.

Ella asintió, sus ojos casi cegados pero aún firmes.

– Te lo diré, entonces. Murió al día siguiente. Mi hermano Damon y yo la matamos.

Capítulo 14

Elena sintió que se le ponía la carne de gallina al escuchar aquellas palabras.

– No lo dices en serio -dijo con voz temblorosa.

Recordó lo que había visto en el tejado, la sangre que embadurnaba los labios de Stefan, y se obligó a no rehuirle.

– Stefan, te conozco. No podrías haber hecho eso…

Él hizo caso omiso de sus protestas y siguió mirando fijamente con ojos que ardían como hielo verde en el fondo de un glaciar. Miraba a través de ella, a algo situado a una distancia inabarcable.

– Mientras yacía en mi cama aquella noche, aguardé contra toda esperanza que ella acudiera. Empezaba a notar ya algunos cambios en mi persona. Veía mejor en la oscuridad; parecía que oía mejor. Me sentía más fuerte que nunca, lleno de una especie de energía elemental. Y estaba hambriento.

»Era un hambre que jamás había imaginado. Durante la cena descubrí que la comida corriente y la bebida no servían para satisfacerla. No podía comprenderlo. Y entonces vi el cuello blanco de una de las criadas y supe el motivo. -Exhaló prolongadamente, la mirada sombría y torturada-. Esa noche resistí a la necesidad, aunque necesité toda mi fuerza de voluntad. Pensaba en Katherine y rezaba para que viniera a mí. ¡Rezar! -Lanzó una breve risotada-. Si es que una criatura como yo puede rezar.

Los dedos de Elena estaban entumecidos alrededor de la mano del chico, pero ella intentó apretarlos más para confortarle.

– Sigue, Stefan.

No tuvo problemas para seguir entonces. Parecía casi haber olvidado la presencia de la joven, como si se contara la historia a sí mismo.

– A la mañana siguiente, la necesidad era más fuerte. Era como si mis propias venas estuvieran secas y agrietadas, desesperadas por algo de líquido. Comprendí que no lo podría soportar mucho tiempo.

»Fui a los aposentos de Katherine. Mi intención era pedirle, suplicarle… -Su voz se quebró; hizo una pausa y luego siguió-: Pero Damon ya estaba allí, aguardando fuera de sus habitaciones. Me di cuenta de que él no había resistido a la necesidad. El brillo de su piel y el brío con el que caminaba me lo indicaron. Tenía un aspecto tan satisfecho como el de un gato que se ha comido la nata.

»Pero no había tenido a Katherine. "Llama todo lo que quieras" me dijo, "pero esa fiera de ahí dentro no te dejará entrar. Yo ya lo he probado. ¿Lo intentamos entre tú y yo?"

»No quise responderle. La expresión de su rostro, aquella expresión taimada y ufana, me repelía. Aporreé aquella puerta como para despertar… -Titubeó y luego lanzó otra risa forzada-. Iba a decir "como para despertar a un muerto".

Pero a los muertos no cuesta tanto despertarlos, al fin y al cabo, ¿verdad?

Tras un instante, prosiguió:

– La doncella, Gudren, abrió la puerta. Tenía un rostro que parecía un plato llano blanco y ojos que eran como cristal negro. Le pregunté si podía ver a su señora. Esperaba que me diría que Katherine dormía, pero en su lugar Gudren se limitó a mirarme, luego a Damon, por encima de mi hombro.

»"No se lo quise decir a él" dijo por fin, "pero os lo diré a vos. Mi señora Katerina no está dentro. Salió temprano esta mañana para pasear por los jardines. Dijo que tenía una gran necesidad de pensar."

»Me sorprendió. "¿Temprano esta mañana?", pregunté.

»"Sí", respondió. Nos miró tanto a Damon como a mí sin simpatía. "Mi señora se sentía muy desdichada ayer", dijo con toda intención. "Lloró toda la noche."

«Cuando dijo eso, se apoderó de mí una sensación extraña. No fue simplemente vergüenza y dolor porque Katherine se sintiera tan infeliz. Fue miedo. Olvidé mi hambre y mi debilidad. Incluso olvidé mi enemistad con Damon. Me embargó una gran prisa y una urgencia apremiante. Me volví hacia Damon y le dije que debíamos encontrar a Katherine, y ante mi sorpresa él se limitó a asentir.

»Nos pusimos a registrar los jardines, gritando el nombre de Katherine. Recuerdo exactamente qué aspecto tenía todo aquel día. El sol brillaba sobre los enormes cipreses y los pinos del jardín. Damon y yo avanzamos apresuradamente entre ellos, moviéndonos cada vez más y más de prisa y llamándola. No dejábamos de llamarla…

Elena percibía los temblores del cuerpo de Stefan, que se comunicaban a ella a través de sus dedos que la sujetaban con fuerza. El muchacho respiraba con rapidez pero superficialmente.

– Casi habíamos llegado al final de los jardines cuando recordé un lugar que Katherine adoraba. Se encontraba un poco más allá en el parque y era una pared baja junto a un limonero. Me dirigí allí, gritando su nombre. Pero a medida que me acercaba, dejé de gritar. Sentí… un temor: una premonición terrible. Y supe que no debía… no debía ir…

– ¡Stefan! -dijo Elena.

Le estaba haciendo daño, sus dedos se clavaban en los de la muchacha, aplastándolos. Los temblores que corrían por su cuerpo aumentaban, convirtiéndose en estremecimientos.

– ¡Stefan, por favor!

Pero no dio señales de haberla oído.

– Fue como… una pesadilla… con todo sucediendo tan despacio. No podía moverme… y sin embargo tenía que hacerlo. Tenía que seguir caminando. Con cada paso el miedo era más fuerte. Podía olerlo. Un olor parecido al de grasa quemada. No debo ir ahí…, no quiero verlo…

Su voz se había tornado aguda y apremiante, la respiración era jadeante. Tenía los ojos muy abiertos y dilatados, igual que un niño aterrorizado. Elena agarró los dedos que la asían como tenazas con la otra mano, envolviéndolos completamente.

– Stefan, todo está bien. No estás allí. Estás aquí conmigo.

– No quiero verlo…, pero no puedo evitarlo. Hay algo blanco. Algo blanco bajo el árbol. ¡No me obligues a mirarlo!

– ¡Stefan, Stefan, mírame!

Era incapaz de oírla, y sus palabras surgían en violentos espasmos, como si no pudiera controlarlas, no pudiera sacarlas lo bastante rápido.

– No puedo acercarme más…, pero lo hago. Veo el árbol, la pared. Y eso blanco. Detrás del árbol. Blanco con dorado debajo. Y entonces lo sé, lo sé, y avanzo hacia ello porque es su vestido. El vestido blanco de Katherine. Y doy la vuelta al árbol y lo veo en el suelo y es verdad. Es el vestido de Katherine… -su voz se elevó y quebró en un horror inimaginable-, pero Katherine no está dentro de él.

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