John Norman - Los nómadas de Gor

Здесь есть возможность читать онлайн «John Norman - Los nómadas de Gor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los nómadas de Gor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los nómadas de Gor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El terráqueo Tarl Cabot, ahora guerrero de la Contratierra, se aleja de los Montes Sardos llevando la misión de recuperar un misterioso objeto, fundamental para los destinos de los reyes sacerdotes. Los nómadas de Gor, los salvajes y peligrosos pueblos de las Carretas, conservan ese objeto.
Tarl Cabot, solo, intentará rescatarlo.

Los nómadas de Gor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los nómadas de Gor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando acabé con la carne de bosko me tendí sobre el suelo y me puse un cojín detrás de la cabeza. Quedé mirando el techo abovedado, en el que se distinguían las manchas que nuestra hoguera había producido.

—¿Vas a pasar la noche aquí? —preguntó Harold.

—Supongo que sí.

—¡Pero si hoy llegan varios miles de boskos desde el campamento!

Me volví para mirarle. Sabía que Kamchak había hecho traer en los últimos días a varios centenares de boskos para que pacieran en los alrededores de Turia, y también para que sirvieran de alimento a sus tropas.

—¿Y eso qué tiene que ver con el sitio en el que duerma? —pregunté—. ¿Acaso vas a dormir en el lomo de un bosko para demostrar que eres un buen tuchuk, o algo así?

—Un tuchuk —me dijo con orgullo— puede dormir confortablemente en los cuernos de un bosko, si así se le antoja. Lo que está claro es que sólo a un korobano se le ocurre dormir sobre un suelo de mármol cuando podría hacerlo sobre la piel de un larl en el carro de un comandante.

—No entiendo de qué me hablas.

—¡Pobre korobano! —susurró.

Acto seguido, se levantó, se limpió la quiva en la manga izquierda y se la metió en el cinturón.

—¿Dónde vas? —le pregunté.

—A mi carro —contestó—. Hoy ha llegado con los boskos, y junto con otros más de doscientos carros, entre los que está el tuyo.

—¡Pero si no tengo ningún carro! —dije agarrándome una rodilla para incorporarme.

—¡Claro que tienes uno! ¡Y yo otro!

Le miré con sorna, pensando si no estaba volviendo a ser el Harold bromista de otras veces.

—Hablo en serio —afírmó—. La noche en que los dos nos fuimos del campamento para entrar en Turia, Kamchak ordenó que nos preparasen un carro a cada uno, como recompensa.

Recordaba muy bien aquella noche, nuestra larga travesía a nado por la corriente subterránea, el pozo, nuestra captura, el Estanque Amarillo de Turia, los Jardines del Placer, los tarns..., y nuestra escapada.

—Como es normal, entonces no podían pintar de rojo nuestros carros, ni decorarlos con riquezas procedentes de diversos botines, pues todavía no éramos comandantes.

—Pero, ¿por qué iba a recompensarnos Kamchak?

—Por nuestro coraje.

—¿Sólo por eso? —pregunté con extrañeza.

—¿Y por qué si no?

—Por el éxito. Tú conseguiste lo que querías, hiciste lo que desde un principio pensabas hacer. Yo en cambio, no. Fracasé, pues no pude obtener la esfera dorada.

—Pero la esfera dorada es un objeto inútil. Lo dice Kamchak.

—Lo que ocurre es que no conoce su verdadero valor.

—Sí, quizás —dijo Harold encogiéndose de hombros.

—Por eso te digo que no tuve éxito en mi misión.

—Sí que lo tuviste —insistió Harold.

—¿Por qué lo dices?

—Para un tuchuk, el éxito está en el coraje. Eso es lo importante, el coraje. Incluso cuando se fracasa. El éxito está en el coraje con que se ha actuado.

—Entiendo.

—Creo que no te das cuenta de una cosa.

—¿De qué?

Se mantuvo en silencio durante un momento y dijo:

—Creo que no te das cuenta de que al entrar en Turia, y luego al escapar, y al llegar al campamento a lomos de un tarn, ambos ganamos..., la Cicatriz del Coraje.

Yo también hice una pausa, y luego, mirándole, le dije:

—Pues no veo que te la hayan hecho.

—Habría sido bastante difícil acercarse a las murallas de Turia con una cicatriz como ésta, ¿no te parece?

—¡Y tanto que lo habría sido! —respondí echándome a reír.

—Cuando tenga más tiempo, llamaré a alguien del Clan de los Marcadores para que me hagan esa cicatriz. Estoy seguro de que todavía resultaré más guapo con ella.

Eso me hizo sonreír.

—¿No quieres que llame a alguno para ti? —inquirió Harold.

—No.

—Con esa marca no se fijarían tanto en tu pelo.

—He dicho no, gracias.

—De acuerdo, de acuerdo. Es bien sabido que solamente eres un korobano, y no un tuchuk. Pero tú ya llevas la Cicatriz del Coraje —añadió sobriamente—, y la llevas por lo que hiciste. No todos los hombres que poseen la Cicatriz del Coraje la llevan visiblemente.

Me mantuve callado.

—Bien —dijo Harold—. Estoy cansado. Me voy a mi carro. Tengo allí a una esclava a la que me gustaría poner a trabajar.

—¡Ya es bien extraño que hasta ahora no supiese nada de mi carro! —exclamé entre risas.

—Lo sabrías desde hace tiempo si no hubieses vuelto a Turia a toda prisa cuando los carros se dirigían a Ta-Thassa. Ese día ni siquiera te detuviste en el carro de Kamchak. Si lo hubieses hecho, Aphris o alguna otra persona te lo habría dicho.

—¿Aphris? ¿Encerrada en la jaula de los eslines?

—No, no estaba enjaulada aquella mañana, cuando volvimos a Turia con los tarns.

—¡Vaya! —exclamé—. ¡Me alegra oír eso!

—La bárbara tampoco estaba encerrada.

—¿Qué ha sido de ella?

—Kamchak se la ha dado a algún guerrero.

—¡Ah! —dije, pues no me alegraba en absoluto de oír esa noticia—. ¿Y por qué no me habías dicho nada sobre mi carro hasta ahora?

—No me parecía lo suficiente importante —me respondió.

Le miré frunciendo el entrecejo.

—Claro, lo que ocurre —añadió el tuchuk— es que los korobanos le dan demasiada importancia a estas cosas..., a tener carros y todo eso.

—Harold de los tuchuks —dije sonriendo—, estoy cansado.

—¿No dormirás en tu carro esta noche?

—Creo que no.

—Como quieras, pero te advierto que lo tengo bien provisto de Paga, de vinos de Ka-la-na hechos en Ar y otras cosas por el estilo.

Finalmente decidí que iría al carro. Si dos noches atrás nos habíamos dedicado al Paga, ésa podría consagrarla al vino de Ka-la-na. Me alegraba saber que encontraría alguna botella en el carro.

—Te lo agradezco mucho —le dije a Harold dedicándole una amplia sonrisa.

—Sin mí, nunca encontrarás tu carro, y te advierto que no voy a perder más el tiempo aquí.

—¡Espera! —grité.

Su kaiila salió disparada de la estancia, saltó por encima de la alfombra de la habitación contigua y se lanzó a toda carrera por el pasillo que conducía a la entrada principal.

Lancé una maldición entre dientes y desaté a mi kaiila de la columna en la que había anudado sus riendas. Inmediatamente, salté sobre la silla e hice correr al animal tras Harold. No deseaba perder de vista a ese tuchuk en alguna calle de Turia o entre los oscuros carros que había al otro lado de las murallas. En tal caso, me vería obligado a ir llamando de carro en carro para averiguar cuál era el mío. Así que salté sobre las escalinatas del jardín, y luego pasé la parte interior y exterior a toda prisa para salir a la calle, dejando atrás a los sorprendidos guardianes, que intentaban saludarme de acuerdo con mi rango.

Unos cuantos metros después de la entrada hice que mi kaiila se detuviera, y el animal me obedeció levantándose sobre las patas delanteras y dando zarpazos al aire. Harold se encontraba allí, sentado con toda tranquilidad a lomos de su kaiila. En su cara pude ver una expresión de reproche.

—Tantas prisas —dijo— no son demasiado dignas de un comandante de millar.

—De acuerdo.

Y así empezamos a avanzar a un paso mucho más tranquilo, en dirección a la puerta principal de Turia.

—Temía que me fuese imposible encontrar el carro si no me mostrabas dónde estaba.

—Pero es el carro de un comandante, y cualquiera habría podido decirte dónde estaba —dijo Harold con aspecto de no poder creer lo que oía.

—No había pensado en eso.

—No me sorprende que no lo hicieras. Está claro que sólo eres un korobano.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los nómadas de Gor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los nómadas de Gor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los nómadas de Gor»

Обсуждение, отзывы о книге «Los nómadas de Gor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x