John Norman - Los nómadas de Gor

Здесь есть возможность читать онлайн «John Norman - Los nómadas de Gor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los nómadas de Gor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los nómadas de Gor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El terráqueo Tarl Cabot, ahora guerrero de la Contratierra, se aleja de los Montes Sardos llevando la misión de recuperar un misterioso objeto, fundamental para los destinos de los reyes sacerdotes. Los nómadas de Gor, los salvajes y peligrosos pueblos de las Carretas, conservan ese objeto.
Tarl Cabot, solo, intentará rescatarlo.

Los nómadas de Gor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los nómadas de Gor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—¿Por qué no te permitió quedarte con la chica para hacerla tu esclava?

—Ella hablaba una lengua bárbara —me respondió Saphrar—, como tú, según tengo entendido. El plan consistía en que los tuchuks leyeran el mensaje, que luego utilizaran a la chica para encontrarte y que cuando lo consiguieran te liquidaran. Pero no lo hicieron.

—No, no lo hicieron —dije.

—En fin. Ahora ya da lo mismo.

Me preguntaba qué muerte me tenía reservada Saphrar.

—¿Cómo fue posible que tú, que nunca me habías visto, me conocieras y me llamaras por mi nombre durante el banquete?

—El hombre gris me había hecho una descripción muy detallada de ti. Por otra parte, estaba seguro de que entre los tuchuks no podía haber dos personas con un color de pelo semejante al tuyo.

Inconscientemente, me puse en tensión. No había ninguna explicación racional a esta respuesta de mi cuerpo, pero siempre me encolerizaba cuando un extraño o un enemigo hablaba del color de mi cabello. Supongo que en eso deben influir de alguna manera las experiencias de mi juventud: en aquel entonces, el color rojo de mi cabellera era objeto de decenas de burlas, burlas que yo intentaba refutar lo más rápidamente posible por medio de mis puños desnudos. Recordé, no sin cierto grado de satisfacción, aunque me hallase preso en la Casa de Saphrar, que había logrado resolver la mayoría de esas peleas a mi favor. Mi tía solía inspeccionarme los nudillos cada tarde, y si los veía despellejados (lo cual ocurría con frecuencia), me enviaba a la cama, en donde me echaba sin cenar, pero con el orgullo bien alto.

—Para mí fue una diversión llamarte por tu nombre —dijo Saphrar—. Quería saber cómo ibas a reaccionar, quería agitar algo en tu copa de vino.

Ésa era una expresión turiana, pues en esa ciudad consumen vinos en los que sumergían y agitaban cosas, sobre todo azúcares y especias.

—¡Matémosle de una vez! —dijo el paravaci.

—¡Nadie te ha pedido que hables, esclavo! —gritó Harold.

—¡Deja que me encargue personalmente de éste! —dijo el paravaci señalando con la punta de su quiva a Harold.

—Sí, quizás te deje —respondió Saphrar.

Acto seguido, el pequeño mercader se levantó y dio dos palmadas. De un lado de la estancia, de una puerta que hasta ese momento había quedado oculta por una cortina, surgieron dos hombres de armas, a los que seguían otros dos. Los dos primeros transportaban una plataforma cubierta por telas de color púrpura. Sobre esta plataforma acolchada se encontraba lo que tanto había buscado, el objeto por el que había viajado tan lejos, por el que tanto había arriesgado y que, aparentemente, iba a costarme la vida. Sí, allá estaba la esfera dorada.

Se trataba claramente de un huevo. Su eje mayor debía medir unos cincuenta centímetros, y el grosor máximo debía ser de unos treinta centímetros.

—Es una crueldad enseñárselo ahora —dijo Ha-Keel.

—¿Por qué? —comentó Saphrar con voz inocente—. ¡Ha venido de tan lejos a por esta esfera, y ha arriesgado tanto! Creo que por lo menos tiene derecho a verla una vez.

—Kutaituchik murió por ella —dije.

—Y otros muchos han muerto ya —dijo Saphrar—, y quizás al final morirán muchos más.

—¿Sabes lo que es esta esfera?

—No, pero sé que es importante para los Reyes Sacerdotes. Ignoro el motivo —dijo levantándose y poniendo un dedo sobre el objeto—, porque además ni siquiera es de oro.

—Tiene la forma de un huevo —dijo Ha-Keel.

—Sí —dijo Saphrar—. Sea lo que sea, parece un huevo.

—Quizás lo sea —sugirió Ha-Keel.

—Quizás —admitió el mercader—, pero en tal caso, ¿para qué pueden querer los Reyes Sacerdotes un huevo como éste?

—¿Quién sabe?

—¿Era o no era esto lo que habías venido a buscar a Turia? —me preguntó Saphrar mirándome fijamente.

—Sí —admití—. Esto es lo que venía a buscar.

—¡Pues ya ves lo fácil que era encontrarlo! —exclamó entre risas.

—Sí —respondí—, muy fácil.

—¡Déjame matarlo como merece un guerrero! —gritó Ha-Keel desenfundando su espada.

—¡No! —exclamó el paravaci—. ¡Deja que yo me encargue de los dos, Saphrar!

—Nada de eso —dijo el mercader—. Ambos me pertenecen.

Ha-Keel enfundó con furia su espada. Estaba claro que su intención había sido matarme honorablemente, de una manera rápida. Por lo visto no le gustaba la idea de dejar que el paravaci y Saphrar dispusieran de mi cuerpo. Ha-Keel podía ser un degollador y un bandido, pero al fin y al cabo era de Ar, y era un tarnsman.

—¿Te has apoderado de este objeto —inquirí mirando a Saphrar— para entregárselo al hombre gris?

—Exactamente.

—¿Lo devolverá luego a los Reyes Sacerdotes? —pregunté con aire inocente.

—No tengo ni idea de lo que hará con él y no me importa lo más mínimo, mientras reciba el oro que me ha prometido. Sí, con ese oro me convertiré quizás en el hombre más rico de Gor. Lo demás, ¿qué importancia puede tener?

—Si el huevo sufre algún daño los Reyes Sacerdotes se pondrán furiosos.

—Por lo que sé, ese hombre es uno de ellos. ¿Quién si no se atrevería a firmar el mensaje del collar con el nombre de los Reyes Sacerdotes?

Naturalmente, yo sabía que tal hombre no era ningún Rey Sacerdote. Pero ahora veía claramente que Saphrar no sabía quién era, ni para quién estaba trabajando. Tenía la seguridad de que ese tipo era el mismo que había traído a Elizabeth Cardwell a este mundo, de que era él quien la había visto en Nueva York y decidido que ella era la indicada para desempeñar un papel en su peligroso juego. También sabía que ese hombre tenía a su disposición tecnología avanzada, avanzada por lo menos hasta el punto de poder realizar vuelos espaciales. Lo que ignoraba era si esa tecnología le era propia, o si había sido desarrollada por sus semejantes, o si simplemente eran otros seres desconocidos quienes le utilizaban, obrando desde la oscuridad, teniendo sus propios intereses en este juego entre dos (o quizás más) mundos. Era muy posible que solamente fuera un agente..., pero, ¿para quién o para qué trabajaba? Algo que podía desafiar incluso a los Reyes Sacerdotes, pero que también los temía, porque de otra manera el ataque se habría producido ya. Si, debía ser algo de la Tierra, o de este mundo, algo que deseaba la muerte de los Reyes Sacerdotes algo que quería que un mundo, o dos, o quizás nuestro sistema solar por completo, estuviera bajo su control.

—¿Cómo sabía el hombre gris dónde se encontraba la esfera dorada?

—En una ocasión —respondió Saphrar— me dijo que le habían informado de...

—Pero, ¿quién?

—No lo sé.

—¿No sabes nada más?

—No.

Me puse a especular. Los Otros debían entender o interpretar el sentido de la política y de las necesidades de los habitantes de las remotas Sardar. Lo más probable era que ya estuvieran al corriente de los asuntos referentes a los Reyes Sacerdotes, y eso era posible particularmente ahora, ya que muchos humanos habían escapado del Santuario de los Reyes Sacerdotes a consecuencia de la guerra, y erraban por el planeta explicando lo que habían vivido. Por eso, por lo que se consideraban estúpidas fantasías, eran objeto de burla y desprecio muy a menudo, pero seguramente los Otros habían tomado buena nota de sus explicaciones, así como de las proporcionadas por espías y traidores del mismo Nido. No, seguro que los Otros no se habían reído de las historias que esos vagabundos explicaban sobre los Reyes Sacerdotes.

De esta manera se habrían enterado de la destrucción de gran parte del material de vigilancia de las Sardar, y de la reducción sustancial de la capacidad tecnológica de los Reyes Sacerdotes, reducción que se prolongaría por lo menos durante un tiempo. Y lo que era más importante todavía, también se habrían enterado de que el motivo de la guerra había sido la sucesión de las dinastías, y que por lo tanto había generaciones de Reyes Sacerdotes en perspectiva. Si habían existido rebeldes, es decir, aquellos que deseaban una nueva generación, también deberían existir las semillas de tal generación. Pero en un Santuario de los Reyes Sacerdotes solamente existía un portador de crías, la Madre, y había muerto poco antes de la guerra. Por lo tanto, los otros podían haber deducido que había uno o más huevos ocultos, huevos que garantizaban el inicio de una nueva generación y que muy probablemente no se hallaban escondidos en el Santuario de los Reyes Sacerdotes, sino en otro sitio, incluso más allá del Sardar negro. Y naturalmente también debían saber que yo había estado presente en la Guerra de los Reyes Sacerdotes, y que allí había ostentado el cargo de lugarteniente de Misk, el Quinto Nacido, el Jefe de los Rebeldes, y que ahora me había desplazado a las llanuras meridionales, a la Tierra de los Pueblos del Carro. No era necesario ser demasiado inteligente para sospechar que mi misión era encontrar el huevo o los huevos de los Reyes Sacerdotes.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los nómadas de Gor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los nómadas de Gor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los nómadas de Gor»

Обсуждение, отзывы о книге «Los nómadas de Gor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x