Stanislaw Lem - La máscara
Здесь есть возможность читать онлайн «Stanislaw Lem - La máscara» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Год выпуска: 1991, Издательство: Ediciones Gigamesh, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La máscara
- Автор:
- Издательство:Ediciones Gigamesh
- Жанр:
- Год:1991
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La máscara: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La máscara»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
La máscara — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La máscara», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Malhumorado y ansioso, él me aferró la mano, y yo no la retiré enseguida. Las correas blancas de las casacas de los granaderos de Su Majestad centellearon, alguien llamó mi carruaje, sonaron los cascos de los caballos, la portezuela de un carruaje centelleó bajo faroles violáceos, cayó una escalinata. Esto no podía ser un sueño.
—¿Cuándo y dónde? — preguntó él.
— Mejor decir; nunca y en ninguna parte — respondí, enunciando mi sencilla verdad, y en seguida añadí, sin poder contenerme-: No juego contigo, mi buen filosofo. Mira dentro de ti y verás que es un buen consejo.
Pero no pude decirle lo que quería agregar. Podía pensar cualquier cosa, por extraño que parezca, pero no podía encontrar mi voz, no podía alcanzar esas palabras. Un nudo en la garganta, una mudez, como una vuelta de llave, como si un cerrojo acabara de separarnos.
— Demasiado tarde — dijo él en voz baja, con la cabeza gacha—. En verdad es demasiado tarde.
— Los jardines reales están abiertos desde la mañana hasta el toque de corneta del mediodía — dije, el pie en el estribo del carruaje—. Allí hay un estanque con cisnes, y cerca de allí un roble podrido. Mañana, exactamente al mediodía, encontrarás la respuesta en el hueco del árbol. Ojalá algún inconcebible milagro te permita olvidar que nos conocimos. Si supiera cómo, rezaría por ello.
Palabras totalmente inadecuadas, triviales en ese ámbito, pero para mí ya era imposible librarme de esa fatal trivialidad. Cuando el carruaje se puso en movimiento, advertí que él, pese a todo, interpretaría lo que yo había dicho como indicio de que yo temía las emociones que él había despertado en mí. Era cierto: yo temía las emociones que él despertaba en mí, pero no tenían nada que ver con el amor. Yo sólo había dicho lo que había podido decir, como cuando en la oscuridad, en un pantano, uno mueve el pie cautelosamente, temiendo hundirse con el paso siguiente. Así avanzaba yo con mis palabras, tanteando con mi aliento lo que podría — y lo que no me permitirían— decir.
Pero él no podía saberlo. Nos despedimos sin aliento, consternados, con un pánico similar a la pasión, pues así había comenzado nuestro descalabro. Pero yo, grácil y dulce, aniñada, comprendía con mayor claridad que yo era su destino, destino en el terrible sentido de sino inevitable.
El interior del carruaje estaba vacío. Busqué el cordel que estaría cosido a la manga del cochero, pero no estaba. También faltaban las ventanillas. ¿Vidrio negro, tal vez? La oscuridad era total, como si me separara no de la noche sino de la no-existencia. No era ausencia de luz, sino un vacío. Pasé las manos por las paredes curvas tapizadas de felpa, pero no encontré ventanillas ni picaportes, sólo esas superficies blandas y acolchadas delante y encima de mí. El techo estaba muy bajo, como si estuviera encerrada no en un carruaje sino en un recipiente oblicuo y tembloroso; no oía el repiqueteo de los cascos, ni el habitual crujido de las ruedas en movimiento. Negrura, silencio, nada. Luego me volví hacia mí misma, pues mi yo era para mí un enigma más oscuro y ominoso que todo lo ocurrido hasta entonces. Mi memoria estaba intacta. Creo que tenía que ser así, que habría sido imposible disponer las cosas de otra manera, y por lo tanto evoqué mi primer despertar, aún privada de género. Era absolutamente extraño, como recordar un sueño de metamorfosis maligna. Evoqué mi despertar ante la puerta del salón del palacio, ya en esta realidad presente. Incluso recordaba el débil crujido con que se abrieron esos portales tallados, y la máscara de la cara del sirviente, el sirviente que en su afán de servir parecía una marioneta obsequiosa, un viviente cadáver de cera. Todo esto formaba ahora una totalidad coherente en mi memoria, y sin embargo no podía retroceder. Aún ignoraba qué portales eran, qué baile era ése, y qué era esa cosa que era yo. Y ante todo recordaba — y me estremecía, era tan perversamente misterioso— que mis primeros pensamientos, ya casi articulados en palabras, los había formulado de un modo neutro e impersonal. El ello que era yo se había puesto de pie, el yo que era ello había visto, yo, ello había entrado… Éstas eran las formas usadas por mí antes que el resplandor del salón, que se derramaba por la puerta abierta, me golpeara las pupilas y liberara — tenía que haber sido el resplandor, pues ¿qué otra cosa? — y abriera dentro de mí las trancas y cerrojos desde detrás de los cuales, con la dolorosa brusquedad de una aparición, irrumpió en mi ser la humanidad de las palabras, los movimientos cortesanos, el encanto del bello sexo, y también el recuerdo de los rostros, entre los que se destacaba el rostro de ese hombre — y no la mueca del rey— y aunque nadie podría explicármelo nunca, sabía con una certeza inexorable que me había detenido ante el rey por error. Había sido un equívoco, una confusión entre lo que me estaba destinado y el instrumento de ese destino. Un error. Pero ¿qué clase de destino era, si podía cometer errores? No un destino genuino. ¿Entonces aún podía salvarme?
Y ahora, en ese total aislamiento — que no me asustaba, sino que por el contrario me permitía pensar, concentrarme—, cuando expresé el deseo de conocerme, buscando entre mis recuerdos, ahora tan accesibles y ordenados que los tenía a mi alcance como el conocido mobiliario de una vieja habitación, y cuando formulé interrogantes, vi todo lo que había ocurrido esa noche. Pero sólo era claro y nítido hasta el umbral del salón. Antes de eso… Sí, exacto. ¿Dónde estaba yo (o ello) antes de eso? ¿De dónde venía? La idea tranquilizadora, la más simple, era que yo no estaba bien, que me estaba recobrando de una enfermedad, como quien regresa de un viaje exótico colmado de las más increíbles aventuras, que, como una refinadísima doncella, muy aficionada a los libros y las novelas, las ensoñaciones y los caprichos, una joven demasiado frágil para este mundo salvaje, había tenido visiones. Tal vez en un delirio histérico imaginé ese pasaje por infiernos metálicos, sin duda mientras yacía en la cama con dosel, sobre sábanas orladas de encaje, sí, la fiebre cerebral incluso sería adecuada a la luz de la vela que alumbraba la cámara para que al despertar yo no volviera a asustarme, y en las figuras que me rodeaban reconociera de inmediato a mis afectuosos custodios. ¡Qué agradable mentira! Había tenido alucinaciones, ¿verdad? Y ellos, hundiéndose en el claro arroyo de mi única memoria, la habían dividido en dos. ¿Memoria dividida…? Porque con esa pregunta oí dentro de mí un coro de respuestas, preparadas y esperándome: dama de compañía, Tlenix, Angelita. ¿Qué era esto? Tenía todas esas frases preparadas, me eran dadas y con cada una de ellas aparecían imágenes. ¡Si tan sólo estuvieran encadenadas! Pero coexistían como las raíces de un árbol, de modo que yo, necesariamente una, naturalmente única, podía haber sido una pluralidad de ramificaciones que luego confluían en mí como los riachuelos que desembocan en el caudal de un río. Pero eso era imposible, me dije. Imposible. Estaba segura de ello. Y consideré mi vida hasta el presente dividida así: hasta el umbral del salón del palacio parecía formada por hilos diferentes, mientras que a partir de allí era uno solo. Las escenas de la primera parte de mi vida corrían paralelamente y se contradecían. La dama: una torre, oscuros pedrejones de granito, un puente levadizo, gritos en la noche, sangre en una fuente de cobre, caballeros de aspecto sanguinario, cabezas oxidadas de alabardas y mi carucha pálida en el espejo oval y brumoso entre el marco de la ventana, brumoso, desvaído, y el cabezal tallado. ¿Acaso venía de allí?
Pero como Angelita había sido criada en el calor aplastante del Sur y, mirando en esa dirección, veía paredes blancas con sus superficies color tiza expuestas al sol, palmeras marchitas, perros rabiosos con el pelo desgreñado junto a esas palmeras, mojando las raíces descascaradas con una orina espumosa, y cestos llenos de dátiles, resecos y con una dulzura pegajosa, y médicos con túnicas verdes, y escalones, escalones de piedra que bajaban hasta la bahía, todas las paredes alejadas del calor, racimos de uvas apilados, amarilleándose y secándose, semejantes a pilas de estiércol, y de nuevo mi cara en el agua, no en el espejo, y el agua vertida de una jarra de plata, una plata oscurecida por el tiempo. Incluso recordaba cómo asía esa jarra y cómo el agua, moviéndose pesadamente en su interior, me tiraba de la mano.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La máscara»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La máscara» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La máscara» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.