Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria

Здесь есть возможность читать онлайн «Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Lucharon Por La Patria: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Lucharon Por La Patria»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Lucharon Por La Patria — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Lucharon Por La Patria», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

20

Alrededor de las seis de la tarde tuvo lugar el transporte a unos quince kilómetros de distancia. Cuando el calor empezaba a disminuir hicieron un descanso. Luego entraron en un pueblo situado en zona de secano y lleno de sauces.

Aún faltaban unos siete kilómetros desde aquel punto hasta Talovsky, aldea donde se alojaba el estado mayor de la división. Pero antes de entrar en la aldea de los sauces el cabo Popristshenko avisó de que pasarían allí la noche. Descontento, un soldado hizo un comentario:

– ¡Todavía es pronto para pensar en pernoctar! Cabo primero, yo creo que lo mejor sería hacer un alto y fumar un cigarrillo; luego seguimos y al anochecer podemos estar en Talovsky. ¿No sería mejor?

Añadió otro:

– ¡Hemos pasado el día sin comer! Por lo menos allí podríamos acercarnos al caldero del jefe…

Popristshenko gruñó por entre los bigotes grises y se encaró severamente con los parlanchines:

– ¡Ya basta de discutir y de cotorrear! No puedo plantarme ante el coronel con un hatajo de muertos de hambre descalzos, ¿lo entendéis? O sea que pasaremos aquí la noche y pondremos orden. Hay que coser y zurcir la ropa, limpiar las botas, dejar el armamento brillante, lavarse y rapar las barbas. Quiero un zafarrancho y mañana ha de estar todo brillante como el cristal. Y pasaré revista. ¿Está claro? Ya me ocuparé de pedir al koljós todo lo que necesitemos. Aquí no hay más fuerza que la nuestra, de modo que no tenemos por qué mendigar de puerta en puerta. ¡No somos pobres pordioseros! ¡Quede claro y entendido que no consentiré que se deshonre al regimiento!

Encontraron al presidente del koljós en el despacho de dirección. El cabo primero entró en el edificio mientras los soldados se sentaban a la sombra. Algunos se acercaron pesadamente hasta el pozo. Unos quince minutos más tarde oyeron voces en el interior de la casa: la juiciosa y casi suplicante del cabo primero y la otra, de tenor, al parecer del presidente, que repetía una y otra vez en todos los tonos: «No puedo. Nada, que no puedo. ¡No puedo, camarada cabo primero!»

– Parece que no llegan a un acuerdo. Lopajin, ve a ayudar al viejo -aconsejó Kopytovski, que estaba a la escucha.

Hacía ya rato que Lopajin prestaba atención a la conversación. Se levantó y se dirigió decidido a la entrada.

Estaban en una pequeña habitación junto a la ventana. El presidente del koljós estaba sentado junto a los cristales de dicha ventana, pegados con tiras de papel de periódico, y llevaba sobre los hombros una guerrera militar muy ajada. Era un hombre joven de apariencia y llevaba gorra sin estrella. La manga derecha de la guerrera, vacía, la llevaba sujeta a la cintura. El cabo primero se puso frente a él, acercando un taburete de forma que sus rodillas casi rozaban las del presidente. Como si quisiera hacer resaltar la ronquera de su voz, le decía con aplomo:

– Tú has estado en el frente y sin embargo no quieres comprender nuestra situación. Perdona que te diga que piensas como una mujer estúpida…

Al presidente le centelleaban maliciosamente los ojos, que mantenía entrecerrados, y torció los labios en silencio. Estaba claro que le molestaba aquella conversación. Lopajin saludó y tomó asiento en el borde de un banco.

– ¿De qué hablan ustedes? ¿Qué se discute? Sin mirarle siquiera, el presidente le respondió:

– El cabo primero quiere que le entreguemos diversos artículos del almacén del koljós, y yo no puedo hacerlo.

– ¿Por qué no?

– ¡Ja! ¡Por qué! Pues porque el almacén está vacío. ¿Os figuráis que sois los primeros que pasan huyendo a través del pueblo?

– Nosotros no huimos -corrigió Lopajin esforzándose por contenerse. Notó cómo en su interior se incrementaba un odio hacia aquel hombre, cuya voz le parecía cada vez más-presuntuosa. «Se le ha olvidado cómo se vive en el frente, ha dejado de luchar, ahora no hace más que cebarse. ¿Qué demonios le importa la necesidad ajena? Ahora todo le da igual», pensó dirigiendo una mirada hostil al cuello fuerte y enrojecido y a las mejillas tersas y bien afeitadas del presidente del koljós.

– No sois los primeros en huir ni seréis los últimos -repitió tercamente el presidente.

– Insisto en que nosotros no huimos -dijo secamente Lopajin -. Eso, en primer lugar; y en segundo lugar, somos los últimos. No hay nadie detrás de nosotros, nadie.

– ¡Para nosotros eso no importa! ¡Muchos os han precedido ya y han ido haciendo una limpieza como si barrieran con una escoba!

El presidente volvió el rostro hacia Lopajin, como si quisiera añadir algo. Pero Lopajin se le adelantó para preguntar:

– ¿Has estado alguna vez en el frente?

– ¿Piensas que un cordero se me ha merendado el brazo?

– ¿Has tenido que retroceder?

– De todo hubo. Pero jamás he visto lo que estoy presenciando ahora.

– Comprende, pedazo de alcornoque, que no puedo dejar hambrienta a toda esta gente -insistió el cabo primero -. Soy responsable ante el coronel de todos y cada uno de ellos, ¿entiendes? Extiéndeme un vale, ya encontraremos alguna cosa; no es mucho lo que necesitamos.

Con gesto persuasivo el cabo primero puso una mano encima de la rodilla del presidente, pero éste retiró la pierna sonriendo tranquilamente.

– ¡Ay, cabo, cabo! ¿Cómo te lo haré entender, viejo? Te estoy hablando en ruso: no hay nada en el almacén, sólo ratones, aunque no lo creas. Y no me toques la pierna, que no soy una mujerzuela; además, mi pierna no es sensible a las peticiones, es artificial. Mi última oferta: os daré dos kilos de mijo, eso es todo. Encontraréis pan por las casas de aquí.

– ¿Y qué quieres que haga yo con dos kilos para veintisiete personas en activo, para todo el regimiento? Además, ¿con qué vamos a condimentar las gachas? Por otro lado, no permitiré que los soldados vayan de puerta en puerta pidiendo pan. ¿ Está claro?

Lopajin notó el gesto avinagrado del cabo primero y separó el banco, haciendo un leve ruido. El cabo primero le advirtió con un gesto:

– Lopajin, no te sulfures.

– Vamos al almacén -se limitó a decir el jefe del koljós.

Pisando con fuerza y haciendo chirriar su pierna artificial al arrastrarla, se dirigió a la salida. Popristshenko le seguía satisfecho. Lopajin iba tras ellos.

Cuando llegaron al granero, el presidente dejó que el cabo primero entrara primero y cogió a Lopajin por el codo.

– Mira tú mismo, impulsivo, lo que nos queda. No tengo ningún granero oculto, no voy a esconderos nada de nada. Al parecer sois buenos soldados, valientes, y os daría con gusto una oveja para que os la comierais, pero el ganado, grande y pequeño, fue evacuado ayer por orden de la jefatura del distrito. Sólo queda lo que corresponde al uso particular de cada miembro del koljós. Os regalaría mi oveja si tuviera una, pero en mi hogar sólo quedan mi mujer y un gato.

Lopajin, en silencio, ayudó a abrir el candado y se introdujo en el almacén de grano, sumido en la penumbra. En un rincón se amontonaba un poco de mijo. El cabo primero notó la indecisión de Lopajin y le ordenó imperativamente:

– ¡Date prisa!

Agachándose, rojo de vergüenza y de tensión, Lopajin amontonó en el centro, con ayuda de una pluma de ganso que encontró, todo el mijo que había. Cuando hubo terminado, se levantó.

– En total habrá unos tres kilos.

– Bueno, pues cogedlo todo, no lo vamos a guardar para simiente -dijo el presidente con aire benévolo, sin quitar los ojos de Lopajin.

Mientras Lopajin echaba a puñados el mijo en el macuto, el cabo primero sacó del bolsillo una cartera sucia de sudor y moviendo los bigotes llenos de polvo, empezó a contar unos rublos grasientos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Lucharon Por La Patria»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Lucharon Por La Patria» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Lucharon Por La Patria»

Обсуждение, отзывы о книге «Lucharon Por La Patria» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x