Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria
Здесь есть возможность читать онлайн «Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Lucharon Por La Patria
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Lucharon Por La Patria: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Lucharon Por La Patria»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Lucharon Por La Patria — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Lucharon Por La Patria», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– ¿Cuánto vale? -preguntó mirando al presidente por el rabillo del ojo.
Este, riéndose, movió el brazo que le quedaba.
– De ninguna manera. No cobramos por una insignificancia.
– Y nosotros no nos llevamos nada sin pagar, ¿entiendes? – El cabo primero dejó el dinero en el lugar donde se guardaba el mijo y luego añadió respetuosamente-: Agradecemos tu amabilidad.
Y se dirigió hacia la salida.
– Los ratones se van a comer tu dinero -comentó sonriendo el presidente.
El cabo primero no respondió. Una vez traspasado el umbral, se dirigió a Lopajin, diciéndole:
– Ya tenemos la base, pero ¿y el resto? El cuento dice que un soldado calentó gachas con un hacha, pero sólo era un cuento. ¿Qué haremos nosotros, minero? Unas sopas ligeras, sin condimento y sin pan, son como una boda sin novio. ¡Y los muchachos están que se mueren de hambre! Una situación imposible -concluyó tristemente el cabo primero.
¿Una situación imposible? ¡No existen situaciones imposibles! O por lo menos siempre lo había creído así, y es posible que la última frase del cabo primero le llevase a cometer alguna imprudencia… Unas lucecitas alegres brillaron en los ojos claros de Lopajin. ¡Demonio! ¿Cómo no había caído antes en la cuenta ¿Cómo podía rendirse cuando tenía en sus manos una baza tan importante, su atractivo personal y su gran éxito entre las mujeres, él, tan irresistible entre el bello sexo? Lopajin dio unas palmaditas al cabo primero en el hombro; tenía un aspecto de profundo abatimiento, y le dijo:
– ¡ Popristshenko, lo más importante es que no te desanimes! Déjalo todo de mi cuenta. De mi cuenta. Ahora lo organizaremos. No prometo mucho para hoy. Me dedicaré a estudiar la situación y a explorar el terreno, ¡pero mañana os podré alimentar a todos! ¿De acuerdo? -y mientras decía esto se acercó la palma de la mano a la nariz.
– Pero, ¿qué se te ha ocurrido? -intentó averiguar el cabo primero -. ¿No habrás pensado en algo ilegal?
– Todo será perfectamente legal, palabra de tirador antitanque – aseguró Lopajin sonriendo -. En este asunto el único perjudicado seré yo. Tendré que prescindir de mis principios morales, aunque la verdad es que de un tiempo a esta parte se han debilitado un tanto; además, estoy dispuesto a sacrificarme por mis compañeros.
– Si claro y no me marees más.
– Bien, ahora lo sabrás. ¡Un minuto más, camarada presidente!
Lopajin se acercó a él clavando su mirada en la del presidente. Jugueteando con un botón de la guerrera del camarada, dijo con aplomo.
– Eres una buena persona y te hablaré con claridad: tenemos que comer sea como sea, ¿no es así? Tú no puedes hacer nada para proporcionarnos comida, ¿verdad? Pues ayúdanos de otra manera.
– ¿Cómo?
– Tiene que haber en este koljós alguna viuda o mujer de soldado que viva desahogadamente y que tenga gallinas, ovejas o cualquier clase de pequeños animales domésticos.
– Claro que las hay. Nuestro koljós es bastante rico. -Bien, pues en tal caso debes instalarnos en la casa de una de esas ciudadanas acomodadas para pernoctar. Una vez allí, corre de nuestra cuenta lo demás. Pero, por favor, que no tenga una cara horrible. Que tenga más o menos aspecto de mujer: ¿me entiendes?
El presidente guiñó un ojo maliciosamente y preguntó:
– ¿Y que no tenga más de setenta años?
El asunto era demasiado serio para que Lopajin se permitiera bromear. Quedó pensativo y repuso:
– Setenta quizá resulte demasiado, es un precio muy elevado; pero en caso de necesidad una de setenta serviría. ¡Hay que aceptar algún riesgo! De todos modos sería preferible que fuera más joven…
– ¿Qué dices? ¡Claro que es posible! -exclamó el presidente frunciendo los labios -. Decides con la seguridad de un soldado. Dicen que a falta de pan buenas son tortas. Te llevaré, pero con una condición: que luego no te enfades conmigo.
– ¿Por qué? -preguntó Lopajin.
– Cerca de aquí vive la mujer de un soldado. Tiene unos treinta años. Su marido es teniente y está en la guerra. En su casa está sola pero tiene gallinas, gansos, patos, dos cerdos y docena y media de ovejas. Vive en la abundancia. Lo más importante es que está ella sola, no tiene hijos ni a nadie. ¿Ves?, es aquella casa del tejado verde, más allá de los álamos. Ahí vive. Su marido antes de la guerra trabajaba en…
– No me interesa su marido – le interrumpió Lopajin impaciente-. ¿Y qué ocurre? ¿Por qué me puedo enfadar? ¡La edad me va bien!
– Amigo, sucede que es una mujer dura. ¡Vaya que si es dura!
– Bueno, eso no es terrible. Otras parecidas se han doblegado – contestó Lopajin muy seguro de sí mismo, y se volvió hacia el cabo primero-: ¿Me das permiso para actuar, cabo primero?
Popristshenko hizo un gesto lleno de fatiga.
– Actúa. Pero no estoy muy seguro de que no nos vayas a comprometer.
– ¿Yo? ¿Comprometeros yo? -exclamó Lopajin irritado. -No sería tan difícil. Cuando serví en el viejo ejército y aún era joven, hacía de todo, no podía vivir sin pecar. Y en ocasiones, cuando uno se separaba de los demás para ir a casa de alguna amiguita, siempre volvía con alguna tortilla y una botellita de vodka. Pero aquí hay veintisiete hombres. No sé cómo habrá que tratar a esa mujer para que nos dé comida, no para uno solo, sino para veintisiete. Aquí, minero, es donde hay que esforzarse. Yo diría que…
– No me importa tener que esforzarme -le aseguró Lopajin con aires modestos.
21
En el oeste parecía colgar del cielo una nube blanca aureolada de rojo. Alrededor de la nube soplaba el viento ondulando la aureola que la envolvía. Por encima de la nube se dirigían en dirección norte cuatro Messerschmitt. Tras pasar las aldeas descendieron y poco después el viento trajo el típico tableteo de las ametralladoras y las explosiones apagadas.
– Por el camino están sacudiendo a alguien. Seguro que están pasando un mal rato -comentó un soldado alto y cuellilargo que pescaba cangrejos en la otra ribera del Don.
Lopajin alzó un momento la cabeza, escuchó las explosiones, no muy lejanas, y volvió a inclinar la frente. Se escupió las botas y luego, con un trozo de capote alemán, las limpió parsimoniosamente.
Bajo el tejado del granero se instaló la tropa. Se quedaron en mangas de camisa, sucios y sudorosos, y empezaron a coser los rotos de las guerreras, viejas y deslucidas. Les tocó luego el turno a los capotes y a los pantalones. A continuación intentaron arreglar el calzado. Un soldado encontró unos cuantos instrumentos de zapatero, un par de hormas e hilo. Kopytovski resultó un zapatero aceptable. Puso a sus botas unas medias suelas, lo que le valió que sus camaradas le encomendaran las suyas. Kopytovski murmuraba irritado:
– ¡Así que habéis topado con un remendón! ¡Habéis encontrado un idiota que ni siquiera cobra! ¡ Me tendré que estar aquí dándole al martillo hasta que amanezca!
Estaba sentado en un tocón, en calzoncillos (grises y desgastados) y con las piernas abiertas. Insertaba con furia cuñas de madera de abedul en unas medias suelas para las botas de Nekrasov. Éste, a su lado, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, intentaba poner un remiendo en la pernera de los pantalones de Kopytovski con una aguja torcida, tarea en la que se mostraba un tanto torpe. En sus manos iba quedando un costurón lleno de protuberancias; Kopytovski, dejando su trabajo dijo con espíritu crítico:
– Nekrasov, tú quizá tengas alguna idea de lo que es un sastre, pero careces de maña. Sólo puedes hacer atalajes para caballos, pero nada de remendar pantalones de soldados. ¡Vamos! ¿Qué manera es esa de trabajar? ¡Es una burla para los pantalones, no un trabajo! Cualquier piojo se matará si se cae por esa costura del tamaño de un dedo. ¡Eres un desgarramantas, no un sastre!
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Lucharon Por La Patria»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Lucharon Por La Patria» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Lucharon Por La Patria» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.