Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria

Здесь есть возможность читать онлайн «Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Lucharon Por La Patria: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Lucharon Por La Patria»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Lucharon Por La Patria — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Lucharon Por La Patria», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Sviaguintsev ya iba a empezar a refunfuñar pero cogió una de las rebanadas de pan que le ofrecía Lopajin y se la llevó a la boca. Con tono adormilado, habló a continuación:

– Nikolai Streltsof era un hombre de una pieza, serio e inteligente; no era como tú. Además no es cierto que me tuviera por medio loco. Nos apreciábamos mutuamente. Solíamos hablar de las cosas de la familia y de todo en general. Él sí que hubiera sido buen comandante; era una persona muy instruida, sabía hablar. Antes de la guerra era agrónomo pero su mujer le abandonó por la seriedad de su carácter. En cuanto a ti, ¿sabes qué eres? Eres un minero, tienes el alma de carbón, sólo vales para extraer carbón de la mina; y no sé para qué te han dado ese fusil que tienes entre las manos, pues disparas de cualquier manera; y por si fuera poco…

Sviaguintsev siguió hablando durante un buen rato de las virtudes de Streltsof. Al cabo de un tiempo empezaron a trabucársele las palabras, fue bajando la voz y al fin se calló. Caminó durante un rato con la cabeza gacha. Marchaba con dificultad hasta que, repentinamente, se agachó un poco y saliéndose de las filas se dirigió a la cuneta. Lopajin se dio cuenta de que a Sviaguintsev ya no le aguantaban las piernas, de que se le doblaban las rodillas, de lo que dedujo que se estaba durmiendo. Corrió a ayudar a su camarada y le sostuvo con un brazo sacudiéndole con fuerza.

– Venga, vámonos a la cola, no hay que romper la formación – le dijo amablemente.

Estas palabras sonaban tan insólitas y extrañas en boca de Lopajin que Sviaguintsev, recobrándose, le miró con atención y le preguntó:

– ¿Qué sucede, Pietia, me he quedado medio dormido?

– No, nada de medio dormido, te has dormido entero como un rocín capado con toda la impedimenta encima. Si no te llego a coger a tiempo, seguro que te caes al suelo. Tienes tanta fuerza como un caballo, pero cuando te ataca el sueño eres muy débil.

– Es verdad -reconoció Sviaguintsev-. A lo mejor vuelvo a dormirme de pie. Tú, si ves que se me cae la cabeza, dame buenos golpes en la espalda; pero con fuerza, que si no no me entero.

– No te preocupes, lo haré con mucho gusto; te pegaré bien fuerte con la culata del fusil – le prometió Lopajin estrechando a Sviaguintsev por los hombros. A continuación le pasó la petaca y le dijo -: Vamos, Vania, líate un cigarrillo a ver si se te va el sueño. Tienes un aspecto lamentable, bastante peor que si fueras un prisionero rumano.

Sviaguintsev, que seguía a Lopajin como un cordero, llevaba la petaca en la mano; miró su contenido y, con suspiro de pena, dijo:

– Aquí sólo queda tabaco para liar un cigarrillo. Toma, coge tu petaca, no quiero dejarte sin fumar. Hasta el tabaco se nos está acabando…

Lopajin le replicó en tono autoritario:

– ¡Tú fuma y no pienses! -y detrás de su severidad se transparentaba una ternura masculina que le hizo añadir-: No me da lástima pasar el último cigarrillo a un buen camarada, y también le daría la última gota de mi sangre. Tú eres un camarada como debe ser y un buen soldado, pues no te dan miedo los tanques, manejas muy bien el fusil y combates con tanto ardor que cuando caminas te tiemblan las piernas. A mí me inspiran respeto los hombres capaces de luchar hasta morir. No hay que dar tregua al maldito alemán, hay que estar dispuesto a combatir en todo momento hasta conseguir la victoria. Y para esto no sirve un mercenario con sangre fría. Así pues, Vania, fuma y que te aproveche. Además, te diré una cosa: que hagas el favor de no ofenderte por mis bromas. A mí me resulta más fácil vivir y luchar si puedo gastar bromas, ¿me entiendes?

Sviaguintsev acabó sintiéndose cercano a Lopajin gracias a aquellas últimas briznas de tabaco recibidas de un camarada en un momento duro; gracias a las expresiones amistosas que salían de boca de Lopajin, y a causa también de la profunda soledad que experimentaba Sviaguintsev desde que se llevaron a Nikolai Streltsof a un hospital en un camión que pasaba por el camino.

Cuando amaneció, los restos del regimiento se unieron a las tropas que defendían los accesos al paso del río. A aquella hora Sviaguintsev ya había cambiado de opinión en lo que a la actitud de Lopajin se refiere. Sviaguintsev, como siempre, seguía murmurando y jurando contra el duro suelo y la amarga vida del soldado; pero cavó rápidamente su trinchera y a continuación se acercó a Lopajin; con una sonrisita mal disimulada, dijo:

– Deja, ya lo haré yo. Creo que a un futuro comandante no le pega eso de cavar… -y escupiéndose en las manos, tomó la pala.

Lopajin aceptó la ayuda de Sviaguintsev con silencioso agradecimiento; pero apenas habían transcurrido unos minutos cuando comenzó a gritarle como si fuera su superior y a gastarle bromas de mal gusto. Dando codazos en las espaldas sudorosas de su nuevo amigo, le decía:

– ¡Tienes que cavar más hondo, peregrino Iván! ¿Qué es eso de trabajar como un viejo y limitarse a arañar la tierra? Tanto en la tierra como en el amor, hay que llegar a cierta profundidad; y tú, inútil, escarbas como una gallina. ¡Qué hombre tan superficial! Ahora entiendo por qué tu mujer te escribe tan poco: seguro que no recuerda nada bueno de ti, demonio colorado…

Lopajin, flaco y enjuto, cavaba con ardor y habilidad de profesional, rápidamente, sin descansar, sin perder tiempo ni para fumar. En los poros de su rostro moreno se notaba el color azulado que deja el polvo de carbón; las gotitas de sudor que lo surcaban parecían lágrimas y tenía los finos labios fuertemente apretados. Iba separando con destreza la tierra arcillosa y cuando algún pedrusco se resistía a sus esfuerzos, torcía el morro y juraba tanto que el mismo Sviaguintsev, experto en la materia, balanceaba la cabeza de lado a lado y pasándose la lengua por los labios cortados le decía con tono de reproche:

– ¡Pietia, Dios mío! ¡Hasta dónde vas a llegar! ¡No reniegues tanto! Tendrías que jurar menos y no decir palabras tan fuertes, no las sueltes sin más ni más, llega un momento en que es como si estuvieras subiendo por una escalera y no encontraras el último peldaño.

Lopajin sonrió enseñando sus dientes blancos y, con ojos brillantes, replicó:

– Hermano mío, eso depende de a quién se recuerda con más frecuencia. Por ejemplo, tú después de cada frase dices: «Dios mío, señor mío.» En cambio yo utilizo otras expresiones. Además, tú eres un patán que ha podido trabajar al aire libre, con las máquinas, y gracias a ello no tienes los nervios alterados; tú no tienes motivos para blasfemar. Pero yo soy minero y cada día sacaba el trescientos por ciento del carbón que se exigía. Y, oye, sacar un trescientos por ciento, y no con la inteligencia, sino a base de fuerza, no resulta fácil; de ahí que haya que considerar que mi trabajo era inteligente. Y, claro, me ha pasado lo que sucede a los inteligentes, que los nervios de la inteligencia se me han desbaratado. Por eso blasfemo de vez en cuando, para templarme los ánimos. Y si tu educación refinada no te permite escuchar mis palabras, pues te tapas los oídos con algodón. Es lo que solían hacer en tiempos de paz los artilleros para no quedarse sordos por los estampidos del cañón; dicen que les daba buen resultado.

En cuanto sus posiciones estuvieron preparadas, a Lopajin se le ocurrió la idea de unir ambas trincheras por medio de un pasadizo. Pero Sviaguintsev, que estaba ya extenuado, protestó enérgicamente:

– ¿Pero tú qué te crees, ¿que vas a pasar aquí todo el invierno? Lo que es yo, no tengo ninguna intención de seguir cavando.

– No es que piense pasar aquí el invierno, pero es impepinable que tenemos que parapetarnos mientras los demás pasan el río. ¿No te has fijado en la cantidad de material que había en el paso del río? ¡Había muchísimo! No se puede permitir de buenas a primeras que todo eso caiga en manos de los alemanes; has de saber que mi conciencia no me lo permite. ¿Entendido? – dijo Lopajin con seriedad insólita en él.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Lucharon Por La Patria»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Lucharon Por La Patria» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Lucharon Por La Patria»

Обсуждение, отзывы о книге «Lucharon Por La Patria» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x