Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria
Здесь есть возможность читать онлайн «Mijail Shólojov - Lucharon Por La Patria» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Lucharon Por La Patria
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Lucharon Por La Patria: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Lucharon Por La Patria»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Lucharon Por La Patria — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Lucharon Por La Patria», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Nikolai se recuperó cuando los aviones enemigos habían efectuado ya dos pasadas lanzando su cargamento de bombas y la infantería alemana se preparaba para el tercer ataque aproximándose a la línea defensiva para dar el golpe final.
Alrededor de Nikolai la lucha estaba al rojo vivo. Los escasos soldados que quedaban en el regimiento aguantaban con sus últimas fuerzas; su fuego se había debilitado, quedaba poca munición para la defensa. Por el flanco izquierdo se lanzaban granadas y los supervivientes se preparaban a recibir a los enemigos con la bayoneta calada. Nikolai, medio cubierto de tierra, permanecía en el fondo de la trinchera como un bulto inerte, respirando trabajosamente; cada vez que expelía aire, su mejilla rozaba el suelo de la trinchera. Sangre tibia y cosquilleante manaba de su nariz. Al parecer hacía tiempo que le salía, pues la sangre se había secado en su bigote y en sus labios. Nikolai se pasó la mano por el rostro y se incorporó un poco.
Unas violentas náuseas le tumbaron de nuevo. Pronto se le pasó. Se levantó, miró con ojos turbios y lo comprendió todo: los alemanes estaban muy cerca.
Los brazos, debilitados, le dolieron durante mucho tiempo. Nikolai empezó a colocar municiones en el peine mientras intentaba incorporarse, pero sólo pudo ponerse de rodillas. La cabeza le daba vueltas. El olor agrio de lo que había devuelto le mareaba todavía más. Pero superó las náuseas, los mareos y la debilidad que le invadía y se puso a disparar, ajeno a cuanto sucedía a su alrededor. Crispaba fuertemente los labios, teniendo presentes sus dos deseos más poderosos: ¡vivir y luchar hasta el fin!
Transcurrieron minutos que le parecieron horas. No se dio cuenta de que tres K.V. amigos, procedentes del sur del precipicio, se echaban sobre los vehículos alemanes. Iban acompañados de una brigada de infantería motorizada. Tan ofuscado se hallaba que no acertó a comprender por qué los alemanes, tendidos a unos cien metros de sus trincheras, dejaban de disparar y retrocedían arrastrándose, para luego levantarse y correr en desbandada, pero no hacia atrás, sino de norte a sur, hacia el precipicio.
Caían por la pendiente como hojas de color gris verdoso recogidas e impulsadas por un fuerte viento. La mayoría de ellos caía, se confundía entre las hojas y ya no volvía a levantarse.
Cuando Sviaguintsev, el teniente Golostchiekov y otros soldados saltaron por encima del embudo que había hecho una bomba, pasando junto a Nikolai, éste comprendió lo que ocurría al fijarse en sus rostros pálidos de furia y llenos de alegría. En su garganta rugió algo ronco, pues también quería, como los demás, gritar con fuerza; como había hecho en otros tiempos, deseaba también saltar y correr con sus camaradas. Pero sus miembros, débiles y sin fuerza, cedían y él se arrastraba por el borde de la trinchera. No pudo salir de ella. De su nariz manaba una sangre tibia y cosquilleante. Nikolai se apoyó en el parapeto destrozado y, con rabia y desesperación, se puso a llorar por su propia impotencia y porque la suerte le había vuelto la espalda. Habían resistido en la colina, la ayuda había llegado a tiempo y el maldito enemigo huía por tercera vez.
No llegó a ver cómo Sviaguintsev y algunos soldados más atacaban con las bayonetas a los alemanes que huían; no llegó a ver cómo el sargento Liubchenko se apartaba de la tropa caminando lentamente con el pie herido, mientras sostenía con una mano la bandera sin desplegar y aguantaba fuertemente con la otra la ametralladora; no pudo tampoco ver cómo el capitán Sumskov salía arrastrándose de su trinchera, destruida por una bomba. Apoyado en el brazo izquierdo, el capitán se dejaba caer por la vertiente siguiendo a sus soldados. Tenía el brazo derecho destrozado y la guerrera, hecha harapos, estaba empapada de sangre. De vez en cuando se tumbaba sobre el hombro izquierdo, descansaba y seguía arrastrándose. Estaba pálido como un muerto, tenía el rostro completamente blanco y, no obstante, continuaba avanzando, mientras echaba hacia atrás la cabeza para gritar con vocecita infantil:
– ¡Aguiluchos! ¡Adelante, adelante, amigos míos! ¡Dadles su merecido!
Nikolai no pudo ver nada de esto. En el tenue firmamento nocturno acababa de iluminarse la primera estrella temblorosa y tintineante. Pero para él ya se había hecho la noche cerrada, con una pérdida de memoria prolongada y pacificadora.
8
Durante toda la noche ardieron siniestramente enormes campos de trigo maduro incendiados por las bombas alemanas. Durante toda la noche resplandeció el fuego, inmóvil y tremolante a la vez. Al resplandor de la estepa iluminada por la guerra se añadía la luz ambigua y engañosa de la luna menguante, muy débil y que en cierto modo parecía innecesaria.
El viento iba empujando el humo de los incendios hacia el este, de modo que acompañaba continuamente a la tropa en su retirada hacia el Don, persiguiéndolos como un mal recuerdo. Kilómetro tras kilómetro, Sviaguintsev iba sintiéndose cada vez más triste en el fondo de su corazón, como si aquel aire venenoso y amargado por el humo le afectara tanto al alma como a los pulmones.
Las unidades de protección de retaguardia seguían su marcha hacia el río; los refugiados, en carros repletos de trastos, avanzaban a los lados del camino. Los tanques tronaban, chirriaban sus cadenas y todo se envolvía en un polvo dorado. Los rebaños de corderos de los distintos koljoses en su camino hacia el Don se perdían por la estepa confundidos por los tanques, desperdigándose en la noche oscura. Aquí y allá se oían las pisadas veloces de las pezuñas, los sollozos de las mujeres y los lloros de los niños, que iban empujando los rebaños tratando al mismo tiempo de contenerlos para que no se desperdigaran.
Sviaguintsev dio un rodeo para evitar un grupo de vehículos parados en medio del camino y, junto a la cuneta, arrancó una espiga que había sido calcinada por el fuego y la miró fijamente. Era una espiga granada y rica, a punto de estallar. Era trigo de la variedad memyanopus. Tenía las puntas quemadas y la piel que cubría el grano estaba abierta por el calor; toda la espiga estaba lamentablemente desfigurada por el fuego y desprendía un intenso olor a humo.
Oliendo aquella espiga, Sviaguintsev murmuró:
– ¡Cómo te has ahumado, pobrecita! Hueles a humo como un gitano. ¡Y la culpa es del maldito alemán!
Apretando la espiga entre los dedos, sacó los granos, los sopló, se los pasó de una mano a otra y se los llevó con todo cuidado a la boca intentando que no se le cayera al suelo ninguno. A continuación los masticó y luego suspiró tres veces.
En los larguísimos meses que llevaba en el frente, Sviaguintsev había conocido muchas muertes, muchas desgracias generales y muchos sufrimientos personales. Había visto incendios, pueblos arrasados, fábricas destruidas, ruinas y chatarra donde poco tiempo antes había pueblos hermosos. Había visto los campos fértiles aplastados por los tanques y destruidos por el fuego. Pero lo que no había visto durante toda la guerra le tocaba verlo aquel día: grandes extensiones de la estepa, cubiertas de trigo, entregadas al fuego destructor. Esto le angustiaba en el fondo de su corazón. Marchó durante un buen rato conteniendo los suspiros de su pecho. A la luz del atardecer contempló los campos calcinados por el enemigo; de cuando en cuando arrancaba una espiga de cebada o de trigo salvada del fuego, en la cuneta misma, y pensaba en la mucha riqueza, en los muchos bienes pertenecientes al pueblo que se echaban a perder inútilmente; meditaba en la crueldad de la guerra que sostenían los alemanes contra todo lo que tuviera una apariencia de vida.
En ocasiones descansaba su mirada en trozos de terreno coloreados de verde; allí había girasol y maíz que no había sufrido la acción del fuego. Pero a ambos lados del camino pronto volvía a extenderse la calcinada tierra, triste y oscurecida en su desgracia; a Sviaguintsev le producía lástima mirarla.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Lucharon Por La Patria»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Lucharon Por La Patria» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Lucharon Por La Patria» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.