Juan Sasturain - Manual De Perdedores

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan Sasturain - Manual De Perdedores» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Manual De Perdedores: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Manual De Perdedores»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

No me ha gustado este libro tan mentado. Sasturain es un personaje, y a veces se lo ve actuando en fotonovelas para revistas literarias coloridas. Le entré con mucha expectativa, pero pronto me cansé. Tal vez el esfuerzo de mantener el libro abierto (la encuadernación de Sudamericana no tiene parangón), o lo simplón de la trama. Tal vez la hilaridad que despierta leer las proezas físicas de un jubilado municipal, o ese esfuerzo por hacer de la historia algo cotidiano. Si bien hay algunos hallazgos en la escritura, no llegué a leer la segunda historia. Ya me pudrí cuando la misma se insinúa al final de la primera. De todas maneras, pueden hacer la prueba. Tengo dudas sobre el abandono de las lecturas, pues a veces me ha pasado que retomé un libro varios años después del abandono, y me pregunté por qué había dejado una obra que ahora me gustaba. El libro está en las mesas de saldo de los supermercados a $6 (sí, seis pesos).
Sólo para mi vanagloria: comenzado el 1º de noviembre y abandonado al día siguiente.

Manual De Perdedores — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Manual De Perdedores», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Sanjurjo.

– Sí.

136. Uñas comidas

Un levísimo estremecimiento de orgullo, equívoca e inútil vanidad, sacudió las entretelas del veterano.

Al Gran Bolita se le había perdido un papelito y decía que Etchenaik lo tenía. ¿Sí señor? No señor. Pues entonces ¿quién lo tiene?

– Así que el Gran Bolita, el capo Fredy Sanjurjo se tuvo que poner el piloto y agarrar la metralleta para ocuparse de este chanta… -reflexionó-. Y al pedo nomás…

– ¿De qué estás hablando?

El veterano explicó una historia de días en minutos; convirtió una madeja enrevesada en un ta-te-ti, juego de niños.

– Yo entiendo todo menos por qué pasan las cosas, los motivos por los que las víboras se muerden -concluyó, inocente y modesto como buen tramposo.

– Mi idea es que la guerra entre Berardi y Justina empieza de salida nomás. Ella no lo quiso nunca y él lo supo inmediatamente. Tal vez se lo planteó de frente: vas a tener guita pero dejame hacer mi vida; y nunca se encamaron. Aunque el negocio le convenía no se lo perdonó nunca, por orgullo de macho; cuando descubrió las cartas y tuvo pruebas de lo de Sanjurjo, la apretó con revelárselo al viejo Huego primero, al pibe después… Eso puede ser -argumentó Sayago.

– ¿Ella fue amante de Sanjurjo después de casada?

– No sé. Lo que sí, que cuando murió el viejo comenzó la guerra total. Se separaron y los dos usaron al pibe para extorsionarse. El abogado se juntó con ella, es aliado natural de Sanjurjo…

– Gracias, Negro.

Etchenaik se puso de pie y miró alrededor. Era como si hubiera estado lejos de allí durante mucho tiempo y regresara de improviso. El viejito de la cama de al lado ya no estaba. Se habría volado y el pelado lo andaría buscando por otras salas o en los pisos altos; los jugadores de truco ahora estaban tomando mate y escuchaban el partido.

– Me voy a ir -dijo mirando su reloj-. ¿Necesitás algo?

Sayago lo miró repentinamente serio.

– ¿A qué hora venís a buscarme mañana?

– Lo antes que pueda. Bien temprano -lo palmeó con cuidado-. Chau y gracias, Negro.

El otro cerró los ojos asintiendo, resignado y sólo. Totalmente jugado, pensó Etchenaik.

Se apartó de la cama, dio unos pasos, pero volvió junto a la mesita de luz y dejó unos billetes junto al revólver.

Llegó temprano al Ibérico. Eran las seis menos diez en el reloj de atrás del mostrador. Se sentó en la mesa del rincón, junto a la ventana de Uruguay.

Pidió una cerveza, maníes. En las páginas finales de su agenda y con un marcador mocho, escribió nombres, fechas, flechitas, implicaciones. Parecía el plan de una novela de múltiples personajes que se entrecruzaron caprichosamente, actores que realizaban más de un papel, motivaciones que arrastraban décadas de rencor, venganzas ralentadas hasta el sinsentido. Y aunque tenía muchos nombres y fechas y lazos firmes, seguros, sentía que todo era solamente un simulacro.

– Hola.

Había venido caminando seria y tranquila entre las mesas, con la serenidad del que llega tarde y sin apuro porque vino para quedarse. Los vaqueros descoloridos, la remera amarilla, la carterita de larga correa, la cara limpia y el pelo verdadero y suelto.

– Hola -repitió ella parada junto a la mesa-. ¡Qué entretenido!

– Hola, Cora. Sentate.

Se turbó un poco, le miró el pecho suelto. Agarró un maní. Ella dejó la carterita en el respaldo y se sentó en la punta de la silla, las manos apenas metidas en los bolsillos. Sonrió.

– ¿Ya te vas? -dijo Etchenaik mirándola a los ojos.

– No -sonrió otra vez-. Tengo tiempo.

Arrimó un poco la silla y puso las manos sobre la mesa. Tenía un anillito fino, la piel tostada, las uñas comidas.

– Bueno -dijo Etchenaik repentinamente entero-. ¿Qué pasa?

137. Salvavidas

Esa minita que estaba frente a él tenía poder. Tenía vaqueros gastados, remera amarilla, una carterita con direcciones tal vez en clave y secretos, muchos secretos que le daban poder y misterio sobre él.

– Lo llamé en un impulso. Nadie sabe que estoy acá -dijo ella.

– El poder nace del misterio, de la ignorancia y del miedo -dijo Etchenaik.

Dos muchachos entraron por la puerta opuesta, lejana, los miraron largo, dejaron de mirarlos y se sentaron a algunas mesas de distancia. Etchenaik sintió que todo lo que conversaran con Cora, lo que ella dijera y él creyera o no, estaría entre paréntesis, condicionado por las miradas de esos dos, por los reparos, la desconfianza más normal y desgraciada.

– Esos tipos vienen con vos.

– ¿Cuáles?

– Atrás, a tu derecha.

Cora se dio vuelta y devolvió la cara.

– No los conozco. No los traje yo, ni de cola… Sé cuidarme.

– Yo no. ¿Qué es lo que pasa?

Las uñas treparon a la boca despintada, esbozaron una travesura tramposa.

– Le vengo a tirar un salvavidas, Etchenaik. Aunque me verdugueó el otro día en el auto, al final me salvó. Pude zafar gracias a usted. Nobleza obliga, dicen ustedes.

– No viene al caso. Tampoco corresponde el salvavidas. Sé nadar en aguas abiertas, me muevo bien entre corrientes y correntadas de un lado y de otro. El día que necesite un salvavidas no me meto en el agua.

Cora bajó la mirada, sacó cigarrillos de recorrer un largo camino y encendió, con pausa de veterana.

– Conmigo va dulce y con anestesia; la otra no se la garantizo. Son solamente papeles, Etchenaik. Siempre son papeles que cambian de mano y nada más; y Vicente, claro.

– Yo ya no tengo nada. Ni en el bolsillo ni en la cabeza. Los papeles los tiene, desde anoche, la gente de la droga. Y de Vicente, nada.

– Hay algo más -dijo sin oírlo, sin creerle.

– No, que yo sepa.

– Dos motivos para que usted me haga caso. Uno es que al venir a verlo le regalo tres horas, la posibilidad de escapar. Solamente tiene que darme los papeles que faltan. La otra razón es que no le perdonaron lo de Boedo. El Chamaco es importante para nosotros, hubo que levantar todo, movilizar mucha gente por su culpa. Y ésa se arregla con «pum» y a la zanja.

Dijo «pum» como diría «pis», como diría «chau», pensó Etchenaik. Pero no dijo eso ni otra cosa ni se defendió o contraofertó en ese remate de su vida. La miró.

– ¿Cuántos años tenés, Cora?

– ¿Cómo?

– ¿Cuántos años tenés?

– ¿Qué tiene que ver?

– ¿Veintidós?

– Veintitrés.

Etchenaik alisó las arrugas que tenía el mantel de su lado. Miró la mesa de los ostensibles cuidadores, guardianes o verdugos o las dos cosas y repentinamente se sintió muy lejos de ahí mirándose, mirándolos a ellos, a esa piba de remerita amarilla que decía «pum» en lugar de «pis».

– Tomá algo, Cora -ella hizo un gesto de impaciencia-. Te agradezco y entendí lo que me ofrecés pero hay otras cosas que tenés que saber y que contestar. Por ejemplo, y no te enojes, a mí me interesa el hecho de que te comas las uñas…

Ella se retrajo, no supo qué pasaba. Él se burlaba torpemente de la zanja con un humor literario, agresivo; el viejo se ablandaba tal vez, sólo faltaba que le diera consejos, le pusiera una huesuda y estúpida mano en el hombro o la cabeza.

Y la mano llegó, pero al brazo. Lo retuvo bruscamente:

– Yo he sido policía, pendeja -dijo opacamente-. Y dejé de comérmelas cuando me fui.

138. A toda orquesta

Ella sonrió, no estaba sorprendida. Tanto rigor en los dedos que le apretaban el brazo eran el síntoma de la debilidad, de la blanda confesión presuntuosa que sé avecinaba.

– ¿Qué te pasa ahora? -lo paró-. Supusimos que eras cana desde el principio.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Manual De Perdedores»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Manual De Perdedores» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Manual De Perdedores»

Обсуждение, отзывы о книге «Manual De Perdedores» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x