Chris miró esta vez hacia la pantalla de la imagen microscópica. Pudo observar la representación ósea fuertemente ampliada como una estructura que oscilaba entre lo claro y oscuro. Asimismo pudo reconocer pequeños anillos enormemente ampliados.
– Y entre los canales longitudinales se encuentran otros transversales. Un sistema muy sofisticado. ¡Una obra milagrosa!
Parecía que el hueso estuviera compuesto por muchas partes incompletas ensambladas entre sí. A Chris, la estructura le recordaba las vigas y travesaños de una cabaña a la que le faltaba cierta precisión. Tanto era así que no era capaz de percibir una estructura definida. Los tubos parecían estar dispuestos en el hueso de forma irregular.
– Discurren a través del eje longitudinal del hueso. Siempre en dirección a la presión exterior.
Chris miró hacia un lado. Su amigo de juventud se encontraba ahora en su elemento. Entregado por completo a la investigación, ligeramente inclinado hacia delante, las manos apoyadas sobre la mesa, parecía olvidarse de todo lo que le rodeaba.
– Constan de una longitud de entre diez y veinte milímetros, con un diámetro de entre 150 y 200 miera -Wayne Snider miró fascinado hacia la pantalla-. Los osteones, a su vez, se componen de hasta veinte capas compuestas por espirales paralelos de fibrillas de colágeno de tipo I, y estas fibrillas recorren las capas vecinas de forma opuesta a…
– Wayne, para ya con tu palabrería científica -interrumpió Jasmin Persson, riéndose, cuando se dio cuenta de las miradas incrédulas de Chris.
– Eso es -Chris contempló a la sueca lleno de gratitud. «No hay de qué» parecía decir la mirada de ella-. ¿Qué importancia tienen?
– Al menos deberías conocer su función -Snider meneaba la cabeza-. Parece ser que no te han enseñado mucho durante tus estudios técnicos de criminología.
– Son los responsables principales de la densidad en los huesos -la voz de Jasmin Persson sonaba suave y aterciopelada, y a Chris le recorrió de repente una sensación de miedo por el cuerpo-. Se encuentran en constante reconstrucción. Al cambiar las condiciones de presión en el hueso, como por ejemplo en el caso de una herida ocasionada por una rotura, los osteones se adecúan a través de su reconstrucción.
– Así que uno tiene que romperse un hueso para que se inicien cambios en su estructura -sentenciaba Chris.
– Los huesos están expuestos a constantes cambios de presión -respondía Wayne paciente-. A partir de la edad de los treinta años, los huesos comienzan a retraerse lentamente. Eso, por sí solo, ya provoca cambios en la presión. El tejido óseo es reconstruido constantemente. Con el paso de los años, se va formando por lo tanto una estructura única y característica.
Chris miró de nuevo las pantallas. La estructura era claramente visible. Sin embargo, entre cada uno de los osteones había una masa que no era capaz de catalogar.
– Se trata de capas residuales -dijo Jasmin Persson, quien le observaba de forma divertida-. Se forman durante la reconstrucción de los osteones, constituyen prácticamente los restos. Imagínese una especie de residuos que rellena la cavidad entre los osteones.
– No he entendido ni una sola palabra -recriminaba Chris, elevando las manos en señal de capitulación-. No soy capaz de determinar si se encuentran ordenados o repartidos al azar, o si son de origen animal o humano.
Snider continuaba con la mirada clavada en las imágenes, mientras palpaba repetidas veces con la punta de los dedos la pantalla de la imagen fuertemente ampliada.
– Parecen estar más bien al azar… sin embargo,… pueden parecer estar asimismo ordenados, pero…
– Un hueso humano.
– No somos expertos en huesos -resumió Wayne Snider-. ¿Qué opinas tú, Jasmin?
– Neandertal, ¿no es así? -los ojos de Jasmin centellearon-. Realmente no lo sé.
* * *
Estaban sentados de nuevo en la oficina de Snider.
– Me había esperado una respuesta inequívoca.
– Lo supongo. Pero te avisé antes. No somos expertos en esta materia. Además, tú mismo deberías saber lo difícil que resultan estas pruebas.
Chris asentía con la cabeza. A pesar de que el arte de la investigación anatómica se apoyaba desde hacía tiempo sobre unas bases más que sólidas, los forenses del servicio técnico criminológico nunca se aventuraban a realizar dictámenes precipitados. Especialmente, a falta de pruebas de tejido.
– Naturalmente, uno podría asegurarse a través de un análisis de ADN. De esta forma se podría averiguar la estructura completa de este ser vivo que vagó con sus huesos sobre la faz de la tierra. No en vano, tu intento de acudir a Leipzig era totalmente correcto.
– Vosotros podríais analizar también aquí el ADN. ¿Lo harías?
– Si pudiéramos averiguar a través de una comparativa que se trata de un hueso de Neandertal y que su ADN no reviste diferencias con respecto al ser humano de hoy, entonces destaparíamos una gran noticia -Snider soltó una gran carcajada. Sus ojos brillaban y su amplia sonrisa hizo que apareciera como por arte de magia un soplo de indolencia juvenil en las facciones de su cara. Chris vio centellear por un instante al Wayne Snider de antaño-. No te dejes embaucar por mí -dijo Snider al reírse una vez más-. Svante Pääbo, a través de sus pruebas de ADN, constató justo lo contrario. El ADN de los Neandertales y el del hombre moderno son tan equidistantes, que los Neandertales jamás pudieron haber sido nuestros ancestros; cosa que hasta entonces habían promulgado ciertos científicos.
– En cualquier caso, con una prueba de ADN sabría más que ahora. ¿La harás?
– Piensas que es algo que se pueda hacer sin más, ¿verdad? Sin embargo, no es así. Aislar el ADN del material a analizar significa tener que provocar una división de las células, desenmarañar la cromatina… Disponemos de los aparatos para ello.
– Pues eso.
– ¿Debo hacer un inciso a nivel de los cromosomas, cuando averigüe que existen setenta y ocho, y que por lo tanto el hueso proviene de un perro? ¿O debo analizar asimismo el núcleo de la célula o el ADN mitocondriaco, en el caso de que sean cuarenta y seis?
Ambos callaron.
Snider asentía finalmente con la cabeza.
– Una cosa te la adelanto desde ya: no te prometo que funcione. Cuando veo cómo transportas el hueso en tu bolsa de algodón, envuelto en papel que suele encontrarse en cualquier retrete de carretera de este mundo… cualquier científico se llevaría las manos a la cabeza.
– Lo sé, mi primera clase en estudios técnicos de criminología… lo sé. -Impurezas. Restos de ADN de todo aquel que haya tocado el hueso. Una sola célula de cualquier piel, y la prueba no sirve.
– ¿Te queda alguna mala noticia más que darme? -Chris se reía. Sabía que cuando su amigo de juventud comenzaba con este tipo de argumentos, estaba a punto de embalarse.
– Normalmente, el ADN se va descomponiendo con los años una vez muerto el organismo. El ADN constituye una larga molécula compuesta por aminoácidos, y por lo tanto, es vulnerable al agua y al oxígeno. Tan solo si las circunstancias de conservación han sido las más adecuadas, este proceso de descomposición puede haberse detenido lo suficiente como para extraer un ADN intacto, o al menos algunas partes de él. ¿Se han conservado los huesos en un lugar seco?
– Conmigo, al menos, sí -contestó Chris-. Mi padre los había conservado en un cofrecillo, y yo no los he mojado nunca.
Snider asentía con la cabeza a modo de aprobación.
– Está bien…
– ¿Podría esperar por el resultado del análisis? -preguntó Chris ilusionado.
– Si tienes tiempo -Snider agitaba los hombros-. Llevará varios días. Primero tenemos que preparar algún material procedente de uno de los huesos. Solo unos pocos gramos para luego molerlos muy bien. Esta harina ósea se humedecerá con una solución salina mezclada con fosfato, y a continuación se pipeta para proceder a realizar la lisis celular. Después se deja crecer todo hasta disponer del suficiente material para poder estudiarlo. Lo alimentaremos con un suero compuesto por sacárida y aminoácidos. Más adelante, interrumpiremos la división celular con derivados de colquicina. Siempre y cuando crezca… pues solo durante la división celular los cromosomas se agruparán de tal forma que podremos descubrir los secretos que esconden. Los lanzaremos varias veces por la centrifugadora, los empaparemos y colorearemos con una mezcla de metanol y acetato para que los podamos distinguir. Así es como hay que hacerlo, y no al tuntún. No se trata simplemente de colocar una rodaja de manzana debajo del microscopio. ¿De acuerdo?
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