César Vidal - Artorius

Здесь есть возможность читать онлайн «César Vidal - Artorius» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Исторический детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Artorius: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Artorius»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Britannia, amenazada por la caída del Imperio romano y por el avance de los bárbaros, ve nacer la leyenda artúrica a través de la historia real del rey Artorius.
A fines del siglo V d.C., el Imperio romano agonizaba a causa de su decadencia interna y las embestidas bárbaras. Cuando Roma se desplomó, no fueron pocos los que pensaron que su civilización debía ser salvada de aquellos que pretendían aniquilarla. Entre ellos, se encontraba un oficial romano llamado Lucius Artorius Castus, que en la lejana Britannia decidió mantener la ley, el orden y la justicia frente a los invasores. Sus gestas prodigiosas darían lugar, con el paso del tiempo, a las leyendas artúricas.
Artorius es la novela sobre la vida real del Arturo histórico contada por el enigmático personaje que mejor lo conoció y que en los relatos míticos siempre figuró a su lado. Pero también es una narración en la que se analizan temas eternos como el amor y la lealtad, el cumplimiento del deber y la defensa de la civilización, la magia y la fe, o la preservación de la cultura y la búsqueda de la Verdad eterna.
Escrita de manera atractiva, subyugante y documentada, como corresponde al estilo literario de César Vidal, Artorius es una novela que nos conduce a las raíces del ciclo artúrico y que, al tiempo, nos recuerda que no somos tan distintos de aquellos que nos precedieron tantos siglos atrás.

Artorius — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Artorius», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Descansa, domine -dije mientras buscaba su mano y, al encontrarla, descubría que se trataba de algo más parecido a la pata sin vida de una gallina escuálida que a la fuerte extremidad de un legionario veterano.

– No… no me puedo permitir descansar… pronto… pronto descansaré del todo… Físico, tenías razón… físico, ¿qué debo hacer ahora?

Por unos instantes, no supe qué decir. En realidad, fue como si Aurelius Ambrosius se hubiera dirigido a otra persona y yo no pasara de ser un mero espectador de un diálogo ajeno. Respiré hondo. En otro tiempo… sí, antes de los años pasados con Vivian en la isla de Avalon, seguramente hubiera sentido en mi interior aquel calor fuerte e impetuoso que me indicaba lo que debía decir. Pero ahora… ¿qué podía yo decirle al Regissimus que tuviera alguna utilidad? De nuevo, el sentimiento de amarga culpabilidad que apenas acababa de disiparse volvió a cernirse sobre mí provocándome una desagradable sensación en la boca del estómago. ¿Por qué me había conducido Dios hasta allí? ¿Para mostrarme hasta qué punto mi pecado era intolerablemente grave?

– Voy a morir y mi descendencia… mi descendencia es una niña pequeña que no puede sustituirme al mando de estas tropas… Físico… ¿quién va a sucederme? Dímelo…

Se me llenaron los ojos de lágrimas al escuchar aquellas palabras. ¿Cómo podía yo prestar ningún tipo de ayuda a aquel moribundo? En otro tiempo, en otra ocasión…, pero ahora, ¿qué podía yo hacer ahora? Aparté el rostro no para librarme de una hediondez pegajosa que apenas sentía ya, sino para que, en medio de aquella penumbra, no pudiera captar la enorme pesadumbre que se había apoderado de todo mi ser.

– Le he pedido muchas veces a Dios que regresaras -continuó-. Ha escuchado, al final, mis oraciones. Dímelo ahora, físico, dímelo, te lo suplico. ¿Quién ha de ser el nuevo Regissimus?

Permanecí en silencio. En otro tiempo no tan lejano, el Regissimus Britanniarum había sido un hombre importante. Primero, fue el representante militar de la autoridad de la Roma imperial; luego, la encarnación visible de la inquebrantable esperanza de que los emperadores enviarían refuerzos en la lucha contra los barbari. Ahora, sin embargo, no pasaba de ser un pobre agonizante, envuelto en la fetidez más insoportable y recluido en una casamata a punto de desplomarse por su propia podredumbre. ¿Qué podría ser un nuevo Regissimus? ¿El caudillo de un ejército exangüe formado por ancianos y mozalbetes, de unas tropas que, quizá, por su propia incapacidad no habían pensado siquiera en derribarlo como habían hecho en los siglos precedentes tantas legiones con sus mandos?

– Regissimus -dije por fin-. ¿Dónde está el resto de tus hombres?

Aurelius Ambrosius respiró hondo, pero seguramente antes de que la bocanada de aire entrara del todo en su cuerpo un golpe de tos lo sacudió tensándolo como una cuerda. Temí que aquél resultara su último estertor, pero no fue así. Unos silbidos siniestros salieron del pecho del Regissimus y luego, como si hubiera recuperado un hálito mínimo, dijo:

– Son pocos, físico. Ni sombra del pasado, pero… pero están dispuestos a luchar… los barbari de Hibernia… desembarcaron en nuestras costas… han ido a combatirlos…

¡Hibernia! ¡Dios santo! Aquella isla se encontraba al otro lado del mar ignoto. Ni siquiera había formado parte del imperio. ¿También sus habitantes estaban al corriente de cuál era nuestra situación? ¿Hasta tal grado de debilidad habíamos llegado que era conocida mucho más allá de los límites del mundo civilizado y de los barbari que se rebullían en sus fronteras? Bueno, al menos, reaccionábamos todavía.

– ¿Quién está al mando de las tropas? -pregunté.

El Regissimus volvió a toser y luego, mientras la voz le brotaba trabajosamente en medio de temblores sibilantes, susurró:

– Ar… Artorius…

¡Artorius! ¡Dios santo! No había recordado a Artorius en todo aquel tiempo. El descendiente de Lucius Artorius Castus, el miembro de una estirpe de guerreros al servicio de Roma, el hijo de una familia en la que había britanni y romanos…

– Tengo una respuesta para ti -afirmé con una serenidad firme que a mí mismo me sorprendió-. Tu sucesor debe ser Artorius.

La mano del Regissimus se aferró a mi diestra con una fuerza inusitada de la que no le hubiera considerado capaz.

– ¿Estás seguro de lo que dices, físico? -indagó con un hilo de voz.

¿Lo estaba? No llegué siquiera a preguntármelo. Antes de pensar mínimamente en la respuesta, me escuché respondiendo:

– Sí, sin la menor duda. Debes adoptar a Artorius para que pueda ser el próximo Regissimus.

Estaba seguro de que Aurelius Ambrosius había entendido lo que acababa de decirle. Los emperadores habían recurrido profusamente a la adopción para asegurarse un sucesor digno de confianza. Trajano, Adriano, Marco Aurelio… todos habían sido adoptados por un hombre que creía más en la nobleza de la competencia que en la de la sangre. En este caso sólo existía una diferencia, de manera que añadí:

– Pero Artorius no podrá ser sucedido por alguien de su estirpe. Su heredero deberá pertenecer a tu familia. Sólo así sabrá que no es un rey, sino un simple servidor de Dios y de sus hermanos, los que deben ser defendidos de los barbari.

– Físico…

– Lo que te digo debe quedar consignado por escrito -interrumpí al moribundo-. Ese testamento no será discutido por nadie porque yo lo respaldaré, porque es conforme al ius romanum y porque lo suscribirán dos testigos escogidos de entre tus propios hombres.

Aurelius Ambrosius calló durante unos instantes. No podía ver su rostro, pero imaginaba la sorpresa que se había apoderado de él. Sin embargo, nada de eso me importaba. Como antaño, en mi interior ardía un fuego irresistible que devoraba cualquier objeción o contratiempo. Mi única misión era comunicar el mensaje y no preocuparme de nada más.

– Fí… físico… -comenzó a decir el Regissimus-. Que se haga lo que acabas de decir.

En otros tiempos, en los tiempos en que Roma era una potencia altiva y pagana cuyas águilas dominaban el mundo, el cadáver de Aurelius Ambrosius hubiera sido quemado sobre una inmensa pira funeraria a la vista de sus hombres. Pero el cristianismo había demostrado su enorme superioridad sobre la creencia en múltiples dioses y, por añadidura, Roma había dejado de existir. Por ello, el Regissimus Britanniarum fue sepultado humildemente en uno de los escasos lugares donde los britanni aún se agrupaban como seres humanos, y no como cerdos en cochiquera. Siguiendo su última voluntad, ni siquiera se le dio tierra con su coraza desgastada o sus armas, otrora impresionantes. Por el contrario, aquella limitada panoplia fue dejada a su sucesor y el cadáver, tras ser lavado a conciencia bajo mi supervisión directa, fue modestamente envuelto en un humilde lino de color hueso. Tampoco hubo ejecuciones de esclavos -como en los funerales del héroe Patroclo- ni se ofrecieron banquetes o representaciones de teatro. Tan sólo un presbítero joven y asustadizo recitó algunas oraciones encomendando al soldado a la misericordia inmerecida del Señor que creó el mundo y luego se hizo hombre para redimirlo.

Recuerdo, como si ahora mismo lo estuviera viendo, la manera en que aquel cuerpo devorado durante años por la enfermedad fue colocado en una pequeña oquedad excavada detrás de una diminuta iglesia. Llovía y aunque sé que no pasa de ser una estupidez no pude dejar de pensar en algún momento que el agua podría llevarse aquellos restos empapados o incluso disolverlos. No sucedió ninguna de las dos cosas. Al menos, mientras dos legionarios de aspecto cansado arrojaban tierra, similar a aquella de la que habíamos sido creados, sobre el antiguo Regissimus. Mientras veía desaparecer de la vista a Aurelius Ambrosius no pude evitar apretar contra mi pecho su última voluntad. En aquellas líneas escritas de mi puño y letra nombraba sucesor a Artorius aunque supeditaba tal decisión a dos condiciones. Una, que los restos de las antaño poderosas legiones lo aceptaran como tal; la otra que Artorius se comprometiera a nombrar, a su vez, sucesor a un descendiente de Aurelius Ambrosius.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Artorius»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Artorius» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Artorius»

Обсуждение, отзывы о книге «Artorius» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x