INTRODUCCIÓN
Primer capítulo:
La recepción de la poesía hermética de Dávila Andrade
La periodización como punto de partida
Lecturas formalistas
Lecturas biográficas y esotéricas
Lecturas en contra o a favor del hermetismo
Segundo capítulo:
El lugar de la poesía hermética de Dávila Andrade
En torno a la excentricidad
El hermetismo en la lírica moderna
Tercer capítulo:
Una lectura de la poesía hermética de César Dávila Andrade
En un lugar no identificado
Conexiones de tierra
La corteza embrujada: síntesis de la poética del hermetismo
Poesía de El Gran Todo en polvo
Conclusiones:
La Palabra perdida
BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
Cerca de la mitad de la obra poética de César Dávila Andrade (Cuenca, 1918-Caracas, 1967) ha sido calificada de hermética y, con ese adjetivo, marginada del canon de la poesía ecuatoriana: de un conjunto total conformado por 170 poemas conocidos, 69 constan en las últimas cuatro colecciones (los denominados libros herméticos). A estos textos se pueden sumar otros 19 anteriores (que conforman el libro Arco de instantes), porque prefiguran la poética hermetizante y han sido objeto de similar indiferencia: no existen artículos o ensayos dedicados exclusivamente a ellos. Por el contrario, existen numerosos trabajos interpretativos sobre Boletín y elegía de las mitas y Catedral salvaje, poemas y libros anteriores a la llamada etapa hermética. Incluso algunos de los primeros poemas escritos por Dávila Andrade podrían entrar en el corpus hermético, debido a sus características textuales. Casi la mitad de la poesía completa de César Dávila Andrade continúa en la penumbra, a la espera de lectores generosos y severos que la saquen a la luz. Salvo unos cuantos poemas consagrados por los comentaristas y críticos (Catedral..., Boletín..., “Oda al arquitecto”, “Canción a Teresita”, entre otros), la obra poética de Dávila Andrade sigue siendo tarea pendiente para la crítica literaria ecuatoriana. Este estudio pretende romper el silencio que rodea a gran parte de la obra lírica del poeta cuencano.
Si bien la crítica literaria ecuatoriana ha estudiado de forma desigual la poesía de César Dávila Andrade, existe un tácito acuerdo entre comentaristas y estudiosos al momento de establecer las etapas creativas de la obra poética de este escritor: una primera, que recibe la influencia del modernismo hispanoamericano y el llamado postmodernismo lírico ecuatoriano; una segunda, que se dice recibe la influencia de las vanguardias; y una última, calificada de oscura o hermética, debido a la dificultad que plantea su lectura. Todos los trabajos realizados hasta la fecha abordan de manera especial las dos primeras etapas de la poesía de Dávila desde distintos puntos de vista, pero no existe ninguno dedicado a fondo a la poesía hermética o al hermetismo daviliano, excepto un par de ensayos publicados en revistas literarias.1
Casi todos los comentarios, ensayos y estudios que tratan la poesía de este autor encuentran en los últimos libros una grieta infranqueable. La mayoría de ellos se rehúsa a valorar o analizar la última poesía de Dávila, porque la encuentran difícil o imposible de leer, al menos desde las herramientas de lectura escogidas, entre las que predominan los análisis estilísticos y temáticos y aquellos que buscan correlatos en la biografía y el entorno social del autor. El justificativo más frecuente para dicha evasión, a veces implícita, otras veces declarada, es la supuesta relación inquebrantable que conserva esta poesía de Dávila con textos esotéricos y religiones orientales, que el poeta cuencano leyó y estudió a lo largo de su vida. En esta línea de lectura hay quienes han arriesgado interpretaciones de algunos aspectos de la poesía hermética daviliana, relacionando sin mayores reparos los poemas con algunas nociones religiosas orientales, en especial del Budismo Zen y el Brahamanismo. Tanto quienes se excusan por no conocer orientalismos que los guíen en su lectura, como quienes leen esta poesía exclusivamente a la luz de esos referentes, corren el riesgo de tergiversar la naturaleza de la poesía lírica, al entenderla como un discurso religioso o filosófico “literaturizado”.
Si bien vale admitir, junto a uno de los comentaristas más apegados a la academia,2 que el examen minucioso de las imágenes en la poesía hermética de César Dávila Andrade no puede realizarse exclusivamente sobre la base de métodos formalistas, debido a los límites epistemológicos de esos instrumentos de lectura, es preciso señalar que, por otra parte, este mismo lector ha censurado esta clase de poemas porque considera que “la poesía voluntariamente hermética es una vía muerta, puesto que la función de la poesía es ser irradiante”.3 Estas afirmaciones categóricas niegan en gran medida el valor poético del hermetismo de la lírica daviliana, que proviene tanto del esfuerzo consciente del autor como de circunstancias que rebasan su voluntad. Es verdad que las imágenes herméticas requieren más que la mera descripción estilística tradicional, pero también es cierto que esas imágenes oscuras, así como aquellas más abiertas, construyen por igual los sentidos de la lírica de Dávila. Que el lector reconozca el límite de las herramientas que utilizó para el análisis no lo faculta para desautorizar la estética que no pudo valorar o entender del todo. Esta es otra de las excusas que los críticos arguyen para evadir el problema de lo hermético en la obra poética de Dávila.
Es cierto que la mayoría de las veces las imágenes herméticas de Dávila convocan a un silencio motivado por el desconcierto. Solo el extraño empeño que motiva la fascinación por la poesía de Dávila puede vencer esta frustración. Si bien la relación de estos pasajes supuestamente oscuros con la vida del poeta o el momento histórico pueden decir mucho más que la simple afirmación de su hermetismo, no se puede aceptar como unívoco el criterio de que esta poesía sea el producto de una crisis depresiva alcohólica de su autor, así como el suicidio de Dávila Andrade se ha justificado por su “clara voluntad de auto exterminio”.4 Los sentidos de cualquier poema rebasan las intencionalidades del autor; en esa apertura a la significación, se realiza el acto estético. Aunque resulte muy claro para ciertos lectores de Dávila que su poesía hermética se encuentra “inficionada” de referentes esotéricos y teosóficos (Jácome, 1977b), valerse exclusivamente de ellos limitaría las posibilidades interpretativas de cualquier lector. Las lecturas sentenciosas han empobrecido la recepción de los últimos poemas davilianos. ¿Aclaran algo de la poesía hermética de Dávila los testimonios de sus contemporáneos acerca de sus búsquedas religiosas en el ámbito de Oriente? Posiblemente. Pero incluso quienes apelaron a estas vías de lectura para interpretarla aceptan que el poeta “no había encontrado el camino que él buscaba” (Ramón, 1969: 131). ¿Por qué aceptar, entonces, la absoluta preeminencia de las lecturas biográficas y esotéricas?
Esas lecturas pierden competencia al encontrase con versos como los siguientes: “La creación se apoya en un solo punto antes de trepar / en torno de la Vara” (“Palabra perdida”).5 En este caso específico, “la creación” podría referirse al problema de la palabra poética, al asunto del poema en sí mismo, pero la lectura se detiene aquí, puesto que el límite parece infranqueable: ¿signo de qué objeto insondable es la palabra “Vara”? ¿Es un mero juego de palabras, un embuste o el testimonio de un encuentro místico o poético genuino? No vale la pena anular esta ambigüedad, porque potencia la significación del poema. Es legítimo referirse a los intereses esotéricos o religiosos del poeta para interpretar un verso, pero no estrictamente obligatorio. Es legítimo acudir a referentes extra literarios para valorar la poesía, pero no es un requisito determinante.
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