Junio de 1939
…el higo maduro, la pielcita verde no tiene gusto, debajo la pulpa roja con las gotas de almíbar, comí todo lo que quise, al buche, la repisa con todas las muñecas, el pelo natural, los ojos que se mueven, si quiero les tuerzo los brazos, las piernas, la cabeza, hasta hacerles doler que a la noche las muñecas no pueden gritar, los tres banderines, la cruz de madera y el Cristo de bronce, el portarretrato, la cómoda, el ropero, tiene perfume la funda de la almohada, mi cabeza negra en la almohada blanca, la sábana está bordada con florcitas que no son de verdad y una guarda cosida las va enlazando de una punta a la otra de la cama, la frazada de lana esquilada a alguna ovejita mansa, deja que se le acerque el carnero: bien abrigada está la muñeca de tamaño natural, la despierto cuando quiero, en la oscuridad el pelo y la boca negra, las muñecas sentadas en la repisa, no se mueven, yo las tuerzo y les doy vuelta la cabeza, los brazos, las piernas, no pueden gritar que viene el padre y me ve: les tuerzo un brazo, les tuerzo el otro brazo, ya no aguantan más el dolor pero si gritan las descubren ¿la carne negra de criollo te tiznó las sábanas bordadas? te tizna la boca y las orejas y todo el cuerpo desde las doce de la noche hasta las tres, las cuatro de la mañana ¿te tizno la conciencia? ¿no tenés remordimientos? estas medias ya sudadas ¿dónde está la camiseta? meto el trapo en el betún y cuando sea de día embadurno todo el cuero de la bota, el cepillo ya está seco el betún las botas mejor lustradas y me lustro el cinturón, ella me lo tendría que lustrar, vaga, duerme la muñeca, el pelo natural y los ojos que se mueven, despertáte, ya me voy, tenés que cerrar la ventana después que yo salte, que hace frío, la luna y las estrellas, el patio, me van a brillar las botas, la boquita que tenés, con gusto a caramelos surtidos, de limón, de miel, de eucaliptus, mañana me vas a dar más caramelos, que esta noche se van a escarchar los sapos en los charcos, se va a congelar el agua de los caños, y se van a reventar. ¡La luna me hace brillar las botas! los sapos, el charco, la parra, la sirvienta está durmiendo, los canteros, los rosales, las hormigas, el rocío, la escarcha, la higuera, la tierra, el pasto, el tapial, esta luna me hace brillar las charreteras, los botones de metal, un gato, estoy temblando, de frío, hay un gato… no hay nada… ¿quién pisa las hojas secas?… es de frío que tiemblo, yo miedo no le tengo a nadie… anda un gato… ¡no te me acerques!… pensé que eras un gato, que en la mano te brilla algo, ¿uñas puntudas de gato? la cuchilla de la cocina
Cosquín, 28 de junio de 1939
Querida:
Te va a parecer raro que te contesté tan pronto. Hoy recibí tu carta con esa mala noticia y no lo podía creer, pobre muchacho. Fuimos muy amigos aunque en un tiempo no era más que un negro rotoso. Pero no me das ningún detalle, te pido por favor que a vuelta de correo me cuentes como pasó todo. Qué rebuelo habrá en el pueblo.
Qué macanudo que apareció ese interesado en la casa, no lo dejes escapar, vendé así te venís pronto conmigo. Todavía no empesé a preguntar los precios de las propiedades acá, soy vago y qué se le va ha hacer, pero seguro que vas a poder comprar bien, y vamos a estar juntos. Esta pensión de mala muerte me tiene cansado.
Pero vos ves lo que es la vida, ese pobre muchacho regalaba salud y ahora está muerto. Yo te aseguro que estoy mucho mejor, hoy dormí como cuatro horas de siesta y me desperté con las sábanas secas completamente, en vez de haber dormido mal y con sueños malos por la noticia ésa, que cuanto más nervioso estoy más me vienen los sudores, pero hoy no. Se ve que me estoy curando.
Gorda, te beso y te abrazo.
Juan Carlos
Deja la lapicera, se pone de pie y abre la ventana para renovar el aire viciado del cuarto. Se refleja en el vidrio, sonriendo sin motivo. Consulta su reloj pulsera, son las cinco de la tarde y el cielo está negro, en la oscuridad no se distinguen las sierras. Piensa en los muertos y en la posibilidad de que observen cuanto hacen los vivos. Piensa en el amigo muerto que tal vez lo esté mirando desde un lugar desconocido. Piensa en la posibilidad de que el amigo muerto note que la noticia del asesinato en vez de entristecerlo lo ha alegrado.
… fue el centinela de mi promesa de amor…
Alfredo Le Pera
Policía de la Provincia de Buenos Aires
Comisaría o Seccional: Coronel Vallejos
Destino de expediente: Juzgado en Primera Instancia del Ministerio de Justicia de la Provincia de Buenos Aires y Archivo local
Fecha: 17 de junio de 1939
Acta inicial (Extractos)
A los dieciocho días del mes de junio del año mil novecientos treinta y nueve, el funcionario que suscribe comisario Celedonio Gorostiaga, con la actuación del Sub-Comisario Benito Jaime García que refrenda a los efectos legales hace constar que en este acto se constituye sumario correspondiente al hecho de sangre en que perdiera la vida el Sub-oficial de Policía Francisco Catalino Páez, ex-funcionario de esta Comisaría.
El suceso fue perpetrado en la madrugada del día diecisiete del presente mes de Junio, como atestiguado por el Cabo de Guardia Domingo Lonati, quien oyó gritos hallándose en la cocina de la Comisaría, situada en el patio trasero del edificio. Dichos gritos provenían de un solar vecino, pero no se pudo precisar en ese mismo momento, porque al salir el Cabo al patio, ya que tenía las ventanas cerradas debido a la baja temperatura reinante en todo el Partido de Coronel Vallejos en los últimos días, pero cuando salió al patio, los gritos habían cesado y se oía apenas un quejido que también cesó. El cabo se subió al tapial aprovechando que se encontraba una escalera colocada contra la pared, y miró hacia el patio del solar ocupado por la vivienda del convecino señor Antonio Sáenz. En dicho patio hay una gran higuera que le ocultaba la vista total, pero creyó ver bultos en movimiento junto a la puerta del lavadero de dicha vivienda. El Cabo Lonati pensó que podría tratarse de una pelea de animales tales como perros y gatos y pese a la baja temperatura se quedó apostado como vigía en el tapial. A los pocos minutos vio encenderse luces en el lavadero. Vio movimiento de varias personas y entonces el Cabo a voz en cuello ofreció su socorro pero nadie le contestó porque ya la puerta del lavadero estaba evidentemente cerrada. El Cabo Lonati pensó que lo mejor era volver a la oficina de guardia por si el teléfono llamaba y en efecto antes de llegar a la oficina ya estaba sonando la campanilla. Se trataba del Señor Sáenz, convocando la ayuda policial pues el Suboficial Páez yacía en la vivienda del Sr. Sáenz, ya definitivamente sin vida como después lo constató el médico forense Dr. Juan José Malbrán. A continuación el que suscribe, Comisario Celedonio Gorostiaga, residente en el piso alto del edificio de la Comisaría, fue convocado por el Cabo Lonati y juntos se dirigieron al domicilio del Sr. Sáenz. Este los esperaba ataviado con su ropa interior de dormir y una robe de chambre, lo mismo que su esposa, Doña Agustina Barraza de Sáenz y su hija, señorita María Mabel Sáenz. Durante el sueño habían sido sacudidos por los gritos del Suboficial Páez, herido en el jardín por la sirvienta de la casa Antonia Josefa Ramírez, a la que ahora pasaremos a nombrar como la «imputada».
[…constató que el cuerpo ya estaba sin vida, y lo declaró occiso a los efectos de la ley. El enfermero con ayuda del Cabo trasladaron la camilla contenida en la ambulancia hasta el nombrado jardín. Antes de mover el cadáver, el que suscribe debió imponer su autoridad porque el médico forense insistía en levantar el cadáver sin antes permitir al que suscribe tomar todas las precauciones del caso, tales como relevar en suscintas anotaciones la posición del cadáver en el preciso lugar de su caída y también tomar nota del estado en que se encontraban las plantas circundantes, que para el caso eran rosales.
Читать дальше