– ¿Qué?
– ¡Se ha vuelto totalmente indígena de la noche a la mañana! Dice que no sabe qué le pasó ni cómo fue, pero que en cuanto aterrizó en Waikiki y llegó a su habitación del hotel, se desnudó, ropa interior y todo, se puso un muu-muu y una flor detrás de la oreja, y dice que se despide de todo el mundo, que no va a volver nunca.
– ¿Qué? ¡Es una persona blanca, no puede volverse indígena! -exclamó Ruby.
– Dice que eso es lo que había pensado ella siempre, y que fue todo como una revelación. Dice que ni siquiera quería ir a Hawai, pero que en cuanto bajó del avión, ¡algo se apoderó de ella! Piensa que en otra vida quizá fue una princesa hawaiana porque allí es feliz como un pájaro y se siente como en casa -explicó Verbena.
– Bien, ¿y qué está haciendo?
– Pues ahí está, no está haciendo nada…, salvo andar todo el día en la playa tomando clases de hula-hula. Suena la mar de alegre y feliz.
– Ésa no es Tot.
– No, no lo es. Me pregunto si habrá encontrado algún novio por allí.
– ¿Ha dicho algo de eso?
– No, pero tiene su lógica, ¿no te parece? Y tal vez sea hawaiano -supuso Verbena.
Ruby exhaló un suspiro.
– Oh, yo ya no sé nada, Verbena. El mundo se ha vuelto tan loco que, por lo que sé, hasta podría ser una mujer hawaiana.
– Bueno, espero que al menos se ponga crema solar, si no se le va a estropear la piel con aquel sol tan fuerte. Puede que incluso tenga cáncer.
– Exacto, cuando le extirpen parte de la nariz, ya no se sentirá tan nativa, tenlo por seguro.
– Creo que le trae todo sin cuidado. Dice que le alegra haber llegado a la edad de la jubilación.
– Tot es la última persona del mundo que me habría imaginado volviéndose nativa.
– Lo mismo pienso yo. Te digo una cosa: cuanto más vivo más me sorprende la gente. Nunca sabes qué va a pasar en el minuto siguiente.
Así pues, contrariamente a lo que rezaba el cartel de su salón de belleza, «Las viejas peluqueras nunca se jubilan, sólo ondulan y tiñen», Tot efectivamente se jubiló. Siguió el consejo de Elner, y estaba viviendo cada día como si fuera el último. Y mientras esa noche estaba sentada en su galería disfrutando de la tibia brisa tropical y tomando sorbos de piña colada, miró a su nuevo compañero, sentado a su lado, y de pronto recordó los viejos documentales sobre viajes que solían pasar en el cine.
Cerró los ojos, e inmediatamente empezaron a sonar los suaves acordes de cadenciosa música hawaiana, y ella casi alcanzaba a oír una cantarina voz familiar de hombre que decía:
«Y cuando el sol dorado se pone, una vez más, sobre la bella playa de Waikiki, nos despedimos de todos, aloha y adiós…, hasta que volvamos a vernos.»
Cuando Elner Shimfissle salió del ascensor, miró y al final del pasillo vio a unos sonrientes Dorothy y Raymond de pie frente a la puerta, esperando para darle la bienvenida. No cabía en sí de contenta. Pero justo antes de que ellos entraran, se paró y le susurró a Dorothy:
– Esta vez es de verdad, ¿no? No será otra visita breve.
– No, cariño, esta vez es de verdad. -dijo Dorothy riendo.
Raymond sonrió y dijo:
– Vamos, hay un montón de gente impaciente por verla.
La gran puerta se abrió de par en par, y allí estaba un numeroso grupo, en el que estaban su padre y su madre, sus hermanas Ida y Gerta, y muchos otros parientes a los que sólo conocía por viejas fotos familiares. Detrás estaban Ginger Rogers y Thomas Edison, saludándola con la mano y sonriéndole. En ese momento lo vio. Allí, justo en mitad de la primera fila, ¡su esposo, Will! Él dio un paso al frente con una enorme sonrisa y los brazos abiertos.
– ¿Cómo has tardado tanto, mujer? -dijo.
Y Elner corrió hacia él y supo que estaba definitivamente en casa.
Tarta de caramelo celestial de la vecina Dorothy
1 ¾ tazas de harina de repostería (tamizada antes de medirla)
Tamizar de nuevo con una taza de azúcar moreno en polvo
Añadir:
½ taza de mantequilla blanda
2 huevos
½ taza de leche
½ cucharadita de sal
1 ¾ cucharaditas de levadura
1 cucharadita de vainilla
Precalentar el horno a 180 grados
Batir durante 3 minutos. Hornear en un molde engrasado durante ½ hora.
Glaseado de Caramelo
2 cucharadas de harina de repostería
½ taza de leche
½ taza de azúcar moreno
½ taza de azúcar glasé tamizado
1 cucharadita de vainilla
¼ taza de mantequilla ablandada
¼ taza de grasa refinada
¼ cucharadita de sal
Mezclar la harina de repostería y la leche. Cocer a fuego lento hasta obtener una pasta espesa. Enfriar. Mezclar el azúcar y la vainilla con la mantequilla y la grasa refinada. Batir hasta tener una masa ligera y esponjosa. Añadir la sal y mezclar. Unir a la pasta enfriada. Batir hasta volverla suave y esponjosa. Ha de tener el aspecto de la nata montada.
Pan de harina de maíz de la señora McWilliams
4 tazas de harina de maíz
2 cucharaditas de bicarbonato sódico
2 cucharaditas de sal
4 huevos batidos
4 tazas de suero de leche
½ taza de grasa de cerdo derretida
Precalentar el horno a 230 grados. Combinar los ingredientes en seco y hacer un hoyo en el centro. Mezclar bien los huevos, el suero y la grasa de cerdo; añadir a la mezcla de harina de maíz y batir hasta que no tenga grumos. Meter un recipiente bien engrasado de hierro fundido de 25 cm en el horno precalentado hasta que esté muy caliente. Echar la masa en el recipiente; hornear durante 35 a 45 minutos, o hasta que un cuchillo clavado en el centro salga limpiamente y la parte superior tenga un color dorado tostado. Da para 6-10 porciones.
Huevos duros con salsa picante
1 docena de huevos duros
1 bote de 150 g de queso Neufchâtel pasteurizado untado con pasta de aceitunas
2 cucharadas de mayonesa
2 cucharadas de pepinillos dulces picados
2 cucharadas de cebolla
½ cucharadita de sal
Pelar los huevos y cortarlos por la mitad a lo largo. Machacar las yemas, mezclar con el queso y la mayonesa. Agregar los ingredientes restantes y remover. Rellenar las claras. Da para dos docenas de medias claras rellenas.
Tarta Bundt de Irene Goodnight
1 paquete de harina para pastel
1 paquete de pudín instantáneo de vainilla
¾ taza de aceite aromatizado con mantequilla
¾ taza de agua
4 huevos
¼ taza de azúcar
½ taza de nueces picadas
Mezclar la harina para pastel y el pudín con aceite, agua y huevos en una batidora. Batir a velocidad media durante 8 minutos. Mezclar el azúcar y las nueces. Echar la mitad en una sartén Bundt bien engrasada. Poner encima la mitad de la masa del pastel. Añadir el resto de la mezcla de las nueces y luego la masa restante. Hornear a 180 grados durante 50 minutos.
El hígado con cebollas de la tía Elner
450 g de hígado de ternera o vaca
sal
pimienta
¼ taza más dos cucharadas de mantequilla o margarina
2 cebollas grandes peladas y cortadas en juliana
2 cucharadas de harina de trigo multiusos
¾ taza más dos cucharadas de caldo de ternera
¼ taza de nata agria (opcional)
Salpimentar el hígado y rebozarlo bien en harina. Guisarlo con dos cucharadas de mantequilla derretida en una sartén grande hasta que pierda su color rosado y acabe con un tono ligeramente tostado. Sacarlo de la sartén y reservarlo.
Derretir ¼ taza de mantequilla en una sartén a fuego medio. Añadir las cebollas y sofreirías hasta que cambien de color. Añadir un poco de harina, agitar y cocer durante 1 minuto sin dejar de remover. Agregar el caldo de ternera; cocer, removiendo continuamente, hasta que espese y haga burbujitas. Añadir el hígado a la salsa; tapar y cocer 10 minutos a fuego lento. Apartar del fuego; pasar el hígado a una fuente. Echar la nata agria en una sartén, remover, y luego cubrir el hígado con la salsa. Servir con arroz o fideos guisados con mantequilla. Da para 4 raciones.
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