Fannie Flagg - Me Muero Por Ir Al Cielo

Здесь есть возможность читать онлайн «Fannie Flagg - Me Muero Por Ir Al Cielo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Me Muero Por Ir Al Cielo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Me Muero Por Ir Al Cielo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Fannie Flagg, autora y guionista de la inolvidable Tomates verdes fritos, nos vuelve a llevar a los cálidos paisajes de Misuri para deleitarnos con las sorprendentes y prodigiosas experiencias de una octogenaria llena de vida, que hacen que una ciudad entera cavile sobre la vieja cuestión: ¿Por qué estamos aquí?
Elner Shimfissle sabe que no debe hacerlo, pero ha vuelto a subirse a la escalera para coger higos de su árbol. Esta vez es atacada por un enjambre de avispas y cae al suelo, y la siguiente cosa que sabe es que ha emprendido una aventura que jamás habría imaginado, en la que vivirá los encuentros más extraordinarios. Pero las mayores sorpresas las vivirán sus parientes, vecinos y amigos, una panda de personajes tan variopintos como entrañables. A medida que va desplegando esta comedia de enredo, cada una de las personas cercanas a Elner va descubriendo algo maravilloso, y lo mismo le sucede al lector.

Me Muero Por Ir Al Cielo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Me Muero Por Ir Al Cielo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Pero por mucho que lo intentara, no podía evitar sentirse ansiosa. La tía Elner era el pariente vivo más cercano que le quedaba en el mundo, aparte de Macky y su hija Linda, naturalmente. Tras morir su madre, el bienestar de su tía se había convertido en su principal preocupación, y no había resultado fácil. Al pasar junto a la fotografía de una sonriente tía Elner colocada sobre la repisa de la chimenea, exhaló un suspiro. ¿Quién habría podido pensar que esa anciana encantadora, de mirada inocente, mejillas sonrosadas, con el pelo blanco recogido en un moño, iba a causar tantos problemas? Pero la tía Elner también había sido testaruda; años atrás, cuando murió su marido, el tío Will, Norma había tardado una eternidad en convencerla de que se trasladara a la ciudad para así poder vigilarla mejor.

Por fin, tras varios años de ruegos, la tía Elner había accedido a vender la granja y mudarse a una pequeña casa de la ciudad, pero seguía siendo una persona difícil de controlar. Norma la quería con locura, y le fastidiaba tener que estar siempre encima de ella, pero no tenía más remedio. La tía Elner estaba sorda como una tapia y no se habría colocado un audífono si Norma no le hubiera dado la lata. Además nunca cerraba las puertas, no comía como es debido, no iba al médico y, lo peor de todo, no dejaba que Norma le ordenara la casa, algo que ella se moría de ganas de hacer. La casa de la tía Elner era una calamidad, con un batiburrillo de cuadros colgados sin orden alguno y el porche delantero hecho una ruina y un batiburrillo. Por todas partes había montones de cosas desparramadas: piedras, piñas, cáscaras, nidos de pájaros, pollos de madera, plantas viejas y cuatro o cinco topes de puertas oxidados que le había regalado su vecina Ruby Robinson. A Norma, que tenía su casa y su porche como los chorros del oro, aquello le parecía un horror. Y de hecho todo iba a peor; precisamente en su visita del día anterior, Norma descubrió una nueva incorporación al revoltijo: un jarrón de flores de plástico espantosamente feo. Al verlo, Norma pensó «tierra trágame», pero preguntó amablemente: «¿De dónde las has sacado, cariño?»

Como si no lo supiera. Era el vecino de la tía Elner del otro lado de la calle, Merle Wheeler, que siempre aparecía con los objetos más horrendos. Merle era quien había traído aquella vieja silla de oficina de falso cuero con ruedas, que Elner había colocado en el porche delantero para que todo el mundo la viera. En aquella época, Norma era directora del Comité de embellecimiento de Elmwood Springs y había intentado por todos los medios que su tía se deshiciera de la silla, pero ésta le dijo que le gustaba rodar por ahí con ella y regar así todas las plantas. Norma incluso intentó convencer a Macky para que fuera allá en mitad de la noche y se llevara la silla del porche, pero él se negó. Como de costumbre, Macky defendió a la tía Elner y le dijo a Norma que estaba haciendo una montaña de un grano de arena y que empezaba a actuar como su madre, ¡lo cual no era cierto! Querer librarse de aquella silla no era esnobismo por su parte, sino sólo una cuestión de orgullo cívico. O cuando menos eso pretendía ella.

A Norma le horrorizaba parecerse en algo a su madre. Ida Shimfissle, más pequeña y más bonita que Elner, había hecho una buena boda y nunca había tratado muy bien a su hermana. Incluso se había negado a visitarla tras su traslado a la ciudad, mientras criara pollos en el patio. «Es muy de pueblo», había dicho. Pero ayer, cuando la tía Elner señaló los girasoles y proclamó con orgullo «son bonitos, ¿eh? Los trajo Merle, y no hay que regarlos», Norma hizo un esfuerzo ímprobo para no coger los girasoles y correr chillando hasta el cubo de basura más próximo. En vez de hacerlo, se limitó a asentir con simpatía. Norma también sabía de dónde había sacado Merle las flores. Había visto unas exactamente iguales en el programa «Mañanas de los martes». Por desgracia, el cementerio municipal estaba lleno de arreglos similares. A Norma siempre le había parecido de pésimo gusto que la gente colocara flores de plástico en una tumba; era algo tan ordinario como los cuadros en terciopelo negro de la Santa Cena. En todo caso, tampoco entendió nunca por qué había quien ponía ventanas correderas de aluminio o tenía un televisor en el comedor.

En lo que a Norma respectaba, ya no había excusas para el mal gusto, o al menos no se le ocurría ninguna, cuando todo era tan sencillo como leer revistas y copiar, o ver los programas de diseño del canal Casa y Jardín. Menos mal que había aparecido Martha Stewart para introducir un poco de estilo entre el público estadounidense. De acuerdo, ahora era una delincuente habitual, pero antes de irse hizo muchas cosas buenas. De todos modos, a Norma no sólo le importaban las cuestiones de la casa y el tiempo libre. Se sentía muy a menudo consternada por la forma de vestir de la gente. «Por los demás seres humanos tenemos la obligación de mostrar el mejor aspecto posible, es sólo simple cortesía», solía decir su madre. Pero ahora todo el mundo llevaba, incluso en los aviones, zapatillas deportivas, sudaderas y gorras de béisbol. No es que Norma se pusiera siempre elegante como solía. Se la había visto correr al centro comercial vistiendo un conjunto de footing de velludillo naranja, si bien nunca iba a ninguna parte sin pendientes y maquillaje. En esas dos cosas no transigía jamás. Cuando Norma volvió a mirar el reloj eran casi las ocho y media. ¿Por qué no llamaba Macky? Había llegado de sobra. «Oh, Dios mío -pensó-, no me digas que Macky ha tenido un accidente y ha muerto, esta mañana ya sólo me faltaba esto. ¡La tía Elner se cae de un árbol y se rompe la cadera y el mismo día yo me quedo viuda!» A las ocho y treinta y un minutos ya no aguantaba más; cuando se disponía a marcar el número de Macky sonó el teléfono, lo que le causó un susto tremendo.

– Norma, escúchame -empezó a decir Macky-. No te pongas nerviosa.

Ella percibió claramente en el tono de voz que había pasado algo horrible. Macky siempre empezaba las conversaciones diciendo «ella está bien, ya te dije que no te preocuparas», pero esta vez no. Norma contuvo la respiración. «Ahí está», pensó. Se estaba produciendo realmente la llamada que tanto le aterraba recibir. Notó que el corazón le latía aún con más fuerza que antes y que se le secaba la boca mientras trataba de permanecer en calma y se preparaba para la noticia.

– No te alarmes -continuó Macky-, pero han llamado a una ambulancia.

– ¡Una ambulancia! -gritó ella-. ¡Oh, Dios mío! ¿Se ha roto algo? ¡Lo sabía! ¿Está herida de gravedad?

– No lo sé, pero es mejor que vengas por aquí; seguramente tendrás que firmar algunos papeles.

– Oh, Dios mío. ¿Tiene dolores?

Hubo una pausa, y luego Macky contestó.

– No, no tiene dolor. Ven enseguida, nada más.

– Se ha roto la cadera, ¿verdad? No hace falta que me lo digas. Sé que es así. Lo sabía. ¡Le he dicho mil veces que no se subiera a esa escalera!

Macky la interrumpió y volvió a hablar:

– Norma, ven en cuanto puedas y ya está.

No quería ser grosero con Norma, y lamentaba colgarle de nuevo, pero al mismo tiempo no quería decirle que la tía Elner había perdido el conocimiento y dormía como un tronco. En ese momento, de hecho, él no tenía ni idea de si había algo roto, ni siquiera de si había alguna herida grave. Cuando unos minutos antes había llegado a casa de la tía Elner, ésta se hallaba tendida en el suelo, bajo la higuera, con Ruby Robinson sentada a su lado tomándole el pulso, mientras Tot, la otra vecina, estaba a su lado, de pie, enfrascada en un reportaje en directo.

El testigo presencial

8h 2m de la mañana

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Me Muero Por Ir Al Cielo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Me Muero Por Ir Al Cielo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Lisa Jackson - Morir por ti
Lisa Jackson
Robert Silverberg - Muero por dentro
Robert Silverberg
Alexandra Marínina - Morir por morir
Alexandra Marínina
Fanny Wobmann - Am Meer dieses Licht
Fanny Wobmann
Marco Antonio García Falcón - París personal
Marco Antonio García Falcón
Felix Maier-Lenz - Lågomby
Felix Maier-Lenz
Juan de Mora - Mirando al cielo
Juan de Mora
Отзывы о книге «Me Muero Por Ir Al Cielo»

Обсуждение, отзывы о книге «Me Muero Por Ir Al Cielo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x