Eric Frattini - El Laberinto de Agua
Здесь есть возможность читать онлайн «Eric Frattini - El Laberinto de Agua» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Laberinto de Agua
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Laberinto de Agua: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Laberinto de Agua»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Laberinto de Agua — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Laberinto de Agua», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– ¿Cómo está usted tan seguro de que el Vaticano le permitirá que lo haga?
– El Vaticano no tiene por qué enterarse, a no ser que usted se lo diga.
– ¿Y qué me impide no coger ahora mismo el teléfono y llamarles para decirles que está usted ofreciéndome un objeto que ellos desean? Usted conoce al cardenal August Lienart y sabe bien que su eminencia no se quedará tan tranquilo rezando en la basílica de San Pedro junto a Su Santidad. Si acepto su oferta, tanto usted como yo nos convertiremos en objetivos, y la verdad es que yo tengo una buena protección, pero ¿y usted?
– Déjeme que yo me ocupe de mí mismo. Con dos millones de dólares puedo esconderme de quien sea y donde sea. Estoy seguro de que prefiere usted sujetar por los huevos al Vaticano y no al contrario. ¿Le interesa el libro, señor Wu?
– ¿Cuánto me costará, digámoslo así, su apoyo para poder sujetar por los huevos a la Santa Sede?
– Usted sabe bien el valor de ese documento y que una vez traducido puede remover los cimientos del cristianismo y de la actual Iglesia católica. Dejará que me quede con dos millones de dólares de los diez que ha depositado en la cuenta del Vaticano.
– ¿Qué seguridad tengo de que seré el único en recibir esta oferta?
– ¡Oh, señor Wu, me ofende usted! Soy un hombre de palabra y de honor. Jamás intentaría engañarle a usted en un negocio. Tengo suficiente juicio para no hacerlo -aseguró Aguilar.
– Déjeme decirle que mi padre me enseñó que el juicio de las cosas está determinado por la propia experiencia. «No permitas que el juicio de los demás se interponga para vivir tu propia experiencia», me dijo. Si me engaña, o simplemente se le ocurre intentarlo, créame que nadie más volverá a saber de usted. Soy propietario de unas instalaciones en el Ártico. Una especie de laboratorio en donde suelen hacer experimentos de tal índole que ni mis propios empleados dejan hacerme partícipe de ellos. Creo que tiene que ver con vacunas para evitar enfermedades muy graves y contagiosas y siempre se alegran cuando les envío algún conejillo de Indias. ¿Me comprende usted, señor Aguilar?
– Sí, le entiendo perfectamente, señor Wu. En pocos días le llamaré para informarle de que tengo el libro en mi poder.
– De acuerdo. Pero no quiero movimientos extraños por su parte, por la mía tampoco los habrá. Engáñeme y le arrancaré la piel de los dedos uno por uno. No habrá más trabas, pero asegúrese de que esas trabas tampoco estarán en su lado de la negociación.
Cuando Aguilar se disponía a despedirse del millonario, oyó al otro lado de la línea el tono de comunicación cortada. Su juego encajaba por ahora como una perfecta pieza de relojería suiza. Sentado en su mesa, el director de la Fundación Helsing cogió un caramelo de menta y se lo introdujo en la boca.
Tenía planeado negociar la entrega del libro a Wu, y, por otro lado, informar a Lienart de la supuesta traición del magnate. Estaba seguro, conociendo al cardenal Lienart, de que éste no permitiría que Delmer Wu se saliese con la suya. Renard Aguilar sabía que se enfrentaba a un juego peligroso, como alguien que intenta hacer malabarismos con una granada sin seguro. Si realizaba un movimiento en falso, podría explotarle en las manos, algo que no deseaba en absoluto. Prefería pensar en cómo disfrutar de sus dos millones de dólares, cada vez más al alcance de su mano.
IX
Florencia
En un par de horas el vehículo conducido por Francesco había recorrido los poco más de doscientos kilómetros entre la ciudad de los canales y Florencia.
– Francesco, pasaré la noche en el Grand Hotel Villa Medici, en Via il Prato, 42 -informó Afdera.
– Lo sé, señorita Afdera. Me lo ha dicho Rosa. Entraré por la Via Borgo Ognissanti y desde allí estaremos a pocos metros de la Via il Prato.
– En cuanto me dejes en el hotel puedes regresar a Venecia. No hace falta que te quedes.
– ¿Y cómo piensa volver usted?
– No te preocupes, cogeré un taxi o alquilaré un coche. Si te retengo aquí, Rosa se va a poner de los nervios.
Minutos después, tras atravesar el río Arno por el puente Americo Vespucci, llegaban hasta la misma puerta del hotel. Ya en su habitación, Afdera se disponía a realizar la primera de varias llamadas, pero cuando levantó el auricular, pudo reconocer una voz al otro lado.
– Hola, Afdera -saludó Max Kronauer.
– ¡No me lo puedo creer! ¿Cómo tienes la poca vergüenza de llamarme? Desapareces y vuelves a aparecer y pretendes que te salude como si tal cosa. Y, por cierto, ¿cómo sabías que estaba en este hotel de Florencia?
– Me lo ha dicho la CIA. Uno de sus satélites te está siguiendo constantemente -respondió Max intentando arrancar una sonrisa a la joven, pero Afdera no estaba para bromas.
– No me hace ninguna gracia. Desapareciste de nuevo en Berna como alma que lleva el diablo y sin darme ninguna explicación. No quiero sufrir, Max, y sabes que me gustas, pero, como te digo, no quiero que me hagan sufrir, ni que me hagan daño, ni que me hieran.
– ¿Quieres que nos veamos o prefieres dispararme? Estoy en Florencia.
– La verdad es que me gustaría dispararte.
– ¿Cuándo quieres que nos veamos?
– Mañana tengo una cita con un tal Leonardo Colaiani, un profesor de la Universidad de Florencia, un experto en las cruzadas. Tiene bastante información sobre el recorrido que siguió el libro de Judas. Si quieres, puedes acompañarme.
– Me gustaría. Será un placer. ¿A qué hora te recojo?
– Ven a mi hotel a las diez de la mañana. Desayunaremos juntos y después nos vamos a ver a Colaiani, para ver qué tiene que esconder. ¿Te parece bien?
– Me parece muy bien. ¿Quieres que cenemos mañana después de la reunión con Colaiani? -propuso Kronauer.
– Sólo si me explicas por qué te alejas de mí cada vez que intento acercarme a ti.
– Te lo explicaré, te lo prometo. Por cierto… -dijo Max-, sabía en qué hotel estabas porque te llamé a Venecia y tu hermana Assal me lo dijo. También me aconsejó lanzarme de una vez. Me imagino a lo que se refería.
– Tal vez ella lo tenga más claro que tú y que yo. Hasta mañana, Max.
– Hasta mañana.
A Afdera le costó conciliar el sueño. Tenía muchas preguntas que hacerle a Colaiani, pero muchas más que plantearle a Max, y de ambos quería respuestas concretas. Estaba dispuesta a conseguirlas fuese como fuese, tanto del profesor universitario como de Kronauer.
El teléfono sonó varias veces arrancándola de un sueño profundo, conseguido con paciencia y un buen par de pastillas.
– Buenos días.
– Buenos días, Max -respondió con voz ronca.
– Te espero en la Sala Caterina para desayunar. Date prisa…
– Pídeme un café bien cargado. Necesito estar serena antes de ver a Colaiani. Me ducho y bajo.
Tres cuartos de hora después, Afdera entraba en la sala en donde la esperaba Max.
– ¿Cómo estás?
Al oírla a su espalda, Kronauer se puso en pie y besó a Afdera en la mejilla.
– Te veo muy bien.
– Yo también a ti, pero cuéntame, ¿dónde has estado?, ¿qué has estado haciendo?
– Tras vernos en Berna, regresé a Londres, donde he estado trabajando en unos textos antiguos escritos en arameo pertenecientes al Museo Británico. El gobierno de Damasco me ha propuesto también estudiar y traducir unos manuscritos que encontraron hace años cerca de Palmira. Será un trabajo que me llevará un año entero.
– Así es que vas a trabajar para ese Hafez al-Assad…
– No. Voy a trabajar en la traducción de unos textos en arameo que casualmente se encontraron en Palmira, que casualmente se encuentra en Siria. Si los científicos trabajasen tan sólo en aquellos lugares en donde existe la democracia, jamás se habrían descubierto los misterios de los faraones, ni las ruinas de Balbek o Palmira, tal vez ni siquiera hubiéramos pisado la Gran Muralla china o las ruinas de Babilonia. Si tuviésemos que esperar a que en muchos de esos lugares llegase la democracia, tendrían que pasar otros mil años para poder estudiar la mayoría de sus antigüedades -respondió Max-. Pero dime, ¿quién es ese Colaiani?
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Laberinto de Agua»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Laberinto de Agua» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Laberinto de Agua» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.