Marta Rivera de laCruz - En tiempo de prodigios

Здесь есть возможность читать онлайн «Marta Rivera de laCruz - En tiempo de prodigios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

En tiempo de prodigios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «En tiempo de prodigios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La novela finalista del Premio Planeta 2006 Cecilia es la única persona que visita a Silvio, el abuelo de su amiga del alma, un hombre que guarda celosamente el misterio de una vida de leyenda que nunca ha querido compartir con nadie. A través de una caja con fotografías, Silvio va dando a conocer a Cecilia su fascinante historia junto a Zachary West, un extravagante norteamericano cuya llegada a Ribanova cambió el destino de quienes le trataron. Con West descubrirá todo el horror desencadenado por el ascenso del nazismo en Alemania y aprenderá el valor de sacrificar la propia vida por unos ideales. Cecilia, sumida en una profunda crisis personal tras perder a su madre y romper con su pareja, encontrará en Silvio un amigo y un aliado para reconstruir su vida.

En tiempo de prodigios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «En tiempo de prodigios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Esta mañana he sonreído al espejo. Al hacerlo me brillaron los ojos y volvió a ellos, de una forma fugaz, la sombra de mis veinte años. Pero ya no los tengo. La edad es cruel con las mujeres. El cutis pierde lozanía, el cabello se marchita y aparecen en la piel algunas manchas que ayer no estaban, que no estuvieron nunca y que están ahora para recordarnos el paso del tiempo. Esta mañana he decidido que en realidad me importan muy poco mis arrugas, y que nada puedo hacer contra ellas salvo redoblar mis esfuerzos con las cremas hidratantes y las mascarillas nutritivas. Bastante tengo con concentrarme en las arrugas que llevo dentro, esas que no ve nadie, esas que, salvo yo, ignora todo el mundo.

Mi madre tuvo siempre una piel fantástica. Y eso que no le hacía ni caso. Se echaba cuatro pegotes de crema de vez en cuando, y le era más que suficiente para mantener el rostro en perfecto estado de revista. Era una mujer muy hermosa. Cuando miro alguna de sus fotos en blanco y negro, me parece estar viendo a una estrella de cine, a una actriz desconocida retirada por amor de los focos y el estrellato. Algo así ocurrió con mi madre: lo dejó todo para concentrarse en su familia. Alguna vez discutí con ella por eso. A quién se le ocurre, decía yo, renunciar a los estudios en la universidad para eternizarse en un noviazgo larguísimo. A quién se le ocurre, seguía machacando, tener tres niños en cinco años y dedicarse a la casa, estar todo el día de la ceca a la meca, absorbida por un trabajo que no te agradecía nadie, ni siquiera nosotros, las tres fieras corrupias, ni papá, que durante mucho tiempo creyó que las lavadoras se ponían solas, que la comida aparecía en la mesa por arte de birlibirloque, que las bolsas de la compra subían por voluntad propia las escaleras de casa. Ella se reía y decía que no se hubiese cambiado por ninguna otra mujer. Había sido feliz así, lavando pañales, viviendo en una buhardilla sin ascensor, subiendo y bajando cuatro pisos dos o tres veces al día con un bebé en los brazos y otro agarrado de su mano.

Mi madre siempre estaba contenta. La recuerdo canturreando mientras hacía la comida o cuando planchaba nuestros vestidos, de un eterno buen humor al volver del mercado o al llevarnos al colegio. Estaba satisfecha con su elección. Con su vida entre cerros de ropa que planchar, menús semanales y compras de alimentación para cinco personas. Aquella actividad para mí aburridísima no parecía ponerla de mal talante. Al contrario: mi madre estaba orgullosa del trabajo que hacía, de tener un horario de veinticuatro horas sin paga de beneficios ni posibilidades de ascenso.

Cuando yo era pequeña, me daban mucha pena las niñas cuyas madres trabajaban fuera de casa. Qué placer era entonces encontrar siempre a mi madre cuando volvíamos de la escuela. Qué gusto que todas las comidas estuvieran listas a su hora, que cuando uno de nosotros caía enfermo ella pudiese velar un sueño inquieto, poner paños frescos en una frente que ardía, administrar un jarabe o controlar la temperatura. Qué suerte tener una madre siempre presente, preparada para secar lágrimas, para curar una rodilla herida, para consolar, para reñir incluso. Cuando era pequeña, yo no tenía llaves de nuestro piso. ¿Para qué, si sabía que mi madre nunca iba a estar fuera cuando yo llegara?

Más adelante, ya adulta, empecé a reprocharle su dedicación a nosotros, su autoinmolación, la castración a la que voluntariamente se había sometido. Qué ganas de estar todo el día en casa, qué ganas de poner lavadoras, de madrugar para hacer el desayuno, de pelar patatas para cinco. ¿Por qué no nos dabas patatas de paquete, como otras madres?, le decía. Ella recordaba sus patatas fritas doradas, crujientes, abundantes, y aclaraba las cosas sin perder la sonrisa.

– Quería hacer bien mi trabajo. Tú también quieres hacer bien el tuyo. Mi trabajo era cuidar de vosotros.

Yo, tan moderna, tan progre, tan liberada, hubo una época en la que vi a mi madre como una especie de esclava digna de lástima. Hay que ser tonta, pensaba yo, hay que ser muy tonta para casarse con el primer novio que se tiene, para parir dos niñas en quince meses, para asumir todo el trabajo de una casa durante cincuenta y dos semanas al año, sin días libres, ni fines de semana, ni vacaciones ni nada de nada. Y encima, sin quejarse, la pobrecita. Después caí en la cuenta de que mi compasión era también una falta de respeto al camino elegido por mi madre. Una elección de la que no se arrepintió nunca. «Mi trabajo era ése. Yo quería hacer bien mi trabajo. ¿No quieres tú hacer bien el tuyo?» Por eso cantaba mientras recogía la mesa. Por eso estaba siempre como unas castañuelas. Por eso no la ponían de mal humor las manchas de tinta en los mandilones del colegio ni nuestras urgencias a la hora de cenar. Porque era feliz con la vida que había escogido y no tenía nada que echar en cara a nadie. Estaba justamente orgullosa de sí misma, de la familia que había creado, de poder asistir a las funciones de Navidad, de venir a buscarnos cuando acababan las clases, de preparar nuestras fiestas de cumpleaños. Cuando llegaba a casa del colegio, era mi madre quien abría la puerta de la cocina, donde flotaba el olor sabroso de algún guiso casero. Allí estaba ella, hecha sonrisas. Durante años, al entrar en mi casa, lo primero que veía era a una mujer completamente feliz. Y ahora me doy cuenta de cómo esa circunstancia marcó mi niñez. La convivencia diaria con la alegría es el mejor regalo que puede recibir un niño.

Mi generación ha pasado años mirando por encima del hombro a mujeres como mi madre, compadeciendo su suerte, reivindicando por ellas el derecho a huir del hogar, de las familias numerosas, de las cacerolas y las listas de la compra. Nunca nos dio por pensar que, entre tantas mujeres insatisfechas, entre tantas mujeres decepcionadas con su suerte, entre tantas mujeres que renegaban de su condición de amas de casa, había un puñado de mujeres dichosas a las que gustaba lavar pañales, planchar camisas y hacer potajes, y que no sentían como un fracaso el haberse consagrado a sus familias. Cuando torcemos el morro ante las vidas de estas mujeres, no pensamos en ellas sino en nosotras mismas inmersas en una existencia así, que se nos antoja vacía de todo contenido. Ni en un millón de años hubiese cambiado mi vida por la vida de mi madre. Pero creo que ella tampoco hubiese cambiado la suya por la mía.

Una vez, hace casi veinte años, mi hermana quiso repetir aquel modelo de comportamiento. Tenía un novio adolescente, y empezó a dar vueltas a la posibilidad de renunciar a la universidad para quedarse en Lugo, estudiando cualquier cosa poco complicada, para casarse con él lo antes posible. Se lo planteó a mi madre como quien tiene una idea genial, y entonces ella montó en cólera. Le dijo que estaba completamente loca si de verdad creía que iba a dejar que hiciera semejante estupidez. Que se lo quitase de la cabeza, porque no pensaba consentirlo. Eso fue lo que dijo. Sencillamente, que no lo permitiría.

– Vas a irte a Madrid, vas a estudiar en la universidad, vas a licenciarte y ni sueñes con quedarte aquí aprendiendo a hacer lentejas, ¿te queda claro? Ni lo sueñes. Pues hasta ahí podíamos llegar.

Mi hermana no entendía nada.

– Pero si fue lo que tú hiciste.

– No es lo mismo.

Fue su última palabra. Mi hermana no volvió sobre el asunto: mi madre había sido demasiado contundente al respecto. Se vino a Madrid, vivió en un colegio mayor y luego en un apartamento, se licenció, se espabiló. Hizo viajes y conoció a otra gente. Años después rompió con su novio y se casó con otro chico.

Mi hermana y yo hablamos muchas veces de aquella tarde, cuando nuestra madre puso coto a sus intenciones de repetir el esquema de comportamiento del que estaba tan orgullosa. No es lo mismo, había dicho. Tenía razón. Los tiempos habían cambiado, y ella lo había visto antes que nadie. Le gustaba su vida, pero, al mismo tiempo, no quería una vida como la suya para ninguna de sus hijas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «En tiempo de prodigios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «En tiempo de prodigios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «En tiempo de prodigios»

Обсуждение, отзывы о книге «En tiempo de prodigios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x