Andrés Trapiello - Los amigos del crimen perfecto

Здесь есть возможность читать онлайн «Andrés Trapiello - Los amigos del crimen perfecto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los amigos del crimen perfecto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los amigos del crimen perfecto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los amigos del crimen perfecto es una novela coral vertebrada en torno a un grupo de amantes de la novela negra que persiguen, desde hace años, tanto el estudio como la quimera de un crimen perfecto, hasta que la realidad acaba envolviéndoles en uno que, siendo un crimen perfecto, acaso ni es crimen ni perfecto.

Los amigos del crimen perfecto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los amigos del crimen perfecto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La policía buscó a Peter, el marido de Hanna, pero no lo encontraron. Nadie supo dar con él.

Después de unas horas y de avisar al consulado y hablar con el empleado encargado de dar con los parientes de la joven, Poe volvió a la casa de Hanna. Pensó que quizá a los familiares de ella, si acaso decidían viajar a Madrid, les gustaría encontrarse esa casa con otro aspecto. La policía aún la había desbaratado más.

Se la encontró precintada con un sello del juzgado. Rompió el sello, entró, y ordenó las cosas. Luego salió, volvió a poner el sello sin preocuparse de que se notara que había estado allí o que había sido él quien había entrado.

Esa misma noche, después de darle la noticia a Marlowe, telefoneó a Paco Cortés. Los ACP habían pasado a la historia, pero algunos viejos miembros de aquel club aún seguían viéndose.

La cabeza de Paco Cortés, habituada a los pasos policiales, iba por delante.

– ¿No les has hablado de lo de mi suegro? Les va a faltar tiempo para saberlo. Por suerte el domingo estuvimos todos en Segovia, con mi suegra, y el lunes estuve haciendo cosas en el despacho de Modesto y en la editorial.

Espeja el viejo había llegado a un acuerdo con su antiguo colaborador y escritor de novelas policiacas. No hay nada que no pueda soldarse, era la divisa del viejo astuto…

Poe se sorprendió con la noticia, y Paco prometió ponerle otro día al corriente de los pasos que se habían dado para ese arreglo. Lo importante en ese momento era ocuparse de Hanna.

A la mañana siguiente Marlowe acompañó a su amigo Poe al Instituto Anatómico Forense. Al rato llegaron Paco y Dora. En cierto modo aquella muerte también servía a dos seres que ante la tragedia parecían haber apartado todos sus problemas personales, empequeñecidos de pronto, y mientras permanecieron allí no se soltaron de la mano, hecho éste del que acaso ni ellos mismos fueron conscientes. Le parecieron a Poe sus amigos Hansel y Gretel en aquel bosque de la muerte, y se acordó cuando él encontró esa comparación para Hanna, el primer día que estuvieron solos. Metidos en estrechas cabinas esperaban su entierro los cuerpos de dos docenas de desdichados. La tragedia de la muerte allí se redoblaba por todos los rincones. En muchos casos nadie velaba aquellos cadáveres de mendigos, indigentes, suicidas, sobredosificados, envenenados, desconocidos. La mayor parte, vidas desarregladas y muertes estremecedoras. El velorio de algunos de estos cadáveres eran duelos de alivio: se veía que se había dado por concluida una vida triste. Habían amortajado a Hanna con un sudario blanco que le envolvía igualmente la cabeza. Habían dejado por fuera sus manos, dos finas tallas de madera, en las que carne y uñas parecían estar hechas ya de una misma sustancia parafinada. El cuerpo semejaba un bloque de mármol del que el escultor sólo hubiera querido sacar a la vida el rostro y las manos, dejando el resto en basto.

Al fin hallaron a Poe, solo, en un cuartito vacío, separado del féretro por un cristal.

Los dos amigos, y luego los que fueron llegando, Mason, Maigret, el padre Brown, se dirigieron al muchacho como si fuese el destinado por la suerte para sobrellevar en solitario, y a falta de parientes próximos, el dolor de aquella muerte sin ángel, un peso demasiado pesado para sus veintidós años.

Ninguno de ellos sabía qué iba a suceder, qué había que hacer, cómo tendrían que conducirse. ¿La enterrarían? ¿La incinerarían? ¿Repatriarían su cuerpo a Dinamarca? ¿Sus cenizas? ¿Vendría alguien del consulado, alguien de su familia?

A media mañana los amigos acabaron marchándose cada uno a sus ocupaciones, como les pidió el propio Poe. Se quedó allí todo el día. Sólo a última hora le dijeron que a la mañana siguiente se incineraría el cuerpo y se enviarían las cenizas a Dinamarca. Se fue a su casa. Dejó el cuerpo de su amiga con inevitable sensación de perplejidad. Se preguntó: ¿estas cosas no podrán hacerse de otro modo? Le pareció más natural un crimen que la manera de enterrar a los muertos, mucho más inhumano hacer desaparecer un cadáver que liquidar una vida.

Al día siguiente estuvo presente en la incineración él solo. Duró poco la ceremonia, apenas unos minutos. No habló con nadie, ni siquiera con el empleado de la funeraria que pronunció a la puerta del tanatorio el nombre de la difunta en voz alta, por si había alguien cerca al que interesara saberlo. Supuso Poe que los empleados sabrían qué hacer con las cenizas. No imaginaba aún hasta qué punto aquella muerte le afectaba o no. Demasiado próxima todavía. Supo, sin embargo, que quería volverse a su provincia, quizá pensó que de no hacerlo le esperaba a él una muerte tan absurda como aquélla, tarde o temprano. En su pueblo se encontraría mejor. Quizá había llegado el momento de las huidas. Tenía veintidós años, pero era ya un viejo, o como tal se sentía.

Tampoco había resultado mejor la experiencia con Marlowe, en el piso que compartían. Todo seguía como el primer día, con cajas de cartón sin abrir por los rincones, el mismo destartale, idéntica precariedad. Se habían dado de plazo hasta el verano, cuando el contrato del piso, por un año, tocaba a su fin. No renovarían. Marlowe retornaba a la casa paterna. No era hombre de vivir solo, le confesó a Poe, echaba de menos los guisos maternos, la ropa limpia, los domingos tirado frente al televisor sin tener que ocuparse de compras, lavadoras ni comidas.

De todos los amigos sólo a Paco Cortés parecía sonreírle el porvenir. Espeja el viejo había entrado en razón. La marcha de su autor preferido había significado un duro revés para los ingresos de la editorial, y sin el menor empacho, en cuanto le llegó la notificación de la demanda, se puso en contacto con él con una carta de la que, sin la menor duda, se habría ennorgullecido Espeja el muerto.

«Mi querido Paco: Te debo esta carta desde hace catorce meses, así como mis disculpas. Soy un hombre orgulloso, pero también reconozco mis defectos y mis errores…»

Paco, que le leía la carta a Dora en voz alta, después de habérsela leído a Modesto, no pudo evitar el comentario:

– Los que reconocen que su defecto es el orgullo, son además soberbios, y consideran el orgullo una virtud, y por eso lo confiesan. No falla.

– Volverás a escribir -le dijo a los pocos días un animado Modesto, que se hacía la ilusión de leer nuevas aventuras de sus héroes preferidos.

– No -le desengañó Paco-. Eso se ha terminado. Se lo he dicho esta tarde a Espeja. He vuelto a la editorial no como autor, sino como gestor. Todo en esta vida tiene sus ciclos.

– ¿Has estado con él?

– Sí.

– Y si no vas a volver a escribir novelas -preguntó Modesto- ¿para qué has ido a verle?

– Se le ha ocurrido una idea que considera una genialidad: plagiar nuestras propias novelas.

Todos le miraron con expresión de sorpresa.

– Hay que ambientar las novelas en España. Es lo que se estila ahora. El público está cansado de que los crímenes ocurran a tres mil kilómetros de aquí. No valoran el que sean o no perfectos, sino que se huela o no la sangre, y cuanto más próxima esté la sangre, mejor, y cuanto más familiar, mejor todavía. Por eso en España gustan tanto las guerras civiles. Y yo voy a probar con Las Amazonas de Chicago .

Se trataba de una novela de monederos falsos que se acuartelaban en un club de alterne de Chicago, con ese nombre, Las Amazonas.

– Lo ambientaré aquí, en Madrid, en Los Centauros…

– Es un local de travestís -dijo Marlowe, orgulloso de conocer los escenarios antes incluso de que fuesen novela-. Yo he estado allí.

– Quién lo diría, Marlowe.

Se levantó Paco y al rato traía un sobre con los contratos que Espeja le había preparado. Se los entregó a Modesto y le pidió que los mirase.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los amigos del crimen perfecto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los amigos del crimen perfecto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los amigos del crimen perfecto»

Обсуждение, отзывы о книге «Los amigos del crimen perfecto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x