Todo hecho añicos. Nada se podría recuperar. Si se encerraban en la habitación perdía el tiempo porque no le iban a abrir la puerta. Tampoco su madre le abría la puerta cuando se encerraba en su dormitorio y subía la persiana y gritaba que se iba a tirar por la ventana. Era exactamente igual. Pansy y su madre eran la misma persona. Por eso a veces en los sueños Pansy tenía el rostro de su madre. Lo entendía ahora. Su madre vaciaba botellas de Lacrima Christi. La botella de Pansy era Diu Tsit. Cuando abran la puerta será para verlas salir juntas con sus bolsas de viaje y sus raquetas de pimpón y sus caras de grandes jugadoras ofendidas y ultrajadas. No le dirán ni adiós. Le abandonarán delante de la cama king size con las cuatro almohadas y las toallas por el suelo y el sol pegando en los muebles horrorosos y la CNN dando asquerosas noticias de catástrofes pero ninguna comparable con la asquerosidad de su catástrofe personal.
Juan sintió un inmenso alivio al comprobar que nada de esto había sucedido. ¿Por qué se anticipaba siempre a las desgracias? Además ¿era esto una desgracia?
Se habían acercado a su hamaca donde él simulaba estar dormido. Entonces Diu Tsit le brindó una sonrisa absolutamente encantadora. La misma sonrisa de la foto del pasaporte. Le preguntó si le apetecía una cocacola . Pansy se secaba con la toalla de Mickey Rooney. Dijo que sí. Se bebería muy a gusto una cocacola . Y cuando Diu Tsit se la trajo a la hamaca Juan le acarició la pierna, después Pansy y Diu Tsit subieron a la habitación para cambiarse de ropa. Entonces sospechó Juan que el granuja del conserje pudo haberse puesto de acuerdo con ellas para darles una sola habitación esa primera noche. ¿Por qué no? Los conserjes y los mozos de equipajes y los camareros son todos igual en todas partes. Granujas. Por unos billetes hacen cualquier cosa.
Bajaron con sus raquetas de pimpón en la mano y sus pantaloncitos cortos y sus camisetas blancas a juego con el calzado. Juan las vio alejarse hacia una de las mesas de pimpón. Vio cómo Diu Tsit tensaba la red y la ponía a la altura reglamentaria. Se levantó y fue al bar de la pérgola a beber algo. Juan tenía apoyada su espalda contra la barra y desde allí se entretuvo mirando a las dos jugadoras imaginando que eran unas desconocidas. Gracias al vodka no resultó difícil.
¿Quién podía ser Pansy? ¿Una divorciada de Sacramento? ¿La madre de una criatura con algún defecto físico?
Madre de un niño con una pierna más corta que la otra. ¿Divorciada y casada por segunda vez?
Divorciada pero con una amiga china desde hacía un año.
¿Un año y medio?
Divorciada desde hacía dos años y con la china desde hacía un año y medio.
¿Cómo se llamaba Pansy?
Se llamaba Pam.
¿Edad de Pam?
Unos 45 años.
¿Y el hijo con una pierna más larga que la otra? ¿Qué edad tiene ese hijo? ¿Dónde está?
Puede tener 10 o 12 años. Aquí no está ese niño porque este fin de semana le toca al padre. El niño se llama Rupert.
Juan trató de imaginar otros nombres. David. Philip. James. Charles.
A ninguno le encajaba tan bien el defecto de la pierna como a Rupert.
Philip podría tener un problema de ojos. James podía tener una lesión de corazón. David era un nombre de hemofílico. Charles no podía ser más que un diabético. Mientras que Rupert el hijo de 10 años de la divorciada Pam de 45 años que ahora juega al pimpón con su amante china a menos de cincuenta metros de esta barra tiene una pierna mucho más larga que la otra. Lleva una bota especial en el pie de la pierna más corta provista de un alza enorme para igualar la longitud con la otra pierna.
¿Pam es maestra?
Enseña Ciencias Naturales en una escuela de Sacramento. Pero está harta de Sacramento y quiere vivir definitivamente con su amiga en Annapolis.
¿Y la china? La china se llama Type. O quizá se llama Yalu. Aunque es mucho más probable que se llame Chutzu. Efectivamente se llama Chutzu. ¿Chutzu Zit o solamente Chutzu? Chutzu a secas.
Es muy deportista. Eso salta a la vista. Entrenadora de pimpón. Y profesora de aerobic. Su padre ya era jugador de pimpón. Era campeón de pimpón. Pero su padre nos trae sin cuidado. Eso tampoco quiere decir que hasta este momento siempre se haya dedicado a lo mismo. A entrenar a jugar al pimpón y a dar clases de aerobic . ¿Qué hizo antes de meterse en el pimpón profesional?
Dejémoslo.
Pam conoció a Chutzu en un campeonato de pimpón. Pam la seguía a los campeonatos. La invitaba a pasar con ella fines de semana en la nieve y en la playa. Le pagaba el teléfono y la luz del apartamento de Annapolis. Y Chutzu correspondía a la generosidad de su amiga con amor.
En realidad la historia de Pam y Chutzu vista desde la pérgola del hotel de Mickey Rooney era una vulgar historia de amor entre mujeres. Una de las muchas historias de amor entre mujeres maduras desengañadas del amor de los hombres. O simplemente desengañadas de los hombres. ¿Para qué necesitaban a los hombres? Para nada. Sólo creaban dificultades. Entorpecían su relación. Eran un estorbo. Si ahora mismo le preguntara Juan al barman qué opinaba de aquella pareja de jugadoras de pimpón el barman haría un gesto inconfundible. ¿Seguro?
Seguro. Si me equivoco le invito a un vodka doble.
¿Tenía él la misma convicción que el barman y probablemente que cualquier otra persona que las viera juntas en Miami? Juan dijo que sí. Lo dijo en voz muy baja.
Sí.
Luego lo repitió en voz alta.
Yes .
No sabía por qué se le había escapado un sí en voz alta en el bar de la pérgola del hotel de Mickey Rooney.
Como es lógico el barman aprovechó la oportunidad para servirle otro vodka.
Durante la cena se puso chistoso. Seguía imaginando que Pansy era Pam y que Diu Tsit era Chutzu. Tampoco Juan era Juan sino un gilipollas que acababa de conocerlas en el hotel de Mickey Rooney y las invitaba a tomarse el bufé de 45 dólares para no estar solo.
Juan se imaginaba igualmente divorciado de su primera insoportable mujer española.
Ahora vivía solo en Nueva York. Trabajaba para una emisora de radio. Afortunadamente no tenía hijos. Cuando se hartaba de Nueva York tomaba el avión de Miami y pasaba un fin de semana tranquilo en un hotel de la playa. Pedía siempre una habitación con cama king size . Estaba atento a lo que le rodeaba. Como en esta ocasión. Como ahora mismo.
Ahora mismo estaba acompañado de una china y de una americana jugadoras de pimpón y él les preguntaba estupideces a las que ellas respondían como era de esperar estúpidamente. A continuación pidió una botella de vino blanco y al final de la cena pidió otro vodka que se bebió muy despacio.
No quería emborracharse. No necesitaba emborracharse. Prefería chispearse un poco y pasárselo lo mejor posible con estas dos mujeres que parecían dispuestas a la juerga. Una juerga tranquila.
Así que ahora brindaban y decían tonterías y Juan llamaba Chutzu a Diu Tsit y Pam a Pansy que naturalmente había dejado de ser Pansy al tiempo que él había dejado de ser Juan.
Los tres eran tres perfectos desconocidos que no deseaban conocerse en absoluto.
Les bastaba compartir la cena y la bebida que llegado el momento pagó Juan con mucho gusto y entonces propuso subir a su habitación. Ellas se miraron como si eso mismo ya hubiera sido decidido desde hacía rato.
Se metieron en el ascensor. Pam pulsó el botón del séptimo piso sin preguntar qué piso era el de la habitación de Juan. Estaban callados en el ascensor aunque se miraban de reojo. Al salir del ascensor él dobló a la derecha y ellas le siguieron.
Abrió la puerta. Las luces estaban encendidas y la televisión estaba funcionando así que no tuvo prácticamente nada que hacer y se dejó caer en el sofá con el mando a distancia de la televisión entre las manos. Entonces la jugadora china le preguntó quién pasaba antes al cuarto de baño. Era una buena pregunta. Una pregunta muy oportuna porque él sentía la necesidad de ir el primero.
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