Liliana Heker - Zona de clivaje

Здесь есть возможность читать онлайн «Liliana Heker - Zona de clivaje» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Zona de clivaje: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Zona de clivaje»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Irene Lauson experimenta y analiza su vida a través de la Física y persigue tenazmente un vínculo posible entre la verdad y la felicidad. Alfredo Etchart, su profesor de literatura y luego el hombre con quien mantiene un vínculo amoroso intenso y en muchos momentos conflictivo, ve el mundo a la luz del arte y del marxismo y busca, ante todo, seducir. El despliegue inteligente, irónico y conmovedor de esa relación es la piedra de toque para que la protagonista llegue al fondo de sí misma, se pierda una ymil veces y encuentre una salida que no es otra cosa que el trabajoso camino hacia la madurez. Y al acompañar esa travesía gobernada alternativamente por la razón y por la pasión, el lector accederá no sólo a las claves inefables del universo femenino sino también a lasmarcas culturales y sentimentales de toda una época. “En la estructura destellante y perfecta del cristal”, se explicita en algún momento del libro, “la zona de clivaje es aquella donde la unión de los átomos se muestra débil y donde, por lo tanto, el cristal se vulnera y se quiebra”. Liliana Heker no podría haber encontrado mejor metáfora para condensar lo que sucede en esta novela excepcional. VICENTE BATTISTA “Una de las pocas novelas argentinas de los últimos años a la que se puede califcar de necesaria.” CRISTINA PIÑA “Historia de amor, entonces, y de difcultosos ‘años de aprendizaje’, Zona de clivaje posee la virtud de revitalizar el placer de leer.” SUSANA SILVESTRE

Zona de clivaje — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Zona de clivaje», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Se nota.

– Si te referís a lo de anoche…

– Espero no decepcionarte -dijo-, pero lo que pasó anoche me tiene absolutamente sin cuidado.

– No te creo -lo dijo con tanta brusquedad que él la miró sorprendido; ella hizo un esfuerzo por atemperarse-. Al fin y al cabo fuiste vos el que insistió en que yo tenía que conocer a Cecilia y todas esas cosas.

– Bueno, ya la conociste -dijo él con calma.

– No en mi mejor momento -dijo Irene.

– Quién sabe -dijo él-, y por otra parte, ¿era cuestión de que ella te conociera a vos o de que vos la conocieras a ella?

– ¡De que ella me conociera a mí!

Lo dijo con tanta naturalidad, y con tanto énfasis, que él no pudo evitar una carcajada.

– Así me gusta -dijo; se sentó. El hielo estaba roto: ella también se sentó-. ¿Y qué te pareció?

– Esperate, vayamos por partes -dijo Irene, de pronto se sentía de buen humor-. Yo, a ella, ¿qué le parecí? Hay que respetar las jerarquías.

– Natural.

– ¿Le parecí natural?

– Eso no sé. Dijo que sos mandaparte y fría.

– Qué bien. ¿Y no dijo por casualidad si vos nunca te diste cuenta de que yo estoy perdidamente enamorada de vos y que por eso me debo haber puesto como me puse y todas esas cosas?

– Si lo pensó, no lo dijo.

– ¿Es tímida?

– Es inteligente.

– Uh, ésas son las peores.

– Decímelo a mí. Esas se quedan y se quedan.

Ella sintió algo parecido a la tristeza.

– No sé -dijo en voz muy baja-. Por ahí se van solas.

Él la miró, como si la viera por primera vez esa tarde.

– Epa, estás triste de verdad.

Ella se encogió de hombros.

– Pero siempre estoy triste -recitó; sacudió la cabeza con energía-. No, mentiras. A veces tengo tanta alegría que es, no sé, es como si me lastimara.

– Anoche, sí, al principio. Irradiabas -hizo una pausa-. Estabas muy linda anoche.

Irene se rió. Sintió que otra vez estaba resplandeciendo.

– Pura concentración -dijo- y un poco de rimel. ¿Te acordás? -ahí estaba, en su memoria, esa pequeña escena como un cristal diminuto-. No, no te acordás, pero para mí fue muy importante. Una vez, cuando yo tenía diecisiete años. Estaba sentada al borde de tu cama y vos me miraste. Como si me pudieras ver a través. No sé. Y de pronto me dijiste: “Cuando tengas cuarenta años la gente va a decir: qué hermosa debió ser esta mujer cuando era una adolescente”. No, seguro que no te acordás, andá a saber por qué se te ocurrió. Pero para mí fue como un mandato. Como si hubiera descubierto, como si vos me hubieses hecho descubrir que podía inventarme hacia adelante una hermosura hacia atrás, algo así. Parece complicado pero fue lindo -agitó las manos veleidosamente y ahuyentó de sí misma toda gravedad-. Y a lo mejor fue así, nomás.

Alfredo se había quedado mirándola, como si tratara de reconstruir con ciertos vestigios que quedaban en esa cara a la chica sentada a los pies de la cama que se bebía las palabras de él como si cada una de esas palabras tuviera la virtud de atarla a un destino. Con voz pausada dijo:

– Quiero que sepas una cosa -y entonces sí la miró a ella, tal como era en este atardecer de octubre, una mujer que tal vez tenía una ansiedad similar a la de la otra en los ojos, la ansiedad de quien todavía espera una revelación-. Quiero que sepas que sos la mujer que más quise en mi vida.

Hubo una brecha, algo cuya carga de emoción amenazaba con un desborde peligroso.

Entonces sonó el teléfono.

Él inició el movimiento de ir a atender y lo interrumpió. Irene advirtió los dos gestos en el momento en que ella misma se levantaba para ir hacia el teléfono.

Se detuvo. Supo, un instante antes de que ocurriera, que algo que había brillado con luz propia sería destruido sin piedad.

– Natural -dijo con toda la saña de que era capaz-, cómo ibas a permitir que se te arruinase el efecto de semejante frase.

Él habló con voz lenta.

– Vos sabés que yo cuido todos los detalles -dijo.

– ¡Por supuesto que cuidás todos los detalles! Después de semejante declaración, cómo ibas a correr el riesgo de decepcionarme haciéndote el baboso con esa mosquita muerta.

No soy yo, pensó con horror. Ella amaba a ese hombre. Podía sentir en su propio cuerpo el agravio, la estocada de esta iniquidad atravesándolo por sorpresa.

Él dijo con sequedad:

– Lamento dar esa impresión.

– ¡No! -dijo ella, desesperada- Vos sabés que no era eso lo que yo quería decir. Vos sabés

– Callate. Hacete el favor, por respeto a vos misma, de no cagarte en las patas al menos una sola vez en la vida. Y es probable, sí, es muy probable que me veas realmente como un baboso cuarentón que anda corriendo atrás de las colegialas. Vos tenés una mirada muy sagaz, Irene. Estás ahí afuera, muy atenta, viendo cómo se babosean y se vuelven ridículos los otros. Y al fin y al cabo está bien; es tu vida, después de todo. Pero lo que no te voy a permitir, ni a vos ni a nadie se lo voy a permitir, es que digas una sola palabra insultante de una adolescente a la que no conocés, porque no te tomaste el trabajo, ni siquiera te tomaste un minuto de tu precioso tiempo para conocerla.

– Uh, si la conozco -dijo Irene-. Desde antes de conocerla la conozco. Desde que me contaste cómo se quedaba atrás de todos, esperándote. No es tan inocente como vos te creés. Ni tan perfecta. Desde el primer día, desde que hizo ese gesto tan sublime que vos creíste descubrir, desde ese día no hace otra cosa que mentir para deslumbrarte. Para cazarte. Claro que ahora le podés contar todo, hasta lo nuestro le podés contar, para que ella aprenda a qué extremos puede llegar una mujer admirable. Y ella va a fingir que no se escandaliza, y hasta va a prometerse, internamente, que algún día va a llegar a eso, más lejos que eso, ya que ella nunca va a tener, uh, si la conozco, ella nunca va a tener la agachada que al fin demostró esa de la que tanto le han hablado. Claro que se lo va a prometer. A los diecisiete años siempre te queda toda la vida por delante y nada te duele de verdad. A los diecisiete años te podés prometer todas las hazañas.

– Te estás poniendo debajo de vos misma, Irene.

– ¿Cómo sabés? ¿Y si ésta fuera verdaderamente yo? ¿Y si hiciera trece años que estoy tratando de ponerme por encima de mí misma, trece años que estoy tratando de fingir que estoy a la altura de lo que vos considerás mi altura? ¿Querés que te diga una cosa? Vos ni siquiera me concebís. Te creés por ejemplo que yo me divierto como loca viendo cómo te levantás a otra mujer, total, yo soy puro cerebro, y entonces…

– Sé perfectamente que no sos puro cerebro -dijo él, cortante.

– No, no sabés. Conocés, sí, cómo se porta mi cuerpo cuando. No importa eso -dijo con brusquedad-. Pero ni siquiera te imaginás lo que pasa por mis tripas cada vez que sé que estás con otra mujer. Y sabés por qué no te lo imaginás. Por pura comodidad. Porque entonces, como la naturaleza te dotó de todo en exceso, quiero decir que no sólo tenés un exceso de inescrupulosidad, también tenés un exceso de conciencia, entonces ya no podrías tolerar lo que está pasando adentro de mí cada vez que te estás acostando con otra, y tendrías que renunciar a tu compañerita de juegos. Y te quedarías solo.

– No es que quiera ponerme patético -dijo él, con torva ironía-, pero tengo la impresión de que siempre estuve solo.

– Mentiras. No soportarías quedarte sin un interlocutor. Nadie lo soporta.

Él la miró, como si la clavara.

– ¿Y vos estás tan segura -dijo- de que alguna vez tuve un interlocutor?

Irene presintió por primera vez, como se mira el fondo de un precipicio, el verdadero sentido de la palabra soledad.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Zona de clivaje»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Zona de clivaje» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Zona de clivaje»

Обсуждение, отзывы о книге «Zona de clivaje» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x