Yasmina Khadra - La parte del muerto

Здесь есть возможность читать онлайн «Yasmina Khadra - La parte del muerto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La parte del muerto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La parte del muerto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un peligroso asesino en serie es liberado por una negligencia de la Administración. Un joven policía disputa los amores de una mujer a un poderoso y temido miembro de la nomenklatura argelina. Cuando este último sufre un atentado, todas las pruebas apuntan a un crimen pasional fallido. Pero no siempre lo que resulta evidente tiene que ver con la realidad. Para rescatar de las mazmorras del régimen a su joven teniente, el comisario Llob emprende una investigación del caso con la oposición de sus superiores.

La parte del muerto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La parte del muerto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Qué tal, Kong? Pensaba que vivías en un árbol, y veo que prefieres vegetar en una jaula. Oye, estás muy evolucionado para tu especie.

Se sacude la cabeza para recuperarse del golpe.

Mi 43 fulgura y lo vuelve a tumbar de narices.

– ¡Al suelo!

Enciendo la luz, cierro la puerta y me acuclillo junto a él, apuntándolo con mi Beretta.

– ¿Qué quiere usted de mí?

Le señalo las magulladuras de mi cara.

– ¿Ahora cómo voy a ligar con la cara que me has dejado? ¿Tú crees que eso está bien?

– No entiendo lo que me dice.

– Me vas a matar de pena, Kong.

– Le juro que no entiendo.

Le agarro los pelos y tiro con fuerza hacia atrás. La nuca le cruje y se le salen los ojos de dolor.

– Tu amiguito y tú habéis cometido un grave error.

– Se equivoca, comisario. No estoy loco. La primera vez, no sabía quién era usted. Pero me mantengo a raya desde que sé que es policía. Sé hasta dónde puedo llegar.

Me incorporo e inspecciono el cuchitril. Es un cuartucho ruinoso donde pocas veces se hace la limpieza. Su mobiliario se compone de una cama metálica, un banco, una mesa baja atestada de vasos y de platos sucios, una tele polvorienta sobre un baúl y una nevera. Sobre las paredes llenas de humedad, en medio de un montón de fotos de tías en pelotas, un cartel electoral con la foto sonriente del alcalde de Sidi Ba.

Kong aprovecha mi distracción para saltar. Sus brazos intentan desarmarme. Lo esquivo y le doy una serie de puñetazos con la izquierda que apenas le afectan. Vuelve a la carga y se me echa encima aullando. Su puño me fulmina la oreja, justo donde más me está doliendo. El dolor incrementa mi ira. Pego a ciegas y con todas mis fuerzas con la culata de mi arma. Kong se desmorona. Sigo dándole leña. Cada golpe refuerza mi sentimiento de estar contribuyendo a la salvación de la humanidad y, en consecuencia, haciendo un gran favor al cielo.

– Vale, vale, me rindo -me dice en un estertor.

Le ordeno que se pegue a la pared. Obedece, se encoge en un rincón y se limpia los mocos con la manga. Le he reventado una ceja y roto la napia. Tiene la cara llena de sangre.

– Los dos fulanos que le atacaron no son de aquí. Llegaron de Argel hace tres días y dicen ser de la Seguridad Militar. El alcalde los recibió en privado.

– ¿Cómo son?

– Pues, como todo el mundo. Le hundo mi 43 en la tripa.

– Los he visto una vez, lo juro.

– Descríbemelos.

– Cuadrados, con las sienes afeitadas y la nariz rota. Los típicos matones. Uno tiene una cicatriz en el labio superior, y el otro, paticorto, cojea un poco. Nada más verlos se me pusieron los pelos de punta.

– ¿Cómo llegaron?

– ¿Qué?

– ¿Su coche?

– Un Peugeot 405 gris, matriculado en Argel.

– ¿Ellos se cargaron a Tarek y a Debbah?

Kong se remueve. Le empujo con la punta del zapato.

– Eso no es asunto mío, comisario. Yo soy ordenanza del ayuntamiento. Claro que a veces hago algún que otro encargo, pero nunca cosas serias. Ignoro quién está tras el asesinato de esos pobres diablos. Pero aunque lo supiera, no se lo contaría. No juego con fuego.

– Vamos a hacer un trato.

– ¡Que no! No quiero verme metido en esto. No cuente conmigo.

– Quiero sus nombres.

– Ya sabe usted que este tipo de gente no tiene nombre, ni dirección, ni filiación. Sólo un mote. Aunque se pase toda la noche machacándome, perderá el tiempo. No diré nada. Ni siquiera recuerdo quién es usted y jamás ha venido a mi casa.

Me da la espalda, agarra un trapo que se pasa por la cara y se acurruca miserablemente en su rincón.

Soria escucha sin interrumpirme el relato de mi entrevista con Kong. La arruga que surca su frente me indica que está preocupada por cómo me estoy tomando este asunto. Contiene la respiración, las manos sobre un paquete de folios.

– No le voy a obligar a correr más riesgos, señor Llob. Es libre de adoptar la decisión que le parezca más adecuada. Pero yo no me pienso detener a estas alturas. Ni siquiera un ejército de barbudos matones podría detenerme. Seguiré hasta el límite de mis fuerzas.

– No soy un blandengue.

– Eso no tiene nada que ver. Uno puede retirarse si considera que no le compensa. No hay por qué avergonzarse.

– ¿Se puede saber qué la motiva tanto?

– Lo que le motiva a usted cuando está cumpliendo con su deber, comisario: la verdad. Jamás me he sentido tan motivada por un tema. Es ya un asunto personal.

– ¿Por qué?

– Odio la injusticia. Se han cargado a gente…

– Dados por desaparecidos.

– Vamos, comisario. ¿Qué significa eso de dados por desaparecidos?

Son las diez de la noche y la ciudad se oculta tras un silencio impenetrable. Las calles están desiertas y las tiendas cerradas. Pasa algún coche, como por casualidad, y desaparece de inmediato. Soria tiene ojeras. Con su pequeña grabadora de bolsillo al alcance de la mano, sigue actualizando sus notas, confirmando algunas informaciones y poniendo enormes puntos de interrogación sobre otras.

– Me voy y la dejo tranquila -le digo.

– Tiene razón. Nos vendrá bien una buena noche de descanso.

La dejo prometiéndole no roncar tan alto.

Una vez en mi habitación, le quito el seguro a mi Beretta y la dejo sobre la mesilla de noche. Esta noche no pienso dormir a pierna suelta. No paro de darle vueltas a la presencia de los dos tipos de Argel en Sidi Ba. Si están relacionados con el asesinato de Tarek y de Debbah, nada les impedirá hacerme una visita a mi hotel. Enciendo la lamparilla y, con la mano detrás de la nuca, me quedo indefinidamente tumbado sobre la cama.

Por la mañana, decido ir solo a la ciudad. La única manera de aclararme un poco es localizando el Peugeot 405 gris con matrícula de Argel. Busco sin éxito. Merodeo por el ayuntamiento y luego me sitúo cerca de la comisaría hasta mediodía. Mis agresores no aparecen. He observado que, mientras prosigo con mis indagaciones, me están siguiendo. Se trata de la bola de sebo que entreví en el despacho del comisario de Sidi Ba. Intenta ser discreto, pero la desbandada que provoca a su paso entre los vendedores ambulantes no le ayuda.

Tras el recodo de una callejuela me planto ante él, lo agarro por el cuello y lo aplasto contra la pared.

– Es por tu bien -me dice medio asfixiado pero sin defenderse.

Lo suelto. Se recompone el cuello de la camisa y me dice:

– Si por mí fuera, estaría echando un polvo antes que corretear como un cachorro detrás de ti para evitar que el populacho te linche. Lo que pasa es que el comisario está empeñado en que no te tengamos que recoger con cucharilla. No quiere problemas en su circunscripción, ¿comprendes? Te juro que no es por espíritu de equipo ni por tu cara bonita.

– ¿De verdad que, con dos fiambres y dos locos peligrosos sueltos por la ciudad, no tienes nada mejor que hacer que olisquearme el culo?

– Los muertos ya están enterrados y la investigación sigue su curso. En cuanto a los cabrones que te agredieron, ya se han largado.

– ¡No me digas!

– Aunque no lo parezca, no tenemos nada que ver con esos matones. Somos polis y cumplimos con nuestra tarea con los escasos medios de que disponemos.

– ¡Qué emocionante!

Me mira con aversión.

– No suelo faltar al respeto a mis colegas, pero me muero de ganas de hostiarte.

– Pues muérete ya y acabemos de una vez.

Se ríe con una mueca de desprecio.

– ¡Pobre idiota!

Cuando voy a darle con el puño izquierdo, lo salva un grupo de mujeres que sale de un patio. Nos enganchamos con la mirada. Se raja primero, menea la cabeza y retrocede, con el dedo erguido:

– Ándate con cuidado, comisario. Te estás pavoneando en un campo de minas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La parte del muerto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La parte del muerto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La parte del muerto»

Обсуждение, отзывы о книге «La parte del muerto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x