Yasmina Khadra - La parte del muerto

Здесь есть возможность читать онлайн «Yasmina Khadra - La parte del muerto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La parte del muerto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La parte del muerto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un peligroso asesino en serie es liberado por una negligencia de la Administración. Un joven policía disputa los amores de una mujer a un poderoso y temido miembro de la nomenklatura argelina. Cuando este último sufre un atentado, todas las pruebas apuntan a un crimen pasional fallido. Pero no siempre lo que resulta evidente tiene que ver con la realidad. Para rescatar de las mazmorras del régimen a su joven teniente, el comisario Llob emprende una investigación del caso con la oposición de sus superiores.

La parte del muerto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La parte del muerto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Acaba reparando que estoy de pie en medio del salón, traga saliva y me pide que me siente sobre una silla acolchada. Me dejo caer sobre el asiento y cruzo las piernas con cara de disgusto.

Hocine se serena.

Menea su rosario, lo hace girar alrededor de su índice y reflexiona.

– ¿Tanto te divierten los follones, Brahim?

– Intento merecerme el sueldo.

Suelta el rosario, se alisa la barba y me mira con agudeza.

– ¿Para qué has venido, comisario?

El tono es expeditivo.

– Me temo que un peligro público se ha beneficiado del indulto presidencial.

– ¿Y qué?

– Llevo semanas intentando comprender lo que no cuadra en este asunto. ¿Pero a quién me dirijo? Y, de repente, me entero de que un compañero estaba en la comisión presidencial. Entonces he venido a ver hasta qué punto podría aclarármelo.

– ¡Dios mío! -suspira, ya harto.

Se coge la cabeza con las manos, se sacude la barba y, tras imprecar en silencio, confiesa:

– Lo tuyo es penoso, Brahim. Hay que ver la pena que me da ver lo mal que envejece un antiguo resistente, héroe de la mayor revolución del siglo.

– Sólo el vino mejora con el tiempo.

– No te sientas obligado a tener respuesta para todo.

– Es que no lo puedo evitar.

– Encima te crees gracioso. Mira, te voy a poner al loro, comisario. ¿Eso es lo que quieres, verdad? Tú eres tu propio problema. Ya ni te aguantas a ti mismo. Vas buscando bronca con la esperanza de que te cierren el pico de una vez por todas. El otro problema es que nadie se digna darte leña. ¡La gente anda metida en sus cosas, narices! -profiere dando brazadas en el aire con su rosario-. Espabila ya. Hay sol, las terrazas están llenas, hay jardines en todas las esquinas. Los críos se divierten, las abuelas se chutan en las perfumerías, los jóvenes revolotean por los colegios como enjambres y las chavalas están para comérselas. ¿Entiendes lo que te quiero decir? Se acabó la guerra. El enemigo se fue. El país va de maravilla. No hay asesinatos, ni atentados ni toma de rehenes; esto es una balsa de aceite. Pero por desgracia, si eso tranquiliza al pueblo, fastidia al comisario Llob, nacido para la bronca, cuando no para provocar tormentas en un vaso de agua. Ahí es donde te aprieta el zapato, en tu insatisfacción. A falta de casos que resolver, acosas a tu propia amargura. Y, de paso, vas pisando los callos a los demás. Pues hazte a la idea de que ésa no es la solución. No sólo no provocas tormentas, sino que te empeñas en ahogarte en el vaso. Si quieres un consejo de amigo, tómate unos días de descanso y haz una cura en Hammam Rabbi. No hay nada que tenga que cuadrar en esta historia. Si a la comisión le ha parecido razonable que un detenido se beneficie del indulto presidencial, es porque se lo merece. Los expertos son científicos eminentes, elegidos entre los mejores. Además, estaba yo allí para supervisar el trabajo. La gente con título tiene sus conocimientos; yo, mi experiencia. Conozco como nadie el factor humano. Llevo décadas mandando en los hombres, formando y reformando a todo tipo de gente.

– Hace décadas que yo también soy poli. A mí lo que me espolea es la intuición, no el aburrimiento. Estoy seguro de haber dado con algo y no pienso soltarlo.

Hocine la Esfinge se siente desconsolado. Mi terquedad le deja destrozado. Aparta los brazos en señal de abdicación y gruñe:

– Haz lo que quieras.

– Necesito echar una ojeada a su expediente.

– ¿De quién hablas exactamente?

– De SNP.

Frunce el ceño.

– ¿Estás seguro de que su caso se ha estudiado en mi comisión?

– Que me ahorquen si miento.

Vuelve a encoger las cejas e intenta recordar. Tras una vana indagación mental, ablanda los labios.

– No me suena para nada.

– SNP, alias el Dermatólogo. En prisión desde 1971. Por una serie de asesinatos espantosos…

– No insistas, estoy saturado. Mi comisión ha estudiado mil trescientos cincuenta y siete expedientes. Caso por caso y a conciencia. No ha habido influencias externas ni decisiones a la ligera. Si hemos liberado a tu sospechoso es porque nos ha parecido que está perfectamente capacitado para volver a la sociedad y rehacer su vida. Dices que estaba en el trullo desde 1971. O sea que desde hace diecisiete años. Cuando uno se ha tirado tantos años de su vida tras los barrotes, ya no tiene secretos para sus vigilantes. Por consiguiente, si la dirección penitenciaria le ha propuesto para una eventual liberación, y si los expertos han dado por válida la propuesta, eso demuestra que el preso tiene derecho a una segunda oportunidad. No hay gato encerrado, Brahim. Ni siquiera se oye un maullido. Estás fantaseando con un pobre diablo que sólo pretende volver a empezar de cero.

– Puede ser. No estoy pidiendo la luna, tan sólo quiero echar una ojeada a su expediente. Las escasas informaciones que he conseguido recabar sobre su perfil son demasiado inconsistentes para elaborar un retrato robot fiable.

– No tengo ningún expediente de ese tipo en mis oficinas.

– Quizá pudieras decirme…

– No tengo nada que decirte -me corta en seco-. ¿Acaso pretendes hacer un peritaje de comprobación?

– Pretendo impedir que un asesino haga una carnicería con gente inocente.

– Espera primero que pase a la acción y luego le lees sus derechos constitucionales. No hay ley que nos permita encerrar a un fulano sólo porque no nos gusta su cara.

– Pues a ver si espabila la ley.

La Esfinge se sobresalta. Estira los labios, decepcionado, y refunfuña:

– Estás completamente chalado. No pienso pedir otra comisión de expertos para estudiar tu caso. Está claro que has pillado un buen catarro mental y, a todas luces, no tienes la menor gana de curarte. Te he concedido diez minutos de mi tiempo. He sido hasta muy simpático. Ahora, hazme el favor, tengo que hacer unas cuantas llamadas.

Me levanto.

Ya tiende la mano hacia el teléfono. Cuando llego a la puerta, dice:

– A propósito, ¿estás seguro de que tu teniente Lino está bien de la olla?

– Tiene buena cara, y con eso le basta.

– En ese caso, ¿por qué no se busca otra nena por ahí?

– Ya tiene una.

– Precisamente, pero no es de su medida.

– Mientras se la sepa tomar a ella…

– Pues yo en su lugar mediría las distancias.

– No hay nada como estar muy pegaditos.

– Siempre que no te den por culo.

Me doy la vuelta y lo miro de hito en hito:

– ¿Quién sabe? Quizá el teniente sea un poco mariquita.

Mi pugnacidad lo desconcierta. No está acostumbrado a que se le plante cara y le irrita quedarse sin aliento. ¿Quién no conoce a la Esfinge? Una palabra de más y quedas sistemáticamente borrado del mapa. Ha arruinado un montón de hogares y llevado a la depresión a decenas de mandos valiosos que cometieron el error de pensar que su deber de ciudadanos y de profesionales era insistir cuando Hocine El-Uahch se equivocaba.

Suelta el aparato y se me queda mirando. Su mirada amenazadora se cubre con un velo oscuro.

Masculla:

– Espero que sepas lo que haces.

Veo en su cara cómo le rechinan los dientes.

Lo miro fijamente durante tres segundos y le digo:

– Sé sobre todo lo que me queda por hacer: comprar ya mismo mucho papel higiénico porque esta historia apesta a cagada.

Capítulo 10

Para cambiar de siglo en Argel basta con cruzar la calle. Pero si tiene que salir de la ciudad, no se vaya a extrañar si, en algunos lugares, su coche se convierte en máquina del tiempo. Por eso no salté de alegría cuando el profesor Aluch me sugirió que eludiera el estruendo de Bab El Ued y me diera una vuelta por su casa. Le dije que no tenía la menor intención de volver a poner los pies en su purgatorio. Me replicó que no era ninguna obligación y me citó en el café Lassifa, en un poblacho antediluviano a un par de kilómetros del manicomio.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La parte del muerto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La parte del muerto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La parte del muerto»

Обсуждение, отзывы о книге «La parte del muerto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x