Soledad Puértolas - Queda la noche

Здесь есть возможность читать онлайн «Soledad Puértolas - Queda la noche» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Queda la noche: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Queda la noche»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Esta novela ha obtenido el Premio Planeta 1989.
Unas fotos sacadas alrededor de una piscina de un hotel de Delhi, los viajes con gente desconocida, los amigos de toda la vida, los aficionados a la ópera, los teléfonos que no funcionan, el calor en medio de la noche, la necesidad de beber whisky, las aventuras con hombres casados, el afecto de los padres, los hijos desvalidos, las damas filantrópicas, las mujeres recluidas, las responsabilidades familiares, el deseo de tirarlo todo por la borda… Con estos elementos y algunos más se va configurando la trama que envuelve a Aurora, una mujer de treinta años que poco a poco empieza a pensar que su vida está siendo organizada desde fuera. Demasiadas coincidencias y repeticiones. Una cadena de casualidades empieza a dar vueltas. El azar se impone. Las interpretaciones se suceden y aún podrían seguir dando más vueltas, infinitas vueltas. El juego ha sido decidido en otra parte, y cuando termina los jugadores no desaparecen de escena, no se cierra el telón. La protagonista sabe que volvería a jugar y a seguir esperando porque siempre queda un resto de todo, de los errores, de los fracasos, de los falsos o verdaderos amores. Queda el refugio, el retiro, la brecha, el ofrecimiento de la noche.

Queda la noche — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Queda la noche», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Hablamos, de nuevo, con el tío Jorge.

– No puedo ocuparme de los dos -se quejó, casi sin voz-. Félix sólo toma caldos y Sofía quiere tenerme constantemente a su lado. Creo que tiene celos del chico. Voy a volverme loco.

Después de aquella conversación, tuve una idea un poco peregrina, pero las cosas estaban ya para ideas peregrinas. Pensé en El Saúco y en la tía de Alejandro. Eso podía ser una casa de reposo. Me fui a mi cuarto y llamé a Alejandro. Le conté cómo estaban las cosas. Apenas necesité sugerirlo, él se me adelantó.

– Llevaremos a ese chico a El Saúco, allí estará estupendamente. Mi madre y la tía Carolina lo cuidarán. Le diré a mi tía que es un amigo mío que necesita tranquilidad. Me inventaré una historia. No hay ningún problema. A mi tía le gustan esas cosas. Le divierte la gente. Está muy aburrida, aunque no quiera admitirlo. Y así -añadió- conocerás la casa.

Dado el entusiasmo con que Alejandro había acogido la idea, volví al cuarto de estar.

– Dile al tío Jorge que nos envíe al chico -dije a mi madre-. He encontrado una casa de reposo para él. En el campo. Estará perfectamente cuidado. Al menos, le resolvemos un problema, el que le resulta más molesto.

Mi madre, sólo por puro trámite, me pidió un poco de información. Estaba familiarizada con el nombre de Alejandro a causa de sus frecuentes llamadas telefónicas. Al tío Jorge de momento le bastó saber que nosotros nos haríamos cargo de Félix. Respiró aliviado al otro lado del teléfono -mi madre quiso que yo le explicara adónde íbamos a llevar a Félix- y medio las gracias por nuestra ayuda.

Félix apareció en casa dos días después. Lo esperábamos por la mañana, porque había cogido un tren nocturno, pero no llegó hasta media tarde, cuando empezábamos a preocuparnos en serio por él y nos preguntábamos sino debíamos comunicar al tío Jorge nuestra preocupación y transmitírsela. Nos impresionó su delgadez y el color pálido de su cara, pero también, y aún más que eso, su amabilidad, la sonrisa encantadora que iluminaba sus ojos oscuros, un poco febriles. Se parecía a Sofía, desde luego, aunque ella era magnífica -al menos, lo era la última vez que la habíamos visto, hacía cinco años- y él insignificante. Con todo, él resultaba más atractivo que ella, porque ella no sonreía así. No nos dio ninguna explicación sobre su retraso, y al momento olvidamos que habíamos estado preocupados. Se sentó entre nosotros como si nos conociera de toda la vida y no le asombrara que después de haber pasado diecisiete años sin que su familia mostrara ningún interés por él, se le obligara repentinamente a ir de un lado para otro, de estación en estación y de casa en casa.

No quiso cenar, sólo bebió agua. Quiso ayudar a recoger los platos de la cena, pero mi madre no se lo consintió. Él venía a descansar, a reponerse. Por eso lo mandábamos al campo, eso le iba a sentar estupendamente. En el campo había estado toda su vida Félix y nunca había tenido salud, pero sin duda debía de tratarse de otra clase de campo.

A mi madre se le había transformado la mirada. Al fin, ayudaba a su hermano y no estaba resultando tan difícil. Se le habían olvidado sus reproches y dedicaba a Félix una sonrisa complacida, como si, en lugar de ser hijo de Sofía, por quien nunca había sentido la menor simpatía, lo fuera de su hermano. Envuelta en su bata de lana rosa, nos deseó buenas noches desde la puerta del cuarto de estar. Félix se quedó a mi lado, sentado en el sofá, hasta que la programación finalizó.

Lo primero que yo hacía cada mañana cuando llegaba a la oficina era consultar la programación de televisión, porque el rato frente al televisor después de la cena, las veces en que cenaba en casa, era lo único que compartía con mis padres. No siempre podía hacerlo porque nuestros gustos no solían coincidir; mis padres defendían con cierta vehemencia sus programas favoritos, poco dispuestos a prescindir de ellos. Yo procuraba reservar para ellos, sin salir de casa, aquellas noches en que nuestros gustos señalaban al mismo programa. No eran muchas.

Así, miré, como siempre, el programa de televisión en la última página del periódico y mi mirada tropezó con una palabra: Fitzcarraldo. Ver la película Fitzcarraldo era la "otra" forma de aficionarse a la ópera, según las palabras que había pronunciado James Wastley y que yo no había olvidado porque habían sido dichas para que yo no las olvidara. Había asistido ya a la representación de Norma y aparecía la segunda oportunidad, la segunda opción. Y justamente aquel día, que era un día cualquiera, a simple vista, pero que no lo era. Primero, porque ya se había cumplido la primera parte de su profecía, si es que me ponía a exagerar; segundo, porque ya se habían producido una cadena de casualidades y todo cuanto me estaba sucediendo estaba sospechosamente ligado a mi viaje a Oriente. Me ponía a pensar, y todo encajaba, como en un rompecabezas, o todo podía encajar, porque empezaba a tener la sensación de que así era, de que todo encajaría, tarde o temprano.

Vi Fitzcarraldo en compañía de Félix. Mis padres se fueron pronto a dormir, en vista de que no había ningún programa de su gusto. Mientras yo aplicaba mi hipotética inteligencia y sensibilidad, mi percepción y mi gusto en entender qué era lo que James admiraba en aquella película -el heroísmo inútil, el carácter visionario, la fantasía voluntariosa-, Félix, a mi lado dormitaba. Dormido, todas las facciones relajadas, parecía más joven y más guapo y apenas enfermo.

Ése era uno de los mitos de James, si es que había sido sincero y admiraba a Fitzcarraldo, como decía admirar a aquel tío suyo que había muerto desahuciado y pobre en Bombay. Muchos mitos para un hombre de mirada desengañada y cínica, que sólo me había mirado una vez a los ojos, una sola vez, para lanzarme aquella frase sobre la ópera.

Terminó la película y desperté a Félix, que aseguró que no se había perdido nada de ella y que le había gustado mucho. Le recordé dónde estaba su cuarto, porque andaba desconcertado por el pasillo. Se volvió para decirme que de acuerdo, gracias, buenas noches, hasta mañana; todas las fórmulas de la despedida, y aún murmuró algo más, tal vez insatisfecho de no haber encontrado otra mejor.

Algunas veces me digo, al despertarme de un sueño largo y complicado, que debería anotarlo, pero lo he hecho en muy pocas ocasiones. Aquella noche soñé con el Mississippi, con aquel legendario barco de ruedas que avanzaba majestuoso por sus aguas. Alguien me cogió de la mano y yo me volví. No sé con quién esperaba encontrarme, pero no con aquella persona que seguía apretando mi mano, cada vez con más fuerza, pero sin hacerme ningún daño. "¿Quién eres? -le pregunté-; ¿por qué me has cogido la mano?". "No soy Tom", me dijo él, y entonces vi que era un chico, uno de esos chicos como los hay a cientos, con los que te puedes cruzar por la calle sin mirarlos nunca, un chico normal, ni alto ni bajo ni feo ni guapo, un chico que, sin embargo, se acerca de repente a ti desde el fondo de un bar y todo se transforma, todo encaja. "No soy Tom -repitió-; soy Huck".

Anoté ese sueño, que en aquel momento me pareció extraordinario; creo recordar que lo que me impresionó fue el paisaje que se veía desde el barco, y el aire que acariciaba el cuerpo, y el sol dorado, la sensación de placidez y calma y no querer nada más sino seguir a lo largo del río. Y lo que me dijo el chico también me gustó. Yo siempre he preferido a Huck.

Después de anotar el sueño, me desvelé y pensé en aquellos dos chicos, uno ya muerto y otro enfermo, que, faltos de familia, aunque en diferentes grados, habían ido a encontrar el cuidado o al menos la acogida de personas mayores cercanas a mí. La protección de Gisela no había resultado suficiente. Había sido errónea o tardía, en todo caso inútil. Su fracaso arrojaba una densa sombra de duda sobre nuestro papel en la vida de Félix, ese hijo medio rechazado, medio abandonado, a quien nadie había dado estudios ni al parecer mucha comodidad. No era responsabilidad mía, ni de mi madre, pero allí estaba, durmiendo bajo nuestro techo, remitido a nuestra casa, eventualmente entre nosotros. Tendría sus propios y enigmáticos sueños. En medio de la noche, me preocupó su destino. En medio de la noche, todos los destinos preocupan. Tal vez no era una buena idea llevarlo a El Saúco. Podía quedarse en casa. Mi madre no era una persona paciente, jamás la había visto cuidando a nadie, ni siquiera a mi padre. Era ella quien reclamaba todos los cuidados, se encontraba siempre peor que nadie. Ya daba bastante la lata a Juana, que tenía el tiempo justo para hacer la compra, la casa y la comida, además de planchar. Yo me pasaba el día fuera. ¿Quién podía ocuparse de Félix? Mi padre no, desde luego. Además, no era pariente suyo. Para esas cosas mi padre era muy riguroso.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Queda la noche»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Queda la noche» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Queda la noche»

Обсуждение, отзывы о книге «Queda la noche» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x