Ramiro Pinilla - La tierra convulsa

Здесь есть возможность читать онлайн «Ramiro Pinilla - La tierra convulsa» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La tierra convulsa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La tierra convulsa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ambicioso fresco sobre la historia reciente del País Vasco, saga y la vez retrato de un microcosmos realista y mágico que es el pueblo de Getxo, Verdes valles, colinas rojas es la gran novela sobre la colisión entre un mundo que cambia y un pueblo que se resiste a todo cambio. La historia arranca a finales del siglo XIX con el enfrentamiento entre Cristina Onaindia, aristócrata casada con el rico industrial Camilo Baskardo, y Ella, una ambiciosa y astuta criada sin nombre que pone en peligro todos los valores tradicionales cuando anuncia que espera un hijo ilegítimo. Esa rivalidad prolongada durante décadas y que marca la historia de Getxo es comentada por dos figuras protagonistas: don Manuel, anciano maestro, y Asier Altube, su discípulo predilecto, que rememoran los meandros y ramificaciones de otras muchas historias derivadas de éstas, como la de Roque Altube, primogénito de un caserío enamorado de una agitadora socialista, o la de los niños Baskardo, que vivirán en su propia piel la locura aranista de la madre. Ramiro Pinilla domina como pocos la acción y los diálogos, y logra integrar, desde una perspectiva a la vez épica y lírica, la historia y los mitos de una región.

La tierra convulsa — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La tierra convulsa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Bien, iban a hablar. Estábamos en 1942. Nuestra sant í sima trinidad vivía su cuarto año de condena y yo había dejado de tener quince años. Iban a hablar e, independientemente del tema, alguna vez las palabras que intercambiaran dejarían de expresar sólo ideas, e incluso es posible que la Guerra hubiese respetado en don Manuel un resto de pasión -suponiendo que la pasión formara parte de su organismo- y ese último residuo se le escapara por un resquicio y creara un ínfimo territorio de libertad sin memoria y entonces ellos podrían sentirse tan próximos como en los tiempos en que no tenían el estorbo…

– ¿Adónde vas?

– Olvidé que tengo que hacer algo en…

– Quédate.

Ni cuando yo era alumno en su escuela me inmovilizó con una orden así. Dimos varios pasos en silencio y cuando don Manuel advirtió que estábamos rebasando el Galeón nos indicó con un gesto de la mano que diéramos la vuelta, y finalmente se sentó en el pretil del paseo y la señorita Mercedes y yo le imitamos. Sin embargo, un instante después exclamaba:

– Lo mejor será regresar. Todos tendremos que hacer algo en casa.

– Aquí se está muy bien -dijo la señorita Mercedes. Volvió la cabeza hacia la playa, a nuestra espalda-. Huele a bajamar.

Gente aislada pasaba lentamente ante nosotros contemplando la mole de la mansión que llevaba allí más de sesenta años, pero que, desde que sabíamos que pertenecía a Cándido Bascardo Lapaza, nos parecía otra. Poco a poco se habían ido encendiendo las luces del interior y de sus azoteas y jardines, hecho que para don Manuel era expresión de una embriaguez exultante.

– No es más que una forma de enviarnos a todos y de repetirse a sí mismos que tienen razones para ser felices -dijo la señorita Mercedes.

Don Manuel se limitó a gruñir sordamente.

– Tienen derecho a ello, ¿no? -insistió la señorita Mercedes-. Parece que a alguien le molesta que la gente sea feliz.

¿Le sorprendí una lágrima? Un poco más y, ante aquel estallido de la crisis interior, quizá se arrancaran con la conversación pendiente entre ellos…

– ¿Adónde vas? -preguntó don Manuel.

Volví a sentarme.

– ¿Para qué le pides a Asier que se quede si no hablas? -le recriminó la señorita Mercedes.

– No puedo hablar, no encuentro las palabras. Necesitaría ser un Wagner para contaros con música trágica lo que siento.

– No tenemos prisa -dijo la señorita Mercedes, bajando la cabeza. La compadecí con toda mi alma, les compadecí a los dos. La postura de resignación de la señorita Mercedes me recordó que yo nunca me resignaría al sacrificio de ambos. De manera que, de nuevo, me puse en pie con ánimo de eliminar el estorbo, pero en ese momento don Manuel hizo lo mismo y marcó la dirección y los tres reanudamos el paseo, esta vez alejándonos del Galeón hacia el Puerto Viejo de Algorta.

– No es una iluminación de felicidad sino de soberbia… ¿Tenemos ya el Olimpo a nuestra espalda? ¡Qué alivio!… Ahí dentro se está fraguando la apoteosis de los hombres del hierro… ¿He dicho que ahí dentro se está fraguando la apoteosis de los hombres del hierro? ¿Sí? Bueno, pues así están las cosas…

– Fraguando -pronunció lentamente la señorita Mercedes.

– ¡Es la palabra! No sólo la mejor palabra para expresarlo, sino la palabra creadora de todo lo demás. Y todo lo demás no es la frase construida a partir de esa palabra, sino la idea construida a partir de esa frase. Porque las ideas no existen en sí mismas, sólo existen en la frase que no existía antes de la idea. Estoy hablando de música. Fraguando. De modo que, por fin, puedo decir que en ese Olimpo se está fraguando la apoteosis de los hombres del hierro.

Estaba tenso. En breves segundos se nos adelantó dos pasos. Se dio cuenta y se detuvo para permitirnos alcanzarlo.

– Lo siento -susurró, pero se refería al tema de la apoteosis.

– Si sigues encontrando nuevas palabras creo que finalmente te entenderemos -dijo la señorita Mercedes.

– Lo siento -repitió él-. Lo siento.

– ¿Qué es lo que lleva veintitrés años pasando ante nuestras propias narices? -preguntó la señorita Mercedes-. Casualmente, Cándido Bascardo Lapaza tiene veintitrés años.

– Si sabéis lo que os voy a decir, ¿por qué esperáis que os lo diga?

– Desde hace quince días, en la persona de Cándido Bascardo Lapaza se han reunido la más grande fortuna y el más grande poder que se hayan conocido jamás en nuestra tierra -dijo la señorita Mercedes-. Y el milagro lo ha hecho el hierro.

– La chatarra -precisó don Manuel.

– No es una mala apoteosis para los hombres del hierro, como tú les llamas -dijo la señorita Mercedes.

– Eso es sólo el principio -dijo don Manuel-, pues la verdadera apoteosis está por venir. Ignoro qué forma tomará o cuándo se producirá, pero ya disponemos de datos, para quien quiera ver, que nos anuncian un próximo acontecimiento histórico tan significativo como para marcar el final de un tiempo y, por tanto, el principio de otro.

– Nada más que eso -dijo la señorita Mercedes.

Y don Manuel, una vez más, suspiró:

– Lo siento.

Giró el cuello para echar un vistazo más al Palacio Galeón, fugaz, como si quemara.

– Dios mío -musitó-. Tal sucesión de hechos coincidentes ha de encerrar un propósito muy concreto -añadió-. El producto, el resultado del proceso, la pieza, es Cándido Bascardo Lapaza naciendo en 1919 del chatarrero Efrén Bascardo Puerta y de Ángela Lapaza Garzea, fascinado por la chatarra y naciendo también de un hijo, Josafat Baskardo, que intenta matar a su padre en ese mismo 1919, y de ese padre, Camilo Bascardo, cuando repudia la parte legal de su sangre y se vuelca en el bastardo que no sólo no había intentado matarle sino que heredó su sangre de chatarrero, como lo estaba demostrando con creces levantando de la nada un imperio, de modo que, si en un delicado gesto de escrupulosidad, en 1919 testó en favor de su nieto Cándido, saltándose a Efrén, es que allí maniobraba igualmente la mano del destino con su cadena de conjunciones.

»Se sabe que Efrén llevaba el niño a la casona de Laparkobaso a que lo viera la abuela, visitas en las que no participaba Ángela. Una boda había emparentado a dos familias, pero no decretado que se amaran. Nada más concluida la ceremonia, se produciría la desbandada de parientes. En los ocho meses que mediaron entre la boda y el estreno del Palacio Galeón, nadie pudo sorprender a los consuegros de Ella visitándola. El muro entre las dos familias habría prevalecido hasta el fin de los tiempos si… ¡Ah, sí, prevaleció! ¡Toda esa gente, sin nada en común, sin deseos de tener nada en común, sin un odio especial que justificara su mutuo rechazo, en 1919 se puso a vivir amontonada en el Galeón! ¿Acaso por sus enormes dimensiones, que garantizaban el no tropezarse entre sí, el no verse en siglos si así lo decidían?

– ¡Uff! -exclamó la señorita Mercedes.

– Lo siento -dijo don Manuel.

– Es un proceso similar al de la invención de Dios -dije-. Necesitamos ver en las alturas señales de nuestros miedos.

– Cada generación tiene la certeza de ser frontera entre el fin de algo y el principio de otra cosa. Soy muy consciente de ello al asegurar que nuestra generación está viviendo el fin de algo y el principio de otra cosa. Lo sé, sé perfectamente que estoy cayendo en el delirio, pero en verdad os digo que este nuestro tiempo va a contemplar la apoteosis de los malditos hombres del hierro -dijo don Manuel.

– ¿Hablaría usted así si no creyera que Ella está detrás de todo esto? -le pregunté.

– ¿Cómo sabes que Ella está detrás de todo esto? -saltó don Manuel-. Lo está, sí. En realidad, Cándido Bascardo (con c) Lapaza es obra suya, el hacinamiento de tanto chatarrero en esa mansión es obra suya. No es que esa mujer llegara a Getxo en el momento más propicio para empezar a diseñar esa apoteosis, sino que ella es, en sí misma, el momento m á s propicio para una cosa así. No hace falta creer en reencarnaciones para imaginarla en los Orígenes (con mayúscula) tramando el primer invento, que pudo ser la incorporación-prolongación de una mano en un garrote, o la colocación de una piedra sobre otra, y luego a la sombra de cada uno de los sucesivos inventos de la Historia del Hombre. Ella es de metal. Esa mujer es el hierro.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La tierra convulsa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La tierra convulsa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Ramiro Pinilla - Sólo un muerto más
Ramiro Pinilla
Ramiro Castillo Mancilla - Natalia
Ramiro Castillo Mancilla
Norberto Luis Romero - Tierra de bárbaros
Norberto Luis Romero
Ciro Alfonso Duarte - Tierra amarilla
Ciro Alfonso Duarte
Ramiro Castillo Mancilla - Un monje medieval
Ramiro Castillo Mancilla
Ramiro Castillo Mancilla - Ciudad del Carmen
Ramiro Castillo Mancilla
Ramiro de Dios - Resorte
Ramiro de Dios
Ramiro Castillo Mancilla - Peones de hacienda
Ramiro Castillo Mancilla
Отзывы о книге «La tierra convulsa»

Обсуждение, отзывы о книге «La tierra convulsa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x