Joanne Harris - Chocolat

Здесь есть возможность читать онлайн «Joanne Harris - Chocolat» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Chocolat: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Chocolat»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El chocolate es algo más que un placer para los sentidos. Por eso para el párroco la llegada al pueblo de Vianne Rocher, una singular mujer que decide montar una chocolatería, no puede ser sino el primer paso para caer en la tentación y en el pecado. Y frente a él, la joven Vianne solo puede apelar a la alegría de vivir de las gentes.

Chocolat — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Chocolat», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Pero a los atentos suceden los curiosos. El sermón ha hecho correr la voz de que Joséphine Muscat se ha trasladado a La Praline, lo que canaliza toda una oleada de visitantes a lo largo de la mañana. Aparecen Joline Drou y Caro Clairmont con sus conjuntos de primavera y sus pañuelos de seda. Vienen a traerme una invitación para asistir a un té que se celebrará el Domingo de Ramos y en el curso del cual se recogerán fondos. A Armande se le escapa una risa que parece más bien un cacareo así que les echa la vista encima.

– ¡Vaya, vaya, el desfile de modelos del domingo por la mañana! -ha exclamado.

Caro parece contrariada.

– No deberías estar aquí, maman -le reprocha-. ¿O no te acuerdas de lo que te dijo el médico?

– ¿Cómo no voy a acordarme? -le replica Armande-. ¿Qué pasa? ¿Tienes ganas de que me muera y por este motivo me envías a aquel esqueleto con bastón y así de paso me amargas la mañana?

Las mejillas de Caro se han ruborizado visiblemente pese a los polvos.

– De veras, maman, que no deberías decir estas cosas.

– No diré ni pío si no te metes en mis asuntos -le suelta Armande sin perder comba y Caro, con las prisas para salir, por poco hace polvo las baldosas con el taconeo.

Seguidamente entra Denise Arnauld a preguntar si nos hace falta más pan.

– Lo digo por si acaso -dice con un centelleo de gran curiosidad en los ojos-. ¡Como he visto que tienen una invitada y eso…!

Le he asegurado que, en caso de que nos faltase pan, sabríamos dónde acudir.

Entran después Charlotte Edouard, Lydie Perrin, Georges Dumoulin. Una quiere comprar un regalo anticipado de cumpleaños, otra quiere saber detalles acerca del festival del chocolate -¡qué idea tan original, madame!-, a la otra se le ha perdido el portamonedas en la puerta de Saint-Jérôme y quiere saber si lo he visto. Tengo a Joséphine detrás del mostrador y lleva uno de mis delantales amarillos para protegerse el vestido de los desaguisados provocados por el chocolate. Veo que se desenvuelve maravillosamente bien. Hoy se ha ocupado a fondo de su aspecto. El jersey rojo y la falda negra le caen que ni pintados y le dan un aire profesional. Lleva los cabellos negros bien peinados y cuidadosamente sujetos con una cinta. Su sonrisa es la apropiada para el comerciante, mantiene la cabeza alta y, a pesar de que alguna vez vuelve los ojos hacia la puerta abierta como en angustiosa expectación, de hecho su porte no indica precisamente que tema por su vida ni por su reputación.

– Una descarada, eso es lo que es -ha dicho Joline Drou a Caro Clairmont al atravesar, presurosas, la puerta-. ¡Nada más que una descarada! Cuando pienso todo lo que ha tenido que soportar su pobre marido…

Joséphine está de espaldas, pero veo que se ha puesto algo rígida. Un breve silencio en el local ha hecho perfectamente audibles las palabras de Joline y, aunque Guillaume ha fingido un acceso de tos con la sana intención de encubrirlas, sé que Joséphine se ha enterado perfectamente de ellas.

Se produce un breve y embarazoso silencio.

Después habla Armande.

– ¡Mira, chica, si ese par te critican quiere decir que has obrado bien! -dice a Joséphine con viveza-. ¡Bienvenida al grupo de los que vamos por mal camino!

Joséphine la mira primero con desconfianza, como si quisiera cerciorarse de que no ha hecho un chiste a su costa, pero en seguida se echa a reír. Ha sido una risa espontánea, libre de cuidados por lo que, sorprendida, se ha llevado la mano a la boca como si no estuviera segura de haber sido ella la que se ha reído de aquel modo. Todavía seguíamos riendo cuando han sonado las campanillas de la puerta y Francis Reynaud ha entrado discretamente en la tienda.

– Monsieur le Curé… -he visto que cambiaba la expresión de la cara de Joséphine antes de verlo, que adoptaba un aire hostil y estúpido y que se llevaba las manos a la boca del estómago de aquella manera tan suya.

Reynaud asiente con gravedad.

– Madame Muscat… -ha hecho especial hincapié en la primera palabra-. He sentido no verla en la iglesia esta mañana.

Joséphine farfulla unas palabras torpes e inaudibles. Reynaud avanza un paso en dirección al mostrador, mientras ella da media vuelta como si se dispusiera a entrar en la cocina, pero de pronto, como si acabara de pensarlo mejor, se encara con él.

– Así se hace -le ha dicho Armande, aprobando su actitud-. No dejes que te embarulle con sus jerigonzas -y se ha vuelto hacia Reynaud con gesto severo y sosteniendo un trozo de pastel con la mano-. Deja en paz a esta chica, Francis. Lo mejor que podrías hacer sería darle la bendición.

Reynaud hace como si no la hubiera oído.

– Escúcheme, ma fille -dice, muy serio-, tenemos que hablar -sus ojos se vuelven con desagrado a la bolsa roja de la buena suerte que cuelga junto a la puerta-. Pero no aquí -añade.

Joséphine ha negado con la cabeza.

– Lo siento, pero tengo trabajo. Y además, no tengo ganas de escuchar lo que usted tenga que decirme.

Pero la boca de Reynaud ya ha adoptado un gesto pertinaz.

– Nunca ha necesitado tanto a la Iglesia como en estos momentos -aprovecha para lanzarme una mirada fría y furtiva-. Está en apuros. Ha dejado que otras personas la lleven por el mal camino. La santidad del voto matrimonial…

Armande lo vuelve a interrumpir con un graznido de escarnio.

– ¿La santidad del voto matrimonial? ¿De dónde has sacado ésa? Jamás habría dicho que precisamente tú…

– Por favor, madame Voizin… -por primera vez he notado que se le alteraba la voz y su mirada se volvía glacial-, le agradecería en el alma que…

– Habla como te enseñaron -le escupe Armande-. Me parece que tu madre no te enseñó a hablar como si tuvieses una patata en la boca, ¿verdad? -se ríe por lo bajo-. Te las das de superior, ¿no es eso? Te olvidaste de nosotros en la escuela de lujo a la que fuiste, está más que claro.

Reynaud se ha envarado. Noto la tensión que irradia su cuerpo. Es evidente que estas últimas semanas ha perdido peso, que tiene la piel tirante como una pandereta en los oscuros hoyos de las sienes y que se le nota la articulación de la mandíbula debajo de la escasa carne que la cubre. El mechón de cabellos lacios que le cae sobre la frente le da un aire falsamente descuidado, todo el resto de su persona es eficiencia pura y dura.

– Joséphine… -lo ha dicho con voz afable, avasalladora, excluyéndonos a todos los demás de forma radical, como si se encontraran solos los dos-, sé que quiere que la ayude. He hablado con Paul-Marie. Me ha dicho que usted ha estado sometida a fuertes tensiones. Dice…

Joséphine niega con la cabeza.

– Mon père -aquella ofuscación de su rostro ha dado paso a la serenidad-, sé que sus intenciones son buenas, pero no me hará cambiar de parecer.

– Pero es que el sacramento del matrimonio… -parece agitado ahora y, con una mueca de aflicción, se inclina hacia delante y se aferra con las manos al borde acolchado del mostrador, como necesitado de apoyo. Aprovecha para lanzar otra mirada furtiva a la llamativa bolsita de la puerta-. Sé que se encuentra aturdida, que otras personas han influido en usted.

Y con toda intención añade:

– Si pudiéramos hablar a solas…

– No -ha dicho Joséphine con voz firme-, quiero quedarme con Vianne.

– ¿Cuánto tiempo? -su voz refleja desánimo cuando lo que quería era mostrar incredulidad-. Madame Rocher puede ser amiga suya, Joséphine, pero es una mujer de negocios, tiene una tienda que llevar y una hija que atender. ¿Cuánto tiempo aguantará a una persona extraña en su casa?

Este golpe ha sido más certero. Veo titubear a Joséphine, la incertidumbre ha vuelto a sus ojos. La he visto demasiadas veces en el rostro de mi madre para tomarla por otra cosa; refleja incredulidad, miedo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Chocolat»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Chocolat» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Joanne Harris - Blackberry Wine
Joanne Harris
Joanne Harris - W Tańcu
Joanne Harris
Joanne Harris - Runas
Joanne Harris
Joanne Harris - Zapatos de caramelo
Joanne Harris
Joanne Harris - Jeżynowe Wino
Joanne Harris
Joanne Harris - Czekolada
Joanne Harris
Joanne Harris - Runemarks
Joanne Harris
Joanne Harris - Holy Fools
Joanne Harris
Joanne Harris - Sleep, Pale Sister
Joanne Harris
Joanne Sefton - Joanne Sefton Book 2
Joanne Sefton
Отзывы о книге «Chocolat»

Обсуждение, отзывы о книге «Chocolat» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x