• Пожаловаться

Joanne Harris: Chocolat

Здесь есть возможность читать онлайн «Joanne Harris: Chocolat» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Joanne Harris Chocolat

Chocolat: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Chocolat»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El chocolate es algo más que un placer para los sentidos. Por eso para el párroco la llegada al pueblo de Vianne Rocher, una singular mujer que decide montar una chocolatería, no puede ser sino el primer paso para caer en la tentación y en el pecado. Y frente a él, la joven Vianne solo puede apelar a la alegría de vivir de las gentes.

Joanne Harris: другие книги автора


Кто написал Chocolat? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Chocolat — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Chocolat», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Tenemos una nueva feligresa. Una tal Vianne Rocher, viuda supongo, con una hija pequeña. ¿Recuerda la panadería del viejo Blaireau? Hace cuatro años que murió y desde entonces la casa se ha ido desmoronando poco a poco. Pues bien, esa mujer la ha alquilado y espera abrir la tienda al final de esta misma semana. No creo que aguante mucho tiempo. Ya tenemos la panadería de Poitou al otro lado de la plaza y, además, esa mujer no se adaptará nunca al pueblo. Una mujer bastante agradable, por cierto, aunque no tenga nada en común con nosotros. Dejemos que pasen dos meses y seguro que se vuelve a la ciudad de donde ha venido. Es curioso, pero no he podido saber de dónde viene. Supongo que de París o a lo mejor del otro lado de la frontera. Tiene un acento muy puro, incluso demasiado puro para ser francesa, habla con las vocales mudas como los del norte, aunque por los ojos se diría que es de ascendencia italiana o portuguesa y tiene una piel… Pero en realidad ni la he visto. Estuvo metida en la panadería trabajando todo el día de ayer y también hoy. Tiene un plástico naranja colgado de la ventana y a veces ella o el arrapiezo de su hija asoman por la puerta para echar un cubo de agua sucia en el canal del bordillo o para enzarzarse en animada conversación con algún trabajador. Tiene una curiosa facilidad para encontrar personas que la ayuden. Aunque yo me ofrecí a echarle una mano, dudaba que encontrase a mucha gente del pueblo dispuesta a hacerlo. Pero esta mañana temprano he visto a Clairmont acercarse a su casa cargado con un haz de leña y, más tarde, a Pourceau con una escalera. Poitou le ha regalado unos muebles. Lo vi llevándole una butaca, atravesó la plaza con el paso furtivo del que no quiere ser visto. Y hasta he visto a Narcisse, ese cotilla cascarrabias que en noviembre se negó en redondo a cavar el cementerio de la iglesia, cargado con las herramientas necesarias para arreglarle el jardín. Esta mañana, a eso de las nueve menos cuarto se ha parado un camión de mudanzas enfrente de la tienda. Duplessis, que pasaba justo en aquel momento por delante de la casa porque había sacado al perro como tiene por costumbre, también le ha echado una mano al pedirle ella que la ayudara a descargar sus cosas. Me he dado cuenta de que la petición lo cogía por sorpresa -por un momento he llegado a creer que se negaría-, al ver que se llevaba la mano al sombrero. Ella entonces ha dicho algo -no sé qué- y he oído su risa retumbar en los cantos de la plaza. Se ríe a menudo, acompañándose de gestos extravagantes y divertidos con los brazos. Otra característica más de la gente de ciudad, diría yo. Nuestra gente es dada a una mayor reserva, aunque supongo que las intenciones de esa mujer son buenas. Llevaba un pañuelo violeta atado a la cabeza al estilo de las gitanas, pero se le escapaban algunos mechones por debajo, manchados de pintura blanca. No parecía importarle. Duplessis no se acordaba después de lo que ella le había dicho pero, con ese aire apocado que lo caracteriza, ha dicho que el trabajo había sido de poca monta, unas pocas cajas, pequeñas pero pesadas, aparte de unos embalajes abiertos con enseres de cocina. No le había preguntado qué contenían las cajas, si bien duda que un cargamento tan exiguo baste para una panadería.

No vaya a figurarse, mon père, que me paso el día vigilando la panadería. Ocurre simplemente que se encuentra delante mismo de mi casa, la que un día fuera la suya, mon père, dicho sea de paso. Se han pasado día y medio dando martillazos, pintando, encalando y restregando hasta que, pese a que me había propuesto otra cosa muy diferente, no he podido resistir la tentación de comprobar el resultado. Pero en esto no estoy solo, ya que he sorprendido a madame Clairmont cuchicheando con unas conocidas delante de la obra que su marido hace a Poitou. Hablaban de «persianas rojas» antes de descubrirme y de quedar sumidas en un disimulado murmullo. Como si a mí me importase un rábano lo que digan. No hay duda, sin embargo, de que la forastera ha dado pábulo al chismorreo, ya que no otra cosa. Esa ventana cubierta de plástico naranja no puede por menos de atraer las miradas en los momentos más inesperados. Parece un enorme caramelo que esperase a que le quiten el envoltorio, una rodaja sobrante del carnaval. Sobresalta por lo llamativo, aparte de que los pliegues del plástico reflejan el sol. Ya tengo ganas de que terminen con las obras de una vez y de que la casa vuelva a convertirse en panadería.

La enfermera busca mi mirada. Teme que lo vaya a fatigar. No entiendo cómo puede soportarlas, con todo ese griterío y esos aires de superioridad. «Ahora nos toca descansar a nosotras», creo que dicen. Esa actitud taimada es insoportable, intolerable. Y en cambio pretende ser amable, los ojos de usted me lo dicen. «Perdónalas, no saben lo que se hacen.» Yo no soy amable. Vengo aquí por mí, no por usted. Y en cambio creo que mis visitas le agradan porque lo mantienen en contacto con un mundo cuyos bordes han perdido consistencia, se han vuelto informes. Una hora de televisión por la noche, cambio de postura cinco veces al día, alimentación a través de un tubo. Hablan de usted como de un objeto -«¿Nos oye? ¿Cree que nos entiende?»-, las opiniones de usted no cuentan, se pasan por alto… Estar apartado de todo y, en cambio, sentir, pensar… Esta es la verdad del infierno, desprovisto de sus estridentes medievalismos. Esa pérdida de contacto. Pese a todo, yo lo miro a usted para que me enseñe a comunicarme. Para que me enseñe a esperar.

4

4 Viernes, 14 de febrero

San Valentín

El hombre del perro se llama Guillaume. Ayer me ayudó a descargar mis cosas y esta mañana ha sido mi primer cliente. Lo acompañaba el perro, Charly, y me ha saludado con tímida cortesía, casi con galantería.

– Ha quedado estupendo -me dice al tiempo que echa una mirada alrededor-. Se habrá pasado toda la noche en vela para dejarlo así.

Me río.

– Es toda una transformación -ha dicho Guillaume-. Mire, no sabría decirle por qué, pero ya me había hecho a la idea de que esta iba a ser una panadería diferente.

– ¿Cómo? ¿Quiere que arruine el negocio del pobre monsieur Poitou? De todos modos, estoy segura de que me lo agradecería, teniendo en cuenta cómo le molesta el lumbago, que su mujer no sirve para nada y que él no puede dormir por las noches.

Guillaume se ha agachado para poner en su sitio el collar de Charly, pero advierto el parpadeo de sus ojos.

– Veo que ya se conocen -me ha dicho.

– Sí, le pasé mi receta de la tisane para dormir mejor.

– Como le funcione, tiene un amigo de por vida.

– Funciona -le aseguro, y después he sacado una cajita de color de rosa con un lacito de plata de debajo del mostrador-. Esto es para usted. Por ser mi primer cliente.

Guillaume me mira desconcertado.

– En serio, madame, yo…

– Llámeme Vianne. Y acéptelo… -lo obligo a coger la caja-. Le gustarán. Son sus favoritos.

Se sonríe ante mis palabras.

– ¿Cómo lo sabe? -me pregunta mientras se guarda la caja con muchas precauciones en el bolsillo de la chaqueta.

– ¡Estoy segura! -le digo con picardía-. Sé lo que gusta a todo el mundo. Confíe en mí. Esto es para usted.

No han terminado el cartel hasta mediodía. Georges Clairmont ha venido personalmente a colgarlo deshaciéndose en excusas por llegar con retraso. Las persianas escarlata quedan muy bien con el blanco de la pared encalada, mientras que Narcisse, refunfuñando por lo bajo contra las últimas heladas, me ha traído de su invernadero unos geranios para que los plante en mis macetas. Me he despedido de ellos con sendas cajitas de san Valentín y con muestras de satisfacción tan profunda como la que ellos me han manifestado a mí. Después de esto y tras ahuyentar a unos cuantos escolares, he tenido algunos visitantes. Son cosas que ocurren cuando se abre una tienda en un pueblecito como este. Hay un código de conducta estricto que rige este tipo de situaciones; la gente se muestra reservada y finge indiferencia aunque por dentro se muera de curiosidad. Una señora de una cierta edad se aventura a entrar, lleva el vestido negro tradicional de las viudas de pueblo. Un hombre de tez oscura ha comprado tres cajas idénticas sin preguntar siquiera qué contenían. Han pasado horas sin que entrara nadie. No esperaba otra cosa, la gente necesita tiempo para adaptarse a los cambios y, pese a que he sorprendido miradas cargadas de interés dirigidas al escaparate, parece que a nadie le ha interesado entrar. Detrás de la estudiada despreocupación he notado, sin embargo, un cierto nerviosismo, comentarios a media voz, cortinas corridas con mano crispada, acopio de decisión antes de entrar. Cuando han entrado por fin, lo han hecho juntas: siete u ocho mujeres, entre ellas Caroline Clairmont, la esposa del autor del cartel. Una novena, que ha llegado un poco rezagada con respecto al grupo, se ha quedado fuera con el rostro pegado al escaparate, en el que he reconocido a la mujer del abrigo escocés.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Chocolat»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Chocolat» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Joanne Harris: Czekolada
Czekolada
Joanne Harris
Joanne Harris: Zapatos de caramelo
Zapatos de caramelo
Joanne Harris
Susan Phillips: Toscana Para Dos
Toscana Para Dos
Susan Phillips
Susan Johnson: Cuando Amas a Alguien
Cuando Amas a Alguien
Susan Johnson
Отзывы о книге «Chocolat»

Обсуждение, отзывы о книге «Chocolat» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.