Joanne Harris - Chocolat

Здесь есть возможность читать онлайн «Joanne Harris - Chocolat» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Chocolat: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Chocolat»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El chocolate es algo más que un placer para los sentidos. Por eso para el párroco la llegada al pueblo de Vianne Rocher, una singular mujer que decide montar una chocolatería, no puede ser sino el primer paso para caer en la tentación y en el pecado. Y frente a él, la joven Vianne solo puede apelar a la alegría de vivir de las gentes.

Chocolat — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Chocolat», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Pese a que los he visto pasar a todos sin que nadie mirara a mi balcón y he contado más de sesenta cabezas -bufandas, boinas, sombreros fuertemente sujetos contra un invisible viento-, me he dado cuenta de su fingida y estudiada indiferencia. Sus encorvadas espaldas, sus cabezas gachas me han dicho que tenían asuntos de importancia en qué pensar. Arrastraban tristemente los pies por el empedrado como los niños que van remoloneando a la escuela. Éste se había propuesto dejar de fumar a partir de hoy, este otro pensaba renunciar a su visita semanal al café, el de más allá quería privarse de sus manjares favoritos. No es asunto mío, eso por supuesto, pero en aquel momento he pensado que si en el mundo hay un sitio necesitado de un poco de magia… Las costumbres no se abandonan nunca. Y cuando uno se ha metido en el asunto de complacer sus antojos puede decirse que el impulso ya no lo dejará nunca. Y además, persiste el viento, sigue soplando el mismo viento de carnaval y llega con él un leve olor a grasa, a algodón de azúcar y a pólvora, como llega también ese perfume intenso y caliente del cambio de estación que hace que te piquen las manos y acelera los latidos del corazón… Así pues, nos quedaremos un tiempo. Un tiempo. Hasta que cambie el viento.

Compramos pintura en esa tienda donde venden de todo; con ella compramos pinceles, rodillos, jabón y cubos. Comenzamos por el piso de arriba, arrancamos cortinas y molduras rotas, que van a engrosar el montón de trastos que va creciendo en el minúsculo jardín trasero, enjabonamos los suelos y formamos cascadas de espuma en la estrecha y renegrida escalera y más de una vez nos quedamos caladas hasta los huesos. La bruza de Anouk se convierte en submarino, la mía en buque cisterna que lanza ruidosos torpedos de jabón escaleras abajo en dirección a la entrada de la casa. En plena labor, oigo sonar de pronto el estridente timbre de la puerta y, con el jabón en una mano y el cepillo en la otra, levanto los ojos para recorrer con ellos la alta figura del cura.

Ya me había preguntado cuánto tiempo tardaría en venirme a visitar.

Se queda mirándonos un momento con una sonrisa en los labios. Una sonrisa que es precavida, autoritaria y benévola, todo a un tiempo: el amo de la finca da la bienvenida a los inoportunos visitantes. Me doy cuenta en seguida de que se hace cargo del mono sucio y mojado que llevo puesto, de mis cabellos recogidos con un pañuelo rojo, de mis pies calzados solamente con unas sandalias chorreantes.

– Buenos días.

Un riachuelo de agua jabonosa discurre rápido y directo hacia sus zapatos negros y relucientes. Veo que lo observa y que seguidamente desvía la mirada de nuevo hacia mí.

– Francis Reynaud -dice, desplazándose apenas a un lado-. Soy el curé de la parroquia.

No he podido por menos de echarme a reír ante la frase.

– ¡Ah, sí! -digo con aire malicioso-. Creo que le vi en el carnaval.

Una risita educada: je, je, je.

Le tiendo la mano enguantada de plástico amarillo.

– Vianne Rocher. Y la bombardera que tengo detrás es mi hija Anouk.

Ruidos explosivos de agua jabonosa y de Anouk peleándose con Pantoufle en lo alto de la escalera. Percibo la espera del cura ante más detalles referentes al señor Rocher. ¡Cuánto más fácil habría sido tenerlo todo consignado en un trozo de papel, todo oficial… Así nos habríamos evitado aquella conversación incómoda e inconexa…!

– Ya suponía que esta mañana estaría muy ocupada.

Me ha dado lástima de pronto ver que le costaba un esfuerzo tan grande establecer aquel contacto conmigo. Otra vez la sonrisa forzada.

– Sí, tenemos que poner la casa en condiciones lo antes posible. ¡Y va a llevarnos tiempo! De todos modos tampoco habríamos ido a la iglesia esta mañana, Monsieur le Curé. No la frecuentamos, ¿sabe usted?

He procurado decírselo con tono amable, sólo para informarle de cuál era el sitio de cada uno, para sacarle de dudas, pese a lo cual me ha parecido que se sobresaltaba, casi como si lo hubiera insultado.

– Ya comprendo.

He sido demasiado directa. Seguramente él habría preferido que nos anduviéramos un poco por las ramas, que nos observáramos dando vueltas uno en torno al otro como hacen los gatos precavidos.

– Pero ha sido muy amable viniendo a darnos la bienvenida -prosigo con viveza-. Quizás incluso pueda ayudarnos a hacer amigos.

Me doy cuenta de que se parece un poco a los gatos, tiene unos ojos huidizos y fríos que no sostienen nunca la mirada, una actitud alerta e inquieta, estudiada y distante.

– Haré lo que pueda -ahora que sabe que no pertenecemos a su rebaño se muestra indiferente, si bien la conciencia lo empuja a dar más de lo que querría-. ¿Puedo hacer algo por usted?

– Pues no nos iría mal un poco de ayuda -apunto-. No me refiero a usted, por supuesto -me apresuro a decir cuando ya se disponía a contestar-, pero quizá conozca a alguien a quien no le iría mal ganarse un dinerito. No sé, un yesero… o alguien que nos ayudara a pintar.

Es evidente que ahora pisamos terreno seguro.

– En este momento no se me ocurre -nunca había visto a una persona tan precavida como esta-. Preguntaré.

Sí, quizá lo haga. Conoce sus deberes con los forasteros. Pero sé también que no encontrará a nadie. No es de los que dispensan favores así como así. Su mirada observa con sobresalto el montoncito de pan y sal que hay junto a la puerta.

– Es para que nos traiga suerte -digo con una sonrisa, pese a que su cara se ha vuelto de piedra.

Se aparta de la ofrenda como de una ofensa.

– ¿Maman? -por el hueco de la puerta aparece la cabeza de Anouk, el cabello desgreñado y enloquecido-. Pantoufle quiere salir fuera a jugar. ¿Nos dejas salir?

Asiento con la cabeza.

– Quedaos en el jardín -le limpio la nariz, que tiene tiznada-. Estás hecha una golfilla -veo la mirada que echa al cura y la cojo a tiempo antes de que suelte una carcajada-. Este señor es monsieur Reynaud, Anouk. ¿No lo saludas?

– ¡Hola! -le grita Anouk, ya camino de la puerta-. ¡Adiós!

La mancha del jersey amarillo y de los pantalones rojos se desvanece súbitamente. No es la primera vez que podría jurar que he visto a Pantoufle desaparecer detrás de ella, una mancha más oscura destacando contra el oscuro dintel.

– Sólo tiene seis años -digo a modo de explicación.

Reynaud me responde con una sonrisa tensa y ácida, como si esa primera impresión que tiene de mi hija no hiciera sino confirmar todas y cada una de las sospechas que ya tenía sobre mí.

3

Jueves, 13 de febrero

Gracias a Dios que ha terminado. Las visitas me fatigan a morir. No me refiero a usted, por supuesto, mon père; la visita semanal que le hago es para mí un lujo, puede creer que es casi mi única visita. Espero que le hayan gustado las flores. No son gran cosa, pero huelen a gloria. Se las he dejado aquí, junto a la silla, para que pueda verlas. Hay una buena vista desde aquí: los campos, el Tannes a media distancia y el Garona centelleando a lo lejos. Casi podría imaginar que estamos solos. ¡Oh, no, no me quejo! De veras que no. Pero usted debe de saber qué pesado es ese fardo para un hombre. Tantas mezquindades, insatisfacciones y estupideces, sus mil problemas triviales… El martes fue carnaval. Son como salvajes, todo ese bailoteo, esos gritos… El hijo pequeño de Louis Perrin, Claude, me disparó con una pistola de agua. ¿Y qué dijo su padre? Pues que era su hijo pequeño y que necesitaba jugar. Lo único que quiero es guiarlos, mon père, librarlos de sus pecados. Pero se me resisten, son como niños que se niegan a ponerse a dieta y siguen comiendo todo lo que les perjudica. Sé que usted me entiende. Durante cincuenta años llevó esa carga en sus hombros y la soportó con paciencia y fortaleza. Se ganó su afecto. ¿Será posible que hayan cambiado tanto los tiempos? A mí me temen, me respetan… pero lo que se dice quererme, no me quieren. Sus caras son hoscas, me miran con resentimiento. Ayer salieron de la iglesia con ceniza en la frente y una expresión de remordimiento y alivio a un tiempo. Que se queden con sus secretas caídas, con sus vicios solitarios. ¿Es que no lo entienden? El Señor lo ve todo. Yo lo veo todo. Paul-Marie Muscat pega a su mujer. Cada semana descarga sus culpas con diez avemarías después de confesarse y a continuación vuelve a la carga como si tal cosa. Su mujer roba. La semana pasada, sin ir más lejos, fue al mercado y robó bisutería de un tenderete. Guillaume Duplessis quiere saber si los animales tienen alma y rompe a llorar cuando le digo que no la tienen. Charlotte Edouard sospecha que su marido tiene una amiga. Yo sé que tiene tres, pero el secreto de confesión me sella los labios. ¡Son como niños! Sus preguntas me ofenden, hacen que me baile la cabeza. No puedo evitar mostrarles mi debilidad. Las ovejas no son esas criaturas dóciles y amables de los idilios pastoriles. Cualquier campesino puede asesorarte al respecto. Las ovejas son astutas, agresivas, a veces patológicamente estúpidas. Si el pastor es indulgente, puede encontrarse con un rebaño levantisco, rebelde. No puedo permitirme ser indulgente, pero sí esta concesión una vez por semana. La boca de usted, mon père, está sellada como en el confesionario. Sus oídos están siempre prestos, su corazón siempre afable. Por espacio de una hora puedo dejar en el suelo la carga. Puedo ser falible.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Chocolat»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Chocolat» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Joanne Harris - Blackberry Wine
Joanne Harris
Joanne Harris - W Tańcu
Joanne Harris
Joanne Harris - Runas
Joanne Harris
Joanne Harris - Zapatos de caramelo
Joanne Harris
Joanne Harris - Jeżynowe Wino
Joanne Harris
Joanne Harris - Czekolada
Joanne Harris
Joanne Harris - Runemarks
Joanne Harris
Joanne Harris - Holy Fools
Joanne Harris
Joanne Harris - Sleep, Pale Sister
Joanne Harris
Joanne Sefton - Joanne Sefton Book 2
Joanne Sefton
Отзывы о книге «Chocolat»

Обсуждение, отзывы о книге «Chocolat» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x