Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Maradentro: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Maradentro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Apasionante final para la trilogía. Los Perdomo Maradentro son una familia que huye de Lanzarote para rehacer su vida en tierras venezolanas. En ese lugar, siguen sucediéndose inesperadas situaciones por ese particular hechizo que Yáiza ejerce sobre los hombres.
Tras varios cambios de morada, finalmente se instalan en la Guayana venezolana donde, la hermosa Yáiza vivirá una mágica transformación.

Maradentro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Maradentro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Se puso luego tranquilamente en pie, e inició, sin prisas y sin miedo, la ascensión por la dura pendiente que hubiera preocupado a una cabra salvaje, y cien metros más arriba no pudo por menos que detenerse a contemplar maravillado el increíble espectáculo que le ofrecían unos rayos de sol muy bajo deslizándose apenas sobre las copas de millones de inmensos árboles que parecían jugar a ser todos los verdes y un solo verde al mismo tiempo.

Bandadas de garzas blancas viajaban hacia él Oeste, un puñado de ibis rojos adornaban, casi a sus pies las ramas de un flamboyán amarillo y un gavilán altanero trazaba anchos círculos a la altura de sus ojos.

Allá al fondo, por donde corría el cauce del río, la bruma desdibujaba los contornos, y hacia el Nordeste una estrecha columna de humo se diluía en el pálido cielo azul de la mañana, delatando el lugar exacto en que los «guaicas» habían establecido su poblado.

— Tal vez se estén desayunando al húngaro — comentó divertido —. Tal vez si estuvieran más cerca me llegaría el olor a chuletas de húngaro a la brasa.

Tuvo un corto recuerdo para la muchachita que le había mostrado el camino a su montaña, pero olvidó bien pronto todo cuanto no se refiriese a sí mismo y el maravilloso día que le había tocado vivir, y continuó la ascensión en busca de sus diamantes, procurando prestar toda su atención al sendero y no pensar en que el abismo se hacía a cada paso más profundo.

Y de improviso acabó todo.

Inexplicablemente, sin razón lógica alguna y en contra de lo que se le había antojado ya su manifiesto destino triunfador, la cornisa alcanzó una corta explanada de no más de tres metros cuadrados y murió tal como había nacido: de la nada, como si más que un sendero que la Naturaleza se hubiera encaprichado en grabarle a la montaña se tratase de la vieja cicatriz que hubiera dejado en su oscuro rostro una gigantesca cuchillada.

No podía creerlo. Se negaba a admitir que los dioses tuvieran el suficiente poder como para jugarle una pasada tan horrenda, y tuvo que tomar asiento en el repecho y permanecer largos minutos como alucinado para llegar al fin al convencimiento de que sus sueños se esfumaban tal como se esfumaba el humo del fuego de los «guaicas».

Roca y vacío; vacío y roca; nada más existía excluyendo el peligroso sendero de retorno y golpeó con el puño la negra pared resbaladiza, gritándole y llorándole como si pretendiera ablandar su pétreo corazón y abrirle un hueco por el que penetrar hasta las entrañas mismas de la mina.

Pero ni sus gritos ni sus llantos tuvieron más eco que el chillido de las aves y el escandaloso bullicio de los monos, y durante más de una hora Hans Van-Jan permaneció como un roto muñeco desmadejado sobre la diminuta explanada, recostada la espalda en el altísimo muro y con los vidriosos ojos perdidos en la distancia.

— ¡Tiene que existir otro camino! — musitó tras una larga meditación —. Estoy seguro de que ésta es la montaña y tiene que existir otro camino. Tal vez por la ladera sur, donde no sopla el viento y no está erosionada… — Se puso en pie cansinamente, como si en aquella hora hubiera envejecido de pronto veinte años —. Tiene que existir otro camino… — repitió machaconamente —. Y si McCraken lo encontró, también yo sabré encontrarlo. Se detuvo a estudiar el sendero que descendía, mucho más peligroso de lo que se le antojó a la subida, pues tenía ahora el abismo de cara, y en el momento en que se disponía a dar el primer paso, sintió un chasquido, una esquirla de roca saltó a medio metro de sus ojos, y al poco le llegó nítidamente a los oídos, una apagada detonación. — ¡Buenos días, señor Van-Jan! — le saludó desde abajo una inconfundible voz de marcadísimo acento —. ¡Le advertí que si cruzaba el río le mataría! ¡Debió hacerme caso! ¡Un oficial alemán siempre cumple su palabra!

— El «Yanoami» siempre fue un pueblo valiente, que se enfrentó a todos sus enemigos a los que derrotó en los campos de batalla sin permitir que jamás pisaran su territorio. — Xanán separó una mano de su arco, y la extendió en círculo como pretendiendo abarcar cuanto se extendía a su alrededor en todas direcciones —. Ésta es nuestra tierra desde hace miles de años, y ni siquiera los «racionales» con sus armas de fuego han conseguido invadirla. — Hizo una de sus larguísimas pausas, de las que cabía pensar que jamás iba a salir y por último continuó en el mismo tono, tranquilo y monocorde —: Pero hay algo contra lo que los «yanoami» no saben luchar y que ha destruido a muchas tribus antaño tan numerosas como la de los «Krainkores» que poblaban las márgenes del gran Amazonas: las enfermedades que los «racionales» arrastran consigo como la maldición de «Máuari», el ángel malo. El «catarro», el sarampión, la sífilis y la tuberculosis, barren a nuestros pueblos con la misma fuerza con que el viento barre las cimas de los tepuys arrojando al abismo hasta la última brizna de hierba. — Agitó la cabeza negativamente, pesimista —. Y contra eso, de nada sirve el valor de los guerreros «yanoami». Lo comprendes, ¿verdad?

— Lo comprendo — admitió Yáiza —. Pero lo que no comprendo es por que todos se empeñan en que puedo hacer algo contra eso. Ya una vez lo intentaron y resultó inútil. Nada sé de medicina.

— Pero eres una «racional» y tu cuerpo esconde los secretos de esas enfermedades. Y eres «Camajay-Minaré».

— ¡Eso es una tontería! Me conoces lo suficiente como para haberte dado cuenta de que no soy ninguna diosa de tu tribu. — «Camajay-Minaré» no es una diosa «yanoami». Nosotros no tenemos más dios que Omaoa, que habita en la cima del Gran Tepuy. No me importa si eres o no una diosa, pero Omaoa necesita una mujer blanca; una esposa «racional» que le revele los secretos de sus enfermedades para poder continuar protegiendo a su pueblo hasta el fin de los siglos. — ¿Una esposa? — se asombró Yáiza. — Una esposa — repitió Xanán —. Omaoa tiene el corazón repleto de tristeza porque aún le responde su propia voz cuando llama en la oscuridad. Creó la luz, las selvas, los ríos, los animales e incluso a los seres humanos, pero se olvidó de crear lo único que podía llenar su soledad. — La miró con inquietante fijeza, a lo más profundo de los ojos —. Pero ahora has llegado tú, y todo va a cambiar.

Yáiza no dijo nada porque no encontraba nada que decir. La idea de que quisieran ofrecerla como esposa a un dios, aunque se tratara del dios de los guaicas, sobrepasaba cualquier predicción e iba más allá de todos sus temores. Cerró los ojos y una vez más le vino a la mente la imagen de aquel monstruo prehistórico que habitaba en la cumbre de una montaña amenazante y una vez más, también, llegó a la conclusión de que su larga odisea había constituido como temía tan sólo un penoso camino de regreso a los terrores de su infancia. De nuevo volvía a ser una niña asustada por insistentes pesadillas, con la diferencia de que ahora la única forma que existía de intentar escapar de tales pesadillas no era despertar, sino cerrar los ojos y rogar para que el auténtico sueño acudiera en su ayuda.

Se preguntó si de algún modo no habría sido ella misma la que tejiera poco a poco aquella malla que la aprisionaba como una trampa gigantesca, porque cada día se aferraba más al convencimiento de que cuanto había sucedido e incluso pudiera sucederle en un futuro, estaba de alguna forma impreso en algún rincón de su mente desde muchos años atrás, y a medida que el fin se aproximaba le resultaba más difícil sustraerse a la tentación de sentirse culpable, y aceptar su total inocencia sobre semejante cúmulo de catástrofes v calamidades.

Había momentos en la vida de Yáiza en que se inclinaba a aceptar cuanto le estaba sucediendo como un castigo por el hecho de que antes incluso de tener uso de razón ya había cometido el atroz delito de «atraer a los peces, aplacar a las bestias, aliviar a los enfermos y agradar a los muertos» v como estaba claro que ninguno de sus vecinos pudo nunca adivinar cuándo y por dónde iban a entrar los atunes, ni dominar con una simple mirada a un camello furioso, quizá ya desde entonces la Yáiza niña se estaba emplazando a sí misma para pagar por ello el día de mañana.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Maradentro»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Maradentro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alberto Vázquez-Figueroa - Tuareg
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratas
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratin der Freiheit
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Ikarus
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Viaje al fin del mundo - Galápagos
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez Figueroa - Delfines
Alberto Vázquez Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Bora Bora
Alberto Vázquez-Figueroa
Отзывы о книге «Maradentro»

Обсуждение, отзывы о книге «Maradentro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x