Jesús Hernández - Operación Valkiria

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Año 1943. El coronel Claus Schenk von Stauffenberg acababa de ser trasladado a Berlín bajo las órdenes del general Friedrich Olbricht, miembro de un comité de resistencia que empieza a maquinar un plan para dar muerte a Hitler.
Olbricht ya tiene entrelazados a más de 200 implicados en distintos estratos de la sociedad alemana e incluso de la sección de inteligencia y contraespionaje. El objetivo es eliminar a Hitler, Goering y Himmler, neutralizar a las SS e instalar un gobierno provisional que intentaría hacer las paces con occidente y detener la guerra. Von Stauffenberg, a pesar de sus lesiones de guerra (ha perdido un ojo y varios dedos de la mano), quiere realizar el atentado. Los conspiradores dudan. ¿Tendrá capacidad para activar la bomba? Finalmente aceptan porque entienden que su invalidez es la coartada perfecta y que no levantará sospechas. El coronel Von Stauffenberg intenta varias veces cumplir su misión, pero no consigue nunca encontrar juntos a los que deben morir. Finalmente, el 20 de julio de 1944 se da la ocasión perfecta. El alto mando se reúne en el cuartel general de Hitler, ubicado cerca de Rastenburg. Von Stauffenberg
porta un maletín con un explosivo inglés de 1 kg que se activa mediante un detonador químico absolutamente silencioso. Todo es perfecto. Se sienta junto al líder nazi. Solo queda esperar el momento…

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El general Paul von Hase comandante de Berlín sufrió la muerte humillante - фото 81

El general Paul von Hase, comandante de Berlín, sufrió la muerte humillante prescrita por Hitler.

El teniente Albrecht von Hagen fue uno de los ajusticiados el 8 de agosto de - фото 82

El teniente Albrecht von Hagen fue uno de los ajusticiados el 8 de agosto de 1944. Confesó haber proporcionado los explosivos a Stauffenberg.

Posteriormente, se hizo una exhibición de la película en la Guarida del Lobo para los miembros de las SS, pero no acudió un solo oficial, quizás porque ninguno tenía muy claro si algún día podía llegar a ser el protagonista involuntario de otro film igual. La aleccionadora película se pasó también a un grupo de cadetes de Berlín, pero el efecto sobre su moral, que se pretendía elevar, en realidad fue demoledor.

Los comentarios de todo aquel que contemplaba esas bárbaras imágenes acabaron por convencer a Hitler y Goebbels que lo mejor era retirar la película. Finalmente, fue destruida y se desconoce si sobrevivió alguna copia [29].

Unos días después de la ejecución, durante una reunión diaria de información en la Guarida del Lobo, Fegelein irrumpió en la sala, interrumpiendo bruscamente la exposición que en ese momento estaba ofreciendo el general Guderian sobre la situación en el frente del este, y arrojó un fajo de fotografías sobre la mesa de mapas del Führer. Se trataba de las imágenes de los ajusticiados el 8 de agosto.

Hitler se puso las gafas, agarró ávidamente las macabras fotografías y las contempló durante un buen rato evidenciando un placer morboso. Después de que las viese Hitler, fueron circulando de mano en mano.

Después de la guerra, esta ejecución sería objeto de numerosas leyendas y rumores. Se ha hablado de que se utilizaron cuerdas de piano, o incluso se ha afirmado que a los condenados se les introdujo el gancho en el cuello, por debajo del mentón. También se ha asegurado que los verdugos alargaron la agonía de los condenados durante diez interminables horas.

Nada de ello es cierto, pero el relato de la ejecución, tal como se desarrolló, es suficiente para evidenciar la crueldad y el ensañamiento con que fueron tratados los que se atrevieron a conspirar contra el dictador nazi. El ajuste de cuentas de los nacionalsocialistas respondería a lo anunciado por Hitler en su alocución radiofónica de la madrugada del 21 de julio.

SUICIDIOS

A finales de agosto se desató una operación policial a gran escala contra los sospechosos de haber participado de un modo u otro en el complot, denominada Gewitteraktion (Acción Tormenta). El hecho de que fueran detenidas e interrogadas más de cinco mil personas lleva a pensar que esta acción fue más bien una excusa para detener de forma indiscriminada a los opositores del régimen y extender el terror entre la población.

El mariscal Rommel se vio obligado a suicidarse por su relación con los - фото 83

El mariscal Rommel se vio obligado a suicidarse, por su relación con los conspiradores. Así evitó un proceso público y las represalias contra su familia.

Juicios y ejecuciones similares a los aquí descritos se repetirían sin descanso en los meses posteriores. La mayoría de los condenados a muerte fueron ahorcados poco después de ser dictadas las sentencias, pero hubo otros que no fueron ejecutados hasta meses después, cerca ya del final de la guerra. Cuando terminó la ola de venganza levantada por Hitler, el número de muertos entre los supuestamente implicados en el golpe ascendía a más de doscientos.

El destino de los que habían participado realmente en el complot fue poco envidiable. El doctor Goerdeler, quien tenía que haber tomado el cargo de canciller en caso de triunfar el golpe, logró huir pero no pudo encontrar refugio, pues se había advertido a la población que el que ayudase a un sospechoso de haber participado en el golpe se expondría a la pena de muerte. Así pues, Goerdeler se vio obligado a vagar por los campos de Prusia Oriental. Hambriento, Goerdeler decidió entrar en un pequeño restaurante, pero tuvo la desgracia de ser reconocido por una auxiliar femenina de un campo de aviación cercano, que avisó a la policía. Se le condenó a muerte el 7 de septiembre, pero su ejecución se demoró hasta el 2 de febrero de 1945. La razón de este retraso es que, paradójicamente, los nazis se interesaron mucho por las ideas que tenía para la reorganización del Estado y le obligaron a ponerlas por escrito, dando como resultado un trabajo de cientos de páginas.

Otros, sabiendo que intentar huir era una aventura inútil y que cuando fueran detenidos tendrían que sufrir torturas e interrogatorios, teniendo la horca como ineludible destino, decidieron poner ellos mismos fin a sus vidas. Fue el caso del general Henning Von Tresckow, destinado en el frente oriental. En la mañana del 21 de julio, Tresckow avanzó por tierra de nadie disparando varios tiros para simular que estaba ahuyentando un grupo de guerrilleros y, cuando se encontró solo, cogió una granada, sacó la clavija y la apoyó contra su pecho. Su hermano Gerd, que era teniente coronel, también se suicidó.

En el frente occidental los suicidios también estuvieron a la orden del día. El general Von Stülpnagel, que había sido citado en Berlín por el mariscal Keitel, se despidió con normalidad de sus colaboradores en la mañana del 21 de julio y emprendió viaje por carretera a la capital del Reich. Al llegar a la región de Verdún, donde Stülpnagel había combatido durante la Primera Guerra Mundial, hizo parar el coche, anduvo unos pasos y se descerrajó un tiro en la cabeza. Sin embargo, no consiguió matarse, sólo quedarse ciego. Fue conducido a Berlín y juzgado por el Tribunal del Pueblo junto a los coroneles Von Linstow y Finckh y los tenientes coroneles Von Hofacker, Smend y Rathgens, siendo todos condenados a muerte y ejecutados.

Estas dos placas recuerdan el lugar en el que Rommel se quitó la vida el 14 de - фото 84

Estas dos placas recuerdan el lugar en el que Rommel se quitó la vida el 14 de octubre de 1944.

Otro que optaría por el suicidio sería el mariscal Von Kluge. Después del 20 de julio, Von Kluge mantuvo la dirección de las operaciones destinadas a evitar los avances aliados en Normandía. Parecía que el veterano militar había logrado esquivar cualquier sospecha sobre su estrecha relación con los conjurados. Pero los interrogatorios de los implicados fueron señalando su implicación indirecta en el complot. El 17 de agosto, Von Kluge perdió la confianza de Hitler; fue sustituido por el mariscal Walter Model y reclamado en Berlín. Para evitar sufrir un agónico proceso y una segura ejecución, durante el trayecto hizo también parar su vehículo y, en este caso, ingirió una cápsula con veneno, poniendo fin a su vida.

Meses más tarde, la venganza de Hitler llegaría a recaer incluso sobre su antes admirado mariscal de campo Erwin Rommel. El Zorro del Desierto fue amenazado con un proceso y con represalias contra su familia por su participación, aunque tangencial, en el complot del 20 de julio. Los generales Burgdorf y Maisel acudieron a verle y le ofrecieron una cápsula con veneno. Rommel aceptó el sacrificio el 14 de octubre de 1944 por el bien de su familia, y fue enterrado con todos los honores.

Otros implicados que se quitaron la vida fueron el general Wessel Freytagh-Loringhoven, el mayor Ulrich Oertzen, el teniente coronel Hans-Alexander von Voss, el general Eduard Wagner, el coronel Siegfried Wagner o el teniente coronel Karl Michel, además de la esposa del general Lindemann.

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