El punto de partida de la filosofía de Bergson, su tesis doctoral publicada bajo el título de Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia , consistirá en un intento de darle forma a un problema que le surgió cuando pretendía llevar más allá la filosofía de Spencer y desarrollar algunas de nociones científicas: al analizar la idea de tiempo se dio cuenta de que la ciencia no consideraba el tiempo en sí mismo; así lo manifiesta en una carta a su amigo y colega William James, fechada el 9 de mayo de 1908:
Fue el análisis de la idea de tiempo, tal como interviene en la mecánica y en la física, el que conmueve todas mis ideas. Me di cuenta, para mi gran asombro, de que el tiempo científico no dura , que nada cambiaría para nuestro conocimiento científico de las cosas si la totalidad de lo real se desarrollara de un solo golpe en la instantaneidad, y que la ciencia positiva consite esencialmente en la eliminación de la duración. (Bergson, 2011b, pp. 76-77)
Esta preocupación dará comienzo en Bergson a un esfuerzo que se renueva constantemente por dar resolución a diversos problemas, como, por ejemplo, el del dualismo, con el fin de ahondar en el punto de partida de la intuición inicial de la duración, desarrollado en el Ensayo . Esta intuición será el dato inmediato que, en diversas etapas de su producción filosófica, le dará a Bergson materia para pensar. Como en Nietzsche, en Bergson la actividad filosófica se redefine, esta vez bajo la propuesta de un ensayo que vuelve a comenzar en cada momento, en el que el filósofo se propone ampliar el alcance de su intuición inicial, aplicándola a un nuevo problema. Emprendamos, pues, nuestro recorrido por las filosofías del cuerpo en Nietzsche y Bergson y veamos si podemos encontrar un vínculo problemático en torno al cuerpo mismo que nos lleve a plantear algo más que una afinidad de problemas entre los dos pensadores.
Capítulo I
El pathos del filósofo y la fisiología
¿Cómo se relacionan filosofía y fisiología en el pensador?
Comenzar la lectura de un filósofo proponiéndole una pregunta, con el fin de establecer un diálogo con él, es forzar a esa filosofía a que nos muestre sus más entrañables secretos. Ello, no obstante, conlleva un peligro. Si indicamos una dirección para nuestra búsqueda, corremos el riesgo de perder algunos de los derroteros más importantes de esa filosofía y quedarnos perdidos en un bosque de conceptos, dejando de lado la panorámica total necesaria para evaluar los alcances de ese pensamiento. Pero este es un riesgo que debe correrse, puesto que acercamientos neutros a la filosofía no existen. Siempre vamos a ella con algún tipo de pregunta, así sea como motivo inconsciente. Estamos buscando algo desde que nos proponemos pensar y entender los escritos de un autor. Algo hemos oído sobre él y por eso nos encaminamos por las sendas que nos propone. Se trata, pues, de una decisión y, como tal, no nos queda otro remedio que tomarla, por más riesgos que entrañe. Existen una visión y una ceguera al inicio del camino. Intentamos ver con la luz emanada de esa especie de linterna que es la pregunta con la que iniciamos. Al mismo tiempo, algo nubla nuestro camino, la incertidumbre de haber escogido la pregunta correcta o incorrecta, no sabemos si este tendrá un final exitoso. Por lo tanto, escojamos una pregunta que alumbre, en la incertidumbre, el camino que vamos a recorrer.
¿De dónde procede una filosofía? Es una pregunta que Nietzsche se formula de diversas maneras y podría guiarnos hacia los motivos más personales que animan los escritos filosóficos de nuestro autor. Pero no queremos formular esta cuestion de manera aislada, ya que la entendemos en relación con otro tema que atañe a esos motivos: ¿cómo se relacionan salud y filosofía en un filósofo? En los escritos de Nietzsche se lee en diversas ocasiones, y formulado de distintas maneras, que el pathos filosófico es una forma de existencia de la que no pueden separarse pensamiento y cuerpo, pensamiento y sufrimiento, pensamiento y enfermedad, pensamiento y modo de vivir… Pensamos que esas preguntas recién formuladas nos llevan a la búsqueda de la razón de ser de la filosofía como una interpretación del cuerpo. No se puede, sin más, desconocer que nuestro filósofo asume una perspectiva problemática y sugerente que determina la relación cuerpo-filosofía: concebir la enfermedad como una experimentación, más que como una forma de purificación, es una de las caras que adopta esta relación problemática. “En el filósofo nada, absolutamente nada es impersonal” ( MBM , §6), nos dice. La experiencia de la enfermedad es muy personal, particular, pero puede ser elevada a un nivel más universal y ser vista en su relación con la producción de pensamiento. El filósofo eleva a filosofía lo que, en principio, era una experiencia puramente personal. En tal sentido, la filosofía aparece en Nietzsche como un asunto fisiológico: saber es saber del cuerpo. Ahora bien, que sea algo personal no significa que sea exclusivamente particular. La pregunta que surge a continuación es qué es lo que filosofa en un pensamiento. ¿Qué fuerza produce pensamiento? ¿Qué disposición corporal, si es posible formularlo así, lleva a pensar de determinada manera? En otras palabras, ¿la enfermedad surge como una fuerza fisiológica, al igual que la salud? ¿O estas últimas forman parte de un conglomerado de fuerzas que constituirían el cuerpo y no serían tan opuestas, como se estaría inclinado a creer?
En el comienzo del §6 de Más allá del bien y del mal se señala una posible respuesta a estas preguntas, cuando se observa un proceso inconsciente en el filósofo: “Poco a poco se me ha ido manifestando qué ha sido hasta ahora toda gran filosofía, a saber: la autoconfesión de su autor y una especie de memoires no queridas y no advertidas” ( MBM , §6).
Ahondando más, puede descubrirse un “germen vital” del que surge toda filosofía como una planta: “las intenciones morales (o inmorales)” de un filósofo. A partir de lo cual, es necesario plantearse la siguiente pregunta: “¿a qué moral quiere esto (quiere él – ) llegar?” ( MBM , §6). Pregunta vieja en Nietzsche. Ya en Humano, demasiado humano I llama la atención respecto de que “la decisión sobre las consecuencias del conocimiento la da el temperamento de cada persona” ( HdH I , §34).
Dicho germen no puede ser, sin más, como podría pensarse, un ‘instinto de conocimiento’ (cf. MBM , §6). Podemos ir directo al fondo en las intenciones del filósofo, en lo que parece ser un aporte genealógico auténtico de Nietzsche y que se constituye, además, como una de las afirmaciones más atractivas de su filosofía. Se trata de la propuesta de seguir el cuerpo viviente como hilo conductor de la interpretación, del pensamiento y de la acción. Por lo mismo, devendría objeto de conocimiento y, al tiempo, de experiencia. En el mismo aforismo de Más allá del bien y del mal , la fisiología aparece en la base del conocimiento, en la forma de relaciones entre impulsos:
Aquí como en otras partes, un impulso [ Trieb ] diferente se ha servido del conocimiento (¡y del desconocimiento!) nada más que como un instrumento. Pero quien examine los impulsos fundamentales [ Grundtriebe ] del hombre con el propósito de saber hasta qué punto precisamente ellos pueden haber actuado aquí como genios (o demonios o duendes – ) inspiradores encontrará que todos ellos han hecho ya alguna vez filosofía, – y que a cada uno de ellos le gustaría mucho presentarse justo a sí mismo como finalidad última de la existencia y como legítimo señor de todos los demás impulsos. Pues todo impulso ambiciona dominar: y en cuanto tal intenta filosofar. ( MBM , §6)
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