Sin abusar de las generalidades, se puede decir que Nietzsche propone como realidad ineludible la de las pasiones y que Bergson, la del fluir del tiempo con su carácter interno, entendido ante todo como experiencia de la duración. Nietzsche desconfía de ‘lo humano’ cuando los hombres creen poder circunscribirlo en una esencia eterna, sin cambio real. Bergson desconfía del lenguaje y del trabajo de los conceptos que no den cuenta sino de la utilidad que podemos extraer de todo lo que nos rodea. No obstante, las dos filosofías sitúan el cuerpo en el centro de sus discusiones y de la forma de problematizar la labor del pensamiento que pretende dar cuenta del todo de la realidad.
En cuanto a los estilos filosóficos, las diferencias entre Nietzsche y Bergson parecen abismales, aunque en ambos se deja ver un gran cuidado por la expresión justa, por la precisión en el matiz que pretenden señalar y por el vigor en su forma particular de demostrar. No obstante, en Nietzsche se percibe un rechazo por la exposición sistemática de su pensamiento, hecho que se hace explícito en la forma aforística de su expresión filosófica; pero ello no significa que cada idea expuesta en sus textos haya salido de la nada, pues una sentencia, según el mismo autor, supone una “secuencia de pensamientos” (cf. FP II , 20[3] de 1876) y en la expresión precisa lo que cuentan son el tono y la energía que adquiere en el transcurso del texto –en esto radica, en buena medida, su fuerza demostrativa. En el caso de Bergson, en apariencia el vigor pasional de la escritura parece quedar relegado o no contar en el momento de la demostración; el autor sería más cerebral y la fuerza de sus demostraciones se encontraría en el orden de las razones y en la escogencia de los hechos científicos precisos que apoyarían sus ideas. Aun así, buena parte del método de la intuición extrae su fuerza de las imágenes –no metáforas– escogidas para que el pensamiento fije su atención en la intuición de la que se busca dar cuenta; este aspecto del método supone una cierta forma de discontinuidad ‘demostrativa’, por cuanto, de acuerdo con el propio Bergson, se deben buscar imágenes de diversos órdenes de cosas (cf. IM , pp. 1082-1085) para provocar el esfuerzo del pensamiento por mantenerse en lo concreto de lo dado intuitivamente. De la experiencia de la naturaleza interna de la duración se puede afirmar que Bergson extrae la fuerza que mueve sus ideas. El pensamiento filosófico se convierte, pues, en un esfuerzo renovado por aproximarse a la suave pendiente del fluir ininterrumpido de la realidad, rechazando con ello una exposición sistemática y acogiendo el ensayo como forma de acercarse al todo desde los diversos matices que lleva consigo la intuición de la duración.
Cuando se lee a Nietzsche y a Bergson parece, pues, percibirse una diferencia entre las “cumbres” nietzscheanas y las llanuras bergsonianas, más pegadas al orden de las razones, pero ello es una apariencia. Nuestro trabajo consistirá en mostrar la falda de la montaña que une la cumbre con lo que parece un valle –el alto valor de la duración interior en el pensamiento de Bergson es también una cumbre, si se piensa que proviene de la experiencia más interior que podemos tener. Si podemos afirmar que la filosofía de Nietzsche quiere transmitir el impulso de la pasión que nos proporciona un conocimiento peculiar del mundo, incluido el de nuestros afectos, y que la filosofía de Bergson nos quiere situar en la transparencia y contundencia de lo concreto de la duración, ambas filosofías, sin ser iguales, tienen un motivo que actúa como una corriente subterránea en el decurso de sus pensamientos: las dos quieren dar cuenta de lo concreto preconceptual y elevarlo al nivel de lo filosófico. Este hecho se entraña en los inconvenientes que lleva consigo la exposición de aquello que quieren mostrar, pues nos queda claro que esas dificultades no son puramente formales. Dichas complicaciones se hacen patentes en nuestra exposición de los dos autores.
En este contexto de aparentes diferencias y de profundos motivos en común, nos planteamos el problema del estatus ontológico de la fisiología en el pensamiento de los dos filósofos, puesto que en Nietzsche y en Bergson observamos un esfuerzo por hacer explícito en sus pensamientos el carácter irreductible, frágil y dinámico del cuerpo que, sin duda, interviene en la labor de la filosofía, no sólo como objeto de pensamiento, sino como fuerza que produce y transfigura el proceso del pensar mismo. De este modo, nos preguntamos: ¿hasta qué punto la presencia sentida, experimentada, del cuerpo cuestiona nuestro lugar en el mundo cuando lo ponemos frente a todo lo que, en cuanto humanidad, hemos valorado altamente? Hay que aclarar que este no es un problema exclusivamente nietzscheano; en Bergson aparece bajo la forma de por qué se ha valorado en tan alto grado el tiempo entendido bajo la forma espacial, que incluso nos ha impedido un acceso más inmediato, más ajustado a nosotros mismos y a nuestras relaciones con todo lo que nos rodea. De este modo, nuestro punto de partida va a suponer, de manera muy concreta, en contraste con los grandes problemas metafísicos, que lo ‘dado’ en primer lugar es el cuerpo y, todavía más, el cuerpo vivo. En el presente escrito queremos, entonces, preguntarnos por ese cuerpo que nace, madura, se reproduce, envejece, muere, se enferma; que es motivo de felicidad y el lugar en el que se manifiestan nuestros dolores más profundos y nuestras alegrías más espirituales; un cuerpo que está más allá del cuerpo etéreo, que no suda ni se cansa, en fin, sin vida, con el que nos bombardean las imágenes mediáticas, frente a las cuales, filosofías como las de Nietzsche y de Bergson entrañan un cariz realmente subversivo porque nos hablan de la fisiología de la concreta experiencia que hunde sus raíces profundas en el mundo.
Para la elaboración de esta cuestión de la fisiología, nos acogemos a la idea que anima, para el caso de Nietzsche, el trabajo de quienes alimentan el Hypernietzsche , 1 a saber, concebir su filosofía en evolución; para el caso de Bergson, su misma filosofía supone que esta se encuentra en desarrollo, puesto que al tratar de renovarse siempre el esfuerzo de situarse en la intuición original, ello implica el rechazo explícito de la ilusión retrospectiva que brindan los desarrollos posteriores de cada uno de sus libros. De ese modo, vamos a suponer ambas filosofías en proceso y, por lo mismo, las tomaremos en periodos intermedios de su desarrollo, en los cuales se afianzan sus críticas y sus apuestas características en materia de fisiología. En Nietzsche nos centraremos principalmente en el periodo medio y en las notas de esa época; en Bergson, en el momento de Materia y memoria , pero sin abandonar el punto de partida de toda su filosofía presente en el Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia . Para decirlo en otras palabras, nos situaremos en medio del desarrollo de sus pensamientos e intentaremos dar cuenta de lo que piensan acerca del cuerpo en su transcurrir. Nuestra intención no consiste en establecer una simple comparación entre las ideas de los dos autores; se trata, más bien, de ir entrecruzándolas en los momentos pertinentes, sin desconocer sus diferencias, y al final plantear un complemento entre sus apuestas particulares: rescatar la “seriedad” de la pasión y su carácter fisio-psicológico no se entiende sin una consideración de la fluidez de duración interior que entraña el vínculo o, mejor, la continuidad entre los procesos internos y los procesos fisiológicos.
Este camino lo emprenderemos a lo largo de cuatro capítulos, distribuidos en dos partes. En la primera parte estudiaremos, a manera de punto de partida, el cuerpo que se nos hace patente, en el caso de Nietzsche, en el dolor o la experiencia de la enfermedad, como aquello dado e ineludible que sentimos y que, en la labor del filósofo, está vinculado a sus ideas; en el caso de Bergson, en su determinación de la experiencia interior de la duración no deja de considerar las distintas influencias que tienen ciertos estados del cuerpo en esa consideración, como es el caso del esfuerzo muscular. Los dos filósofos observarán en la fisiología un factor que es capaz de profundizarnos o de permitirnos establecer con un mejor grado de precisión las relaciones y diferencias entre nuestra vida exterior y nuestra vida interior. En la segunda parte queremos probar con mayor detalle, entrando en los procesos propios de cada una de las dos filosofías, en qué forma el cuerpo es un factor decisivo en el proceso de interiorización exigido por el ejercicio de la filosofía y en qué medida este ejercicio se transforma cuando estamos más atentos a lo que nos es inmediatamente dado, sean nuestras pasiones y apetitos, sea el dinamismo interno del tiempo en su decurso real. En fin, si en la primera parte el cuerpo adquirió el sentido de lo inevitable e ineludible, en la segunda parte adquiere, para los filósofos, un carácter más dinámico, en la medida en que se lo ve desempeñar un papel más flexible dentro del fluir del todo real. De este modo, también la segunda parte, además de tener un tono principalmente demostrativo y analítico, en determinados momentos, será un esfuerzo por trenzar ciertas ideas donde se puede señalar que coinciden Nietzsche y Bergson, de tal forma que en la parte final haremos un ensayo de mostrar cómo las dos filosofías se complementan, dado que entender la pasión como una realidad fisio-psicológica adquiere un sentido más preciso si la vinculamos con la experiencia de la duración interna, que, como veremos, es parte constitutiva de los procesos que animan los estados fisiológicos.
Читать дальше