6.3. Pensar, amar y vivir en la tradición.
Resulta válido extraer de la tradición los elementos que produjeron los correspondientes efectos vinculantes, es decir, que impidieron la separación. Es válido cultivarlos, acentuarlos, captarlos más profunda y “radicalmente”.
* Como ejemplo para eso menciono el principio de la mediatización de Dios, de la analogia entis, de la vinculación de naturaleza y Gracia, la concepción y la práctica de la autoridad y obediencia. Precisamente esto último fue elaborado detalladamente en las doctrinas espirituales del pasado. En la Epistola perlonga, Kentenich toma justamente eso y ve una señal de la tradición eclesiástica vinculante a la rectitud de su doctrina del organismo.
* Pero esto es muy poco. Ciertamente estos principios actuaron, pero lo hicieron porque lo “vital”, no verbal, funcional, no temáticamente, los aspectos tocados, eran de todos modos claros, “evidentes”; ni siquiera habían alcanzado el estado en que podrían haber surgido cuestionamientos. Tiene que ver con los efectos de un horizonte comprensivo evidente (selbstverständlichen Verstehenshorizontes).
En la medida en que esta “ingenua” “evidencia” (“naive” “Selbstverständlichkeit”) no existe más surgen preguntas. Éstas actúan como escarcha y simultáneamente a menudo liberando (p.ej., muchos experimentan la eliminación de la devoción mariana, en la que habían crecido como evidente, como algo expresamente liberador y expansivo). Quien una vez tiene una tal cuestión, no es más el mismo que antes. En todo caso, es así en muchos ámbitos que, desde el punto de vista cultural y de la época, están actualmente en la “agenda”. Ahora sería válido formular lo no formulado, pero para eso hace falta una forma de pensar conscientemente estructurada. Los que actúan en favor del vivir y amar existente reaccionan la mayor parte de las veces de un modo primeramente defensivo. La tarea es muy nueva, ante todo cuando se trata de grandes cesuras en la cultura. El P. Kentenich se colocó ante esta tarea.
Además, finalmente, las doctrinas en la tradición son formuladas de tal manera que tienen que actuar mecanicistamente en un primer momento, cuando el fundamento “evidente” se ha desplazado o no existe más, ya que en lo doctrinal y conceptual se trata siempre de distinciones, de delimitaciones (definiciones). Así es en la expresión “El hombre no es dios. Dios no es el hombre”, en la distinción de espíritu, alma y cuerpo, o entre naturaleza y sobrenaturaleza. Distinguir es tarea de la Filosofía y la Teología. La distinción se realiza abstrayendo (apartándose de la vida) y sin referencia particular al “vivir” y “amar”. Surge un “estrato superior”.
Pero la Teología y la Filosofía pueden proceder así sin daños, porque de todos modos la vida y el amor son tocados por las expresiones abstractas. Los conceptos son así de hecho no conceptos en sí; no son una superestructura de ideas, aunque así se formula y parezca, por lo menos para nosotros hoy. Se genera algo similar a cuando se toca un instrumento de cuerdas, que producen un acorde (una comparación muy usada por el Padre Fundador). Por eso no se necesita, p.ej. en lo mariano, mucha afirmación de lo dogmático, de los principios dogmáticos. Así, quien dice “la Madre de Jesús”, dice también “mi” Madre, aunque conceptualmente visto eso no esté dicho con “la Madre de Jesús”. Pero lo aludido no lo nota. El término “Madre” le corresponde simplemente, indiferente de lo que se delimite de manera conceptual. Por eso tampoco hace falta una fundamentación dogmática, es decir, razones dogmáticas relativamente débiles alcanzan para un caso así. Naturalmente que esto no solo vale en el terreno de lo religioso.
6.4. La nueva tarea.
Lo dicho solo se aplica mientras sobre ese punto no se piense especialmente o se produzca un vacío. Si esto pasa, es un signo de que el horizonte comprensivo no verbal no es más el antiguo. Cuando esto se produce, Teología, Filosofía y toda ciencia no pueden realizar más sus distinciones, en sí correctas, como si no fueran comprendidas evidentemente como separación.
En esa línea, una nueva Teología y Filosofía, como esperamos que un día sea desarrollada por schönstattianos en la Escuela del Padre Kentenich, trabajarán justamente sobre este punto. Así, proceso de vida y de amor “Dios”, proceso de vida y de amor “hombre”, proceso de vida y de amor “Salvación”, se co-formularán como todo lo que estaba no tematizado o supuesto. Esto es tanto más difícil cuanto que muy evidentemente se parte de que en especial las fórmulas expresamente dogmáticas de la tradición contienen la Revelación.
En términos kentenijianos, lo anterior significa que la síntesis teológica y filosófica de Agustín y Tomás de Aquino debe ser continuada y completada por la co-formulación de la parte sicológica.
6.5. Doble verdad.
Entretanto, ha surgido en nuestra cultura un pensar expresamente sicológico. Éste piensa desde abajo, procesalmente, organizándose a sí mismo, y se experimenta como auténtica alternativa al pensar dogmático y normativo de la tradición. En tanto se mantiene lo dogmático y normativo, y simultáneamente se toma lo sicológico, podemos hablar de una doble verdad, análogamente a lo experimentado en la alta Edad Media entre el conocimiento teológico y filosófico. Piénsese en los deseos representados por el teólogo y psicoanalista Eugene Drewermann y en la extraña impresión de incapacidad que proviene precisamente de las facultades teológicas, que no pueden satisfacerlo.
Del pensar sicológico podemos también aprender cómo se manifiestan las leyes propias de lo sicológico, es decir, el ámbito que en el pasado permaneció sin verbalizar.
6.6. Un nuevo pensar.
6.6.1. Autonomía (valor propio) relativa de lo referido al vivir y amar. El pensar orgánico es uno que se sitúa consciente y expresamente al servicio del amar y vivir, se vincula con ellos, respeta sus fines. Es un pensar que conscientemente corresponde al vivir y amar. Entonces, si pienso orgánicamente, el vivir y amar no solo no es destruido racionalistamente, sino que hasta recibe apoyo del pensamiento. Con otras palabras, pensar orgánico es pensar sicológico. Co-formula el aspecto sicológico del pensar, tanto ratione subjecti como ratione objecti.
6.6.2. Cuatro características ratione objecti. José Kentenich nombra cuatro características del pensar orgánico ratione objecti:
La primera característica se refiere a la relación de “causa primera y segunda”, a la relación de cosas con personas terrenas y concretas, que vital y amablemente en su autonomía son abrazadas (vinculación) con lo divino, con Dios.
La segunda característica aborda la relación de idea y de vida (o amor). Se refiere a la relación de las expresiones de vida y amor, de las necesidades de la vida y del amor, y de las objetivaciones producidas, por un lado, con las ideas y los principios religiosos, filosóficos y éticos abstractos y universalmente válidos, por otro. Vivir y amar no son entonces hundidos en su relativa autonomía por ideas, sino reconocidos. Se les ayuda, así como también las ideas son fecundadas por el vivir y amar.
La tercera característica se refiere a los procesos y configuraciones de vida (existentes y surgentes). El P. Kentenich es un maestro en la descripción de las leyes que dirigen interiormente tales procesos y configuraciones de vida. Aquí se ve especialmente desafiado el pensar orgánico.
Una cuarta característica mira a la vinculación de las ideas entre sí. El Padre Fundador buscó desde el principio ver todo lo más posible en relación o en contexto.
De hecho, estos mismos cuatro aspectos hay que verlos tanto con respecto a la estructura de una configuración de vida como también a su desarrollo (proceso).
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