1 ...6 7 8 10 11 12 ...15 Justamente por estos sitios penetran también ahora “bacilos” en la Iglesia. El Padre Fundador lo designa como “pensar ideísta (ideenmäßiges Denken), que actúa mecanicistamente” o simplemente “pensar mecanicista” (mechanistisches Denken). A partir del pensamiento se cuestionan configuraciones vitales “históricamente desarrolladas”. Esto sucede en especial y para él de un modo claramente observable en la devoción mariana. En el comportamiento frente a ella, Kentenich descubre el comienzo de la caída de la tradición también en la Iglesia.
5.2. La Iglesia en Occidente.
El horizonte de José Kentenich es el ámbito occidental y europeo, y especialmente el alemán, o más genéricamente, el germano; este último es su inmediato campo experimental. En el ámbito germano se hizo siempre más fuerte un cuestionamiento de la vida crecida, especialmente de la devoción mariana, a través del Movimiento Juvenil Católico, de los movimientos litúrgicos, bíblicos, ecuménico, y en general, lo formalmente cristocéntrico, tanto como por las facultades de Teología y el alto grado de prestigio que tiene la Teología.
De su encuentro con Latinoamérica José Kentenich concluye que allí es distinto. Es cierto que hay que considerar que se refiere al pensar ratione objecti, no al pensar ratione subjecti, tampoco al vivir y amar orgánicos, tampoco a la estabilidad, es decir, a la raíz afectiva (cordialidad) de las relaciones y vinculaciones.
También hay que ver que en Latinoamérica la Ilustración que cuestiona la tradición eclesiástica se ha producido de la forma más amplia y de esa manera ha separado de la Iglesia a las élites espirituales. Especialmente los varones se apartan de ella, si bien el respectivo pensar penetra menos en la Iglesia misma. Al respecto, Alemania ha permitido entrar en la Iglesia más Ilustración.
5.3. Ruptura conciliar de los diques.
Por el Concilio Vaticano II se creó universalmente una nueva situación. Se produce casi una ruptura de diques y tradiciones. El organismo tradicional cae rápidamente. Se desarrolla una revolución religiosa intraeclesial. Especialmente se cuestiona (por un nuevo pensar) el elemento mariano y paternal que sujetaba al antiguo organismo, la antigua “sustancia”. Kentenich hubiera demorado con gusto este proceso. Toda la ideología conciliar vino para él muy temprano. Hubiera deseado tener más tiempo para configurar de manera más orgánica la (también para él) atrasada ampliación del antiguo organismo.
Especialmente lo mariano habría podido mantener el organismo históricamente crecido todavía un tiempo, para configurar más orgánicamente las necesarias ampliaciones, los procesos de concientización y las nuevas configuraciones, más lentamente y más de acuerdo con las leyes del crecimiento. Junto con el surgimiento de la revolución religiosa vital (y otras), a partir de un respectivo pensar teológico, se desconstruye con rara dedicación también y especialmente lo mariano, en todo caso de un modo especialmente claro en los territorios germánicos, pero también en Francia y en muchos aspectos en España y otros lugares.
Donde esto no se desconstruye intra-eclesialmente se podrá conservar mucho de la “sustancia” (p.ej. los actuales procesos en Polonia y más recientemente en Irlanda). Pero algunas precisiones son necesarias. Se debe suponer un pensar orgánico consciente, de modo que el mantenimiento de la “sustancia” no se produzca de forma restaurativa y autoritativa.
En 1949 José Kentenich ve que podría producirse y se produciría una rotura de los diques. En el último minuto quiere salvar lo que se pueda; por eso la urgencia de su paso. Pero preguntémonos una vez más por qué no comprometió al Movimiento con su considerable potencial, sino que más bien lo condujo a una enorme parálisis. Es que se trata de otra cosa, del surgimiento del Tercer Hito.
6. “Pensar” orgánico y mecanicista.
Ciertamente se trata del vivir, amar y pensar en su totalidad. Pero es interesante que Kentenich destaca el pensar como punto de vista formal: pensar orgánico al servicio del vivir y amar orgánicos, o pensar mecanicista, que frente al vivir y amar se comporta de un modo agresivo y disolvente. Lo último no fue siempre así, tampoco lo era (es) en todas partes, pero mucho va en esta dirección, también en la Iglesia. Por eso me vuelvo hacia el proceso “pensar”.
6.1. ¿Qué pasa cuando pienso?
El P. Kentenich observa, ante todo en lo mariano, que a partir del pensar (teológico) las expresiones de vida y de amor se cubren como de escarcha y se tornan inseguras, que caen bajo la presión de la necesidad de justificación y no se pueden fundamentar más lo suficiente, que son racionalistamente destruidas, disueltas, no más posibles.
Pero algo semejante ocurre del modo más general en una cultura que otorga un lugar tan importante a la formación en el pensar, que posibilita formación intelectual superior a sectores de la población siempre crecientes.
¿Qué pasa cuando pienso, tanto más cuando pienso científica, metódica y formalmente? Si, p.ej., cuando como sicólogo no dejo más desarrollarse espontáneamente las leyes de la vida, sino que reflexiono todo con la máxima conciencia, o también cuando como alguien teológicamente sensibilizado o instruido reflexiono sobre procesos religiosos de vivir y amar. Entonces desarmo la vida y el amor. Si no deseo eso, entonces no puedo pensar. Quien no piensa tampoco lo hace mecanicistamente; ésa es la opción evidente del “pueblo sencillo” o de los sectores en el hombre que permanecieron sencillos, simples, ingenuos. Entonces pienso ambiguamente. En el campo de la vida y del amor, también en el de la vida y el amor religiosos, no pienso, soy ingenuo y piadoso. Eso no excluye que justamente al lado de eso sea un gran científico, en todo caso un hombre que piensa de un modo ilustrado. Eso es una posibilidad.
Otra solución, parecida, es el supranaturalismo. Es una gran ayuda en una época en que las cosas no concuerdan. Así se puede dejar de lado la conexión entre religión, vida y amor, es decir, reducirla éticamente.
La solución y el objetivo del Padre Kentenich es pensar coherente y conscientemente la vida y el amor. Eso significa un pensar vital y de acuerdo con la vida, un pensar amante, un pensar que respete al organismo, un pensar sicológico. Kentenich desarrolló y practicó tal pensar.
6.2. La nueva situación.
La vida sigue sus propias leyes, lo mismo el amor. Estas leyes no provienen del pensar, pero a diferencia de la cultura antigua, hoy la vida y el amor no se desarrollan simplemente en un organismo, dado que acoge todo en su lugar. Hombres y comunidades deben desplegar su vida y su amor en medio de la multiplicidad que los cuestiona y los irrita. Eso significa un permanente cuestionamiento (pensar). Un vivir y amar que merezcan ese nombre se producen también hoy espontáneamente como siempre, pero ahora necesitan del acompañamiento reflexivo propio y ajeno. Eso presupone comprensión de las respectivas leyes y un respectivo pensar de acuerdo con la vida y el amor.
Además, hay que ver que la conciencia de los procesos de vivir y amar es característica de nuestra cultura actual. Lo que antes actuaba irreflexiva, no verbal, no temática, funcionalmente, hoy es consciente. Lo que estaba pre-dado de un modo seguro, “evidente”, por un correspondiente organismo, hoy está hecho consciente (desasegurado).
Entonces, finalmente se trata de esto: en una cultura que es insegura (por dos razones últimas, carencia de un organismo como trasfondo “evidente” y conciencia del vivir) frente al vivir y amar, su forma y sus procesos, hay que ayudar conscientemente los procesos de vivir y amar, tanto como las configuraciones de vida y amor, a través de un pensar correspondiente.
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