Este comportamiento es francamente extraordinario, pues además de coordinar una defensa colectiva que requiere una comunicación muy eficaz para desarrollar el ataque al alimón, que impida la huída o la defensa del avispón, utilizan una estrategia obtenida de la propia naturaleza, una ley física, que predice que el movimiento acelerado de los átomos produce aumento de energía y aumento por consiguiente de calor, por lo que aletean sin cesar a la vez, para conseguir la temperatura de defensa adecuada. Sería interesante adivinar cómo saben que su temperatura corporal aguanta un grado más que el de los avispones, lo que seguramente habrá supuesto un aprendizaje en el tiempo de una forma azarosa o tal vez, por qué no, una conducta instintiva, ciertamente inteligente, contenida desde sus genes ancestrales y que les permitió en su día, poder establecerse en un estamento determinado de la naturaleza, gracias a su especialización, con la que podían defenderse de sus potentes vecinos depredadores y así poder sobrevivir.
Más adelante nos detendremos más en profundidad en el estudio de los microtúbulos, cadenas moleculares de forma cilíndrica, que constituyen el citoesqueleto de todas las células animales, incluyendo a las neuronas. Según el médico estadounidense Stuart Hameroff, anestesista y profesor de la Universidad de Arizona, muy conocido por sus estudios científicos de la conciencia, es en los microtúbulos donde se producen los procesos que hacen emerger la conciencia, siendo las unidades básicas para que ello ocurra, en lugar de las neuronas, como se cree en la inmensa mayoría de las teorías actuales.
Hameroff observando a los paramecios, animales unicelulares que presentan una conducta bastante inteligente y tienen diversas funciones cognitivas, siendo capaces de encontrar alimento, evitar a sus depredadores, e incluso de aprender nuevas conductas, lo atribuyó a que tienen microtúbulos, pues además carecen de neuronas, por lo que dedujo que eran los microtúbulos los causantes de dicha cognición.
Ello explicaría, que cualquier ser vivo, para poder poseer conciencia no es necesario que tenga neo-córtex, puesto que al parecer la conciencia emerge gracias a otras áreas subcorticales, presentes tanto en el ser humano como en el reino animal no humano.
Nunca he llegado a dudar de la conciencia de los animales, es más, a lo largo de mi vida he sido testigo de comportamientos que van más allá que la mera intuición o el propio instinto de supervivencia.
Una noche que llegué a casa tarde, sobre la una de la madrugada, después de haber cenado en casa de unos amigos, en la que se prolongó la sobremesa, (vivía en aquel entonces en la bella ciudad de San Cristóbal de la Laguna, en un segundo piso de un edificio de cuatro plantas), nada más acostarme para recuperar fuerzas para el día siguiente, casi adormilado vencido por el cansancio, empecé a oír un ruido como si alguien estuviese hurgando en la cerradura de la puerta de acceso a la calle, por lo que preocupado, me levanté sigiloso y me acerqué al lugar de donde procedía el ruido y efectivamente era notorio, que alguien que se encontraba al otro lado estaba golpeando la puerta con golpes no muy fuertes pero sí insistentes.
Miré por la mirilla y cuál fue mi asombro que observé lo que parecía un perro de buen tamaño sentado sobre sus nalgas, arañando la puerta con una de sus patas delanteras.
Decidí abrir la puerta aunque con algún recelo y a media apertura, un bóxer marrón oscuro me lanzó al aire un aullido lastimero, tenía un gesto de dolor en su cara, por lo que le abrí la puerta de par en par y fue entonces cuando al ponerse de pie y penetrar resueltamente en mi vivienda, advertí que cojeaba y la causa era que tenia la pata derecha visiblemente partida.
Le di un poco de agua y tendí una manta sobre el salón y con solo una pequeña indicación se tumbó de lado sobre la manta sobre su pata sana, con lo que me facilitó que pudiera hacerle un vendaje de emergencia encima de la fractura, aguantando estoico el dolor sin hacer ningún amago de querer morderme. Le eché otra manta por encima y me fui a dormir, hasta que a primera hora ayudado por un familiar lo llevamos en brazos a mi coche y lo llevé al veterinario.
Hizo falta una pequeña intervención quirúrgica para reducirle la fractura y compartió conmigo su convalecencia totalmente integrado en la familia. Cuando estuvo restablecido lo adoptó un gran amigo mío y siempre que el bóxer me veía, incluso transcurrido mucho tiempo, festejaba con gran alegría nuestro encuentro. Siempre pensé que debió pillarlo algún vehículo cerca de mi domicilio, lo que le produjo la lesión y sintiéndose herido, al verme llegar me siguió como pudo, guiándose más bien con su olfato, para pedirme auxilio.
Tampoco puedo olvidar, mientras navegaba por el mar de Alborán con unos amigos en una motora de unos 8 metros de eslora, la presencia de un delfín, muy frecuente su presencia en aquellas aguas, que aparentemente herido, se acercó a nuestra embarcación cuando estaba detenida mientras nos preparábamos un refrigerio, era evidente que estaba herido y que pedía ayuda, presentaba un enrollamiento muy tenso de hilo de nylon de pesca alrededor de medio cuerpo, que le atravesaba en gran parte la piel exterior y culminaba con un gran anzuelo que tenía clavado dentro de su boca.
Uno de mis acompañantes, médico de profesión, sin pensárselo dos veces, con ayuda de otro tripulante lo izó asiendo entre los dos sus aletas anteriores y lo depositaron en la plataforma anexa a la bañera posterior de la embarcación. Una vez allí, el médico con unas tijeras muy finas fue cortando todo el nylon que oprimía al cetáceo, mientras los demás le íbamos echando agua de mar en cantidades pequeñas por las abiertas heridas, hasta que sólo quedó el temible anzuelo. El médico siguió con su trabajo, como si supiese con certeza que el delfín no le iba a hacer ningún daño, y así fue, después de dos minutos angustiosos extrajo completo el gancho asesino, ante la pasividad total del animal, que sí expresó más de un quejido a lo largo de la laboriosa operación.
Una vez libre del lacerante aparejo, el delfín hizo varias cabriolas y piruetas sobre el agua y navegó a nuestro lado al reanudar nuestra marcha, como unos quince minutos, luego desapareció en el fondo de la inmensa mar. Aquello resultó ser un encuentro increíble entre el hombre y el segundo animal más inteligente del planeta, por delante incluso de los grandes simios, según numerosos investigadores al respecto, que se basan al afirmarlo, en el gran cerebro que poseen, (superior en tamaño incluso al de los seres humanos), en su lenguaje, su auto-reconocimiento en un espejo, uso de herramientas, capacidad de aprendizaje, etcétera, siendo famoso el delfín bautizado como K-Dog, entrenado por la marina estadounidense para encontrar minas y trampas submarinas, que mediante saltos espectaculares mostraba la posición exacta donde se encontraba el dispositivo buscado.
Otro ejemplo notable le ocurrió a un familiar cercano, era invierno y nevaba en Madrid, cuando nada más iniciar su comida de mediodía oyó ruidos en el cristal de una ventana exterior, se trataba de un periquito que golpeaba el cristal con su pico mientras luchaba contra los copos de nieve que le iban cayendo. Nada más ser abierta la ventana el periquito levantó el vuelo y se introdujo para siempre en la vivienda y nunca se escapó al exterior pese a vivir en situación de semilibertad, con una jaula con la puerta siempre abierta, de la que podía entrar y salír cuando le apeteciera.
Son otros ejemplos a incorporar a las numerosas y curiosas investigaciones que se están llevando al efecto y estoy firmemente convencido de la dignidad que merece el reino animal no humano, que comparte con nosotros este planeta.
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