3.2. Las prácticas de enseñanza de los docentes de la educación superior
Las prácticas de enseñanza adquieren forma de propuesta singular aunque exceden lo individual si se considera su inscripción como un tipo de práctica social configurada por habitus compartidos. Sin embargo, esas prácticas se configuran y particularizan en la educación superior.
Algunas notas distintivas de la enseñanza en la educación superior son presentadas por Lucarelli (2000). Entre ellas, el hecho de que en la educación superior se enseña en el contexto de una formación para el desempeño de una profesión. Por ello, las relaciones entre teoría y práctica adquieren un grado de relevancia especial y determinan la presencia de unidades curriculares específicas referidas especialmente al desempeño de una práctica pre-profesional con supervisión y tutelaje y en las que la construcción de un conocimiento práctico pasa a ser una de las intencionalidades formativas más específicas. Me detendré especialmente en esta cuestión en el capítulo siguiente.
Para Malet (2008) además, el trabajo en torno al conocimiento científico no puede desdeñarse como caracterización determinante. En este sentido, puede anticiparse que ello articula fuertemente el trabajo en el aula de la educación superior mientras que, en otros niveles del sistema educativo, esa relación conocimiento científico-enseñanza adquiere otras notas distintivas.
Quiero referirme a tres temáticas para ahondar en las prácticas de enseñanza de los docentes de la educación superior: la institucionalidad, las tradiciones y los mitos que les son propios.
3.2.1. La institucionalidad en la que se inscriben las prácticas de enseñanza de la educación superior
Son dos los tipos de instituciones que componen la educación superior: las Universitarias y los Institutos Superiores. Las Instituciones Universitarias, autónomas y autárquicas, pueden ser Universidades o Institutos Universitarios 1; los Institutos Superiores, dependientes de cada administración jurisdiccional en lo curricular, lo administrativo y lo económico, pueden ser de Formación Docente, Técnicos o Artísticos.
Varias son las diferencias que distinguen la institucionalidad de unas y otras además de la ya mencionada respecto a la autonomía o la dependencia de una unidad central. Probablemente la siguiente más relevante sea que mientras las universitarias asumen desde su misma constitución legal tres funciones –docencia, investigación y extensión/transferencia– a los institutos superiores se les asigna prioritariamente solo una de ellas –la docencia– y las otras dos, si es que son asumidas, quedan a criterio de la voluntad y de la disposición de financiamiento de la unidad central.
Hay otra característica que delimita fuertemente diferencias entre unas y otros: mientras que los Institutos Superiores pueden ofrecer carreras docentes, técnicas o artísticas y postitulaciones, las Universitarias lo pueden hacer con carreras de grado 2, pregrado y además, posgrado. Esta posibilidad tiene profundas consecuencias al interior de las prácticas institucionales: la estrecha relación entre posgrado e investigación hace que las prácticas de enseñanza, a su vez, formen parte de ese entramado. Y con ello, que la enseñanza promueva el aprendizaje de conocimientos y habilidades que se actualizan necesariamente en tanto reciben los nuevos aportes de las investigaciones en marcha. Esta misma cuestión, referida a la amplitud del conocimiento que circula al interior de las instituciones, se enfatiza más aun si se considera que la formación de profesionales solo se lleva a cabo en las universitarias, mientras que la de técnicos, docentes y artistas se efectúa indistintamente en cualquiera de las dos.
Las tradiciones de enseñanza imperantes son también bien diferentes: mientras que las Universidades están signadas por la tradición académica, en los Institutos Superiores las tradiciones están claramente delimitadas por el nivel para el cual forman: el normalismo marca la formación para la educación inicial y primaria, la académica lo hace con la educación secundaria y el eficientismo con la técnica (Davini, 1995). Nos detendremos en ellas luego de realizar esta caracterización inicial.
Hay otros variados aspectos que marcan diferencias en los modos de inscribir prácticas entre las Instituciones Universitarias y en los Institutos Superiores: en unas el currículo se organiza por unidades curriculares (materias), en las otras por años 3; en unas por cátedras 4y en las otras con docentes unipersonales; con designaciones docentes por tipo de dedicación en las Universitarias y por horas-trabajo en los Institutos Superiores 5; el ingreso a la docencia universitaria es por concurso de antecedentes y oposición con jurados “notables” mientras que a los Institutos se ingresa por un orden de mérito administrativo o por concurso de antecedentes y presentación de proyectos con jurados “disponibles” 6; el abandono de una cátedra universitaria concursada suele darse solo por jubilación, mientras que los Institutos Superiores por el contrario, tienen mayor movilidad docente 7; la práctica curricular está dentro del ámbito de la autonomía en las Universitarias y por ello es escaso o nulo el control del cumplimiento de los contendidos prescriptos, pero en los Institutos Superiores hay control administrativo y pedagógico incluso con supervisión de clases; el control administrativo de la docencia se limita a la asistencia y actas de regularidad y exámenes en las primeras y en las segundas incluye además, firma de circulares técnicas, notificación de concursos, temarios, etc.
Por último, en referencia a las diferencias, se observan algunas propias de las vinculaciones que involucran a los estudiantes: si se consideran las relaciones con el conocimiento y la enseñanza puede distinguirse que en las universitarias los estudiantes son anónimos, deben resolver el estudio de manera autónoma y tienen bajo tutelaje desde la enseñanza, mientras que en los Institutos Superiores predomina el conocimiento del estudiante, una mayor dependencia para resolver las cuestiones referidas al estudiar y cierta secundarización en el tutelaje del aprendizaje 8; si se consideran las constituciones de grupos, en unas se conforman por materias y en las otras por cursos con estabilidad; finalmente, si se consideran las dificultades personales, se observa que en unas existen pocos canales para que sean expuestas a excepción de algunas nuevas tutorías que empiezan a observarse en los primeros años de algunas instituciones y en las otras, parece darse una demanda y exigencia por parte de los estudiantes de ser atendidos 9.
El cuadro siguiente intenta presentar este desagregado sintéticamente:
La pregunta, ya que de ello venimos hablando es ¿en qué cuestiones que son propias y específicas de las prácticas de enseñanza, la institucionalidad de unos y otras genera condicionantes, determinantes, representaciones, pautas de decisión y de acción? Probablemente la respuesta tenga connotantes de lo particular en cada uno de nosotros y de lo general derivado de las historias compartidas, de lo social hecho cuerpo. No intentaré aproximar una contestación, pero creo necesario sí, dejarlo planteado como una señal para el análisis de las propias prácticas, señal que sumo a las otras que he tratado de ir dejando por el camino de esta lectura.
3.2.2. Las tradiciones que configuran las prácticas de enseñanza de la educación superior
Quisiera detenerme ahora especialmente en la cuestión de las tradiciones en la formación de docentes ya que considero a ellas como uno de los factores de mayor peso determinante en la configuración de las prácticas de enseñanza en la educación superior. Las tradiciones son para Davini (1995): “configuraciones de pensamiento y acción que construidas históricamente se mantienen a lo largo del tiempo en cuanto están institucionalizadas, incorporadas a las prácticas y a la conciencia de los sujetos” (p. 20).
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