La obra recoge diez capítulos, que se agrupan en tres ejes temáticos: el primer grupo de artículos analiza las campañas, el manejo discursivo que hicieron los candidatos presidenciales sobre la corrupción –un tema neurálgico en las elecciones–, y los programas políticos. El segundo grupo de trabajos aborda los resultados de las elecciones presidenciales y legislativas, allí se analiza el aumento en la participación, la mutación que han tenido los apoyos electorales hacia los partidos tradicionales en los departamentos, la repartición electoral de los votos, y se revisa la existencia de una segmentación espacial de los electorados de izquierda y derecha. Finalmente, el tercer grupo de artículos se centra en los actores; se estudia el tipo de candidaturas femeninas, la reconfiguración por la que transitan los movimientos sociales y la participación política de la FARC.
En el capítulo 1, “El tratamiento de la corrupción en las campañas presidenciales: emociones y razones”, Carolina Isaza destaca la manera como el lenguaje configura el pensamiento y con ello las metáforas y los conceptos con los que se construye la realidad política. Relacionando el proceso de la campaña electoral y la corrupción como un fenómeno sustancial del que los candidatos hablaron y que se erigió como una narrativa de campaña, la autora continúa aportando sobre la forma en que se identifica y habla de la corrupción en Colombia, pero tal vez lo más importante es cómo piensan los políticos que la corrupción es un problema público. Además, a través del programa Python, la autora utiliza los programas electorales y los mensajes de los candidatos a través de Twitter, como fuentes para realizar un sofisticado análisis del discurso en el que logra evidenciar los tipos de estrategias persuasivas usadas por los candidatos para hablar del tema y el uso del concepto de corrupción que cada uno hizo.
Desde otro ángulo, Eugénie Richard, en el capítulo 2, “¿ Happy end ? Lo que viene después de la paz, narrativas de las elecciones presidenciales colombianas 2018”, realiza un análisis semiótico de las campañas presidenciales. En un estudio centrado en la emocionalidad y en el storytelling identifica cómo el pesimismo y la desconfianza que generó el Acuerdo y su posterior implementación estructuró una propuesta de campaña por parte de los diferentes candidatos justificada en el cambio. La autora, a partir de cinco variables analíticas, explica que estas elecciones cierran el ciclo narrativo de la paz que caracterizó la campaña anterior, abriendo el espectro a otras propuestas narrativas y formas de hacer campaña electoral. Además, nos deja ver cómo, entre los candidatos que disputaron la segunda vuelta, la intensidad del miedo y la esperanza como emociones sustanciales fueron determinantes por parte del votante a la hora de su elección.
En una campaña presidencial marcada por la emocionalidad, los contenidos programáticos de los candidatos constituyen una unidad de análisis fundamental. En ese sentido, el capítulo 3, de Andrés Macías, Johann Julio, Carlos Soto y María Ayala, titulado “ Ubicación ideológica de las propuestas de los candidatos presidenciales sobre temas de protección social, empleo, vivienda y seguridad”, resulta novedoso respecto a la manera en que buscan relacionar la coherencia en las propuestas de los políticos y la ideología de cada candidato. Usando marcos de referencia específicos para el análisis, los autores estudian la ubicación ideológica de las propuestas de cinco candidatos presidenciales, con especial énfasis en los temas de protección social, empleo, vivienda y seguridad. Los resultados evidencian que, en un ambiente de polarización y debilidad partidista, se desdibujó la coherencia en las propuestas de los políticos y la ideología que respaldaba sus candidaturas.
La segunda partedel libro está dedica hacer una mirada más detallada a los resultados electorales y a la configuración de un nuevo mapa político. El capítulo 4, “La participación electoral en las elecciones de 2018 en Colombia”, de Lina Guavita y Nicolás Liendo analiza el aumento de la participación electoral. Los comicios de 2018 marcaron un pico inusual en las votaciones, es la segunda vez que los colombianos se vuelcan mayoritariamente a las urnas y superan el 50 % de participación. A partir de un test multivariado, los autores revisan cómo algunas variables socioeconómicas, políticas y contextuales explican el incremento en la participación. Muestran que la presencia de bandas criminales y de disidencias de las FARC-EP desalienta la participación y confirma que factores como la polarización y la incertidumbre crean incentivos para que los ciudadanos voten.
En el capítulo 5, “La polarización y los nuevos clivajes políticos colombianos en perspectiva territorial”, Yann Basset propone una forma alternativa de medir la polarización política que subraya la configuración territorial del voto y no los comportamientos individuales. En ese sentido, el autor considera que los electorados son la manifestación más inmediata de estas identidades colectivas y los ubica a nivel municipal, con el objetivo de establecer grandes estructuras territoriales. A través de un análisis de componentes principales y un trabajo cartográfico estudia los resultados de las elecciones presidenciales y del Senado, y concluye que el clivaje liberal/conservador está caducando; por el contrario, el clivaje centro/periferia determinó el voto en las elecciones, por encima de la polarización discursiva.
Con un enfoque similar, Juan Pablo Milanese, en el capítulo 6, “Más que una simple arena. El espacio como variable que influencia la configuración de las preferencias electorales en Colombia”, propone que la segmentación espacial de los votos responde a una dicotomía entre el uribismo y el no uribismo, y no a una división entre izquierda y derecha. Para demostrarlo realiza un análisis espacial de los resultados de las elecciones presidenciales de 2014 y 2018; de las consultas que definieron las candidaturas de Iván Duque y Gustavo Petro, así como de las votaciones del Plebiscito. En las conclusiones resalta que, pese a las divergencias ideológicas dentro de los opositores al uribismo, es posible establecer conglomerados que exhiben una concentración de las preferencias por cada candidato, zonas donde obtuvieron sus más altas votaciones y territorios donde, permanentemente, tienen los más bajos registros. Sin embargo, cuestiona la continuidad de estos patrones cuando el debate asociado al Acuerdo de paz con las FARC-EP desaparezca.
En el capítulo 7, “Cuando las diferencias se refuerzan, los apoyos se dividen: análisis de la nacionalización de los apoyos electorales en elecciones al Congreso, 2006-2018”, Adriana Baracaldo estudia los resultados de las elecciones legislativas para identificar la existencia de bastiones partidistas o de una nacionalización. Luego de las sucesivas reformas al sistema electoral, y de las transformaciones del sistema de partidos, la autora indaga si han existido cambios en los apoyos electorales a nivel departamental, relacionados con aspectos sociales (población étnica) o económicos (PIB departamental). Luego de un análisis descriptivo de la penetración electoral de los partidos, la investigadora señala la existencia de un desgaste de los partidos tradicionales, que se traduce en un bajo apoyo electoral y en una menor competencia en los distritos. Por el contrario, los partidos jóvenes son los que han presentado más candidaturas a la Cámara, sin importar la magnitud, y los partidos nuevos han tenido una presencia inestable, sobre todo en los distritos con escasos cargos por proveer.
La tercera partedel libro se enfoca en algunos actores políticos que intervinieron en la contienda electoral. En el capítulo 8, “Los retos para la inclusión política de las mujeres: una mirada a la participación de las mujeres en las elecciones de 2018”, las investigadoras Margarita Batlle y Paola Montilla advierten que Colombia cayó 25 puestos en el ranking que mide la presencia de mujeres en los congresos, en alrededor de 200 países, de allí la importancia de preguntarse sobre los factores que rodean la elección de las candidatas. Por ello, más allá de analizar los resultados, las autoras observan la experiencia política de las mujeres que fueron nominadas y electas; para esto, utilizan una tipología a fin de clasificar las trayectorias políticas de las mujeres y su vinculación con el ámbito político. Los resultados muestran que los partidos tradicionales (Liberal y Conservador) y las agrupaciones más recientes (Alianza Verde y Centro Democrático) están incluyendo en sus listas mujeres con un recorrido electoral anterior, y que el 60 % de las senadoras electas tienen una carrera política previa.
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