Rafael Trujillo Navas - Los mosaicos ocultos

Здесь есть возможность читать онлайн «Rafael Trujillo Navas - Los mosaicos ocultos» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los mosaicos ocultos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los mosaicos ocultos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Con la lectura de
Los mosaicos ocultos el lector o la lectora caminarán al lado de Emilio de la Rocha. Los lectores sabrán de las experiencias tempranas de este personaje. Algunas de sus experiencias lo marcarán durante muchos años, tales como el hundimiento económico y social de su familia y relación simbiótica con su prima Berta, una relación que se prolongará de un modo discontinuo y contradictorio en el tiempo. Es en Turquía donde Emilio de la Rocha, arqueólogo principal, se relaciona con un elenco de personajes con una concepción sobre el patrimonio arqueológico en su propio beneficio.Los personajes definidos con solidez desde una perspectiva psicológica dan vida a las tramas que surgen y conectan en distintos tiempos a raíz del hallazgo en la Villa del Avestruz (Turquía) de un mosaico grecorromano de extraordinario valor construido durante la dinastía Flavia. Los lectores irán descubriendo cómo a lo largo de las seis secciones del mosaico se describe una historia brutal con visos de realidad en tiempos de la dinastía Flavia, que se suma a las tramas sustanciales que cada personaje aporta al argumento general de la novela. La acción y los comportamientos de los múltiples personajes que habitan en la novela aseguran la intriga y el misterio, condiciones indispensables en una obra literaria.

Los mosaicos ocultos — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los mosaicos ocultos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Nazim escuchaba al encargado. Le jodía tanta determinación. El vehículo emprendió el ascenso. Se caló a media cuesta, patinó, renqueó en el tramo final hasta coronar el monte. El catedrático se dirigió hacia un rumor de aguas bravas. Desde su posición entreveía las riberas del Eúfrates. La presa se adivinaba tras unos cerros cubiertos de pinos. Se giró y desplegó la mirada a su alrededor.

—Me esperaba un terreno más llano, Adnan —dijo con un matiz de desengaño—. Es un suelo sinuoso, plagado de morros y desniveles.

Adnan lo dejó atrás, sin prestarle mucha atención. Se echó al hombro un rollo de cuerda alpina, cogió un hato de herramientas y desapareció tras unos espinos.

Las nubes se desplazaban hacia el oeste empujadas por el mismo viento que azotaba la ropa del catedrático. Los tobillos se le doblaban al andar sobre el suelo sembrado de piedras demasiado geométricas. Se detuvo, tomó aire y fijó en las prominencias de aquella cumbre desmochada. Ruinas… eran ruinas de una villa, como ya le había adelantado a Adnan en la universidad. Se acomodó las pesadas gafas en el ceño pero el sudor las hizo resbalar por el dorso de la nariz. Le asediaban las moscas y el bamboleo de la cámara de fotos en el costado. Suspiró al escuchar a escasos metros las paletadas sobre la tierra.

Nazim se quedó inmóvil al oír la voz de Adnan desde el fondo de la tierra:

—¡Quédese donde está profesor!

Tras uno minutos, el encargado fue hacia el catedrático con la cuerda.

—¡Ahí es! —señaló una zanja amplia, ocluida por arbustos—. Es honda, pero se baja por un terraplén, ¿lo ve? Le ayudo.

Adnan anudó la cuerda bajo las axilas y la desmesurada cintura del catedrático. Descendieron despacio, Nazim delante, Adnan detrás sujetando el cabo libre de la soga. Llegaron sin incidencias al pie de la zanja. Adnan había despejado de maleza el espacio.

—Es un yacimiento, profesor, se puede ver algo de la obra de fábrica. Ahora es cosa de usted y su equipo si es de interés o no.

Adnan vació una botella de agua sobre el área de losa visible. Se agachó, cogió unas cuantas piedrecitas de tono azul oscuro, siena y otras de un azul más claro.

—Tome… ¿Qué le parecen estas teselas?

Nazim observó en la palma blanduzca de su mano las piedras del mosaico: pequeños cubos, otras con forma de gusanos de mármol. Adnan captó la expresión seria del profesor, su sorpresa.

—Son teselas griegas. Francamente… —sus penosos ojos enfocaron tras los cristales al encargado—. Son… son… excepcionales.

El catedrático se las guardó en el bolsillo interior de la chaqueta. Se aproximó hacia la franja visible del mosaico. Le ordenó a Adnan que echase a un lado las lonas protectoras y apuntase bien el reflector. Nazim no se atrevió a agacharse debido a su peso, inclinó el busto y se quedó absorto al distinguir un laberinto de teselas, algunas de milímetros.

—Ibrahim y yo nos quedamos como usted ahora, parados.

Nazim aleteó con los brazos. Deseó el cese de cuanto palpitaba a su alrededor, el silencio absoluto. En ese instante, le violentaba cualquier distracción, la voz del encargado, la jerga lejana de los pistacheros, los pájaros, las máquinas fumigadoras, el mugido de sus propias vísceras, cualquier estímulo que agrietase el estado místico en el que había penetrado después de mirar con detenimiento el mosaico.

—Las primeras teselas azules, casi negras, son plumas, plumas de avestruz. —Adnan se puso en cuclillas y las señaló con el dedo empujado por la voz precipitada del profesor—. Las marrones representan una parte del cuerpo humano, el costado y una fracción del muslo de una mujer, de una mujer árabe ó mediterránea, cubierta con un faldellín. Lo que tienes bajo el dedo ahora es el faldellín.

Nazim transpiraba. Sus piernas vacilaron. Disparó ráfagas de fotografías desde todos los ángulos accesibles, algunas sin sentido. Adnan empujó con el pie un lado de la pala hasta hendirla en una de las paredes.

—No he querido ahondar más, como me sugirió Ibrahim, hasta que usted viese esto y me diese permiso para quitar tierra.

Nazim revoloteó la cámara y le hizo el gesto de quedarse quieto.

—¡Deja la puta pala! —La cámara fotográfica cayó al suelo. Nazim enrojeció de ira—. Haz solo lo que yo te diga, ¿entendido?

Adnán llevó la pala sin alterarse al saco de las herramientas. Escupió la colilla ensalivada del cigarro apagado y adoptó una actitud de escucha.

—Toma muestras del mortero del mosaico con la espátula, con mucho cuidado. Y mete en las bolsas pequeñas las teselas sueltas, una bolsa por cada color diferente. Ten estas que tengo en el bolsillo.

Adnan obedeció al momento. Abrió la caja de muestreo de campo y extrajo cucharaditas del material base donde estaban incrustadas las teselas. Nazim pudo recoger la cámara del suelo y volvió a fotografiar todo lo visible.

—Extrae un poco con la espátula de aquel polvo, es polvo de teja molida —Adnan se orientó por la trayectoria del enfoque de las gafas de Nazim—. ¡Y de la mancha rojiza de la pared!, puede ser pintura al fresco.

El catedrático miraba el pavimento con ansia; le pidió ayuda al encargado para sentarse en un realce del terreno, donde se apilaban las arpilleras. Nazim tenía las piernas algo hinchadas y optó por quitarse las botas y los calcetines. El rostro de barba montaraz se enterneció al ver los pies descalzos del profesor sobre la losa humedecida. Nazim se empleó en rascar con la cuchara en torno a la parte descubierta. Hizo fotos con las manos sucias de tierra.

—Mira estas verdes. —Adnan clavó la vista en las teselas señaladas—. Pueden ser figuras vegetales. Están bien afianzadas al lecho, no las toques —añadió el catedrático.

Dedicaron tiempo y esfuerzo, —Nazim según se lo permitió su obesidad—, a extender las lonas complementarias y las arpilleras retiradas de Villa Aquilae. Se aseguraron en ocultar el sitio replantando por encima, jaras, tomillo, helechos.

Cuando salieron a la superficie, Nazim miró en circulo, a la defensiva. No le cupo duda: era una villa grecorromana, aunque incomprensible, de planta muy atípica, nada comparable con las conocidas en Turquía, en Italia, en el ámbito territorial del Imperio. Antes de subir al coche oteó a lo lejos la cárcava cubierta por encinas y pedruscos moteados de líquenes.

—¿Vas de cacería por aquella quebrada? A lo mejor al profesor Cemal le gustaría soltar a sus pajarracos allí, en aquella espesura.

—A los halcones le va más la llanura. Cuando aprieta el calor las víboras se refugian en las ramas de los árboles y pueden dejarse caer sobre tu espalda, eso no le gustaría al profesor Cemal. Ibrahim ha cobrado jabalíes de buen porte allí —dijo Adnan mientras descendían por la ladera.

—¡Ibrahim, Ibrahim! —clamó el catedrático con un deje bíblico, repasando la galería de fotos en el visor de la cámara.

La tarde se les echó encima. Almorzaron de camino a Villa Aquilae. Adnan depositó las herramientas en la caseta procurando que guardasen el mismo orden en el que estaban colocadas. Antes de embarcar, entregaron el coche a la compañía de alquiler del aeropuerto y se lavaron manos y rostro en los lavabos. Durante el vuelo a Ankara, el encargado quiso saber el veredicto final del catedrático.

—¿Trae cuenta excavarlo, profesor?

Nazim se removió en el asiento. Lo miró.

—Cuando lleguemos a Ankara, ponte en contacto con uno de tus parientes; que vigile la zona. Le pagaremos lo que pida, Adnan.

—¿Eso quiere decir que habrá excavación? —preguntó el encargado satisfecho.

El catedrático dejó transcurrir el tiempo. Bebieron el zumo que les sirvió la azafata. Nazim se limpió la boca con la servilleta y respondió con cierta incomodidad. Eso no es asunto tuyo, decía su rostro.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los mosaicos ocultos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los mosaicos ocultos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los mosaicos ocultos»

Обсуждение, отзывы о книге «Los mosaicos ocultos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x