Una vez identificado el estado actual de cada política multidimensional, en cada proceso de integración se debe establecer el programa para su convergencia, que puede ser inicialmente dentro de cada proceso de integración, pero definiendo el gradualismo de su convergencia en el ámbito latinoamericano, gradualismo inevitable, dadas no solamente las asimetrías entre los países, sino también la división ideológica que impide o aleja entendimientos y posiciones comunes en el corto plazo. Pero, si se mantiene la voluntad política de integrarse, se deberá proceder por establecer la agenda para su futura convergencia, pues si se logra acordar, como dice Andrés Rivarola, “una conjunción de acciones e ideas provenientes de distintas vertientes […] el impulso integracionista siempre se renueva, en un proceso ascendente que desemboca en formas superiores de integración” (Rivarola, en Briceño, 2012, p. 79).
Acciones prospectivas para la convergencia de la integración latinoamericana
Estudiosos de muchos años de la integración, como Alfredo Guerra Borges, señalaban en 2002 que profundizar la integración regional
[…] significa alcanzar gradualmente mayores grados de interdependencia de las economías participantes gracias a la ejecución de políticas regionales de utilización de los recursos internos (naturales y humanos) de la región, la integración física del espacio regional, la armonización de políticas nacionales y la remodelación de la presencia regional frente al mundo. (Guerra Borges, en Briceño y Bustamante, 2002, p. 33)
¿Son cambios realizables rápidamente? De ninguna manera. “Como todo cambio social profundo, este resultado no es instantáneo”, dice Guerra Borges, y agrega: “Al cabo de los años el desenlace de los cambios acumulativos hará posible la realización de la utopía” (Guerra Borges, en Briceño y Bustamante, 2002, pp. 33-34).
La importancia de trabajar a futuro objetivos de corto, mediano y largo plazo, lo sugiere la directora general de Flacso:
Desarrollar la capacidad de construir un proyecto regional que logre la unidad en la diversidad, hace necesario tomar como referencia las lecciones exitosas de gestiones, experiencias y acciones generadas a través de la historia en los distintos procesos de integración, así como aprender de los errores cometidos; esto permitirá concertar un consenso básico en objetivos de corto, mediano y largo plazo que den sustentabilidad al proceso de desarrollo inclusivo e integración económica, política, cultural y social en la región. (Altmann, 2016, p. 47)
Un antecedente se produjo en 2006, en tiempos de la corta vida de la Comunidad Suramericana de Naciones (csn), cuando las secretarías de la Aladi, de la can y del Mercosur prepararon tres documentos referentes a una posible convergencia de la integración suramericana. El primer documento se refería a un nuevo tratamiento de las asimetrías en la integración suramericana; el segundo a algunas ideas iniciales sobre la convergencia de los Acuerdos de Integración en Suramérica en materia de libre comercio, origen, valoración aduanera y regímenes aduaneros especiales, mecanismos de defensa comercial, medidas no arancelarias, obstáculos técnicos al comercio, medidas sanitarias y fitosanitarias, comercio de servicios, inversiones, propiedad intelectual, políticas de competencia, compras del sector público y solución de controversias; y finalmente el tercero a aspectos y cuestiones jurídico-institucionales de la Comunidad Suramericana de Naciones (Vieira Posada, 2008, p. 454).
Igualmente es destacable la consideración en 2006, en la II Reunión de Jefes de Estado de la Comunidad Suramericana de Naciones, de un Documento final de la Comisión Estratégica de Reflexión sobre un nuevo modelo de integración de América del Sur, elaborado por representantes personales de los presidentes en corto tiempo y sin consulta con la sociedad civil.
¿Qué implicaría conceptualmente realizar la convergencia de la integración latinoamericana? Efectuar el acercamiento entre procesos subregionales de una región, dotándolos de un marco normativo común en las principales fases o etapas de integración, tanto económicas, como políticas y sociales en una integración multidimensional. Ese acercamiento se puede hacer entre procesos o entre países; entre procesos como el de Mercosur y la Alianza del Pacífico, del cual tanto se ha hablado en los últimos tiempos o en la Aladi; y, entre países, con la convergencia de las reglas que estos ya hayan pactado para integrarse mediante acuerdos de integración.
Para lograrlo, hay que superar problemas ya comentados de tipo político, ideológico, modelos diferentes de desarrollo, instituciones débiles en la implementación de la integración, falta de liderazgo, ausencia de la sociedad civil, prioridades en la articulación internacional y un contexto mundial neoproteccionista. Para superar los problemas, profundizar y relanzar la integración en América Latina y trabajar en su convergencia, se debe contar con unos compromisos básicos, con una agenda común, que cuente con la voluntad política que le ha faltado a la integración latinoamericana, en la cual el respaldo político ha sido circunstancial. El integracionista chileno Patricio Leiva lo expresaba claramente hace poco más de una década:
Alcanzar un sólido proceso de integración, no significa solamente avanzar en los esquemas que se han venido aplicando en los últimos decenios, sino significa además aunar la voluntad política de los países para dar un salto adelante y emprender un proceso que comprometa a todos los países de América Latina y el Caribe en torno a un conjunto básico de compromisos que representen beneficios reales y equitativos para todos los países y transformen la integración de la región en un proceso irreversible y en una real palanca para el desarrollo de toda la región y su inserción internacional. (Leiva, 2008, p. 30)
En lo que lo respaldaba el también chileno Héctor Casanueva: “Si no hay un discurso político, una voluntad política de convergencia, no va a funcionar nunca la integración” (Casanueva, en Leiva, 2008, p. 79). En cuanto a la convergencia por lograr, se pronunciaba también por la época el entonces director de la División de Comercio Internacional e Integración de la Cepal Osvaldo Rosales: “A lo mejor es el momento de buscar pragmáticamente fórmulas de convergencia entre lo que hay, sin abandonar el objetivo integracionista, adoptando fórmulas flexibles, de geometría variable para —en una etapa posterior— generar una fase de agrupación más avanzada” (Rosales, en Leiva, 2008, p. 36).
Lo importante en una reflexión sobre convergencia de la integración latinoamericana es aceptar que hay que superar grandes asimetrías integrando diversidades manifiestas, que esto no es realizable de manera inmediata y que requiere una agenda a corto, a mediano y a largo plazo, sobre la cual trabajen conjunta y solidariamente los distintos actores responsables de la integración: los gobiernos, los organismos internacionales, los organismos encargados de los procesos de integración, la academia y la sociedad civil.
Las acciones de convergencia de la integración latinoamericana se pueden desarrollar en dos fases:
1 Una fase inicial de acercamiento entre los procesos subregionales de integración, con un programa de trabajo conjunto Aladi/sica, que contemple una integración latinoamericana multidimensional en todos los órdenes: órganos de integración, libre comercio, mercado común, armonización de políticas económicas y sociales, integración física, entre otros.
2 Un trabajo paralelo para la convergencia en un espacio continental de integración de una Comunidad Latinoamericana de Naciones, en un mediano plazo (10 a 15 años).
Por otra parte, una agenda mínima de trabajo con acciones a corto, a mediano y a largo plazo, debe contener los siguientes elementos:
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