Pero todos sabemos que, en ocasiones, la sabiduría convencional hay que cuestionarla y reconsiderarla. Jesús fue un radical al cuestionar muchas de las reglas religiosas de su época. Los devotos líderes religiosos habían establecido su propia sabiduría, y Jesús desafió a muchos de ellos, llegando incluso a ser condenado a muerte por blasfemo. En su Sermón del Monte, Jesús repitió: “Oísteis que fue dicho… pero yo os digo…”. Él sacudió su entorno.
Según cuenta el Evangelio, parece que Jesús obró más sanidades en sábado que en cualquier otro día. Me pregunto por qué. ¿Puede que uno de sus motivos fuera para que la gente reconsiderara lo que se tenía por sabiduría en su día —una sabiduría esclerotizada que había conducido a establecer reglas rígidas y opresivas? Tal vez Jesús quería confundir la idea que tenía la gente sobre la vida virtuosa.
En la Biblia se encuentra también un segundo tipo de sabiduría, la sabiduría crítica, especialmente en Eclesiastés, Job y en la vida de Jesús. La sabiduría crítica va con frecuencia a contracorriente, siempre discerniendo y, a veces, misteriosa. La gente que tiene sabiduría crítica piensa de otra manera, pero no solo por el simple hecho de ir a contracorriente; piensan de manera diferente debido a un profundo compromiso con la justicia y la bondad. Es difícil entender este tipo de sabiduría con palabras, y ciertamente no cabe en simples refranes sobre cómo vivir una vida buena.
Lee el poema sapiencial en Job 28, en el que Job reflexiona sobre los profundos misterios de la sabiduría, tan escurridizos e intangibles:
¿De dónde, pues, procede la sabiduría
y dónde se encuentra el lugar de la inteligencia?
¡Encubierta está a los ojos de todo viviente,
y a toda ave del cielo le es oculta!
El Abadón y la muerte dicen:
“Su fama ha llegado hasta nuestros oídos”.
Dios es quien conoce el camino de ella
y sabe dónde está su lugar,
porque él observa hasta los confines de la tierra
y ve cuanto hay bajo los cielos.
Al darle peso al viento
y fijar la medida de las aguas;
al darle ley a la lluvia
y camino al relámpago de los truenos,
ya entonces la vio él y la puso de manifiesto,
la preparó y también la escudriñó.
Y dijo al hombre:
“El temor del Señor es la sabiduría,
y el apartarse del mal, la inteligencia”. Job 28:20–28
Medita sobre la sabiduría paradójica del libro de Eclesiastés, donde el autor comienza con la impactante y sombría declaración de que “todo es vanidad” (1:2), y sigue con doce capítulos llenos de ironías y dudas. Curiosamente, el autor concluye con la misma conclusión que Job: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos” (12:13).
A riesgo de incurrir en herejía, he aquí hay algunos versículos bíblicos inventados para ilustrar la diferencia entre la sabiduría convencional y la crítica.
Sabiendo lo que sabemos hoy sobre los efectos de los antioxidantes en la salud y el sabor del chocolate negro, podríamos imaginarnos un proverbio que dijera: “Come chocolate negro, porque es bueno”. Siendo realistas, puede que queramos agregar una cláusula al final: “Come chocolate negro, porque es bueno. Pero no comas demasiado”. Podemos imaginar un versículo como este en los proverbios bíblicos, porque suena a sentido común, ayudándonos a navegar por la vida práctica. Esto es sabiduría convencional.
Ahora piensa en lo que Jesús podría decir si estuviera hablando del chocolate negro. Puedo imaginar lo que diría sobre esto en su Sermón del Monte: “Habéis oído lo que dice el proverbio «Comed chocolate negro», pero yo os digo que es mejor no comer ninguna clase de chocolate, antes que comer un chocolate que contribuye a la opresión humana»”. En este caso, Jesús estaría respaldando la sabiduría convencional (sigue siendo bueno comer chocolate negro por razones de salud y disfrutar de las buenas cosas de la vida), pero al mismo tiempo, Jesús estaría atacando la mentalidad cultural de este tiempo, siendo claramente consciente y estando profundamente preocupado por los abusos humanos cometidos con la excusa de suministrar chocolate barato a los países industrializados. 6
El profeta Isaías habló de la perspicaz sabiduría de Jesús siglos antes de que apareciera envuelto en pañales, y aunque no dice nada del comercio de chocolate de la actualidad, ciertamente está implícito.
Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová:
espíritu de sabiduría y de inteligencia,
espíritu de consejo y de poder,
espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.
Y le hará entender diligente en el temor de Jehová.
No juzgará según la vista de sus ojos
ni resolverá por lo que oigan sus oídos,
sino que juzgará con justicia a los pobres
y resolverá con equidad a favor de los mansos de la tierra.
Herirá la tierra con la vara de su boca
y con el espíritu de sus labios matará al impío.
Y será la justicia cinto de sus caderas,
y la fidelidad ceñirá su cintura (Is 11:2–5).
Jesús, la imagen perfecta de Dios, es el maestro de la sabiduría crítica. Él no vino para abolir la sabiduría convencional, sino para dinamizarla, para desarrollar los dos mayores mandamientos, amar a Dios y amar al prójimo como a uno mismo, para recordarnos el profundo misterio de la vida, para hacer que volvamos a la reverencia y al temor de Dios cuando tan fácilmente nos conformamos con una religión hecha de creencias conceptuales y listas de normas de conducta que nos hacen sentir más santos que los demás.
Si queremos llegar a ser sabios, tenemos que estar dispuestos a plantar cara a las corrientes sociales, pero no por ser inconformistas o señalarnos como antisistemas. Se trata de tener el valor moral para hacer lo correcto, amar la misericordia y caminar humildemente con Dios (Miq 6:8), incluso cuando tal cosa signifique cuestionar las prácticas vigentes del momento, como comprar chocolate barato.
EL TELOS DE LA SABIDURÍA
Podemos ver un ejemplo de sabiduría crítica analizando la idea del telos en una época en la que el concepto se ha perdido en gran medida. Telos es una palabra griega que hace referencia a un propósito u objetivo final, la visión plena de nuestras capacidades morales y físicas, intenciones y competencias. Si pudiéramos imaginar a un ser humano perfecto viviendo una vida próspera y abundante, eso sería telos . La tendencia es equiparar la plenitud con la opinión popular, la notoriedad o el éxito financiero, pero tales cosas no sirven para entender el telos .
Tiene más que ver con encontrar el fin natural y predeterminado de lo que significa ser plenamente humano. Una bellota al convertirse en un majestuoso roble encuentra su telos , y un ser humano puede llegar a ser una persona plenamente funcional, mostrando para qué sirven los seres humanos. Para los cristianos, el ejemplo perfecto de telos es Jesús.
Cuesta bastante mantener el telos definido en medio de una sociedad consumista. Al iniciar mi carrera, critiqué a algunos amigos míos mayores que parecían estar pensando y hablando siempre de la Bolsa. Me parecía cansino frente a mi deseo de cambiar el mundo. Pero ahora, al acercarse mi propio retiro y haber abandonado la esperanza de cambiar demasiado el mundo, me encuentro mirando los saldos de los planes de jubilación y si sube la Bolsa, preguntándome qué tipo de seguridad financiera nos espera. La humilde verdad es que tiendo a hacer lo que la gente de nuestros días hace: pensar en el dinero como mi fuente de seguridad en el futuro y en la vida. Entonces recuerdo las palabras de Santiago: “¡Vamos ahora!, los que decís: «Hoy y mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, negociaremos y ganaremos», cuando no sabéis lo que será mañana. Pues ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (St 4:13–14). ¿Y si la subida de la Bolsa pasara a un segundo plano y me concentrara en avanzar hacia el cumplimiento de mi telos el tiempo que me queda? Me pregunto cómo sería crecer un 6% cada año hacia la vida plenamente avivada y abundante a la que Jesús me llama.
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