En 1979 el británico Ranulph Fiennes inició la primera navegación circumpolar de la tierra en forma vertical, atravesando los dos polos a partir de Greenwich, en una marcha que demandó 14 meses. Durante su trayecto, la Transglobe Expedition atravesó el territorio antártico entre enero de 1980 y abril de 1981, montándose sobre el meridiano 0° hasta el Polo Sur, y de allí hacia la Base Scott.
La marcha de 4300 kilómetros se realizó en motos de nieve y trineos de madera con un apoyo aéreo muy grande para distribuir la logística necesaria para los 67 días de itinerario sobre el continente antártico.
En 1989 el francés Jean-Louis Etienne encabezó la Expedición Transantártica entre julio de ese año y marzo de 1990, realizando el mayor cruce del continente con trineos tirados por perros, la última de su tipo. Los cinco integrantes restantes pertenecían a Estados Unidos, Unión Soviética, China, Gran Bretaña y Japón; partiendo desde el oeste de la península antártica realizaron 6300 kilómetros de travesía pasando por el Polo Sur y la base rusa Vostok, para luego finalizar en la estación Mirny, en la costa este del continente, luego de siete meses de marcha.
Esta expedición seguramente fue la más impresionante de las últimas décadas en cuanto a recursos, dificultad y distancia recorrida, no superada hasta el momento. Demandó un gran despliegue y coordinación logística por vía aérea para la distribución de los suministros a lo largo de todo el trayecto, que por otro lado requirió una enorme inversión cercana a la escalofriante suma de once millones de dólares.
Casi al mismo tiempo, entre noviembre de 1989 y febrero de 1990, el alemán Arved Fuchs junto al italiano Reinhold Messner marcharon 2800 kilómetros a pie tirando ellos mismos de sus trineos durante 92 días, completando una travesía desde el sur de la península antártica (82°S - 72°O) hasta el Polo Sur, y desde allí hasta el estrecho de McMurdo en el Mar de Ross. La misma también demandó un apoyo logístico aéreo importante para lograr el éxito esperado.
Todos estos emprendimientos, por mencionar solo algunos de los más sorprendentes, tuvieron un denominador común desde la existencia de esta tecnología, que fue el uso de aeronaves no solo como elemento de exploración, determinación y búsqueda de rutas, sino como transporte de carga a fin de establecer depósitos de abastecimiento para las expediciones y también como medio de evacuación temprana ante eventuales accidentes.
Luego, la incorporación de nuevos materiales mejor ó la calidad y las prestaciones de la indumentaria personal —carpas, bolsas-cama, mochilas, etc.—, con tamaños y pesos cada vez más adaptados para estas misiones. También la industria de los alimentos aportó un avance en la conformación de las dietas especiales con poco volumen y de fácil disponibilidad, sin dejar de mencionar los sistemas electrónicos que incorporaron a las expediciones en forma muy práctica las comunicaciones portátiles y la navegación satelital sin necesidad de especialistas, alentando a empresas y particulares a proyectar todo tipo de emprendimientos con los más variados elementos de apoyo al desplazamiento (karting a vela, cometas de tracción, globos aerostáticos, etc.).
Algunos de estos proyectos fueron presentados o difundidos como espectaculares arribos a los 90° Sur, en condiciones o con características aparentemente especiales, sin mencionar que muchos de ellos eran planificados para ser ejecutados desde zonas cercanas al destino final, para una puesta en escena fundamentalmente de la «llegada» al objetivo.
Ejemplo de estas pueden encontrarse fácilmente por Internet pudiendo inclusive cualquier persona que esté en condiciones de solventar la aventura inscribirse online y formar parte de ellas. Hubo, por otro lado, importantes expediciones que plantearon retos diferentes y dejaron un sello en la historia de la exploración, como trayectos de ida y vuelta desde algún punto de la costa hasta el Polo Sur, cruces del continente de océano a océano pasando por el Polo Sur, objetivos combinados que incluían el Polo Sur, etc.
Una de las más recientes y seguramente también de las más notables de su tipo y que representó « la más larga travesía antártica sin apoyo externo» fue realizada por el equipo británico PolarIce entre noviembre de 2010 y febrero de 2011, integrado por cuatro exploradores que unieron Cape Town con el oeste de la península antártica en un recorrido de más de 4500 kilómetros, pasando primero por el Polo Sur de inaccesibilidad y luego por el Polo Sur geográfico, tirando ellos mismos de los trineos y utilizando alternativamente esquíes o cometas.
A mi criterio, esta última fue la máxima expresión de la explotación de los recursos humanos, tecnológicos y naturales prescindiendo de sistemas mecánicos, prevaleciendo el empleo de la capacidad del hombre bien entrenado y haciendo un uso inteligente de los fenómenos naturales, como el para nada despreciable viento presente en este continente.
Si bien es cierto que el mérito de estas empresas pasa fundamentalmente por la preparación psicofísica de los expedicionarios, no es menos meritorio llevar tecnología mecánica junto con el hombre, que significa no solo un elemento de apoyo sino también una actividad extra, sobre un terreno extremadamente hostil, además de lograr que esta tecnología también llegue al objetivo.
A dicha tecnología se la debe usar, explotar y mantener en las condiciones operativas adecuadas para que sume y no reste capacidades a la expedición, prueba de ello es que la mayoría de los proyectos en los últimos años han descartado el uso de motorización, no para marcar un reto sino para reducir dificultades. Cabe aclarar que las pocas misiones mencionadas en esta publicación son solo las expediciones que superaron los 3000 kilómetros de marcha.
Realizando un sondeo en la historia de la exploración antártica y focalizando nuestra atención específicamente en las expediciones terrestres al Polo Sur geográfico que partieron desde la costa de la Barrera de Filchner o sus proximidades, solo existieron unos pocos proyectos —de los cuales la mayoría no llegó a concretarse— debido a la gran dificultad que presenta la topografía de la zona desde la costa hasta aproximadamente 400 kilómetros hacia el interior del continente. De todos ellos dos fracasaron y solo tres tuvieron éxito, los últimos dos pertenecen a nuestro país. El último de ellos fue llevado a cabo en el año 2000 y es justamente el que se detalla en este libro.
1° expedición (fallida) - 1914/1917
«Expedición Imperial Trans-antártica»
Reino Unido - Sir Ernest Henry Shackleton
Después de la conquista del Polo Sur geográfico por parte del noruego Roald Amundsen en 1911, quien se anticipó por pocos días al británico Robert Falcon Scott, quedaba una meta por lograr: cruzar el continente antártico de océano a océano desde el Mar de Weddell hasta el Mar de Ross.
La distancia a recorrer sería de 2900 kilómetros, en trineos tirados por perros. Mientras la expedición principal avanzaba hacia el Polo Sur, otra partiría hacia el mismo punto desde el Mar de Ross, en el Estrecho de McMurdo, a esperar su llegada en la cima del Glaciar Beardmore.
Para la misión se utilizarían dos barcos, el Endurance para el arribo y el Aurora para el regreso, pero el primero de ellos quedó atrapado entre los hielos el 18 de enero de 1915, a solo 40 kilómetros de la Bahía Vahsel, lugar de asiento de la actual Base Belgrano 2.
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