Uno de los planos en los cuales se hacen evidentes las novedades que trajo esta nueva dinámica tiene que ver con la diversificación y riqueza temática y con la intersección de campos de análisis hasta ahora inexplorados. Aquí destacamos cuatro líneas de trabajo (incluso podrían ser otras varias más) representadas por preocupaciones que ensayan concurrencias de naturaleza diversa. Una primera línea, que reexamina los diferentes vínculos trazables entre justicia, política, prensa, ciudadanía, resulta especialmente fructífera a la hora de deconstruir la dinámica racial de la autoridad pública, como asimismo de reconocer la preocupación por los usos que los distintos agentes –autoridades, intelectuales, propietarios, esclavizados, libertos y descendientes libres– hacían de los recursos judiciales. 8En este sentido, como lo ha demostrado una rica historiografía para Latinoamérica, el archivo de justicia –tanto penal como civil– ofrece una visión muy rica y profunda de las políticas raciales, así como del funcionamiento de las relaciones raciales en las distintas esferas públicas y privadas. 9
El ensayo de Lucas Rebagliati, en este volumen, cuando examina algunas instituciones judiciales y las funciones específicas del campo que producía la documentación judicial, se refiere al rol que llevaron adelante los defensores de pobres del Cabildo y también del síndico procurador –denominado síndico procurador de los esclavos– en la asistencia del colectivo de esclavos ante la Justicia de Buenos Aires desde el período colonial. El autor demuestra las cada vez mayores dificultades de parte de aquellos para llevar adelante esta tarea debido al impacto que el nuevo clima político “revolucionario” tendría en las demandas judiciales. Sucedía que la retórica antiesclavista había calado hondo entre los esclavos, sobre todo a partir de 1812, pues en febrero de ese año el gobierno revolucionario había decidido la prohibición del tráfico de esclavos. Rebagliati observa que cuando estos acudieron a la Justicia por sus propios medios, sin la intermediación de ningún regidor, hicieron uso frecuente de esta nueva retórica antiesclavista en boga y buscaron aprovechar las oportunidades y los resquicios brindados por una elite revolucionaria ávida de soldados, apoyo político y lealtad al nuevo régimen. Varones y mujeres esclavizados les recordaban a los jueces que sus amos eran europeos, denunciaban conspiraciones, describían sus sacrificios por la patria, acudían a nuevos ámbitos institucionales como la Junta o la Asamblea General Constituyente de 1813 y solicitaban servir en los cuerpos militares, etc. 10Incluso también citaban la legislación concreta que había iniciado el proceso de abolición gradual de la esclavitud haciendo referencia a los decretos que prohibían el tráfico esclavo y a la ley de libertad de vientres.
Por su parte, Alex Borucki, en su capítulo “Del juzgado a los periódicos: los soldados libertos y el diarista y defensor José María Márquez en Montevideo, 1828-1831”, establece una relación entre las peticiones ante la Justicia realizadas por los soldados libertos para lograr la libertad y el papel de la prensa como una pieza esencial de la vida política rioplatense del siglo XIX y una de las fuentes del abolicionismo en las recientes repúblicas hispanoamericanas. El autor reconstruye para ello la trayectoria de José María Márquez, un escritor español abolicionista que publicó periódicos en Buenos Aires y Montevideo durante la segunda mitad de la década de 1820. Márquez, en carácter de defensor de menores y esclavos elegido en Montevideo bajo el gobierno patriótico provisional de 1829, publica en la prensa de Montevideo algunos casos judiciales con el objetivo de defender la libertad de los soldados libertos. Como lo explica Borucki, Márquez hizo algo que ningún otro defensor había hecho antes: publicar en la prensa los casos para no solo obtener un resultado particular positivo, sino con la intención de encender el debate político conducente hacia la abolición. Si bien la discusión de los casos judiciales para debatir la abolición en las publicaciones periódicas no era una práctica novedosa en el caso de Brasil, sí lo era para Montevideo, y en esta produce un pasaje desde el ámbito de la Justicia –los casos judiciales de emancipación– hacia la política pública de la abolición. Los argumentos patrióticos esgrimidos en ella contribuyeron a la opinión general de que los soldados libertos no debían ser reesclavizados (lo cual fue generalmente convalidado por las autoridades). Desde esta perspectiva, el servicio militar habría tenido un rol fundamental en el socavamiento de la esclavitud, en cuanto este pasó a ser visto como antipatriótico para una audiencia cada vez más amplia y políticamente activa. Otro tanto ocurre con las acciones de los antiguos esclavos que proporcionaron argumentos y bases nacionalistas para concebir la abolición de la esclavitud en el Uruguay independiente.
Una segunda línea de investigación es la que introducen los ensayos de Paulina Alberto y Florencia Guzmán que proveen una perspectiva mayormente inexplorada de las continuidades y racializaciones de género durante el proceso de abolición de la esclavitud. El análisis de ciertas categorías como “liberta”, “criada”, “doméstica” resulta fundamental para lograr una mayor comprensión acerca de cómo las relaciones formadas en y por la esclavitud persistieron después de la declinación de ese régimen.
Aquí se vuelve indispensable el concepto de interseccionalidad desarrollado por el feminismo negro ya que permite vislumbrar los modos interpenetrados de dominación que se imponen particularmente sobre las mujeres racializadas. 11¿Cómo se dio esta relación del género con la raza en el devenir de las mujeres negras que labraron márgenes de libertad, resistencia y opresión distintos de aquellos surgidos en otros contextos? ¿Qué posibilidades tuvieron las mujeres esclavizadas, libertas y libres de negociar o contrarrestar las derivaciones de la condición de esclavitud?
A través de una fuente testamentaria Alberto examina las relaciones de dependencia y subalternización establecidas entre una patrona esclavista, Josefa Warnes, y la “liberta” Cayetana Braga Warnes, quien en 1834 cuando tenía tres años recibió la donación de una vivienda de parte de Josefa. A través de la promesa de herencia Josefa se aseguraba el cuidado de su vejez, imponiendo (o creando) obligaciones tradicionales vinculadas con la esclavitud. La escritura notarial se refería a Cayetana repetidamente como liberta , término que resurgió a comienzos del siglo XIX en el Río de la Plata para designar a un nuevo sujeto legal: los individuos manumitidos por el Estado y no por sus amos. Para Alberto, el análisis del término liberta resulta fundamental en cuanto habría jugado un rol significativo de mediación, moviéndose entre un sistema jurídico de distinción, ya en decadencia, basado en la raza o ascendencia, a un sistema emergente basado en la clase y la ocupación. Otro tanto ocurre con la expresión “criada”, con la que son designadas las mujeres que figuraban en documentos anteriores como “esclavas”. El uso por parte de Josefa Warnes del término “criada”, más suave y ambiguo, le sugiere a Alberto un sutil cambio conceptual en la condición de estas mujeres en los años transcurridos desde su manumisión, tal vez en reconocimiento a su lealtad y a la promesa de libertad. La autora concluye que el trabajo de “criada”, íntimamente asociado con la esclavitud, junto con unas relaciones paternalistas y un estatus degradado y escaso en derechos, continuaba en existencia más allá de la erosión del sistema formal de aquella. Contribuía a ello la mediación de categorías supuestamente naturales, como la raza, el género y la ascendencia.
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